Empezare esto citando a David Summers: ¨No tengo un duro ni tampoco lo valgo¨.
La lluvia ha dejado las calles sebosas. Camino acompañado por la única piel en la que he buscado desahogo: la de mi chaqueta.
Me estaciono en una banqueta taciturna e intento opacar la ópera de reproches que retumba en mi cabeza con alguna distracción que pueda engendrar el atardecer… Nada ocurre…, ningún movimiento.
La somnolencia que me ha hostigado por años se intensifica; mis articulaciones oxidadas pronto se desmoronarán; las mareas de mi odio se alborotan más que nunca. Maldigo a mi juez, maldigo a mi jurado, maldigo a mi verdugo ¡Y me maldigo a mí por ser todos ellos! ¡Es mi cobardía la que ahoga toda esperanza…! Esperen… ¿y eso?
Del tercer piso de un condominio, la voz de una de una mujer comienza a florecer entre un jardín de violines: ¨De la naturaleza debemos aprender que todo puede empezar de nuevo¨.
Sonrío al notar que la canción le ha dado un matiz acogedor al panorama húmedo… Como si lo dotara de sentido. Es reconfortante.
Desvío instintivamente la mirada y veo acercarse un recuerdo risueño de cabello lacio. Me transporta a una época lejana en la que la felicidad era un proceso y no la meta. Vuelvo a sonrojarme.
Mientras unos labios amigables reconocen mi mejilla derecha, otra cita de David Summers se reproduce en mi mente: ¨Esta noche, algo me dice... que voy a pasármelo bien¨.
Supongo que puedo intentarlo.
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