El horno estaba a su punto medio, ni muy caliente, ni muy frío sino al punto de cocción para que la masa no se echara a perder. Debían de haber pasado cuarenta minutos desde que lo puso a calentar y si se distraía un solo segundo, tendría que empezar de nuevo siendo algo verdaderamente terrible para ella porque se trataba del cumpleaños de su hijo. Ningún pastel de cumpleaños, fuese el de su pequeño, el de su pequeñita, el de su marido o el suyo propio, se echaba a perder si ella estaba cerca. Llevando un hermoso buzo de color violeta claro con una falda del mismo color, pero siendo está un poco oscura en comparación con la parte de arriba, Violet Rester miraba el horno con especial atención. De bellas facciones con un hermoso cabello negro largo que llegaba hasta su trasero, de ojos verde que brillaban como si fuesen rubíes cada vez que elogiaban a sus hijos y con una delgada silueta que más de una mujer casada con dos hijos mayores y un bebé envidiarían, Violet ciertamente era la columna vertebral y el corazón de aquella familia. No habría de sorprenderse ante tales pensamientos debido a que fue una de las mejores policías del cuerpo de Japón cuando era joven y todavía no había conocido a su esposo, cuando era Violet Hiriko.
Pero aquello fue antes de que dejara la fuerza, antes de ser mamá, antes del accidente.
Moviendo su cabeza a ambos lados con todas sus fuerzas, Violet se concentró en el pastel de cumpleaños, pronto estaría listo y debía de sacarlo del horno antes de que pasara un solo minuto o seria tarde.
En la televisión daban un reportaje especial sobre la gran inauguración de automóviles Drivrain, lo último en tecnología de la empresa “Satori.” Una empresa de computación que se había fusionado con una automotora de marca mundial, la famosa Coriani Motors.
Satori había logrado lo imposible y sería puesto a la venta ese mismo día: el primer auto computarizado que podía manejarse por sí solo. Poseedor de una I.A. muy avanzada, Drivrain estaba programado para dirigirse de forma manual o automática a un destino determinado. Aquel vehículo era similar a KITT del auto fantástico, pero sin todas los complementos extras como el vidrio antibalas o la capacidad de dar saltos atléticos… por ahora.
Algunos especialistas en informática se negaban a la idea de que Drivrain saliera todavía al mercado debido a que no había pasado todos los meses de prueba necesarios para comprobar si la maquina estaba o no en optimas condiciones para el consumo de personas que apenas si sabían distinguir un mouse de un teclado y la pantalla del computador del de una televisión. A pesar de sus protestas, Drivrain saldría ese día en particular y el corazón de Violet se agrandaba a la par de su orgullo ante el simple pensamiento de que ellos tendrían uno ese mismo día. “Qué bueno es tener un marido que trabaja en la junta administrativa de una importante empresa” pensó sonriente Violet con un orgullo que casi rayaba en la soberbia. Tratando de calmarse se dijo a si misma que eso no tenia porque ser algo positivo. Su marido apenas si llegaba a casa a cenar y ella debía de ocuparse de la crianza de sus hijos sola ¿Cómo podía su amado esposo ocuparse de esa crianza si se pasaba casi las veinticuatro horas del día en esa oficina? Una risa se escapó de sus labios al pensar que la situación podría haber sido distinta si ella se hubiese quedado en la policía. Siendo su marido quien tuviese que ocuparse de sus hijos mientras ella pasaba más de veinte horas patrullando las calles atrapando a los malos y exponiendo su vida a un peligro mucho mayor que solo evitar que los bravucones del colegio dañaran a su bebé. La risa se detuvo al pensar que si no fuese por el accidente ella podría haber muerto en el deber dejando a su maravillosa familia sola por culpa de su obsesiva forma de ser. Violet pudo haber muerto ese mismo día cuando…
El pastel largaba un poco de humo, eso significaba que se estaba pasando. Volviendo al presente y a la realidad, Violet sacó el pastel del horno cuanto antes. Mirándolo con pesar supo que ya era tarde, su maza se había puesto un poco dura. Bajando su cabeza y largando un suspiro de pena, Violet se puso a hacer un nuevo pastel de cumpleaños cuanto antes. Sin embargo guardaría el otro debido a que no era algo prudente o sabio el tirar la comida.
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