I
Iván Castro


Todas las complejidades del ser humano se debaten en una misma mañana para el profesor de Oxford, Andrew Sting sometiéndole a una intensa prueba de vida. Maravillado por la belleza que desprende un aparente inofensivo hogar familiar, se desencadenaran una serie de hechos atroces a la vez que reveladores para la vida de Andrew. La lucha contra nuestros demonios, el aceptamiento de la pérdida, recordarnos a quién debemos nuestro amor...son las claves que aseguran perdonarnos a nosotros mismos.


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#filosofico #fantasia
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Azrael

Un relato por: Iván Castro Rodera

Como cada día, Andrew recorría la calle principal de Woodstock Rd. puntual como de costumbre. Andrew era un reputado profesor en la Universidad de Oxford, inteligente en lo que acontecía a sus a labores estrictamente académicas. Con un gran sentido de la responsabilidad y una fuerte autoestima personal que le impulsaba a conseguir todo lo que su mente ambicionaba.

Absorto en sus pensamientos, de repente sintió un agudo pero intenso quemazón en la parte superior de su estrecha vestimenta, la cual bordeaba su cuerpo firme y vigoroso. Asintió sobre sí mismo, extrañado, percatándose de que en la última semana había experimentado dos veces más la misma sensación a su paso por aquella casa frente al parque. Le atraía profundamente -sin ningún precedente anterior- su imponente majestuosidad, la belleza que emanaba desde su exterior le proporcionaba una cálida bienvenida a todos sus sentidos. Él mismo se proyectaba a sí mismo en aquella casa, como muestra inequívoca de la imposibilidad de alcanzar tal soberbio prodigio estético.

De ese modo y cautivado por el misterio que se abría paso en la multitud de sus emociones, se abalanzo con paso firme sobre la entrada de aquel precioso instante. Casi como esperando una revelación divina, se mantuvo allí, impasible ante la mirada estupefacta de los transeúntes que por allí circulaban, observando a aquel hombre ensimismado en su mundo interior.

Como un azote, un espesor negro acompañado de una intensa sensación de agonía perversa hizo acto de presencia en su nublado juicio inundándole de una desazón que nunca había experimentado. Por un momento, todo aquello se interrumpió cuando de allí comenzaban a brotar ligeramente decadentes piezas sonoras que se transformaban en una música de otro tiempo. No podía explicar cómo era capaz de reconocer tanta injusticia, amargura y devoción al mismo tiempo. Tambaleándose, un estruendoso golpe aprovecho su debilidad para súbitamente lanzar su cuerpo contra la entrada. Una misa de difuntos estaba reduciendo su mente a la parte más insignificante de su ser, tendiéndolo allí en el suelo en postura sumisa. Ya postrado, una figura animal que custodiaba la entrada, mitad ave mitad pez, esculpida en granito, se arrodilló ante él en busca de cualquier muestra de humanidad.

Sospechosamente aquella sonoridad que azoto como un rayo su sensibilidad, coincidía en su totalidad con la última parte de su obra clásica favorita: el Réquiem de Mozart. Los últimos compases de la obra que mitifico definitivamente al más sublime y genial compositor de todos los tiempos resonaban en su cabeza como un canto a la espiritualidad y a la aceptación de nuestra propia mortalidad. En ese preciso movimiento final, sus ojos se desprendieron de la visión racional de la realidad. Su cuerpo indeleble y flaciforme cayó en un profundo vacío existencial ante la mirada penetrante y odiosa que le espetaba aquella figura que ahora cambiaba su aspecto al de un reptil que dibujaba una estremecedora sonrisa compasiva.

Ante la presión tan incesante y estremecedora a la que estaba siendo sometido toda su etérea mente, en lo que sentía como un profundo desgarramiento de sus entrañas, extrajo las fuerzas necesarias para arrancar del suelo una losa que esclarecía sobre el manto verde del pequeño jardín de la casa familiar. Lo agarro firmemente y propago todo su instinto primitivo en severos golpes hacia su cabeza, manteniendo aquella fantasía real en una mera ilusión.

Ensangrentado y exhausto de sí mismo, se dirigió con ademán burlón y carente de ingenuidad hacia la puerta donde todo parecía ir, allí donde la mirada perpetua del hombre queda a la espera de resolver todas sus desdichas. Golpeó fuertemente la puerta de la entrada un centenar de veces, hasta que por compasión de está, cedió y Andrew cayó desplomado en la entradilla pudiendo mínimamente esbozar las palabras que a su entender fueron:

- Ya me tienes.

A lo que una voz insultante y titubeante exclamó casi al unísono:

- No estás aquí por ti, sino por mí. Bienvenido a tu casa Andrew.

Ante este breve discurso profético pronunciado en las escabrosas tinieblas de la habitación, las ridículas ansias por levantarse de Andrew quedaron truncadas cruelmente por todos los músculos de su deprimente cuerpo. Su mente no hacía más que engañarse a sí misma, intentando descifrar todo aquello, sin hallar una respuesta lógica.

Como si de un juego macabro se tratara, todo el caudal de pensamientos que ya repudiaba de sí mismo se detuvo, colándose tras de sí, unas escuetas risas gozosas que procedían de la parte final de la sala. En un esfuerzo imperativo por desvelar la procedencia de tal jubilo ocioso, su mirada perdida y casi fantasmal pudo dirigirse hacia lo que parecían dos mujeres situadas una al lado de la otra, allí en posición firme, ambas sin rostro reconocible, que ahora se jactaban y aplaudían con una vehemencia irritante ante el gran público configurado por un único hombre.

Una de ellas poseía una mirada burlona, con aspecto infantil, que provocaba al mismo tiempo una frialdad embriagadora carente de empatía y rechazaba el asilo entre su bienestar. En un gesto solemne, extendió su diminuto brazo hacia el suelo, recogiendo un carboncillo situado a sus pies, el cual colocó de forma sensible sobre su rostro difuso y comenzó a dibujar contornos y figuras sobre sí misma. Parecía como si estuviera esperando que el invitado pudiera reconocerla a través del espeso rubor negrizo que afloraba de aquel carboncillo.

A su lado, una mujer que rozaba la madurez aparentaba estar ajena a lo que sucedía a su alrededor y decidió acercarse a Andrew por su propia voluntad, ante la mirada atónita de éste. A medida que avanzaba con paso fúnebre, comenzó a emitir unos gemidos tristes acompañados de gestos violentos esculpidos dentro de un incontenible silencio, recriminando la actitud pasiva del huésped que yacía en el suelo inmóvil sin poder moverse.

- ¿Quiénes sois? ¿Por qué estoy aquí? ¿Me habéis traído vosotras? Necesito que me ayudéis… – sollozaba entre lamentos Andrew, haciendo evidente la desesperación incontrolable que le invadía.

En ese momento, un poderoso crujido procedente de las escaleras que ascendían a la parte alta de la casa, se hizo eco en toda la sala provocando que ambas se sobresaltaran sin poder contener los deseos de huir despavoridas ante el horror que se les aproximaba. La mujer mayor cogió con firmeza la diminuta mano de la niña que estaba a su cargo, la cual emitió un quejido ostensible y seguidamente se dirigieron aprisa hacia a la escalera.

Durante el corto trayecto que las separaban, la niña pequeña deslizo su mirada sin rostro hacia aquel hombre abatido, para pronunciar las siguientes palabras que sacudieron el espíritu de Andrew, como una lanza directa al corazón:

- Adiós Papá.

Y las dos mujeres aceptaron su irremediable dolor, emprendiendo indefensas su viaje a través de aquellas endemoniadas escaleras que ahora compartían escenario con las llamas que brotaban de un infierno surgido de la nada, devorando así aquellos cuerpos femeninos. Era como si del crepitar de las brasas surgieran las últimas palabras de aquella pequeña niña dejando una cicatriz invisible en el alma de Andrew. Perdido, la culpa le sobrevino y le asesto una puñalada mortífera.

Para su sorpresa, un susurro serpenteante procedente del imponente silencio desastroso que escupía la sala, se arrojó sobre Andrew, como gesto de devoción:

- Has encontrado tu verdad, deja sitio a la mía.

Andrew se desgarró en un alarido de amargura y cayó súbitamente en un merecido descanso, con la ingenua ilusión de que al despertar pudiera haber escapado de aquella tortuosa realidad.

Al mismo tiempo, una lluvia incesante de ceniza estrellada provocada por el calcinamiento de la escalera se abrió paso en el vacío para posarse con cuidado y suma delicadeza sobre su cuerpo, y ofrecerle de manera amarga el cobijo que tanto necesitaba.

Para cuando hubo despertado, se encontraba tumbado en un suelo húmedo, aturdido y desorientado, aunque más sosegado. Pudo discernir que se encontraba en otra habitación. Vacía, angustiosa, recubierta de paredes negras, como si se hallara sumido en un reducto donde nadie pudiera conocer su existencia. Apenas había espacio para él y para un espejo situado justo delante cerrándole el paso. Un espejo de grandes proporciones. Prominente y de gran belleza, dotado de grandes marcos dorados a los bordes, donde podían distinguirse diferentes inscripciones y dibujos que Andrew era incapaz de comprender. Sentía una fuerte conexión consigo mismo cuando lo observaba. Se percató al instante de que la imagen que se reflejaba era la de él mismo, pero con aspecto saludable y mejorado, sin ningún atisbo de la imagen desgraciada y moribunda resultado del dolor de su corazón. Una vez incorporado, se colocó frente al espejo y observó que la imagen allí representada de él no correspondía con los movimientos que realizaba, podía contemplar su presencia impasible contenida en el interior del espejo pese a no ser fiel con el exterior. De esta forma, se sentía tan frustrado que comenzó a zarandear con brusquedad el espejo con el objetivo de deshacerse de él.

- Tienes que parar Andrew, tu rabia sólo consigue confundirte más- pudo escucharse en un eco que recorría toda la habitación y cuyo origen procedía de la imagen del espejo.

Andrew cayó de espaldas, confuso y aterrorizado de la procedencia de aquella voz.

- ¿Quién eres, y qué es todo esto? - balbuceó Andrew entre toda la incomprensión.

- Esto Andrew, eres tú. Soy tu ángel caído. - respondió la voz desde el espejo.

- No comprendo que hago aquí, no comprendo absolutamente nada de lo que está ocurriendo. -sentenció Andrew.

- Esto Andrew, es un intercambio – replicó la voz-.

- Voy a morir, ¿verdad? -preguntó paralizado Andrew aunque logro soltar un alarido final preguntando por la procedencia de las dos mujeres de la sala-. Que buscas en mi para que esté padeciendo tanto sufrimiento, por qué las apariciones de aquellas dos mujeres…en concreto una de ellas dirigiéndose a mi como...- insistió irritado Andrew.

- Como ¿su padre? – se atrevió a preguntar la voz.

- Sí.

- Porque tú eres su padre. Sofia nació exactamente tal día como hoy hace siete años, en vuestra casa de Woodstock. Era una niña preciosa, llena de amor que adoraba pasar todo su tiempo contigo.

- ¿Cómo puedes atreverte a decir algo así? Nunca tuve una hija. – exclamó Andrew violentamente.

Las palabras de la voz sacudieron de forma grosera el alma de Andrew y no pudo contener las lágrimas y los gritos feroces frente al espejo, con los ojos encharcados en dolor y rabia.

- Suelta toda tu confusión y tu dolor, y solo así nos encontraremos. – dijo la voz.

- No puedo soportar este dolor sin caer en la locura. – expresó Andrew terriblemente triste y lleno de furia. ¿Quién podría? - preguntó Andrew.

- Sólo un hombre lo suficientemente fuerte para afrontar la verdad de su vida sin encontrar refugio en el olvido. Los caprichos del destino no constituyen nuestra verdadera naturaleza Andrew. No puedes naufragar en un océano imaginario exponiéndote a tu propia soledad. Tu familia necesita un hogar donde volver, no puedes negarles su sitio natural. – explicó suavemente y con tono melancólico la voz.

- Dime cómo. – señalo cansado Andrew.

En ese momento, la habitación se convirtió en un bellísimo campo verde, un sendero estrecho esculpido en piedra que se alargaba hasta los confines del horizonte más armónico, que cedía el paso a ambos lados a centenares de girasoles que se agolpaban como una marabunta, conformando así una estampa sublime difícil de imaginar para las mentes más escépticas. Un cielo azul esculpido en esmeralda acudía también a ser testigo de las poderosas imágenes que allí habían surgido. Andrew visiblemente feliz, agarró uno de los girasoles y comenzó a conversar despreocupadamente mientras caminaba.

- Ahora necesito respuestas. - dijo el girasol en un tono alegre.

- Ambos lo deseábamos, confío en ti. – añadió Andrew con una leve sonrisa.

- He estado esperándote durante mucho tiempo y ahora soy yo quién necesita encontrar las palabras correctas. Que tu corazón compasivo me perdone. Comenzaré por el principio…

El girasol comenzó a emitir una voz dulce que decía…

- La familia es todo cuanto deseamos y anhelamos poder conseguir, nos da todo el amor cuanto necesitamos y el verdadero hogar en las noches más solitarias. Es el reflejo de nuestra alma, nuestro más sincero corazón. Y yo te arrebaté el corazón Andrew. Aquella noche Mariam, tu mujer, se encontraba sentada en los escalones del jardín de la entrada, esperando a que regresarás de la Universidad, disfrutando del merecido descanso que otorga el silencio de la noche. Sofia, tu hija, dormía plácidamente en su habitación, despreocupada, imaginando un mundo mejor, deber que comparten todos los niños. Siento que sucediera así Andrew, mi amor a todos vosotros es infinito…

Sofia, la niña más dulce del mundo, se levantó de su cama en busca del tesoro que siempre tenía en su habitación. Descendió las escaleras suavemente, con sus pies pequeños y frágiles en busca del vaso de leche que siempre le acompañaba en su mesilla junto a los libros de aventuras que más le gustaba. Vuestro vaso de leche, cada noche colocado por su padre mientras dormía. Una vez en la cocina, de forma espontánea escalo los cajones para llegar al armario donde se encontraba su preciado vasito, sin percatarse que su delicado vestido de noche se había enredado en una de las ruedecillas del fuego de la cocina, provocando que el vestido comenzará a arder y empezará a propagarse por todos losal encender el interruptor todo se desvaneció en el injusto juego de la vida. Una llamarada se extendió por toda la cocina rozando la cara de la pequeña para después tumbarla en el suelo con violencia. Mariam acudió despavorida desde el jardín al escuchar la explosión. Cuando atravesó toda la casa y se adentró en la cocina, pudo observar el pequeño cuerpo de su hija a través del humo, valiente, cogió fuerzas para levantarla y buscar juntas una salida.

Atravesaron un bosque de fuego hasta llegar a la puerta de la entrada que se encontraba colapsada por las llamas. Mariam decidió llegar a las ventanas de las habitaciones superiores, ya que el fuego todavía no se había extendido hasta allí. El trágico final se produjo cuando mientras ascendían por las escaleras, está se derrumbó debido a la abrasión de la madera que no podía sostener la vida de aquellas dos mujeres abandonadas a un destino que no les pertenecía.

Un silencio sepulcral derrumbó el paraje en el que ambos protagonistas se encontraban, devolviendo a Andrew a la calle situada en frente del que ahora ya veía como su hogar. Los ángeles caídos habían obrado lo que el corazón perdido de Andrew anhelaba, al fin su consuelo. La casa había perdido la apariencia la cual hizo que Andrew se parase a observar al comienzo de su paseo matutino, ya no mostraba su majestuosidad impoluta sino como era. Un manto negro tizón y escabroso la cubría por completo testigos de la desdicha ahora bien amada.

Una tenue luz naranja asomaba a lo lejos de la casa y parecía acercarse lentamente a Andrew. Él, sintió una profunda paz interior, se encontraba satisfecho consigo mismo, sin ningún atisbo de culpabilidad y orgulloso de su familia, lo había recordado todo y sentía felicidad. La luz se posó delicadamente en su pecho, y Andrew en un gesto solemne invitó a aquel destello celestial a unirse en lo más hondo de su ser. Se había perdonado a sí mismo, y su familia viviría en él para siempre.

Después, Andrew, se despidió de su hogar y junto con su familia emprendieron el viaje que todos comenzamos…un nuevo día.

04 Mayıs 2020 00:01 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
3
Son

Yazarla tanışın

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