Me resigné de muchas cosas, a la mala fortuna que cada tanto azota e infortunios más frecuentes que los buenos augurios. Me cansé de llorar de angustia y sentir vergüenza de mostrarme sensible. Quisiera no sentirme así, quisiera tener la seguridad que algo saldrá bien, pero tristemente no es así. Huí de muchas cosas, busqué un lugar dónde sentirme segura y al final sólo encontré la tumba de todas las fortunas. Al final vuelvo a sentirme sola sin más qué decir...

Su padre asintió desde el suelo donde había quedado por la explosión, espantado al saber que su hija también era hechicera. Widney se acercó a su madre y la abrazó, esta no reaccionó puesto que también estaba espantada por tal poder. Con el tiempo y el entrenamiento su poder creció y a ese ritmo su madre se alejó, su padre la rechazaba sin descanso y todos le temían a su alrededor. —Entonces ahora soy huérfana —dijo mientras limpiaba una lágrima de desolación al festejar sola su décimo cumpleaño

Practicaba sin descansar, la joven maga mejoraba sin parar. Su magia desplegaba con orgullo y decisión, a sus familiares sorprendía y era motivo de envidia cada día. Una tarde el padre de la niña, Wener C. se había encerrado en la habitación, unos destellos se veían bajo la puerta y en su interior una joven mujer lloraba sin parar, entre bocanadas de aire pidiendo ayuda. La niña se enfureció al reconocer a su madre y sus ojos brillaron y volteó la puerta usando gran poder. —Déjala en paz —musitó

Quitar la fuerza no debe ser tomado a la ligera, pues es peligroso y puede causar aún más resentimiento y dolor. El lobo se había abalanzado sobre Wener y al oído le había susurrado, aulló y del cuerpo de Wener su fuerza se fue. El lobo se apartó y se alejó. Wener perdió su magia y el mayor desafío se le presentó. Tenía que matar lo que más amaba para recuperar lo que más anhelaba. Desde esa noche todo cambió. Ya no hubo risas ni dolor, sólo la penumbra que a la familia cubrió.

Meditaba cada día, buscaba paz y tranquilidad. La joven maga buscaba un lugar donde descansar. Entonces el bosque la llamó y en un suave arrullo ella durmió. Al despertar tocó mucho pelo, este era negro, suave y frondozo. Levantó la vista y era un gran lobo. Estaba quieto aún más dormido, sin pensarlo lo abrazó y al sueño se entregó, aquel era su amigo. Al despertar la acarició, se sentó a su lado y la miró practicar entonces su postura le corrigió. Aquel era un espíritu del bosque y su mentor.

Una niña había escapado de su hogar, caminaba por un gran bosque sin pensar. Sus lacios cabellos se enganchaban en las ramas y eso la hacía gritar. Estaba asustada, aún más enojada con su padre, a quien no podía perdonar. Buscaba un espíritu que la pudiera ayudar a hacer magia poderosa y su padre asesinar. Cuando el espíritu pudo encontrar este la hizo reflexionar, la acompañó a su casa y a su padre fue a castigar. Le quitaría su fuerza al extraer su poder, entonces ya no haría magia otra vez.

—Te di mi confianza, la puedes ver —dije antes de irme. Luego pensé que tal vez no fue suficiente, confiar conlleva mucho más. Sin saber cómo expresarlo me fui a dormir. A los días la respuesta llegó a mí mientras escribía un poema. Pues un tesoro ofrecería, y con él la clave de quién soy.

Caminé por un sendero nuevo, con la mente despejada y la vista enfocada fue que lo vi, así es… ese día vi al sol salir. Era hermoso y colorado, como cuando te dicen un halago. Sonreí impulsivamente, como si mi mente fuese controlada. Sonreí porque tenía razones para hacerlo, logros y recuerdos recientes que sonrojaban mí piel. Bailé sólo en círculos y dando pequeños brincos, miraba el sol y sabía que entonces todo iría a mejorar.

Fue un día cualquiera, y entonces el sol salió, no era un día festivo, ni el carnaval lo llamó. Era un día cualquiera cuando lo vi con amor, era brilloso y cálido, así como mi corazón. Recuerdo mirarlo con ternura y preguntarme cual era la gran celebración. Ese día había dado vuelta la página y decidí comenzar con un empujón. Salí de casa, compré flores y me regalé un gran bombón. El chocolate es mi debilidad, no lo voy a negar.

Al tocar la punta de la pata trasera del león este la alejó del cazador, lo miró fijamente. —Cazador… tú recibirás lo que diste —le dijo mentalmente. El cazador miró extrañado porque había entendido al león. Entonces una hiena apareció y lo atacó, el león miró la escena sin intervenir, ya que conocía el corazón cínico del cazador. Molesto por la interrupción el león se alejó mientras más hienas aparecían para degustar al cazador quien en mentiras y falsa admiración ocultaba su intención.

En una gran pradera reposaba un enorme león, un cazador lo observaba con gran admiración. El gran tamaño del animal imponía respeto y mirarlo causaba delirio. Su belleza implacable te hacía caer en su encanto. Distante y pensativo, tomaba sol en una posición majestuosa, cómo el verdadero rey de la naturaleza. El cazador dejó su arma al costado sin pensar, una parte de él le pedía que se alejara pero estaba hipnotizado por la belleza del animal, haciendo que se arrastrara hacia este con sigilo.

Una parte de mí cree en un tal vez, la otra divaga por un futuro sin tí. Al final quedé en medio de lo deseado, profundamente anhelado y el miedo a perderlo sin alcanzarlo. Pero estas no son mis necesidades, tu no sacias mi sed ni tu ausencia me mata. Pero no lo entenderías, pues en tu camino no hay cabida para el amor, la reflexión o el buen corazón. Entonces me despedí y en mi voz quedó el extraño tono de un adiós sin conclusión.

Sonrío con el recuerdo de tu sonrisa, aún recuerdo la sensación que recorrió mi cuerpo en ese momento, en honor al momento mágico que me diste te escribo, con timidez o tal vez insensatez te cuento mis secretos y te muestro mi corazón. Al final… tu eres quien me inspira… quien me mata y me ilumina. Pero no das vida, y eso me anima a levantarme cada día.

Los relatos de tu cuerpo sobre el papel vuelven a aparecer, cómo un fantasma te acercas y luego me dejas, te olvidas que contigo soy frágil, tan sólo un pequeño ser. El sonido de tus pasos y el arrullo de tus palabras jamás dejé de escuchar, a veces sólo necesito sinfonía de tu voz y un beso tuyo para poder descansar. Entonces despierto, ya no sé qué pensar. Al final… al lado mío, nunca vas a estar.

Cada día es una oportunidad, hoy es una centro mis pensamientos me distraigo de ti, pero entonces... Color del azabache, el más oscuro, me recuerda a tus ojos cada día, me distraigo con lo que encuentre, un papel, un dibujo, una persona. Y al final recaigo en tus estirpes en su extraña manía de hacerme sufrir, termina el día y aún pienso en ti.

Me mire al espejo y me pregunté ¿Qué tan rápido te entregas la indulgencia? A veces sin la debida autocrítica a veces sin el debido castigo. Y seguimos sin aprender entonces entré en el espejo y de mí vida decidí aprender.

El enigmático camino del olvido comienzo a recorrer. Bruscos tonos color pastel me hacen enloquecer, al final de cuentas aún pienso en ti... Esto ha sido una estafa. No sé que más decir...

Luego de esperar incluso bajo la lluvia, una suave mano se posó sobre mi cabeza, al mirar hacia arriba me encontré con su dulce mirada mientras me cubría con un paraguas. Me ayudó a pararme y se disculpó por demorar tanto.  Tras contemplarnos me abrazó y me dijo que me amaba más que a nadie, luego me apartó un poco de su cuerpo para acercarme a su corazón y hacia sus labios por primera vez. Era un beso tan detallista, suave y cálido; nunca antes me habían besado así. Nadie lo había hecho.

Pensarte es la tragedia de toda mi obstinación, es perderme en el delirio místico de tu mentón hasta tus pies, es detenerme en tus labios y ceder a tus ojos depredadores.

En un mágico momento cuándo tus ojos abrazacen mis suspiros, y en un enfermizo sentimiento mis anhelos se materialicen. En ese inimaginable paraíso dónde pudiese abrazarte y sonreír; ahí es donde quisiera vivir. Para acurrucarme en el refugio de tus brazos y permitirme despetar con tu suave aroma y la calidez de tu piel. Para contemplar cara línea de tus expresiones al hablar; para compartir pensamientos y platicas que nos lleguen a desvelar. Simplemente quisiera poder amarte sin trastabillar.

Eres el comienzo de una canción que se repite cómo las estaciones, cómo cada primavera, entibiando mí corazón. Como el canto de un ave enamorada, en los cerezos en flor, esperando verte pasar debajo de ellos, escondida en mis palabras, en estos versos que esperan verte, tan sólo por un segundo, verte sonreír.

La respuesta nunca fue vivir en el pasado, sino sanar en cada paso, amando y viviendo; tan solo caminando. Y no todos quienes dicen amarnos van a seguir a nuestro lado, pero siempre llegará alguien que nos diga: "te estuve esperando"

En el inevitable y mágico camino que recorrí mirando el lago mágico de tus ojos, descubrí sensaciones de cosquilleo en el pecho, de manos temblorosas y voz vacilante, para animarme e intentar decirte lo mucho que me gustas. Lo mucho que me encantas en cada sonrisa y con cada palabra.

El breve descanso en tus brazos imaginarios y lo reconfortante de tu voz al hablarme, me ayuda a olvidar el dolor de años de un sentimiento de abandono y tristeza.

El artista se entrega a su obra, a su propia pasión y entre líneas de palabras, sonidos y emociones; también se plasman sus verdades más profundas. La obra es testigo del amor, felicidad y tristeza del artista. Es un consuelo, consejero y mayor confidente. El artista habla sin abrir su boca, habla con la mente y sólo es entendido por su obra. Al final el artista se identifica más con su obra que consigo mismo. Es la trampa del artista, hablar sólo por su obra y no por él.

Es un estremecimiento peculiar tenerte cerca, me invaden diversas sensaciones... Puedo verte con cariño y preocupación, mientras niego mis sentimientos al compas de una simple canción. Te contemplo cual obra de arte, esperando un día poder hacerlo sin escaparme. Te miro con consternación, porque contigo siento tantas cosas que ya me causa temor. ¿Cómo puede una persona querer así? Y sigo sin llegar a comprender lo que viví...

Cerré los ojos para perderme en la belleza del infinito pesar de tu mirada. Fue el día que decidí amarte... más bien fue el día en que me enamoré de un ser grandioso e insignificante. Fuerte por dentro y fragil al viento. Envuelta en las manías de una vida de prejuicios y laberintos. Te conocí cuándo me perdí en mí.

Bailaba con la gracia de un verso en los labios de alguien enamorado, giraba con la elegancia de una confesión de las estrellas al lago cristalino que le sonríe por las noches más despejadas. Era un pacto con el destino y la vivencia de mil vidas anteriores, para estar en paz con sus demonios y delirios, en una noche dónde la luna tocaba sus más profundos rencores. Por eso intentaba ser luz entre la torpeza de un corazón herido y los sentimientos destrozados... ella quería ser luz en ésta vida.

Soy lo austero, intentado ser más que un simple viento Abrazo ese vacío de desconocer lo encantador de un cariño sincero. Me abrazo porque no hay nadie más a mi lado Soy lo efímero que se irá sin dejar rastro, en un camino indiscutiblemente cruel con quienes no saben de amores ni abrazos. Quien soy sino sólo la sombra de alguien que intentó mirar al sol y recibir un poco de afecto. Nada más soy el resto de quien alguna vez creyó que el amor estaba disponible para todos, quien creyó en la verdad.

En el infinito espacio entre mis deseos y la realidad, escribí con mis anhelos lo mejor que deseaba para tí. Me desvelé pensando en formas de hacerte feliz, mientras tú encontrabas formas de hacerme sentir miserable sin más fin. Me decías muchas cosas pero ninguna era relevante para mí. Contigo quería más que nimiedades y eso fue lo único que conseguí. Realmente nunca te entendí, no te importó explicarte y sin más que decir me despedí. Ahora me buscas pero ya no estoy para tí.

En el recuerdo fúnebre de tus nostálgicas palabras, observé los sentimientos que deposité en son de cuasi amistad, aquellos dejados en tus labios delgados y fríos que me hicieron estremecer. Parecías un cadáver en vida, lo he de admitir mientras recuerdo el suave toque de tus manos delgadas que me hacía desfallecer. Soporté toda clase de injurias por permanecer a tu lado, pero al final fue todo un fiasco, desde tu amor hasta mis ganas por alcanzarlo.

Estaba haciendo jalea de uvas, había pelado cada una con cuidado y les había quitado las semillas, la tarea de un día Exhausta me senté a descansar mientras se cocinaba a fuego lento, y el aroma de las uvas impregnaba en el ambiente. Pasó media hora y al acercarme me horrorice al ver mi jalea apestada de moscas, tenía que cumplir con los pedidos. Sostuve mi cabeza y sin darme cuenta unos pelos cayeron a la cacerola, agarré la minipimer, y a la mañana siguiente todos me decían lo rica que estaba.

Sostenía firmemente un cuchillo, sentía chillar a mi madre de forma desesperada, veía sus manos temblar mientras miraba el suelo rojo. Espera… el suelo no era rojo, era una imitación del mármol, miré el cuchillo y mis manos ¿Porqué estaban rojas? Los gritos me cansaron y salí a caminar para despejarme. Llegué a la acera mientras sentía el sonido de las patrullas cada vez más cerca. No llegué a alejarme cuando una voz me dijo <<responsabilízate de tus actos>> entonces volví y me declaré culpable

Pasé por la vereda dorada debajo del balcón de tus suspiros. Lamentablemente me resbalé porque esos nunca me fueron dedicados. Me quedé tirado mirando nostálgicamente el cielo nocturno que retrata tus amores grabados en la inmortalización de tus versos dedicados a otros seres, pero nunca a mí. Entonces continué inmortalizando tu belleza y mi amor por tí, mientras tu lo hacías pero nunca sobre mí. Finalmente me incorporé para caminar encantado de tus ojos reflejados en los pimpollos violetas.

Misteriosamente pude develar un misterio, yo había estado buscando cómo ser bueno sin dejar de ser yo mismo. Entonces conocí a una mujer extraordinaria que me mostró que la oscuridad y la luz combinadas son elegancia. Qué ser bueno no significa dejar de ser eventualmente malo, ya que al final todos somos malos en la historia mal contada de algún pobre diablo. En honor a la magnífica mujer que conocí escribí estás palabras, para recordarla cómo es dedibo.

En un sin fin de complicaciones, existe el delirio de encontrar la ausencia anhelada del mundo. El rincón de los sueños ocultos, dónde las verdades son proclamadas sin intencionalidades. Ese espacio para huir de la realidad y soñar que todo volverá a empezar. Te encuentras sentado, inmerso en la rutina, en las desquiciadas palabras amargas, entre la necesidad y la desesperación. Pero ahí estás, mirando por la ventana a un mundo inexistente e inexplicablemente encantador.

Llegué escapando de mí dolor, de muchas circunstancias y de mí propia aflicción. Encontré un lugar dónde todo era nuevo, al principio me costó adaptarme pero lo encontré acogedor, lo vi cómo un hogar, me prometí dar lo mejor para no cometer viejos errores, pero al final lo vi desmoronarse ante mis ojos y no pude hacer nada para ayudar. Me sentí furiosa e impotente, pues llegué a querer a ese lugar. Ahora cambió, ya no lo siento cómo antes, ha perdido su esencia y no tengo a dónde ir.

Aún me asombras con tu sinceridad, con lo directo de tus palabras al hablar de la necesidad, de lo cotidiano y lo más humano del amar. Mí mente gira en círculos recordando las veces que sonreí al prestarte atención. Sonreía mostrando una pequeña parte de lo bien que me sentía. ¿Me dejé llevar muy rápido? Rescato lo precioso de tu amistad cómo un regalo, me aferro a la idea que mantenerlo intacto, intento hacerlo para no perder lo más preciado, una amistad de buenas intenciones.

La fortuna no me sonrió cuándo quise abrir mí corazón. Que al final con dolor y desilusión se endureció. Pero aún quisiera intentarlo, aunque el miedo al fracaso azote. Sinceridad... ¿Incluirá el pasado? Me avergüenza hablar del egoísmo y cinismo que envolvieron mí vida por años. Y el miedo al rechazo por lo sucedido en el pasado. Pero quisiera intentarlo, mostrar lo dulce y gentil pero sin esconder mí pasado. Eterna dualidad ¿Cómo decirlo sin confundir?

Extraño sentimiento entre la razón y la madurez. A veces no la queremos, la entregamos sin responsabilizarnos de su origen innato a nuestro accionar. Vértigo a la aceptación, se pierde al madurar, al responsabilizarnos de nuestro accionar.

En el extenuante recuerdo de tu sonrisa, descansa la tarde que un día nos regalamos. En el verso nunca completado se esconden verdades que al final traicionaron. Lo efímero se volvió un regalo, envuelto en lo cotidiano e incluso en llanto. Ahora miro con retrospectiva para entender que una despedida se había pronosticado hace tanto... Entonces dejo de preocuparme por lo pasado, es sólo un período que tal vez fue un poco amargo.

Tocó mí cabeza con dulzura, me dijo <<Tranquila, a veces soñar abruma>> Besé sus manos como era habitual, lo miré a los ojos con profundidad. Al final nada había cambiado, extendí mí mano para tocar el espacio vacío que se encontraba en frente mío. Cerré mis ojos y ahí estaba, ya no estaba vacío. Me miraba dulcemente y supe de repente que no era un delirio, no era un sueño, sino mis ganas de conocerlo. Un estrepitoso deseo por entenderlo, por intentarlo sin miedo.

Me rompiste para decirme que me faltaba madurar. Me lastimaste para hacerme ver sensible. Me acusaste para provocarme, llegué a molestarme y lo llamaste excesivo. Traté de mostrarte otro lado mío y lo llamaste falso. Buscaste hacerme daño cuando yo cuidaba mis palabras para no excederme. Al final me fui porque ya no sabía que más hacer y me llamaste previsible. Al final encontraste muchas formas de llamarme, muchas definiciones carentes de fundamento y yo no llegué a saber que querías de mí.

Caminaba buscando un pedacito de cielo, ella dijo que me amaría si lo encontraba. Por eso llevo décadas buscando uno, incluso ella falleció, pero sé que si lo encuentro podremos ser felices en otra vida. En realidad ella siempre me amó y yo tuve el inmenso placer de corresponder tan hermoso sentimiento. Sin embargo, ya la habían lastimado mucho y no se atrevía a expresarse con libertad. Por eso aunque ya no esté busco ese pedazo de cielo, tengo fé que podré encontrarlo... Yo lo haré...

Idealizar, es difícil de admitir cuándo sucede, es ahí cuándo dejamos de ver, para admirar solo aquello que queremos, lo que esperamos y más lo que amamos. Tal vez es la peor ceguera, o por lo menos la más peligrosa. Situación de extremos que tocamos al idealizar, al dejar de ver, también dejamos de sentir lo real. Es un acto peligroso e insensato, irracional cómo los sentimientos, engañoso cómo las mentiras. Pero lo vemos con incredulidad, con inmadurez al no admitirla, la vemos con negación

Es un placer conocerte, sin misterios y con una sana distancia, te presentas con cordialidad. Brillante cómo un sol y melancólico cómo la luna junto al mar. Radiante cómo luz pura, dulce y reflexivo cómo el ocaso besando la timidez. Me gustaría conocerte, llamarte amigo y decir <<te entiendo muy bien>>. Querido conocido quisiera mirarte con menos curiosidad, quisiera no tenerte miedo y no reflejar mí pasado en este presente, y en una potencial amistad.

Vivía en una burbuja, una llena de amor, todos los días le recordaban cuánto la amaban, lo especial que era y el gran valor cómo individuo. Un día se cansó de recibir el mismo amor, quería algo distinto y más ostentoso. Rompió la burbuja para salir y en el medio lastimó a quien la amaba. Se dió cuenta que falló al buscar otra burbuja de amor y resignada decidió dejarse llevar por el oleaje salado de realidad. Un día ya no buscó más y se dedicó a darse el amor que tanto buscó.

Domingo... sólo un día más. Un día del sol y limonada. Tal vez un día de familia. Hoy es Domingo y renace en mí corazón un profundo rencor. No encuentro la calma, desearía venganza, lo que sea que me devuelva un gramo de la felicidad que me fue arrebatada. Deseo sangre por recompensa, dolor por dolor, impotencia por impotencia. Entonces tal vez deje ese odio tan profundo de lado. Miro un cuchillo y me arrepiento de no haberlo clavado en su corazón, en lo más profundo y ver su sangre emanar.

Piensa que el tiempo se acaba, no hay mucho que se pueda hacer. No hay tiempo para premisas, sólo actuar con prisas. Nada nos vamos a llevar, de lo material todo quedará, entonces hablemos de lo importante, pues es la última vez. Si amaste en silencio ya no calles más, si tus palabras te tragaste es el momento de hablar. Al final lo único con lo que nos quedamos es lo que llevamos dentro. Lo único que se recordará será lo último, entonces solo hablaría de lo realmente importante para mí.

Ama cómo si nunca te hubiesen lastimado, enamórate cómo si fuese la primera vez, sueña en grande cómo en la niñez, abraza el presente con rapidez, disfruta de lo que tienes, y esfuérzate por lo que quieres tener. Vive disfrutando de lo simple a lo bello, de lo pequeño a lo inmenso, disfruta lo que te puedes permitir, agradece por lo que puedes vivir. Confía en tu fortaleza, mejora cada vez que puedas. No dejes ir algo bueno por miedo, y no niegues sentir por miedo, y sonríe... sonríe para ti.

Cuídame como debí amarte, cuídame para no perderte otra vez, abrázame para sentirme bien, dame una mano para estar de pie. Solo eso te pido, que no me dejes otra vez, que el recuerdo no muera esta vez, que el frío no congele el corazón, y siempre se crea en un futuro mejor. Cuídame para no olvidarte para no olvidarme de mí. Abrázame para sentir mí ser, mírame para que yo me pueda ver. Dedícame palabras bonitas, esas que ahora trato de decirme, esas que siempre fueron para mí, eso, amarme bien.

Las miradas se cruzan, los latidos se aceleran, el deseo de detener el tiempo se incrementa. Es el miedo al cambio lo que más alarma. Se trata del último baile de dos corazones, la última melodía que podrán escuchar. Es miedo a muchas cosas, a nunca superarlo, a nunca olvidarlo e incluso miedo a olvidarlo. El miedo es irracional, así cómo el amor; la devoción es un arma de doble filo, así cómo las verdades a medias. Por eso es el último baile, para sellar lo vivido y dejar ir un último suspiro.

Carina caminaba por una vereda solitaria. La sombra de los árboles la protegía del sol. Para descansar se sentó en una se las raíces sobresalientes del árbol más cercano. De repente sintió que algo había caído en su cabeza. Asqueada pensando que un pájaro había defecado en ella usó un pañuelo para limpiar su pelo, para su sorpresa era un caramelo envuelto en papel manteca. Miró hacia arriba y vió otro más caer. Era un árbol de caramelos y ella se dispuso a comer, nadie supo nada de ella otra vez

Luego de setenta años de invierno y desolación, un rayo de sol rompió la neblina y tocó suavemente el suelo. Un calor peculiar descendió y en cuestión de minutos el lago se descongeló. Era de no creer lo rápido que el paisaje cambió. Las personas que aún habitaban el lugar salieron con miedo y curiosidad, para ver que aunque aún tenían que abrigarse, el frío no era tan cruel. Luego de varias semanas el verde cundió en el lugar y al ver los pimpollos, Leonora supo que ya era hora...

Pude mirarte, creo que eras tú, esa persona caminaba cómo tú, se vestía cómo tú. Podría jurar que eras tú. Sentí escalofríos, tú no me viste. Al final me invadió la paz de saber que seguramente estás bien, mientras que yo disfruto lo que más amo hacer. En mí mente me despedí de un recuerdo arraigado a tú imagen, a tú presencia y esa aura tan peculiar. Simplemente deseo que estés bien. ✿

Sobreviviendo despojos de sentir los sueños rotos.

La memoria no acompaña todos los años de la misma manera. Un día ya no recuerdas el nombre de un vegetal, lo que comiste ayer o que tenías que hacer mañana. Luego los rostros se borran así cómo los nombres y recuerdos asociados a estos. La sensación indescriptible de desesperación al ver cómo se escapan de mis manos lo que alguna vez atesoré con amor. Luego también lo olvido. Y la anormalidad de olvidar se vuelve cotidiana hasta el punto que no sabes que es extrañar.

Lo infinito se toca con lo pasajero, en el momento que decidimos darnos con esmero. En ese momento cuando lo pasajero se inmortaliza en un sentimiento, y la inmortalidad es un obstáculo para el buen sueño. Cuándo nos importa lo que se llevan los años, es cuándo ya no somos espectadores de los espectáculos. Cuándo el director se transforma en actor de su propia teatralización y la expectativa del porvenir es lo que acelera los latidos. Entonces la inmortalidad pierde el sentido.

Pequeño audaz frágil conmovedora tú me asombras.

Leonora observó a su nieto dormido y le escribió una nota: <<Cuídate de quien diga amarte. Cuídate de quien diga odiarte. Piensa antes de respirar de las palabras de los demás. Camina sobre tus verdades. Procura guardar lo esencial y dejar lo demás.>> Al finalizarla lo dobló por la mitad y lo colocó en la mesita, recogió su abrigo, un cuchillo carnicero, las botas de nieve y salió a buscar la cena al bosque.

Me dirigía a mí destino por una carretera tranquila, el viento soplaba por la ventana y conseguía despabilar mí mente. De repente algo se estrelló en mí parabrisas y me obligó a frenar de golpe, haciendo que el vehículo se deslice de forma horizontal pero sin volcar. Mí respiración agitada interrumpía mis pensamientos, con dificultad bajé para ver qué había sido, pero para mí sorpresa no había nada y el parabrisas estaba intacto. Volví al interior pero se veía roto y eso es lo último que pensé

Había comprado unos platos hermosos. Pensaba en la decoración para una noche especial. Era mí aniversario de matrimonio y le había encargado a mí amiga comprar comida china. Al llegar a mí casa se me cayó la bolsa, había un mueble y una nota: "No sé para qué querías una cómoda china pero ahí la tienes" Negué con la cabeza y sólo me reí, compré comida china y acomodé el nuevo mueble. Al final la velada no fue mala y siempre recordaré nuestro quinto aniversario con la anécdota más peculiar.

Miraba con ansias la meta, la victoria me soplaba al oído y en mi interior ardía la emoción por una ovación enorme, aclamando mi triunfo con trompetas, papel picado y hermosas mujeres saludándome. Llegué y con un grito lo anuncié, mi hermana se acercó a desordenarme el pelo y me dio mi medallón dorado, ese que tanto anhelaba y le di un mordisco. —Algún día obtendré uno que no sea comestible —le dije con una gran sonrisa y continué entrenando.

Estaba tranquila sentada en la esquina de mi cama, miraba cómo la había acomodado y con ansias de descansar, mi deseo fue interrumpido por alguien que me llamaba para hablar. Si, era yo quien tenía que hablar de recuerdos dolorosos que en gran cantidad de papel había plasmado en tono de amor y esperanza, esos que sólo me recordaban lo complicado del arte de amar. Hablé conmigo hasta llorar, hasta caer dormida y finalmente descansar. Así pude volver a empezar.

Las esquinas se doblan con cuidado, mientras unas gigantes manos doblan y doblan las esquinas unas con otras. El gigante concentrado no para de doblar y muy finamente lo comienza a observar. —¡Mamá… mamá... de un avión hice un cisne! Pero los humanos lo mancharon de rojo —refunfuñó el gigante. —Limpia el avión antes de empezar, así no lo mancharan —respondió la madre muy sonriente. Entonces sostuvo otro avión y a este lo lavó con esmero y dedicación y de él una gran flor sacó.

Un kilo de azúcar, tres kilos de manzanas, limón y gelatina de frambuesa, junté los ingredientes con esmero, miraba mi compra con orgullo; ya tenía las paletas de helado. Al día siguiente preparé las manzanas, seguidamente comencé a preparar el caramelo cuando me di cuenta que mi compañero de cuarto se había llevado mi gelatina. Lo encontré sentado en su cama comiendo y disfrutando su sabor y color. Entonces dije... —Sólo necesito colorante rojo —mientras sonreía al cuchillo.

En el ambiente sólo se escuchaban tres palabras <<no el taladro>>, una y otra vez, a veces con más agonía y otras veces en una especie de sollozo ahogado en las lágrimas. —Tranquilo, pronto serás feliz cómo todos los demás —le dije mientras sonreía. Acto seguido las sombras reflejaban violentos movimientos mientras mis oídos se nutrían de los gritos más preciosos. Los gritos cesaron mientras yo revisaba mi nueva creación. Tal vez no era perfecta pero había aprendido cómo mejorarla.

¿A qué le temes? Solía preguntar, era mi pregunta favorita para comenzar a conversar. La gente me miraba raro, no lo podían disimular, a veces sonreían, otras veces murmuraban, pero nadie sabía contestar. Entonces cambié mi pregunta y la estrategia al interactuar, así conocía sus miedos y los podía recrear. Esa era mi diversión, mi pasión y entretenimiento. Hasta que un día miré al espejo y de mis propios miedos no pude escapar.

El teléfono sonaba... sonaba sin parar. Lo miraba desde una esquina, ya sin parpadear. Su sonido me alertaba, algo acaba de pasar… pero tengo miedo y no quiero volver a escuchar. Las llamadas nunca son buenas, son portavoces del mal. Al final es a lo que más temo y no lo podré aceptar. Entonces caminé sigilosamente, cómo si me pudiera escuchar, tomé el hacha y con todas mis fuerzas lo hice callar. Luego tomé un té de limón, nada era más armonizador.

Entre cuentos escuché uno sobre el sol que nunca salió, era tímido y callado, no emanaba resplandor, un sol pensativo, carente de calor que en el exilio murió. Su muerte fue fría, y con él muchas vidas se llevó Y pregunté insistente ¿Dónde estaba Dios? Si su creación muere sin razón, y en cada galaxia la historia se repite sin temor Miré al cielo y al sol, mire el suelo y todo alrededor, algún día todo moriría y sólo quedaría el polvo del que salió. Cansado de pensar entré a mi casa a descansar

Tocó su vientre y en su interior su niño dormía, los meses pasaron y debajo del gran cerezo su hogar habían encontrado. A los meses el niño nació, fuerte y hermoso, dulce y cordial; era la criatura más hermosa que podrían imaginar. Su madre lo miraba con amor, acariciaba sus mejillas y se deleitaba con su rubor. Mientras el niño creció su madre le contó como el gran cerezo los protegió, la semilla que habían plantado con su amado cuando eran niños por fin sus frutos había dado.

Caminó varios kilómetros y su cuerpo un descanso le exigió, miró al cielo buscando respuestas, reclamando al creador. Grito no por dolor sino por ira que con rencor consumían su corazón. De tanto sentir se durmió y la noche con cálidas flores de cerezo la cubrió para no ser encontrada por los soldados ni por la helada, para poder dormir una vez apaciguada. La joven se despertó cuando el sol hizo arder sus mejillas...

La guerra continuaba y la joven el bordado terminaba, los pétalos había concluido y los tallos representaban un desafío, entre las nervaduras de las hojas se dibujaban caminos, futuros posibles de su niño. Tocó su vientre con preocupación, no podía ser valiente ni creer en el amor, su niño pelearía y moriría, así lo dictaba la canción. El dolor se apoderó de su pecho, el miedo la dominó y de su hogar huyó.

Dulce como la miel, delicada como los pétalos más frágiles, sus delgados dedos se movían al bordar una flor de cerezo. Aunque el humo se apoderaba de la razón y el miedo dominara los instintos, la dulce muchacha bordaba y esperaba la llegada de un hijo. Flor de cerezo para la certeza, la delicadeza y el buen corazón, flor de cerezo para la buena vida y el regreso del amor. La muchacha miró al horizonte y una lágrima se escapó, tocó su vientre con delicadeza y ser valiente se prometió.

El niño crecería para ser un héroe de leyendas, cuentos y canciones, o el monstruo que todos temerían. Los murmullos empezaron, los padres se miraron y decidieron eliminarlo. Tomaron al niño y se largaron, entre las colinas su hogar encontraron. Entre montañas creció y poco a poco aprendió, con valores y un buen corazón, en un buen hombre se convirtió. Ni el leyendas ni en cuentos de terror se lo nombró, fue un buen hombre y así todo lo cambió.

Una vez el sol brillaba, los pájaros cantaban y un dulce niño dormitaba. El gran festival se acercaba y todos alborotados estaban. Campanas de viento sonaban, e instrumentos afinando se escuchaban. En un momento un pajaro negro se acentó en la cuna, todos lo miraron y callaron, ahí un presagio se había anunciado.

Querida Ainarawa, hermosa sirena, ¿Valoras mi petición? Pero al final te fuiste sin decir adiós, ser fugitivo y lleno de misterios te llevas mi corazón. Hija favorita de la luna ariana, mi destino cambió al probar tus labios. Lo que mi mente no puede olvidar son tus volátiles cabellos, chisporroteantes como una fogata, místico como tus escamas y enigmático como tu corazón. Los meses pasaron y estaba decidido, tenía que volver a tí, incluso si eso implica pasar mi vida en mar y entregarme a él.

Mi bote se sacudió, aparecieron animales girando en sentidos opuestos, sus espaldas brillaron y un gran resplandor descendió de la luna mientras que el mar azul se tornó morado y dorado Entonces la vi, sus volátiles cabellos y la magia misteriosa de sus deslumbrantes ojos. Se acercó cuando la saludé y aquella noche quedó grabada en mi corazón Hermosa Ainarawa las horas deberían detenerse para contemplarte con admiración y amor. Di mi alma a la luna para que le pidiera al sol detener su regresión

La luz era suave, como una caricia con amor, cuando giré me sorprendió ver a mi abuela, quise abrazarla y no pude, la miré con consternación. Su sonrisa me ofreció y al lado de ella el venado apareció, se acercó y me olfateó, su piel brillaba, sus ojos me miraban y la zanahoria le ofrecí. Levantó su cabeza y comió del regalo, volví a mirarlos y sonreí en agradecimiento, a mi casa había llegado, y de lejos llanto estaba escuchando. Entendí que de mi abuela me pude despedir mientras la vi partir.

Las rimas y la desgastada voz de mi abuela escuchaba con atención, en los bosques que aún vivían, se escondía una canción, la canción de mil ancestros que clamaban con premonición la triste muerte de un amigo, ese que estaba sin condición. El alma del venado aún vivía, caminaba y justicia pedía. Entonces salí a buscarlo, pensé que una zanahoria lo saciaría. La noche me alcanzó y el camino no encontré, entonces una fuerte luz brilló y hacia mi casa me guió...

Todo empezó cuando era niño y me lastimé cargando unas ramas que había encontrado para calentar el hogar, mi abuela me miró con ternura y me dijo que me contaría una historia si paraba de llorar, me sentó en sus piernas y dijo que si mi corazón latía y en su interior un destello de amor había, mis ojos mirarían, la mente callaría y lo más asombroso aparecería… porque entre nosotros la magia existe todavía... Entonces la miré con atención, mis ojos se fijaron en cada gesticulación y la escuché.

Uní las esquinas con cuidado, lo miré sin parpadear, a mi parecer estaba listo, ya podía volar. Me paré en una esquina, verifiqué la fuerza del viento con mi dedo húmedo, respire profundo y lo lancé con fuerza, mantuve la respiración hasta que lo vi volar sin parar. Salté de la emoción y volví a casa para contar la aventura del día, por fin había volado mi avión, y un día yo volaría cómo él.

Sentada en el pórtico de mi casa sostenía el ramillete que había recibido una noche especial, esperaba un amor o tal vez la respuesta de un no que calmara mi corazón. Sea lo que tuviese que ser esperaría sin más razón… Miraba las nubes pasar y por algún motivo sentía que las debía seguir sin mirar atrás, pero yo esperaba un gran amor y no podía renunciar sin empezar. Me arrodillé a la esperanza infundada y dejé a las nubes pasar.