Las madrugadas lluviosas eran de sus momentos favoritos.
La hora hacia que el típico bullicio de la ciudad se viera mermado hasta casi desaparecer y los pocos ecos se reducían para evitar ser víctimas de la humedad.
Escasas veces se podía ver a la metrópoli con tanta calma y por ende complacerse del verdadero escenario que esta brindaba sin distracciones externas.
Realmente las disfrutaba, al menos hasta unas semanas atrás.
Ahora comenzaba a aborrecerla.
Estacionó su auto sabiéndose cercano a su destino y antes de bajarse dio una exhalación intensa, permitiendo que la oxigenación le brindara un poco de calma. Quería admitirse un poco de paz antes de entrar, pues sabía que la compostura era vital para lo que venía.
Bajó de su auto rebuscando entre los bolsillos de su fiel chaqueta, ignorando las miradas de aquellos ya presentes en el lugar. Después de unos momentos logró localizar los que buscaba con ansias, un solitario cigarro con punta azul que de inmediato llevó a su boca y encendió.
Aspirando el humo se permitió observar aquella edificación que estaba enfrente de él. En algún punto debió ser un lugar hermoso, pero ahora solo eran los restos destartalados y vandalizados. Una verdadera cuna para eventos antisociales.
Con un leve asentimiento de su cabeza saludó al resto y entró por la oxidada puerta donde sabia ya lo esperaban sin importarle que aun tuviera el cigarro encendido.
Su primera impresión del lugar fue un hedor fuerte y una sensación ambiental húmeda y pegajosa. La poca iluminación natural que se filtraba entre los ventanales dañados permitía ver los residuos que se extendían por el piso. Sabanas y cobijas tiradas, envolturas y botellas vacías o en su defecto llenas de sustancias del interior de cuerpo humano. Cucharas, envases, colillas y jeringas regadas por toda la superficie obviando el tipo de actividades que se llevaban en dicho lugar.
Utilizando una de las bolsas pláticas del mismo suelo tomó una de las jeringas y la acerco a su rostro, era un poco dificultoso distinguir por la falta de luz, pero el color del liquido que sobraba en el tubo era inconfundible.
Azul rey con una casi imperceptible luminiscencia.
Con pesadumbre dejo caer la jeringa y la piso', conservando la bolsa en su mano, para seguir avanzando por el lugar. Podía escuchar algunos ruidos en el fondo,
Conforme más pasos daba, más intenso se hacia el olor. Una serie de arrugas apareció en su rostro producto del gesto disgusto, pero aquella inmundicia no era desconocida para sus fosas nasales.
El olor a muerte estaba siendo un constante en su vida.
Finalmente llego al lugar origen del ruido, iluminado de manera artificial por los presentes a través de múltiples herramientas. Pocos eran los individuos en el lugar, pero cada uno estaba enfocado en su propia labor así que su presencia no represento un gran evento.
Todo lo contrario a lo que todos observaban.
En una de las esquinas del lugar se encontraba una figura recargada, llamarle un hombre era bastante atrevido, pues su apariencia distaba de las características que alguna vez le brindaron una identidad.
Un rostro deformado hasta el punto que parecía una vela derretida, una perforación tan grande en su pecho que hacía que casi el cuerpo estuviera unido solo por la columna, las puntas de las manos y los pies totalmente destrozados como si electricidad hubiera salido por ahí.
Cada orificio de su cuerpo emanaba una sustancia viscosa y con el mismo color azul que había visto en la jeringa. Un charco extenso se había formado debajo del cuerpo.
Sin pensarlo dos veces se acercó al cuerpo, manchándose levemente los zapatos y se agachó sin tocar el piso hasta quedar a la altura de lo que fue su rostro. Con la misma bolsa con la que había tomado la jeringa cubrió su mano y la metió en el bolsillo del pantalón del individuo.
—Antonio, ¿Qué chingados estás haciendo? Te llenaras de esa porquería—Le gritó uno de sus compañeros
Sentía las miradas en la nuca, pero se concentró en lo que buscaba. En cuanto lo sintió lo tomó con firmeza y retiro. En su mano tenía una cartera de tela con un escudo de uno de los equipos más populares de la ciudad.
La arrojo a manos de aquel que le había increpado, al momento de que ponía de pie y retiraba del cuerpo.
—Es el primero que tiene la INE con él, algo raro de estos drogos—Digo el hombre mientras miraba la identificación en el interior de la cartera y trataba de encontrarle forma a la figura destrozada.
—Sara, hay revisar los reportes de personas desaparecidas—Soltó la bolsa y raspó sus zapatos contra el suelo en un intento vano por retirar el liquido—Su calzado y ropa...o lo que se ve, están en buen estado, no es la imagen del típico individuo que visita esta locaciones.
—Eso no exime a que sea un consumidor—Esta vez hablo una joven de gran altura, posicionándose a su lado—Pobre bastardo, seguramente jamás imagino que terminaría siendo una masa azul—Un bufido resonó por toda la habitación —Perdón, perdón, se que dijiste que debemos tener más respeto por estos tipos—Levantó las manos en forma de rendición—Pero estas cosas...me ponen a reflexionar sobre la fragilidad del ser humano, ¿Sabes? Te hacen preguntar cómo se llega a...eso.
Dio un vistazo más a la desfigurada forma y una presión invadió nuevamente su pecho. Una sensación que le había estado llegando con más constancia en las ultimas dos semanas.
—Dejemos este lugar limpio y hay que llevarnos el cuerpo, es lo menos que podemos hacer.
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