Era un día realmente hermoso, soleado, el cielo completamente azul y se disfrutaba de un aire fresco. Sin duda el día perfecto en el que por primera vez nadie tendría quejas por nada.
El día lucía mucho más hermoso de lo que ya era bajo el gran árbol de cerezo el cual era el único en una pequeña colina poco menos alejada de la ciudad, en la cual había cerca un riachuelo con agua cristalina y un pequeño puente muy llamativo, una especialidad turística, misteriosa y mágica. El que nuevos visitantes a la ciudad ansiaban ver apenas llegaban. Pero que rara vez daban con la ubicación exacta de la colina "El Cerezo".
Aunque no muchas personas tenían la suerte de llegar, había algo que llamaba la atención de cualquier persona observadora que visitara a diario aquella colina.
Li, un chico de apenas 15 años amante a la fotografía que no es de extrañar que invierta su tiempo en ir todas las tardes a ver tan maravilloso árbol. Era un chico que se distraía muy fácilmente, esto le jugó a favor, dándose cuenta que, al igual que él, había otra persona más, que todos los días él veía que estaba bajo el cerezo.
Pero también en contra, porque al distraerse mientras paseaba tomando fotos, tropezó y estropeó su cámara.
Li era muy curioso y le encantaba relacionarse con personas que aparentaban su edad, como no le quedaba nada más por hacer sin su cámara no le costó mucho entablar conversación con aquella misteriosa persona que lucía tan serena e inocente sentada bajo el enorme Cerezo.
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