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Renzo Fariña


Una joven encuentra refugio sobre la barra de un bar. Cada noche limpia sus heridas con alcohol. Su mirada refleja el misterio de un escalofriante secreto.


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La Chica Del Bar

A menudo solía desfilar, a paso firme y decidido, por las calles del barrio luciendo su tan característico look. A pesar de ser una joven solitaria carente de interacción social, sentía un profundo amor por los animales. Cada mañana paseaba con su perro, un mestizo de mediano tamaño que desbordaba ternura mediante el brillo de su blanco pelaje; con postura firme y lomo arqueado, conquistaba el corazón de sus fans avanzando a trote apresurado en ciega línea recta; detenía su marcha en cada árbol existente a un costado de la acera; podía pasar varios minutos allí, explorando el territorio al pie de los mismos debido a la eficacia en su olfato; la perfecta gama de su cabellera, bendecida con ciertas manchitas café, dibujaba una sonrisa en el rostro de aquellos fieles espectadores. El vecindario sabía poco acerca de su procedencia, solo rumores que circulaban en boca de algunos chismosos y entrometidos, algo completamente normal en el ámbito urbano. Por las noches acudía en busca de un respiro, una caricia de aire fresco que lograra reconfortar el alma. Sus pupilas, similares al color de la Coca Cola, derramaban cierta aflicción cuando caminaba en completa soledad por la avenida Paso de Los Andes de Godoy Cruz. Cabizbaja y en presencia de un estrellado cielo nocturno, hallaba refugio bajo las tenues luces del alumbrado público que la acompañaban en su dolor. Algunas personas volteaban desconcertadas ante la repulsiva fragancia de la tristeza, la cual se desprendía de sus poros para incorporarse a la tétrica velada. La brisa otoñal rozaba su pálido rostro intentando secar las penas acumuladas sobre ambas mejillas; rápidamente se convirtió en la única testigo del lamento latente en su corazón, sin dudas algo perturbador que atormentaba a la desolada jovencita. Siempre transitaba por la misma zona, como si su mente estuviese programada mediante un complejo algoritmo, aunque sin palabras en su lógica. Generalmente vestía una vieja campera ajustada color verde militar en combinación de un jeans gastado a la altura de las rodillas; ocultaba su extenso cuello tras un pañuelo carmesí, obsequio de su amada madre; un par de borcegos oscuros, decorados con una cadena cromada, completaba el peculiar combo de moda. Cada noche finalizaba su recorrido frente a un respetable establecimiento, el cual resaltaba gracias a un letrero luminoso colgado en la entrada, llamado “Profecía Bar”; un sitio ambientado al mejor estilo europeo, ubicado en la esquina de Paso de Los Andes y Paraguay. Observaba detenidamente las luces de neón mientras contemplaba un cigarro junto a una antigua farola. Luego de arrojar la colilla a través de la reja que cubría la cuneta, regresaba a su domicilio aferrada a la fría penumbra de la desolación. Los días fueron transcurriendo sin contemplación alguna. Las noches se volvieron un constante calvario. En uno de los tantos paseos nocturnos, tomó la iniciativa de ingresar en aquella taberna que más adelante se convirtió en su hogar. Su mirada se perdía fácilmente entre la surtida pila de botellas que, acomodadas sobre el estante de forma estratégica, jugaban con sus más remotos deseos. Permanecía sentada en todo momento sobre una vieja banqueta ubicada en un vértice de la barra lustrada. Su silueta se desvanecía bajo la escasez de la colorida iluminación, siendo este el escenario perfecto para ahogar las penas en whisky barato. Su grata compañía: la incansable soledad abrazada a un vaso cristalino de gran espesor.

- Disculpe señorita, creo que es suficiente por hoy… si continúa bebiendo así no terminará por buen camino. - opinó un maduro cantinero detrás de la barra. - a mí me conviene que usted consuma, pero me preocupa que todas las noches lo haga en exceso. - continuó con seriedad mientras secaba una fina copa de cristal.

- Entonces cumpla con su trabajo y agregue más, solo quedan tres hielos sin sabor. - ordenó la joven sin siquiera mirarlo a los ojos.

Su arrogancia era enorme, parecía que estaba enojada con el mundo o algo por el estilo. No aceptaba consejos ni escuchaba a los demás. Nadie conocía, a ciencia cierta, su historia de vida o el motivo que la llevaba a terminar rendida cada noche a los pies de una barra. Sin embargo, con el correr del tiempo, se volvió una leyenda dentro del bar debido a la frecuencia en que lo visitaba. La ausencia de palabras formaba una especie de coraza, un domo impenetrable que la mantenía confinada en un oscuro rincón. Ningún individuo se atrevía a cruzar dicha barrera, ya que entablar un diálogo con ella era prácticamente imposible. A desgano el bartender accedió a la mala petición de su fiel clienta, vertió la bebida ambarina hasta opacar la transparencia del vidrio casi en su totalidad. Sola y en silencio dibujaba círculos en el aire al agitar levemente el vaso con su mano derecha. Sus ojos delineados, con largas y oscuras pestañas, permanecían cerrados mientras contemplaba el profundo aroma que emanaba su bebida favorita. Podía mantener esa estática posición por varios minutos antes de alojarlo entre sus pupilas gustativas. Alrededor de las 11:00 p.m. el lugar comenzó a desbordar de gente, numerosos grupos de amigos, parejas y algunos solitarios lo escogieron para matar el viernes de la mejor manera posible. Cuatro chicos se divertían sobre una mesa de billar; otros ubicados cómodamente en sus asientos bebían cerveza artesanal o degustaban las pizzas caseras de la casa; y el resto simplemente elegía consumir algo más fuerte en cercanías del barman. El ambiente se hallaba saturado por las opiniones y especulaciones susurrantes de aquellos lobos hambrientos que, a la distancia, la desnudaban con la mirada. Sin embargo ella seguía abrazada a la barra con su copa en mano, cediendo su espalda a la pared del fondo; un mural repleto de cuadros y publicidades encargados del esencial toque decorativo.

- Puedo preguntar, ¿qué hace una mujer tan hermosa, sola en un lugar como este? - se acercó, a escasos centímetros de ella, un muchacho bien parecido sosteniendo una pequeña botella de cerveza.

- No soy esa clase de mujer, perdés tu tiempo, ¡bye! - expresó luego de beber tres tragos de whisky.

Ahuyentado ante la inesperada reacción, el joven se vio obligado a desertar su patética misión de conquista, pero no sin antes resaltar el mal genio por parte de la muchacha. Pues jamás había hablado con alguien ni tenía intenciones de hacerlo. Asistía con el simple hecho de ahogar sus penas en ese ansiado alcohol añejado en barricas de roble. Perdía completamente la noción del tiempo asesinando a los minutos con cada sorbo. Luego de la tercer ronda podía percibirse una pequeña pero brillante gota de pie sobre su lagrimal que a toda costa intentaba cobrar libertad. Revolvía su corta cabellera con ambas manos. Ocultaba sus ojos repletos de angustia tras unos mechones que apenas rozaban su nariz. El rímel teñía su blanca y delicada piel dejando al descubierto una combinación explosiva entre tristeza y dolor. La música ya no sonaba igual, la insípida melodía no era suficiente distracción. El alcohol no sabía como al principio, resultaba insulso en presencia de las súplicas. No obstante la barra continuaba firme en su postura, siendo la única capaz de contener la angustia cargada sobre los hombros. No existía consuelo suficiente para alimentar su espíritu. Estaba cautiva por sus peores miedos, expuesta por la crueldad del desconsuelo y vulnerable ante la envolvente mirada de los ojos ajenos.

- Señorita, ¿qué le sucede? ¿se siente bien? ¿quiere que llame a alguien para que venga a buscarla? - insistió el bartender conmovido por tal desgarradora escena.

Mantenía la cabeza gacha con el lamento golpeando su alma. No conseguía formular siquiera una oración, un represor nudo en su garganta se lo prohibía descaradamente. Desconcertado ante la incómoda situación, el cantinero pensó en las posibles soluciones a su alcance para atenuar el conflicto. Pero a su vez temía que la joven reaccionara de forma violenta, ya que lo hacía a menudocuando alguien intentaba acercarse. Un tanto perplejo la observó sollozar sobre el puño de su propio abrigo.

- ¡Ey, capo! ¿me servís un ron con coca? Me gusta bien cargadito y con bastante Lima. - ordenó un muchacho golpeando la barra con ambas manos.

- Si, primero tenés que abonar en caja y después, con el comprobante te lo preparo. - respondió, luego de una pausa, con sus ojos perdidos en la ebria afligida.

- ¡Ya pagué hermano! Acá está el comprobante que me dio la cajera. ¿me estás escuchando? ¡hola! - manifestó mediante síntomas de alteración.

- ¡Si flaco! ¿podés esperar un poquito? Ya te escuché, no sos el centro del mundo ni el único cliente del bar. - contestó indignado voleando hacia él.

En ese instante la cajera, y también dueña del local, se acercó al joven y tomó el ticket que posaba entre sus dedos. Para evitar inconvenientes comenzó a preparar el trago tal y como lo había ordenado el exigente consumidor. Posteriormente le expresó sus disculpas debido al reciente malentendido. A continuación se arrimó a su empleado solicitando una buena explicación al respecto.

- ¿Qué te pasa Rolo? ¿cómo vas a reaccionar así? Decí que no pidió el libro de quejas, recordá que estás con un pie en la calle… - comentó la mujer un tanto molesta por el actuar de su camarada.

- Te pido mil disculpas Roxi, pero ver a la chica en ese estado me parte el corazón. - justificó señalando a la mujer solitaria. - cada noche viene, se sienta es ese mismo lugar y bebe whisky hasta emborracharse, nadie sabe su nombre, quién es o qué es aquello que la atormenta por dentro. - explicó observándola con profunda pena.

- ¿ qué no le preguntás si te interesa tanto? Es una clienta Rolo, si te vas a poner mal por cada persona que entra y sale de este bar no vivís… hacé bien tu trabajo, lo digo por tu bien, te dí otra oportunidad no la desperdicies con idioteces ¿si? - la inesperada respuesta de su apática jefa mientras le daba la espalda.

A esas alturas la incertidumbre y el temor jugaban un papel importante en la mente de Rolando, quien sorpresivamente se encontraba en medio de un naufragio emocional. Su mirada mantenía el enfoque de lleno en la chica al mismo tiempo en que el dilema cobraba fuerzas. Secaba las copas recién lavadas una y otra vez por mera inercia. Pero por más que se esforzara no hallaba descifrar el complejo acertijo que yacía frente a sus ojos. Algo dubitativo consiguió el impulso necesario para acercarse a ella con la idea de retirar el vaso casi vacío que dormía entre sus finos dedos. Concretada dicha acción posó la mano por encima de su hombro ofreciéndole una sincera demostración de consuelo. Aún así el resultado seguía siendo el mismo. La muchacha presentaba una falta total de reacción mediante un penoso aspecto, donde su mentón se encontraba bajo el efecto colateral de la gravedad. Envuelto en un estresante episodio cargado de tensión, Rolo percibió que el celular de la joven alcoholizada, el cual asomaba desde el bolsillo de su abrigo, dio comienzo a un destello resplandeciente que iluminó de blanco el costado de la chaqueta. Debido al escaso abanico de opciones sobre la mesa, decidió agarrar el dispositivo electrónico violando conscientemente el perímetro de la privacidad ajena. Al visualizar la pantalla se percató de siete llamadas perdidas efectuadas por una tal Ana Giménez. Abordado por el misterio y la indecisión retomó la inútil tarea de reanimación, pero la ebriedad había tomado el total dominio de sus capacidades físicas y mentales. En su trastorno temporal solo tenía fuerzas para producir lágrimas en exceso, en tanto su cuerpo se sumergía paulatinamente en la oscuridad del embravecido mar del olvido. El sufrimiento era el único camino en su lista negra de opciones, la conducía de manera abrupta directo hacia el abismo infinito.

En medio de la penosa situación la mano del barman se vio doblegada ante los gritos oscilantes del aparato móvil, que nuevamente tenía como protagonista a la misteriosa mujer.

- ¡Hola Leo! ¡Por fin atendés nena! - la voz alterada detrás del celular - ¿Qué pasó? no fuiste más a la facultad ¡desapareciste! Me tenés preocupada...

- Hola señorita, tranquilícese por favor, mi nombre es Rolando trabajo en Profecía Bar – contestó con seriedad - ¿es amiga o familiar de la chica?.

- ¿Rolando? No entiendo... ¿dónde está mi amiga? ¿acaso le pasó algo malo? ¿qué hacés con su celular?- Ana comenzaba a perder la calma mediante preguntas continuas carentes de respiro.

- Tranquila, no se asuste, su amiga está bien, aunque bastante ebria sobre la barra… intenté despertarla pero no hay caso, perdón por el atrevimiento de atender su teléfono… ¿usted o alguien puede acercarse por el bar? - explicó.

- ¿cómo que ebria? ¡ahora mismo salgo para allá! Envíeme la ubicación por favor... - respondió abordada por un intenso ataque de nervios.

Rolo suspiró aliviado mientras deslizaba su pulgar por el ícono rojo del táctil. Poco a poco la tranquilidad fue retomando el control de la situación. Ana estaba en camino, solo restaba aguardar por su tan ansiada aparición en aquel local nocturno. Asimismo el experimentado bartender no paraba de preguntarse una y otra vez qué era aquello que atormentaba a su clienta, quien aún permanecía inmóvil tendida sobre el lustre del mesón. Su cabeza se mecía entre los deleitosos brazos de la fina madera, mientras que un puñado de ingrávidos mechones flotaban por encima de sus lágrimas derramadas. A continuación soltó una serie de palabras fuera de contexto ensambladas en un indescifrable trabalenguas. Por más que se esforzara, Rolando no lograba entender aquel complejo idioma opacado además por la música del local y el bullicio de la gente. Abatido a causa de la frágil condición de la jovencita decidió esperar a su lado hasta tanto Ana pisara el establecimiento. Una larga pila de copas sucias lo observaba con desprecio, sumado a un grupo de clientes furiosos que coreaban a un costado del mostrador. Cansada de las frecuentes quejas vinculadas a su colega, Roxi decidió abordarlo nuevamente aunque no de manera amable.

- ¿Me podés explicar qué te pasa? - preguntó la encargada bastante irritada. - ¡bajá de la nube Rolo! He recibido reclamos toda la noche… ¿Seguís obsesionado con la piba? dejate de joder, no te pago para cuidar personas… ¿Sabés qué? me cansé, no voy a gastar saliva a la macana. Te lo advertí… - una chica se hizo presente sobre la barra e interrumpió la incómoda conversación.

Ana ingresó al bar, de mantera un tanto abrupta, a los abrazos con sus propios nervios. Se dirigió directo hacia el rincón donde reposaba su convaleciente amiga. La sujetó de los hombros al mismo tiempo en que le susurraba cálidas palabras al oído. Abrumada ante la notoria intoxicación etílica, ejecutó una serie de palmadas suaves sobre el enrojecido rostro de la jovencita. En ese instante Rolando no tardó en sumarse al tan esperado reencuentro, dejó a Roxi con el llamado de atención suspendido entre la comisura de sus labios. Luego de presentarse con la recién llegada, el cantinero mostró su inquietud y la puso al corriente revelando que no era la primera vez que la chica sufría un trastorno temporal de alcoholismo, aunque jamás tan severo como el que aún mantenía en curso. Además resaltó la tristeza que sus ojos emanaban cada vez que tomaba asiento junto a la barra. Las frecuentes visitas nocturnas en conjunto con una evidente adicción al alcohol sembraron la preocupación en la cabeza de Ana, le costaba trabajo entender el extraño comportamiento de su amiga Leonela durante el último mes, debido a que prácticamente desapareció de la faz de la Tierra. De un día para el otro dejó de dar señales de vida. Se apartó de la sociedad y abandonó los estudios en la UNCuyo. No atendía llamadas telefónicas ni mensajes de texto, por lo cual su compañera necesitaba una contundente respuesta ante el hecho. Luego del extenso pero necesario debate Ana expresó una enorme gratitud hacia Rolando, ya que no cualquier persona se hubiera involucrado y/o preocupado por Leonela de la misma manera en que él lo hizo. Decidió cuidarla a pesar de las consecuencias laborales que dicha acción traería consigo. Enese ínterin Roxi lo abordó por tercera vez por medio de fuertes acusaciones, inculpándolo principalmente por la constante ineficiencia operativa.

- Perdón que me meta, pero me parece que estás equivocada, no deberías ser tan dura con él… - interrumpió Ana de manera inesperada. - este buen hombre se preocupó por la integridad de mi amiga, gracias a Rolando ella va a poder regresar a su casa sana y salva… como mujer deberías empatizar un poco más por tu género y valorar la actitud humana de tus empleados… - finalizó mientras ayudaba a Leonela a cobrar la postura.

Por unos instantes Roxi quedó en completo silencio, no esperaba que un bofetón en carácter de reflexión lograra cuestionar sus recientes actitudes. Sabía perfectamente que Rolando era un hombre de buen corazón, pues siempre mostró respeto por el género femenino. Llevaba tiempo trabajando en el bar y con frecuencia presenciaba episodios desagradables de acoso contra mujeres que intentaban pasar un grato momento. Solo siguió su instinto para proteger a la muchacha. Por fortuna los buenos consejos de Ana no tardaron en alcanzar las fibras íntimas de Roxana, consiguió recapacitar y disculparse con ambos debido a su inapropiada conducta. Pero en ese momento un juego de lágrimas tumbaron a Leonela quien a duras penas luchaba por mantener el equilibrio entre los brazos de su colega. Padecía de un intenso daño en la psiquis que le impedía cobrar la postura. Rápidamente Rolo intervino en la causa sujetando a la chica desde las axilas. A continuación Ana entrelazó su brazo por encima de la cintura con el fin de garantizar un traslado seguro hasta el coche. Al salir del bar una descarada ventisca desató su furia sobre el enrojecido semblante de Leo, consiguió con éxito desestabilizar su penosa figura contra un poste de alumbrado público. Las náuseas no tardaron en hacer su violenta aparición en medio de la acera, humillándola una y otra vez frente a los prejuicios indiscretos de la metrópolis.

- Ya pasó, tranquila amiga… - expresó Ana mientras frotaba la espalda de la muchacha. - Vamos, esta noche te quedás en mi casa, no pienso dejarte sola en este estado… Alrededor de las 02:00 a.m. Ana detuvo la marcha del vehículo frente a su departamento ubicado en barrio municipal de Las Heras. Cuidadosamente recostó a Leonela de lado sobre el sofá para evitar ahogos ante la presencia de algún vómito involuntario. Entre tanto colocó la pava sobre la hornalla a la espera de una infusión que lograra contrarrestar los efectos nocivos del alcohol. Mientras aguardaba con ansias el hervor, regresó rápidamente al living con la idea movilizar a la chica hasta el sanitario. Concretada dicha acción cargó con la dura tarea de quitarle la ropa al mismo tiempo en que la tina experimentaba un gradual proceso de llenado. Minutos más tarde el cuerpo de Leo por fin consiguió la paz que tanto anhelaba sumergido por completo en aquel contenedor de agua tibia. Ana solo permanecía sentada junto a ella sosteniendo su mano, a la espera de al menos una mínima señal de mejoría.

- tranquila amiga, el baño te hará sentir mejor, vas a estar bien lo prometo… - la motivaba mientras empapaba con lentitud los mechones que ocultaban su rostro.

En ese lapso Leo logró entreabrir sus ojos abatidos una vez más por la angustia incansable. Agarró la mano de Ana con firmeza y clavó la aflictiva mirada en su iris. Tenía tanto para decir, tanto que explicar, pero un descarado temblor le negaba rotundamente la palabra. Sus labios se estremecieron en el intento por alcanzar el desahogo, no podía desatar el asfixiante lazo que circundaba su yugular.

- Ana… - expresó tartamudeando. - ¡me estoy muriendo, me estoy muriendo! - expuso por medio de un desgarrador llanto. Desentendida en su totalidad Ana continuó acariciando la cabeza de Leonela, trataba de asimilar en silencio aquellas palabras repletas de caos.

- ¡Ay amiga, no digas pavadas! Todavía estás bajo el efecto del alcohol... tranquila, tranquila, respirá hondo… vamos, voy a llevarte a la cama, necesitás descansar... - respondió evadiendo el desagradable comentario.

En un santiamén el momento de relajación se transformó en un episodio cargado de tensión tras la contundente frase de Leo, quien sollozaba desconsoladamente sacudiendo su cabello. Agotada de la penosa situación la dueña de casa no tuvo otra alternativa más que cubrir la vulnerabilidad de su amiga por medio de una bata de baño. Inspiró profundamente varias veces y secó su cabeza con el toallón blanco que colgaba desde el barral. Para la chica alcanzar la habitación presentaba todo un desafío, parecía una misión de alto riesgo envuelta por incesantes mareos que destellaban en su mente. La distorsión plasmada en su retina no distinguía las imágenes rotativas que su cerebro intentaba compaginar, el mismo se hallaba opacado por los muros de un interminable pasillo que escondía su final. Ana era su único sostén, el lazarillo dentro de esa falsa realidad que la mantenía cautiva de sus propias decisiones. El dormitorio encendió las luces del cuadrilátero en donde la tenaz borrachera se coronó con el título de campeón. Luego de varios rounds disputados dejó a Leonela fuera de combate por medio de un devastador knockout. Quedó completamente tendida sobre la cama bajo custodia de algunas mantas que anhelaban borrar la desdicha de una trágica noche. Ana la observaba con suma tristeza a un costado del colchón, sostenía una taza de té con limón que le había preparado especialmente para suavizar la embriaguez. La infusión se sumó al paisaje minimalista de la alcoba tras quedar olvidada sobre la mesa de luz. Al corroborar que su compañera había ingresado en un período de inconsciencia total, resolvió acomodarse a su lado para acompañarla en el preciado viaje del sueño profundo.

La mañana del sábado se impuso ante la ciudad por medio de un cielo completamente despejado. Los intrépidos rayos solares se colaban a través de la abertura de las cortinas. Leonela despertó algo desorientada manifestando los síntomas característicos de una resaca matinal. Sus ojos sensibles mostraron su descontento por la claridad temprana que azotaba con crueldad. El malestar corporal llegó después sumado a un par de ojeras encargadas de juntar los retazos de un llanto descomunal. Dicha combinación altamente explosiva le prohibía pensar con claridad. Observaba todo a su alrededor en busca de alguna pista que sirviera para ordenar los recuerdos que flotaban a la deriva. En ese momento de desconcierto Ana atravesó la puerta luego de dar tres golpes consecutivos. Traía consigo el equipo de mate sobre una colorida bandeja de madera.

- ¡Buen día dormilona! ¿cómo amaneciste? - expresó con impetuosa y casi autoritaria alegría. - traje el desayuno: unos ricos mates con tostadas para levantar el ánimo. - sonrió mientras besaba la frente de su amiga.

La expresión de desinterés sobre el rostro de Leo carecía de regocijo. Reflejaba un estado de melancolía deplorable. La tristeza surgía en forma de lágrimas que rasgaban la piel de sus pómulos.

- Ay Leo ¿qué pasa? Sabés perfectamente que podés contar conmigo… - tomó asiento a su lado abordada por la intriga y la preocupación.

- Agradezco todo lo que has hecho por mí Ana, sos lo más, no sé si merezco tanto… - respondió secando sus ojos. - perdoname por desaparecer así, por hacer que te preocupes… no fue mi intención, de verdad… pero no sabía qué hacer… - continuó sometida por un desgarrador lamento. - ¡me voy a morir! - reveló entre lágrimas abrazando a su confidente.

Hace poco de más de un mes Leonela Galíndez visitó el hospital para saber el motivo que la mantenía cansada todo el tiempo. Al comienzo sentía un intenso dolor corporal acompañado por un persistente sabor metálico en su boca. Con el correr de los días el malestar fue intensificándose con la aparición de jaquecas severas que terminaban convirtiéndose en náuseas. Los primeros expertos afirmaban que la joven sufría un cuadro de estrés o depresión. Segundas opiniones indicaban que se trataba de anemia o lupus. Pero ningún profesional le brindaba un resultado conciso acerca delproblema en cuestión. Más adelante acudió a la Clínica de hematología especializada “HemoMend” donde, luego de someterse a varios estudios de alta complejidad, especialistas en enfermedades de la sangre le dieron una noticia devastadora. Fue diagnosticada con mieloma múltiple, un cáncer de sangre extremadamente raro y hasta el momento incurable. Los médicos revelaron que, en unos meses o tal vez un año, podía morir de no ser por un milagro o el hallazgo de una cura. Desde su diagnóstico la psiquis se vio atormentada por medio de un colapso emocional. Su mente era incapaz de procesar semejante información. Sintió frustración ante el desconcierto de no poder ayudarse a sí misma. Pues de un día para otro la enfermedad decidió aparecer e invadir su cuerpo injustamente. Se impuso ante ella para arrebatarle cualquier mínima esperanza de vida apropiándose de sus logros, de todos sus sueños y de cada proyecto aún por concretar. Acorralada por la desesperanza resolvió atravesar su dolor en completa soledad, ya que no encontraba una manera menos dolorosa para abordar a sus seres queridos y exponer ante ellos la dura realidad de todo lo que implicaba su enfermedad terminal. Mientras Leonela caminaba al borde del abismo, la depresión le extendió su mano para guiarla directo a un sitio emocionalmente negativo, el cual ofrecía una rápida salida hacia otra realidad liderada por el olvido mismo. Desde entonces aferrarse a la bebida fue su única escapatoria para embarcarse en el eterno viaje del consuelo. Sin embargo no existía cantidad suficiente de alcohol que lograra despejar sus miedos.

Ana quedó completamente anonadada tras oír la devastadora confesión de su amiga, no tenía palabras de aliento capaces de estimular su confianza ni las herramientas necesarias para reconstruir su autoestima. Sabía a la perfección que la muchacha requería de todo su apoyo para arribar la lucha contra la enfermedad. Debía permanecer a su lado con el fin de acompañarla en dicha etapa y brindarle la fuerza necesaria para afrontar el tratamiento pese a las escasas expectativas. - tengo mucho miedo amiga… ¿cómo voy a decírselo a mis padres? no quiero que mi familia me recuerde en alaridos gritando de sufrimiento ni que me vean desgastada o vencida en una fría cama de hospital… - expuso con su voz quebrantada por las incesantes lágrimas.

- No pienses así Leo, sos una chica joven con el alma de una guerrera… tenés que luchar hasta el final para recuperarte amiga, hay mucha gente que te ama y te necesita, todavía te queda mucho por vivir, mucho por hacer… por favor no bajes los brazos ahora... voy a estar ahí con vos para lo que necesites, no pienso dejarte sola en esto, no pienso soltarte la mano… - suplicó por medio de una mezcla de sonrisas y llanto.

Leonela atravesaba por una dura etapa de sufrimiento existencial. Su vida se había vuelto inconmensurable. Estaba bajo constante amenaza de un huésped que desestabilizaba tanto su vida como la de su contexto afectivo más cercano. Pero el diálogo con Ana le permitió desahogarse de aquel feroz nudo que corrompía su alma. Encontró en ella el valor necesario para enfrentar a sus padres y la energía requerida para dar inicio a la quimioterapia. Dicha técnica terapéutica le fue recomendada por los especialistas al momento de su diagnóstico, los mismos no dudaron en afirmar que siempre hay una mínima luz de esperanza al final del túnel. Aún quedaba un largo camino por recorrer tras un comienzo nada prometedor y un final totalmente incierto; la inminente conversación familiar que acechaba desde su ciudad natal marcaba el inicio hacia lo desconocido. Sus ganas de vivir eran fuertes pero no podía controlar las dolencias físicas ni el tiempo que restaba por delante. Estaba al tanto de sus propias limitaciones, ya no tenía la energía de una persona sana. No obstante, ese condicionamiento no le impidió retomar su trabajo desde casa, abocado al diseño y confección de mochilas, ni el descomunal deseo de luchar por su vida. Se prometió a sí misma permanecer con fortaleza a la hora de sentirse vencida y recuperar el control del tiempo que una vez le fue arrebatado...

FIN...


04 Mayıs 2022 16:19 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Son

Yazarla tanışın

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