Ella bailó. El escenario era su lugar en el mundo.
Desde que era una niña bailar era su pasión. Todo su ser, toda su vida estaba
devota a su balé. Ella era muy conocida por los regulares de la casa de ópera,
siempre era la prima ballerina. Ella era Clara, era Odette, era Coppélia, todas
las caras que tomaba en el escenario eran perfectas. Ella era la perfección.
Esa noche iba igual que todas, si falla alguna. Sus
piruetas y saltos la hacían ver tan ligera como una pluma. Era la princesa
Odette, debía tener gracia y belleza, como un cisne. Su próximo movimiento era
el grand jeté uno de los saltos más complejos en el arte, saltó y observo de
reojo a la multitud. Unos ojos carmesíes se encontraron con los del ella y el
dueño de aquellos ojos se veía rodeado por una misteriosa sombra. Solo tomó un
segundo, pero era un segundo muy importante. Su aterrizaje no tuvo gracia
alguna, el público la vio boquiabiertos mientras que sus compañeros la vieron
en triste sorpresa. Tomó solo un segundo para que su mundo se quebrara en
pedazos.
Tomaría tiempo y varías operaciones, pero sería capaz
de caminar de nuevo, sin embargo, su carrera de bailarina se vio terminada. Nada
podría cambiar eso.
-
Lo
lamento mucho. - El doctor les dijo a sus padres quien aún estaban impactados.
-
Entonces…
- ella dijo después de un largo silencio. - ¿Cuándo podré volver a bailar? - Su
voz era despreocupada, como si las recientes noticias no la hubieran afectado.
Sus padres y el doctor la vieron sin poder creerlo y
su madre empezó a llorar silenciosamente.
-
Cariño…
- su padre trató de explicarle la realidad nuevamente, pero ella aún parecía
imperturbable, sin embargo, sus ojos se abrieron enseñando su preocupación. Sus
ojos se encontraron con los del doctor y preguntó esperanzada:
-
Es un
doctor. ¡De seguro puede hacer algo! - Él no
supo cómo responder.
Ella volvió a ver a sus padres, cualquier dato de fe
calmaría sus preocupaciones, pero no encontró nada, solo una vacía lástima.
Su desesperación fue escuchada por todos los que
estaban en el mismo piso de aquel hospital, algunos se sentían mal por ella,
mientras que otros rogaban por silencio ya que sus seres queridos necesitaban
descanso. Su espíritu se quebró. Familia y amigos vendrían a visitarla, pero no
hubo sonrisa en su cara de muñeca, en realidad ni siquiera reconocía su
presencia, prefiriendo mirar al espacio. Todo era un recordatorio de su amada
danza, todos sus amigos eran bailarines y su novio también. Su familia hablaría
constantemente de la nieta/hija/sobrina, la exitosa bailarina, pero esos temas
para quebrar el hielo habían terminado. Algunos incluso le entregaban cartas de
“Mejórate pronto” con temática de balé.
Que atrevimiento.
Ella apretaba sus dientes y destrozaba todos esos
obsequios ahí mismo, gritando todo tipo de insultos. Su angustia se
transformaba de muda tristeza a ira desenfrenada. Le dieron algo de espacio y
pronto nadie a excepción de sus padres la visitaba en el hospital.
De vuelta en casa todo se volvía más y más agrio. La
idea de usar muletas o silla de ruedas significaba encarar su dolorosa
realidad, así que decidió no levantarse de su cama. Sus estudios no iban bien
así que su novio y otra amiga de danza llegaron a ayudarla para que se ponga al
día. Todos ellos iban a la misma universidad de artes escénicas. Trataron de
evadir todo tema relacionado con el baile, pero su próximo examen era el de la
historia de danza. Cada vez más malhumorada el conflicto era imposible de evitar.
-
Entonces…
¿Cómo va el espectáculo? - Su novio y su amiga intercambiaron miradas mientras
mantenían el silencio. - Ya saben… ¿El retrato de Dorian Grey? Te eligieron para
ser Dorian y se suponía que yo era Sybil. - Lo vio directo a los ojos. - ¿Quién
es mi reemplazo?”
Hubo un breve silencio camuflado por risas nerviosas,
sin embargo, ella no se estaba riendo.
-
No
creo que debamos de hablar de eso… el examen es mañana y…
Ella cortó su discurso con mirada fría.
-
Solo
necesito dos palabras, un nombre y un apellido, simple.
Se quedo mudo de nuevo e intercambio miradas con su
amiga, esa fracción de segundo fue suficiente.
Ella cerro sus puños, ira quemándola por dentro, ella
suponía que su amiga tomaría su rol era la segunda mejor en el grupo un puesto
debajo de ella. Por supuesto ese no era el caso ahora, era una discapacitada y
esa “amiga” se estaba quedando con lo que le pertenecía.
-
Largo.
-
Pero… -
antes de que pudiera decir algo más ella empezó a lanzarles cualquier cosa que
sus manos podía tomar.
-
¡Nunca
vuelvan! ¡Vayan a bailar y mueran! -
grito todos los insultos que se le ocurrieron mientras escapaban de su vista y
antes de que su madre pudiese preguntar la razón del ruido ella cerró su
puerta. Sus gritos se volvieron inentendibles mientras se transformaban en
sollozos.
En algún punto en la noche, finalmente decidió limpiar el
desastre que su arranque de enojo había creado y se encontró con la novela de
“El retrato de Dorian Grey”. Súbitamente desinteresada en limpiar, se recostó
en su cama y empezó a ojear las páginas del libro sin prestar verdadera
atención a alguna de ellas.
-
Desearía
tener una pintura mágica como él, una imagen que me quite los problemas de
encima. – Ella pensó por unos momentos y tomó su teléfono. - ¿Cómo pudo una pintura
hacer eso? – Ella había leído el libro en la secundaria y siempre se preguntó
cómo era posible que un pintor normal pudiese crear un objeto tan poderoso.
Encontró un blog de amantes de la literatura clásica en
internet y vio un enlace a una página dedicada a esa novela. Mientras leía cada
tema con rapidez se detuvo súbitamente cuando un par de palabras llamaron su
atención.
“Pacto con el diablo.”
Continúo alimentándose de toda la información que pudo
encontrar al respecto y su interés incrementó. Esto la llevó a terminar es una
sospechosa página Wicca. Su vida era inútil y si significaba dar su alma a
algún demonio para bailar de nuevo estaba de acuerdo con eso.
“¿Cómo hacer un pacto con el diablo?” escribió en un
blog después de hacer una cuenta en la página. Por supuesto una parte de ella
sabía que era inútil obtener alguna respuesta y después de unos minutos se
rindió y empezó a ver otras páginas de internet.
Una notificación apareció en su pantalla de inicio cuando
un número desconocido le envió un mensaje.
“¿Estás segura de que eso es lo que quieres?” observó el mensaje con confusión y antes de poder llegar
a la conclusión de que era algún error otro mensaje llegó, del mismo número. “El
contrato. ¿Estás segura?”
-
No habría
preguntado si no estuviese segura. - Se dijo a si misma mientras se preguntaba
quien mandaba los mensajes creyendo que era alguna broma que un hacker.
En un abrir y cerrar de ojos se encontró en un lugar
familiar. Un escenario.
-
Conozco
tu triste dilema, no es necesario que me lo digas. - Una figura sombría
caminaba alrededor de ella. - Me alegra mucho en realidad. Soy un gran
admirador. - Ella trató de seguir a la figura con su mirada, pero comenzó a
moverse demasiado rápido. Cuando perdió de vista al dueño de esa voz, una mano
tocó su hombro. Era un hombre, piel bronceada, vestido de negro, cabello gris y
ojos rojos. - Joven dama.
Se quedó inmóvil completamente sorprendida. Esta persona
era un demonio.
-
Interesante,
usualmente las personas que me ven sienten terror pero tus ojos me dicen que
sientes más curiosidad que miedo.
La parte lógica de su cerebro sentía temor, pero otra
parte sentía…esperanza, aquella esperanza que creía muerta.
-
¿Puedes
cumplir mi deseo? Si te doy mi alma, ¿podre bailar de nuevo? – preguntó con voz
temblorosa.
El hombre dio una tenebrosa sonrisa.
-
Veamos… - dijo suavemente con extraña ternura. – Tomar tu
alma sería un gran desperdicio. – caminó a su alrededor nuevamente. – Mientras
pueda ver tu baile de nuevo estaré satisfecho. – Ella abrió sus ojos
expectantes.
-
Sin embargo, hay formalidades que cumplir. Yo soy un
demonio y tú eres una humana. – Se puso frente a ella y una caja se materializó
en sus manos. - Volverás a bailar, pero solo si usas este traje.
Abrió la caja que el
hombre le obsequio y dentro se encontraba el más maravilloso traje de balé que
había visto en su vida. Era de un puro blanco y le acompañaban dos zapatillas
de balé del mismo tono irreal.
-
Entonces ¿Tenemos un trato? – él le ofreció su mano y
ella no lo pensó dos veces. Estrechó su mano y todo se fundió entre sombras.
-
El contrato está sellado. – escuchó su voz en la
distancia.
Se encontró de vuelta en
su habitación con la caja encima de su cama. Rápidamente la abrió y vio el
vestido y las zapatillas adentro. No fue un sueño. Se cambio de inmediato y probó
hacer unos pasos de baile. Lagrimas llenaron sus ojos cuando su mundo regresaba
a ella. Obtendría lo que era suyo de nuevo… fue ahogando esa vocecilla en su
cabeza que le decía que no se puede confiar en un demonio.
Meses pasaron y el balé de
“El retrato de Dorian Grey” estaba en estreno. Ella era la Sybil perfecta,
bella y gentil. Sus compañeros de danza y su familia estaban sorprendidos ante
su triunfante regreso, era como observar un milagro a pesar de que era lo más
lejos de serlo. Aunque nunca entendieron su decisión de usar solo un vestido su
danza era demasiado preciosa como para negar sus demandas.
Todo el mundo estaba tan
impresionado con su baile que se sentían decepcionados cuando ella no estaba en
el escenario. Una vez el baile había terminado, todos se ponían de pie para
aplaudir cuando ella se despedía. El aplauso era música para sus oídos, se
sentía en casa.
Tras bambalinas, la tropa
de danza solo tenía cosas buenas que decir de su acto y ella disfrutaba cada
segundo de alago.
En los casilleros, al
cambiarse, iba a poner su vestido y zapatillas de vuelta en su caja cuando notó
algo extraño, el color blanco del tutu había cambiado a un muy tenue rosa. Esto
la confundió, estaba segura de que era blanco. Sintió escalofríos, pero evadió
su intuición.
“Este es un vestido
demoniaco ¿Tal vez es normal que pase esto?” se dijo incapaz de prever la
sentencia que ese traje significaba.
A lo largo del año,
continúo bailando, ignorando el cambio del vestido. Ella creía que el vestido
cambiaba para que su color fuera acorde con las actuaciones que hacía.
Un año después estaban
presentando “La niña de los zapatos rojos” y por supuesto ella era la estrella.
Su vestido, ahora un impactante rojo, junto con sus zapatillas era perfecto
para el rol de Karen. Ella era una gacela con la música como el viento debajo
de sus alas. De nuevo hizo un salto y por un segundo observo a la audiencia, y
como aquel día que cayó de gracia, la figura sombría estaba ahí. Esta vez
aterrizó a salvo, pero cuando se dio cuenta el lugar estaba vacío a excepción
de esa figura. El demonio.
Él sonrió.
-
Ese vestido se ha estado alimentando de tu humanidad
hasta este día, ahora eres mía eternamente.
Se congeló sin saber cómo
responder.
-
Ahora… baila para mí.
Mientras sus ojos se
teñían de rojo y su espíritu se quebraba, observó inerte a la multitud
de una persona con una
vaga sonrisa.
Y eternamente, ella bailó.
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