En un país en dictadura por un gobernante que no le importa su pueblo, Teztatlipoca, la nación de la oscuridad. Walter Demoni, gobierna con mano de hierro, ni las otras naciones se atreven hacer un movimiento en su contra. Pero hay algo que al día de hoy le preocupa, más que cualquier otra cosa, son los hijos de su hermano, los cuales por derecho pueden reclamar el trono y arrebatarle todo.
Al igual que en Europa, Lurida poseía en mayoría monarquías, reyes y reinas de sangre real siempre gobernaron los nueve países de Lurida durante siglos.
Walter Demoni comprendía que debía deshacerse de sus sobrinos para mantenerse en el poder. El hombre estaba tan desesperando por erradicar cualquier competencia que estaba dispuesto a ser el último Demoni con sangre real que quedase. Sin embargo, había un gran problema, y el nombre de ese problema era Denvor Crues, el campeón de Teztatlipoca.
"Tui" es el nombre del deporte violento practicado por todos los países en el continente de Lurida. El campeón de cada país es la representación del espíritu de su nación y la fuerza de esta misma. Tui está al mismo nivel de importancia que el fútbol a nivel mundial. Con cierto parecido al boxeo; guantes y protector vocal. Pero la principal diferencia es que se practica en un área abierta (tipo coliseo romano) y el uso de los poderes es lo más llamativo.
Para resumir, el rey actual quiere eliminar a sus sobrinos para no tener competencia alguna, sin embargo, la única razón por la cuál no ha hecho ningún movimiento es porque debe pasar por encima del campeón de su nación que resulta estar cuidandolos. Mientras Denvor Crues sea el campeón activo le resultará imposible ponerle un dedo encima sin ser acusado por ello.
Los sobrinos que desea muertos son: Jonas y Edward. Por un lado, Jonas, el mayor con 19 años, resultaba ser muy inteligente y sabe manejarse dependiendo de la situación. Resulta ser la amenaza principal, debido a que nació durante el corto periodo en que su hermano estuvo gobernando antes que él. Y por el otro lado estaba Edward, un joven de 18 años. Desconocía casi todo de él, no tiene papeles, no tiene registro, no tiene nada que lo identifique en este país. Eso resultaba demasiado problemático. Supo que era su sobrino tras examinar su sangre.
Walter solo tenía una opción. Esperar. Esperar el momento adecuado para acabar con la amenaza antes de que crezca más.
Muy lejos de la capital, al sureste del país, vive la familia Crues. Cerca de la costa, alejados de la ciudad, se ubicaba la residencia donde viven los tres Crues. Denvor y Jonas charlaban sobre diversos temas en su hogar, mientras que el tercer integrante se encontraba en otra parte, respectivamente en terapia con la Dra. Jesse.
Edward tiene una mirada sería, una mirada que denotaba su falta de inocencia, o eso opinaban sus cercanos. Sentado en un sillón rojo frente a la Dra. Jesse hablando de lo sucedido en los últimos días.
Edward había llegado a la vida de Denvor y Jonas hace seis meses, había sido encontrado por el campeón bajo unas circunstancias un tanto ilegales desde el punto de vista técnico. Estaba tratando de matar a alguien. Recibiendo su ayuda, Edward se detuvo y fue acogido bajo su tutela poco después. Era claro que los dos jóvenes al encontrarse ni se hablaban. Eso cambió poco después de descubrir el linaje del nuevo miembro. Ambos, Edward y Jonas, habían sido abandonados por su padre a temprana edad, ninguno se compadecía del otro de ninguna manera, al contrario, se volvieron más cercanos por sus similitudes. Cuatro meses después entro en terapia, Denvor creía que era lo mejor para Edward el poder deshaogarse un poco. Jonas era igual de serio, pero contaba con Denvor para hablar, a diferencia de Edward que es incluso más reservado de lo que se imaginaba.
—¿No has vuelto a sentir esa necesidad? —dijo la Dra. Jesse con un tono suave y al mismo tiempo serio.
“Necesidad” ciertamente era un tema muy conversado en las sesiones. Edward tenía tanto cicatrices internas al igual que externas, había pasado por muchas cosas y debido a ellas era quien era ahora. Claro que, no había nadie que supiera por todo lo que pasó y todo lo que tuvo que hacer para sobrevivir.
—Más o menos —respondió—. He tenido mis momentos, pero los calmo trabajando o golpeando el saco.
Dos veces por semana durante dos meses, es el tiempo que lleva en terapia. El hecho de perder el control resultaba ser muy problemático para Edward y su nueva familia. Aunque no era perder el control como tal. Si no dejarse llevar por lo más profundo de sus instintos siendo consiente de sus acciones.
—¿Aún no has llegado a una conclusión? —pregunto la mujer con el mismo tono que antes
—No. Aún no llegó a una respuesta para ello —era mentira.
Edward sabía exactamente el porqué era como era, también en parte comprendía cómo era visto por los demás. Nadie que no fuera como él lo comprendería y por esa razón aún se guardaba varias cosas para él.
—No hemos hablado de los años que estuviste perdido, Edward. Ya hemos hablado de tu pasado y de cómo llegaste a Lurida, y me has contado todo desde que llegaste a Teztatlipoca. Hay un lapso de dos años y medio del cual no quieres hablar.
Edward voltea la vista a un lado y como entrando en trance dice algunas palabras que sorprendieron a la mujer:
—Yo en aquel entonces era un… Exclavo.
Sin mostrar ninguna reacción la Dra. Jesse trato de preguntar más al respecto, por desgracia el tiempo había concluido y debía dejar ese avance para la próxima sesión.
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