Por última vez vi tus fotos. Vi tu cuerpo y el calor empezó a emanar de mi cuerpo. Tu voz, la cual había olvidado gimió mi nombre con suavidad y desesperación. La temperatura subió y mis manos recorrieron los sectores más sensibles de mí.
Mis mejillas tornaron un color rojizo mientras me mordía el labio. Las ganas de ser tuya nuevamente subieron. Volvieron a nacer.
Pero ya no estás conmigo, todo son recuerdos dolorosos...
Mi botón de placer era estimulado por mis dedos, mientras mi otra mano sostenía uno de mis senos, pequeños y suaves. Pellizco el pezón con suavidad oyéndote jadear, excitado. Tu mano se movía con rapidez y yo solo observaba, yo solo oía.
La melancolía se fusionó con el placer, me tensé al verte como movías tus caderas y como tu pecho subía y bajaba. No lo esperé, pero ese orgasmo que llegó, donde yo me permití chillar fue bonito. Bonito y triste como nuestra canción.
Me encontré desnuda en la oscuridad de mi habitación y me palpé. Me sentí vacía y me desprecié.
Porque no lo sabes, pero eres el único que provoca esto. Solo tú has provocado tantas sensaciones y anhelos a pesar de la distancia.
Sólo tú, pudiste llevarme al paraíso sin poner un dedo encima. Me baño, sintiéndome una muñeca de trapo.
Es la última vez que quiero verte desnudo, es la despedida de cada fetiche que compartimos en un momento y de cada palabra subida de tono. Es la última vez que me autocomplacía pensando en lo maravilloso de ti y tu cuerpo.
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