La despistada Hikayeyi takip edin

Miro atrás y aun me sonrojo, no entiendo cómo pude ser tan tonta. Cada vez que a mi mente llega ese recuerdo me dan ganas de enterrar la cabeza en la tierra. Pero es que si se los cuento no me lo van a creer. Pues fíjense que una tarde después de clases me fui a trotar, me sentía muy tensa después de haber mandado a mi novio al carajo. Pensé que hacer algo de ejercicio aliviaría todo el estrés que tenía acumulado sobre mis hombros. Así que decidí irme a correr por el camino de la costa que da hacia el golfo. Estaba convencida de que el aire marino me haría muy bien en mi estado de ánimo y aliviaría mi cerebro. Simplemente tomé unos pantalones deportivos de mi guarda ropa con la camisa más cómoda que conseguí.

Entonces corrí y corrí hasta que me cansé. Tomar un descanso fue algo sumamente necesario, ya que sentía que no podía más con mi alma. Por lo que decidí parar en una fuente de soda a tomar algo. Para mi buena suerte fui atendida rápidamente además de que encontré lo que deseaba. Mientras esperaba mi pedido me senté junto a una mesa no muy lejana al mostrador, el cual no se hizo esperar. Al levantarme sentí un raro peso en mi cuerpo pero no le presté atención simplemente me acerqué al mostrador a tomar lo que esperaba. Una vez allí había una persona delante de mí, así que mientras pasaba el tiempo me distraje con los carteles que había por todo el lugar, algunos de los cuales me parecieron muy graciosos. En esto siento que algo empieza a tocarme y al darme vuelta encuentro a un hombre tratando de manosear mi trasero. Imaginen la ira que sentí al ver aquello. Por supuesto reaccioné de manera explosiva. No medí mis palabras, solo me dediqué a insultar al hombre sin permitirle defenderse.

Al final cuando por fin dejé de gritar el pobre hombre me dijo que solo intentaba quitar la revista que se me había quedado pegada al trasero. ¡Qué tonta y prejuiciosa fui! Cuando llevé la vista a mi parte trasera allí estaba la desgraciada burlándose de mí. No encontré dónde meter mi estúpida cabeza. La voz me alcanzó para pedir una disculpa y en seguida salí volando de allí.

Pero lo peor de todo no fue eso, sino lo horrible que me sentí al asistir al día siguiente a una entrevista de trabajo donde me encontré que la persona quien me entrevistaría resulto ser el hombre al que insulté. Me creí morir. Por fortuna el hombre no mencionó absolutamente nada de mi incidente. Le dí gracias a Dios por librarme de tan feo aprieto, el simplemente me entrevistó como si nada hubiese pasado. Sin embargo al salir hizo un comentario que me crispó un poco. El solo dejó salir al abrirme la puerta de la oficina con aire de suficiencia:

—Pendiente de su parte trasera señorita Núñez —Una pequeña sonrisa se empezó a construir en la esquina de su boca. Luego volvió a su oficina dejándome con la boca abierta de asombro.