La vida se te puede tornar mala, a veces hasta oscura en cuestión de minutos, todo lo que alguna vez amaste desaparece sin dejar nada, solo dolor, sufrimiento, vacío … Los momentos malos existen y a cualquiera les puede pasar, nadie se salva de ellos, incluso al rico más rico, le llega su tormenta. Pero la vida se engancha con ciertas personas, que no pueden ver un rayo de luz en la tormenta porque enseguida desaparece.
Debo decir que soy una de esas personas a la cual la vida le debe mucho, ya que me quitó todo y me forzó a entrar a un mundo que no quería, solo para poder permanecer junto a la única persona que su vida entera la dedicó a mi. Cruzo mi camino con el amor, pero un amor pecaminoso, que me haría revivir una y otra vez mi pasado tortuoso, un pasado ocasionado por el odio, el rencor y la envidia.
A mi madre, a mi padre, que fueron atormentados por culpa de su amor, del amor que no se negaron por un segundo, y que por esa razón no fueron perdonados. A mi hermano, que su ser se habría llenado de venganza, de rencor, de odio hacia esta vida que nos había quitado tanto sin ningún remordimiento.
No todas las historias comienzan de una manera triste, en algún punto los personajes principales fueron felices, así sea por unos escasos minutos. Esta historia no es tan diferente, llena de retos, amor, enemigos, amigos … solo que no en la manera en que comúnmente se vive.
Si hay un instante feliz que les puedo contar, es aquel 25 de diciembre por la mañana. Recuerdo correr tras mi hermano bajando las escaleras para llegar primero a abrir los regalos de navidad. Ese año pedí con todo mi corazón recibir la casa de muñecas que tanto anhelaba, en ese momento solo tenía 5 años, mi hermano tenía 13, pero aun, a pesar de la diferencia de edad, éramos muy unidos, siempre me protegía. Esa navidad recibimos lo que mas queríamos, pero lo que mas ame de esa navidad, fue ver a mi familia unida, aunque fuera la última vez.
