Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer este pequeño one shot que escribí para un concurso que no se llevó a cabo. Tres puntos antes de comenzar:
Primero:
Se darán cuenta que mientras más lean este one shot, menos sentido tendrá y la verdad... no lo tiene. En Spectrum Hotel nada tiene sentido y menos cuando Dorkath está presente.
Así que no pasa nada si no lo entienden cuando terminen, Félix tampoco lo hace.
Por esa razón, solo quiero que disfruten esto y logren escapar... si es que pueden, claro.
Segundo:
La historia esta registrada en Safe Creative, por lo que cualquier copia o adaptación sin mi permiso queda totalmente prohibida.
Tercero:
Hay una playlist por si desean escucharla mientras leen esto.
El link para la playlist:
https://open.spotify.com/playlist/1buVbjRY3MaIMkF22ieGxk?si=51737d0397694500
Nada más que agregar aquí, los dejo.
Hayley Nolan recuerda exactamente la hora en que se levantó tras escuchar unos insistentes golpes en la puerta de la habitación de aquel extraño y viejo hotel. Había visto el reloj, era de aquellos relojes alarmas que usaban hace años y parecía seguir funcionado a la perfección, de color apagado por el óxido que estaba encima de él. La hora marcada era la media noche y la oscuridad se sentía... extraña. Miró hacia la ventana, quizás como una forma de despejarse, pero la oscuridad también estaba allí. Kilómetros y kilómetros de oscuridad que desaparecían cuando un rayo o relámpago se cruzaba en su campo de visión. Sus manos tiraron del pesado edredón para cubrirse por completo, tanteando aquella vieja mesa de noche en búsqueda de su teléfono. Los golpes en la puerta seguían, insistentes y molestos, como si alguien la estuviera llamando. Pensó en Louis Ditton, pero dudaba que aquel rubio se despertara de la nada (considerando que Louis dormía como un tronco y era un trabajo realmente difícil despertarlo) y tampoco había alguien más que la conociera en aquel lugar. Deslizó su dedo por la pantalla para desbloquearlo y miró la hora: 00:30. Había estado media hora escuchando los golpes que no cesaron hasta que ella decidió levantarse. Sus pies descalzos alcanzaron el frío y sucio suelo de madera, tanteando hasta alcanzar sus tenis y colocarlos con calma. Su cuerpo se movía por sí solo, sin sucumbir al pánico que su mente le causaba por la atmósfera de aquella habitación. Hayley volvió a mirar la ventana, ahora con gotas deslizándose por aquel vidrio y las ramas del árbol vecino moviéndose violentamente a causa del ventarrón que había comenzado minutos atrás cuando ella estaba bajo las sábanas.
La habitación estaba en completo silencio, Hayley solo podía escuchar aquel "tic tac" del reloj y las gotas de lluvia golpear contra la ventana. Miró, otra vez, hacia la puerta y notó la ausencia de la sombra que había visto antes. Caminó con cuidado hasta la puerta, tomando una larga y profunda bocada de aire, y abrió. El pasillo estaba levemente iluminado, las lámparas eran demasiado viejas que apenas funcionaban. Miró hacia ambos lados, a la derecha el pasillo se dividía en dos y a la izquierda podía ver el final del pasillo con aquel viejo elevador. El marcador indicaba que el ascensor se encontraba en el primer piso y ella estaba en el último, el octavo. Miró el número de su habitación: n°28 y luego la que estaba frente a la suya. Louis debía estar dormido y, otra vez, pensaba que nada podía despertarlo, pero decidió intentarlo. Se enderezó y se acercó a la habitación número 27, golpeando varias veces hasta escucharlo quejarse. Hayley esperó y estuvo allí unos segundos hasta ver la sombra de los pies de Louis, el cual abrió la puerta mostrándole un aspecto cansado. Ni siquiera se había cambiado, a diferencia de Hayley que estaba en pijama, el rubio se encontraba con los mismos jeans negros y la camiseta gris del tour RED de Taylor Swift.
– ¿Pasó algo?
Hayley quería responderle que sí, que había presenciado un extraño y sobrenatural suceso en su habitación hace una hora. Pero nada salió de su boca, ni un solo ruido que pudiera darle el pie a Louis para seguir preguntándole. Louis rascó su nuca y miró a ambos lados, como Hayley había visto, el pasillo estaba apenas iluminado. La puerta de la habitación vecina estaba cerrada y su amiga permanecía de pie con una expresión de angustia. Louis no deseaba seguir conversando, o lo que estuviera pasando en esos momentos, en medio del pasillo así que se hizo a un lado y le permitió el acceso a Hayley la cual le agradeció con un rápido movimiento de cabeza.
La habitación de Louis era igual a la suya, con algunas diferencias como la posición de la ventana y el lugar que ocupaba el pequeño baño. La cama se encontraba deshecha, con las sábanas y edredón revueltos y las cuatro almohadas en un solo lado. Había una lata de Coca Cola sobre la pequeña mesa de noche y el reloj estaba en aquel escritorio al lado de la vieja televisión; las enormes ventanas estaban cerradas con seguro y las cortinas también. Louis había dejado la luz del baño encendida por simple costumbre y la canción "Lollipop" comenzó a escucharse desde la bocina del teléfono del chico. Hayley avanzó, luego de haberle colocado el seguro a la puerta, y observó las largas cortinas.
– ¿Y bien?
– Escuché a alguien golpear la puerta de mi habitación por, no lo sé, ¿media hora? – Hayley alzó la vista para encontrar la mirada verde de Louis en medio de la oscuridad. Se sintió torpe al decir eso, sin saber con exactitud qué había pasado hace una hora y porque, ahora, se encontraba interrumpiendo el sueño del rubio –. La verdad no tengo idea de quién fue.
– Quizás una broma – razonó Louis con rapidez, bostezando al final de la oración. Se estiró lo suficiente para que Hayley lograra verle los dos tatuajes de laureles que tenía a los costados del vientre –. O tal vez fue tu imaginación, no me hiciste caso cuando te dije que dejarás de escuchar aquel podcast sobre asesinos.
Hayley se encogió de hombros ante eso, sin saber cómo explicarle (otra vez) por qué le gustaba tanto escuchar acerca de aquellos crímenes y misterios. Louis hizo caso omiso y volvió a recostarse en la cama, golpeando el lado vacío de la cama para que la chica se recostara junto a él. Quizás así Hayley podría conciliar el sueño y Louis estaría más atento si algo extraño sucedía.
El reloj seguía moviéndose, pasó de ser la una de la mañana a las tres con treinta y tres minutos. Fue ahí cuando el reloj se detuvo, la lluvia aumentó y las dos ventanas se abrieron al mismo tiempo que fuertes golpes se escucharon en la puerta. Ambos jóvenes se levantaron sobresaltados, mirándose y luego desviando sus miradas hacia los dos extremos. Louis se apresuró a cerrar las ventanas, cubriendo sus ojos con su antebrazo ante el fuerte viento que entraba y las gotas de lluvia que mojaban el suelo de madera. Justo antes de conseguir cerrar, un murciélago malherido entró disparado y quedó a centímetros de los pies de Hayley, quien soltó varios insultos mientras se acurrucaba debajo de las sábanas. Los golpes en la puerta no cesaron y una sombra se veía debajo. Louis tomó la bolsa negra del cesto de basura y empujó al animal dentro, sabía que sus posibilidades de sobrevivir afuera eran nulas, pero no quería contraer ninguna enfermedad. Arrojó la bolsa y cerró la ventana con seguro. Su ceño se frunció y miró el bulto debajo de las sábanas, Hayley estaba temblando y, asumió, rezando.
- Todo está bien – habló Louis en intento de calmar a la chica. No le quitó las sábanas, prefería que ella fuera quien decidiera salir de allí. Su mirada recayó en la sombra debajo de la puerta de la habitación y se animó a acercarse. Los golpes habían cesado luego de varios segundos y sus pies descalzos se movían con el mayor cuidado -. ¿Quién es?
Nada. Louis no recibió una respuesta verbal, sólo podía escuchar la pesada y errática respiración al otro lado. Con el suficiente aire en sus pulmones y rezando para que no fuera nada extraño, Ditton abrió la puerta encontrándose con el oscuro pasillo del hotel, solo que ahora realmente estaba oscuro y apenas se iluminaba con los relámpagos. Se asomó un poco más, escuchando suaves pisadas a metros de él, dedujo que provenían del elevador que había comenzado a moverse. Escuchaba el “ting” que hacía cada vez que llegaba a un piso y dejó de hacerlo cuando llegó a su piso. La puerta se abrió, de forma lenta y causando un chirrido por el viejo metal.
Louis sintió un brazo tirar de su camiseta y arrojarlo dentro de la habitación. No había tenido tiempo alguno para ver de quien o que se trataba, tampoco pudo ver quien salía del elevador. Su mirada se elevó hacia arriba, encontrando la asustada mirada de Hayley. La chica sostenía su teléfono y desvió su mirada hacia la puerta abierta. Había algo allí. Una criatura, de dos metros de alto como mínimo, y no se podía decir donde terminaba su cuerpo y comenzaba el humo negro. Su cabeza redonda se acercó hacia Louis, lo olfateó y luego se centró en la chica que se había quedado petrificada. De pronto, su cabeza se abrió por la mitad, revelando una gran cantidad de enormes dientes. Colmillos. Cada uno de ellos más largo y filoso que el otro.
– Quieta – ordenó con voz gutural y el sonido frío característico de una voz que parecía haber salido de las mismas profundidades del Infierno.
La criatura no estaba sola. De repente, el pasillo se encontraba repleto de esas cosas y ninguno de los dos podía hacer algo, sus cuerpos se sentían pesados y no parecían responder a lo que sus cerebros pedían. Louis miró a Hayley, la cual parecía un fantasma en ese momento, y luego volvió a mirar a las criaturas que se desvanecieron cuando una suave risa se escuchó. Un joven apareció en la puerta, su figura alta y de buena postura estaba de pie en la entrada de la habitación. Tenía la mano derecha dentro de su saco; su cabello largo y de color negro (como el carbón) estaba peinado hacia atrás desde su frente, con las puntas detrás de las orejas, y rostro tenía una forma alargada y delgada, con una barbilla prominente al igual que su nariz. Sus pequeños ojos dorados divagaron por la habitación unos segundos y luego se enfocaron en ambos jóvenes. Una sonrisa apareció de repente en su rostro, larga y que mostraba sus dientes blancos. Louis tragó pesado, observándolo desde el suelo. Sintió como Hayley lo levantaba con prisa y se aferraba firmemente a su brazo.
– ¡Bueno! Veo que no están teniendo una buena noche por aquí – dijo con voz grave y tranquila –. Mis disculpas. Los estúpidos de mis trabajadores han estado golpeando sus puertas sin ninguna razón.
– Está bien – se apresuró a decir Louis.
– Claro que no lo está – el ceño del joven se frunció y luego se relajó –. Pero yo mismo me encargaré de que no los molesten más…
Louis agradeció con una falsa sonrisa, mientras que Hayley permanecía en silencio. Aquel joven volvió a sonreír, despidiéndose con un movimiento de cabeza. Quedaron solos, con aquel silencio sepulcral. La puerta de la habitación se cerró de golpe, asustando a los dos que corrieron hacia la cama y se cubrieron con el edredón. Louis encendió la linterna de su teléfono e iluminó el pequeño espacio entre ambos, podía escuchar su propio corazón latir demasiado rápido y estaba seguro de que se saldría de su pecho en cualquier momento. Aquella escena no solo les generó terror, sino que también dudas con relación al lugar y su personal.
Cuando llegaron a Spectrum Hotel, el lugar parecía antiguo pero normal. Había una mujer de unos treinta años en la recepción junto a un hombre de cincuenta, las mucamas también se veían normal y cualquier personal del hotel era una persona común y corriente. ¿Por qué de repente aparecieron esas cosas? ¿Por qué los eligieron a ellos dos? Louis tenía demasiadas preguntas, al igual que Hayley. Pero era la chica quien más asustada estaba, apretando sus manos y balbuceando una extraña mezcla entre las oraciones del Padre Nuestro y Ave María.
– Estaremos bien – le aseguró Louis, en intentos de calmar a su amiga –. Quizás es alguna broma, es 29 de octubre. ¡Casi Noche de brujas! Quizás les harán bromas a varios de sus huéspedes.
Aquella idea había calmado ligeramente a Hayley, pero no lo suficiente para que dejara de jugar con sus manos.
– Mañana podríamos ir al pueblo que se encuentra a unos kilómetros – siguió hablando –. Podríamos comprar unos disfraces, algunas decoraciones y muchos dulces… ¿Qué dices?
– Supongo que está bien – murmuró.
・・・
Louis notó, al otro día, que todo se veía normal. Nadie parecía haber sufrido en la noche como ellas dos e, incluso, se atrevió a preguntarle a varios huéspedes que negaron ser asustados por supuestas criaturas y un joven de porte elegante. Al menos Hayley se encontraba mejor, más alegre mientras degustaba unas tostadas con miel junto a una taza de chocolate caliente. Louis se relajó un poco al notar la sonrisa en la chica, que había acabado su desayuno y estaba dispuesta a tomar aquel autobús que los llevaría a un pequeño pueblo, comprarían algunas cosas y regresarían a la habitación de Hayley.
El pueblo se llamaba Ghostville y aquel nombre le hacía justicia. El camino que conducía hacia aquel pueblo estaba repleto de pozos y el autobús daba bruscos giros para esquivarlos. Los jardines, una vez cuidados y recortados a la perfección, ahora eran ásperos y cubiertos de maleza, volviendo a su caótico estado natural. Las casas se veían demasiado antiguas y algunas parecían estar abandonadas, incluso las tiendas estaban completamente vacías. Un inquietante silencio se había apoderado del lugar y solo fue interrumpido por el crujido que la madera hacía cuando Louis subió los dos escalones para meterse en la única tienda que parecía funcionar. El lugar era lúgubre, el olor a moho se había apoderado por completo del aire y Hayley prefirió esperar afuera.
“A diferencia de ti, yo prefiero cuidar mis pulmones.” Hayley le había dicho aquello como una perfecta excusa para no entrar y Louis se la debió tragar sin quejarse.
Cuando salió, respiró profundo y extendió una de las bolsas de papel que cargaba. No habían conseguido todo lo que planearon, pero al menos tenían algunos dulces para disfrutar junto a una película.
– Lou, ¿Has revisado la fecha de caducidad de estas cosas? – preguntó la chica revolviendo las cosas en la bolsa –. Porque no confío en… bueno… cualquier cosa de este lugar.
– Lo hice, tranquila – habló Louis. Levantó la cabeza para ver a su alrededor, podía jurar que en cualquier momento una planta rodante pasaría por allí y se sentiría como en el lejano oeste –. ¿Quieres seguir recorriendo el pueblo?
Hayley lo miró, sorprendida por la sugerencia y negó energéticamente. La chica deseaba irse de allí lo antes posible, incluso de aquel extraño hotel en el que estaban. Sentía que algo andaba mal, a veces sentía que la estaban observando y eso le aterraba, pero tenía a Louis allí y el rubio siempre le aseguró que estaba a salvo con ella. Aun así, arrastró a Ditton directo al autobús que no tardó en marcharse. El camino a Spectrum Hotelera oscuro y peligroso. Así lo describió el conductor que los había llevado hasta allí y el mismo hombre que conducía el autobús lo repitió. Durante su camino de regreso, comenzó a llover de forma suave y, cuanto más se acercaban a su destino, más fuerte se volvía.
Louis se colocó la capucha del hoodie gris de Greendale y Hayley acomodo el gorro de capitán negro con detalles en plateado. Corrieron hacia la entrada, limpiando sus pies en la vieja alfombra antes de adentrarse a la recepción. La mujer allí les sonrió, dándoles la bienvenida e indicándoles que ya habían llevado a cabo la limpieza de sus habitaciones, Louis le agradeció con un movimiento de cabeza y una sonrisa. Hayley no pudo evitar ver su atuendo, estaba manchado con barro y su cabello se encontraba desarreglado. Cuando estuvieron dentro del elevador, Hayley habló.
– ¿La viste? – preguntó Nolan.
– ¿A quién?
– La recepcionista, se veía rara.
– Pues trabaja en un hotel algo peculiar, supongo que eso te hace cambiar – razonó el rubio rascando su mentón –. Pero no importa, ahora iremos directo a la cama y comeremos dulces.
– Supongo que tienes razón.
・・・
Hayley sabía que algo andaba mal cuando el reloj dejó de moverse al marcar las tres con treinta y tres segundos. Había estado viendo películas con Louis mientras pedían comida y degustaban las bolsas de dulces que su novia compró. Pero Louis estaba dormido y ella podía asegurar escuchar pasos en el pasillo, vio varias veces una sombra pasar por debajo de la puerta y, también, escuchó cómo golpeaban tal como sucedió la noche pasada. Miró su teléfono, 31 de octubre. Noche de brujas. Un escalofrío cruzó su cuerpo, sintiendo una suave brisa en su nuca. Pasó su mano por allí y luego miró su habitación, era el mismo ambiente que la noche pasada y, quizás, más pesado. Los golpes comenzaron, insistentes y obligándola a levantarse. Se colocó los tenis y se apresuró para abrir, quizás así podría descubrir a la persona responsable. Pero se encontró con el pasillo vacío, ni siquiera estaba iluminado. Solo logró escuchar el sonido del elevador moviéndose hasta llegar a su piso, Hayley miró hacia otro lado encontrando rasguños en las paredes y un rastro de sangre en la alfombra. Sus ojos se abrieron y corrió para despertar a Louis que se levantó luego de varios intentos. El chico limpió el rastro de saliva antes de poder colocarse sus tenis y buscar su teléfono. La voz de Hayley temblaba, se trababa con las palabras y no dejaba de repetir el nombre de Dios.
– Hay que irnos – soltó de repente la ojizarca y Louis aceptó.
– Es una lástima, Dorkath está por llegar – una voz se escuchó detrás de ambos y los llevó a girar para encontrarse con aquel joven que vieron la noche anterior. Seguía vistiendo un traje y su mano estaba oculta en el bolsillo, les mostró una sonrisa –. Verán, él los escogió para jugar… deben hacerlo si quieren seguir vivas.
– ¿Dorkath?
– El dueño de este lugar – contestó –. Yo, por otro lado, soy el gerente general. Mi nombre es Timothée, lo cual es chistoso porque significa “Aquel que siente amor o adoración a Dios” – Timothée sacudió la cabeza con una risa –. Mi amo también se rió por eso, pero esa es otra historia. Ahora debo pedirles que aguarden aquí. El juego es muy fácil, deben llegar al último piso sin que Dorkath los atrape. Sin teléfono, sin elevador… sin luz. No hay tiempo límite aquí, aunque bueno… el tiempo se ha detenido, ¿O no, Hayley?
Hayley miró el reloj en la mesita de noche y Timothée estaba en lo cierto, no se movía.
– Un truco de mi amo – explicó el joven –. Ahora, cerraré la puerta.
– ¿Cómo sabremos cuándo salir?
– Lo sabrán.
Sin agregar nada más, Timothée se fue cerrando la puerta y dejando a los dos allí solos. Hayley se sentó en la cama, sujetando su cabeza mientras balbuceaba algunas cosas. Louis, por su parte, intentó encender su teléfono en vano. Las luces se apagaron de repente, las ventanas se abrieron y el viejo teléfono que había sobre el escritorio comenzó a sonar. Louis se acercó luego de darle una rápida mirada a la chica rubia y contestó.
– ¿Hola? – una respiración pesada se escuchaba del otro lado, luego una suave risa se escuchó –. ¿Hola?
– … voy por ustedes… – dijo una voz grave y rasposa, con un acento demasiado marcado.
Louis escuchó la línea indicando el final de la llamada y observó a Hayley con miedo, eso debía significar que aquel juego había comenzado y ellos debían salir de ese lugar lo antes posible. El chico rubio se apresuró a colgar y correr hacia el baño, recordaba haber visto un kit de emergencias allí, quizás había una linterna y algo más que les fuera útil. Hayley sacó una botella de agua del mini refrigerador y la estrelló contra la mesa, podría servirle de algo. Louis abrió la puerta e iluminó el pasillo, el elevador se movía y eso le indicó que Dorkath estaba subiendo a buscarlos, miró a Hayley y la tomó de la mano para salir de allí rápidamente. Aun sabiendo que tenían tiempo, no sabían que tan tramposo podría ser aquel sujeto y no querían conocerlo. Corrieron hasta llegar al final del pasillo, mirando hacia los dos extremos. A la derecha, una enorme ventana que daba directo al jardín; a la izquierda, estaba la puerta que llevaba hacia las escaleras de emergencia. Quizás así podrían salir.
– Escucha, tenemos que ser muy rápidos – habló Louis mirando hacia atrás, una sombra salió del elevador y eso lo alertó –. Sígueme.
Louis arrastró a Hayley hacia la puerta, empujándola y bajando varios escalones hasta llegar al primer descanso. Louis iluminó el lugar, quizás podrían confundirlo. Miró hacia la puerta, comenzaron a escucharse golpes y el chirrido de largas uñas arrastrándose por el metal. No conocían a Dorkath, no sabía que podría hacerles ni de que era capaz. Louis bajó la linterna cuando sintió que la puerta se abriría y comenzó a bajar corriendo con Hayley detrás de él. El sonido de unos pasos se escuchó cuando estuvieron en el cuarto piso y fue Hayley quien decidió atravesar la puerta para buscar alguna otra salida, quizás algo de ayuda. Louis escuchó aquella misma voz tarareando una vieja canción mientras seguía bajando, se tomaba su tiempo. El pasillo del cuarto piso tampoco estaba iluminado, pero les daría tiempo para pensar qué hacer.
– ¿Por qué la botella?
– ¿Por qué no? – Hayley la movió de lado a lado y luego se encogió de hombros –. Es que en muchas películas siempre la usan y pensé que podría servir.
– Ni siquiera sabemos a qué nos enfrentamos y asumes que un pedazo de vidrio nos salvará – Louis sacudió la cabeza y caminó hasta llegar al otro extremo del pasillo, el elevador seguía en el octavo piso, y por más que presionara el botón, no se movía –. Supongo que solo él puede usarlo.
– Entonces… ¿Que haremos?
Louis pensó contestarle, pero escucharon el chirrido de la puerta de las escaleras abrirse. Ambos se miraron, presas del pánico y comenzaron a golpear todas las puertas que estaban a su alcance en busca de ayuda hasta ver que una puerta se abrió. No vieron el número, solo se metieron. Una vez dentro, Louis giró y la cerró de un golpe; rápidamente, empujaron las dos mesas de noche delante de la puerta, para mantenerla cerrada. No es que fuera a servir de algo, pero se sentían más seguros. El interior de la habitación parecía ser una carpa de circo, con hilos de luces colgados desde el centro hasta los cuatro extremos del lugar; varias sillas alrededor de un enorme círculo rojo y un monociclo en un costado. El ceño de Louis se frunció observando a su alrededor, Hayley estaba igual de confundida que el chico y no dejaba de caminar por el lugar. Aquel lugar era demasiado grande que no parecía una habitación de hotel.
– ¡Bienvenidos! – una voz se escuchó y varias luces iluminaron el centro del lugar donde se encontraba Timothée con un traje completamente diferente al anterior. Usaba un saco rojo brillante con detalles en negro y amarillo, pantalones de vestir negros con zapatos y una camisa blanca. Se quitó el sombrero de copa y sonrió, causándole escalofríos a los dos jóvenes por el simple hecho de que ahora su sonrisa era más larga y sangre chorreaba de sus costados –. ¡Vaya! No pensé que pudieran llegar tan lejos a la primera. Mi amo no está nada feliz con eso… no, no – limpio el polvo de su sombrero y se lo volvió a colocar con un chistoso movimiento –. Pero eso no importa… no ahora… Lo interesante viene ahora. Si, si – fijó su mirada en el rubio –. Dime algo, Lou… ¿Puedo decirte así?
– La verdad-
– ¡Entonces! – Timothée la interrumpió – Lou, ¿Te gustan las escondidas? Mejor dicho… búsqueda del tesoro, a mí y a mi amo sí. Por eso decidimos darle un giro al juego y... ¡Ups!
– ¡LOUIS!
Cuando Louis volteó, Hayley no estaba. Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba completamente solo. Las luces lo enfocaron a él y debió colocar su antebrazo encima para poder seguir viendo. Giró otra vez, buscando a alguien o algo que le diera el pie para continuar.
– ¡Esto no era parte del trato! – vociferó el rubio, escuchando la risa de Timothée.
– Pero Louis… nunca hubo un trato…
Louis escuchó como algo era cortado y lanzado hacia él, quedando en sus pies. Se agachó antes de caer de espaldas al ver lo que era: un dedo. Manchas de sangre habían quedado allí y escuchó varias quejas. Se levantó, alejándose lo suficiente del dedo masacrado y salió corriendo de allí. Volvió a estar en el largo y oscuro pasillo, con el sonido del elevador moviéndose y pasos apresurados cerca de él. Louis alzó la cabeza, sin ver nada del otro mundo y luego siguió trotando hasta alcanzar la puerta de las escaleras. Tanteo los bolsillos hasta dar con la linterna y encenderla, bajó de a dos o tres escalones a la vez hasta llegar al piso… ¿cuatro? Su ceño se frunció e iluminó el piso de arriba, el enorme número 5 estaba pintado allí y el de abajo indicaba ser el tercer piso. Louis entró en pánico, recordaba haber estado en el cuarto piso con Hayley y ahora, luego de haber bajado, volvía a estar en el mismo pasillo. En lugar de entrar, siguió bajando hasta que pensó haber llegado al último piso.
– Mierda – el número cuatro estaba pintado allí y él parecía no avanzar. Se giró escuchando la puerta del último piso abrirse y pasos bajar hasta donde él se encontraba –. Padre nuestro que estás en el cielo…
Empujó la puerta y corrió por el pasillo hasta detenerse frente a la puerta de la misma habitación por la que había salido. El elevador se detuvo y la puerta se abrió lentamente, dándole tiempo para esconderse o intentar huir. Louis se metió en la habitación vecina, cerrando con seguro y apoyándose en esta con la respiración agitada. Fuertes golpes comenzaron a escucharse, rasguños debajo de la puerta y una pesada respiración. Ditton cerró sus ojos con fuerza, esperando que aquello acabara pronto para poder pensar cuál sería su próximo movimiento. Sintió algo deslizarse por sus pies, rodeando su pantorrilla y obligándolo a ver. Una extraña criatura negra, similar a una serpiente, trepaba por él con la clara intención de hacerle algo.
– ¡LOUIS!
Su mirada se desvió hacia la ventana, veía el reflejo de Hayley allí y la serpiente se esfumó enseguida. La castaña golpeaba el vidrio, asustada porque algo estaba detrás de él.
– ¡Hayley! ¿D-dónde estás? – las manos de Louis se apoyaron en el cristal, el cual se empañó en cuanto su cálido aliento se encontró a centímetros –. ¿Estás bien? ¿Alguien te está siguiendo? ¿Sabes dónde estas?
– ¿Dónde estoy? – Hayley sacudió la cabeza –. ¿Dónde estás tú, Lou?
El corazón de Louis se detuvo en esos momentos, los golpes en la puerta se volvieron más fuertes hasta que la madera se quebró. Podía escuchar voces dentro de su cabeza, un fuerte pitido en su oído izquierdo y una horrible presión en el oído derecho. Escuchó pasos detrás de él, sintiendo unas largas garras deslizándose por sus hombros hasta alcanzar su cuello. Los gritos de Hayley se volvieron más fuertes, sus golpes en el cristal era lo único que Louis podía ver porque el resto se había desvanecido para él. No quería levantar la vista, no quería saber que ocurría con él cuando viera a esa persona o criatura detrás suyo. Trago pesado, cerrando los ojos para tratar de calmar su corazón y luego volteo. Un hombre casi normal, de porte elegante y un traje completamente negro. Su cabello estaba revuelto y dos cuernos se abrían paso entre aquella melena, una larga y siniestra sonrisa que mostraba dientes perfectamente blancos y afilados, junto a sus pequeños ojos rojos. Brillaban, Louis podía sentir como lo atravesaban por completo.
– …perdiste… – su voz salió en un susurro junto a una risa que aterrorizó al chico.
Louis cayó al suelo inconsciente mientras Dorkath levantaba la cabeza para ver a Hayley, la cual tragó pesado al verlo acercarse hasta el cristal y empezar a pasar sus uñas por este. El chirrido la obligó a cubrirse los oídos y salir corriendo de allí, por más que no estuvieran en el mismo espacio. Se alejó corriendo de la habitación, adentrándose al pasillo y empujando la puerta que la llevaba hacia las escaleras. Bajo corriendo, saltó de a dos o tres escalones para ir más deprisa y entrar en la última puerta, asumiendo que sería el último piso.
Se detuvo al sentir una fuerte y helada brisa golpear su rostro. Su aliento formaba una pequeña nube de vapor y copos de nieve cayeron sobre su cabello. Hayley miró hacia arriba, el techo era gris; el suelo estaba cubierto de nieve y las ventanas de escarcha. Cada puerta de habitación se encontraba completamente congelada excepto las dos que se encontraban al final del pasillo. No había forma alguna de salir si no estaba con Louis. El sonido del elevador moviendo le indico que debía apresurarse y esconderse en algún lado, el problema estaba en que dejaría huellas. No supo cómo logró llegar y dejar el menor rastro de sus pasos. Cerró la puerta con cuidado y colocó el seguro antes de observar la habitación, su habitación. La cama seguía intacta, las cortinas cerradas y la ropa que había usado el día anterior estaba doblada sobre el escritorio.
Escuchó la puerta del baño abrirse, permitiéndole el paso a una persona.
– ¿Mamá?
Daisy Nolan estaba parada frente a su única hija vistiendo solamente un camisón blanco. Su cabello estaba suelto, se veía pálida y no dejaba de mover sus manos. Avanzó hasta alcanzar a la chica y tocar su rostro, murmurando unas cuantas palabras en latín que Hayley no comprendió, ni siquiera recordaba haber oído a su madre hablar en aquel idioma. Daisy la miró, sus ojos sin vida se volvieron completamente negros y de su boca comenzó a salir una extraña y pegajosa sustancia color verde musgo. El aroma era horrendo, Hayley sentía que algo dentro de su madre había muerto y aquello en el suelo era prueba de eso. Daisy le sonrió, sus dientes y labios manchados de ese espeso líquido que seguía deslizando por su mentón. Cuando menos lo espero, las esqueléticas manos de su madre se cerraron en su cuello, impidiéndole la entrada del aire y empujándola hasta el suelo. La castaña intentó luchar con todas sus fuerzas, empujando el rostro de su madre lejos de ella. Era difícil, incluso sin saber que era aquella cosa con el rostro de su dulce madre.
– ¡AYUDA!
– Nadie te escucha, estás sola.
– ¡AYUDA, POR FAVOR!
Daisy solo reía, haciendo más presión en el agarre y viendo como el rostro de la joven se volvía rojo. Hasta que la cabeza de aquella cosa voló por los aires y su cuerpo inerte cayó sobre el de Hayley, quien comenzó a toser e intentar quitárselo de encima. Alzó la cabeza, aun tosiendo, y encontró a Louis sosteniendo un hacha. El rubio se veía pálida y parecía que en cualquier momento vomitaría por lo que acababa de hacer, soltó el arma y corrió hacia el cesto de basura donde se arrodilló para vomitar. Hayley se levantó con dificultad, esquivando el cuerpo inerte de su supuesta madre y acercándose al chico que seguía vomitando.
– ¿Lou? ¿Eres tú? – preguntó en un susurró y Louis asintió –. Gracias al cielo.
Lo abrazó cuando lo notó más estable, ocultando su rostro en el espacio del cuello y aferrándose a Louis.
– Pensé que habías muerto…
– ¡Yo también! – Louis se separó y sacudió la cabeza –. Recuerdo lo que pasó, haberte visto a ti y luego Dorkath… Pensé que me había asesinado, pero luego desperté en mi habitación y escuché gritos… Hayley, no tengo idea que está sucediendo aquí, pero hay que largarnos.
– Vámonos de aquí.
・・・
Descubrieron que había luz en el pasillo y eso las alivió un poco. Louis iba delante, balanceando el hacha y mirando hacia todos los lados; Hayley iba detrás de él observando hacia atrás, en caso de que algo las atacara por la espalda. El elevador se movía, Dorkath estaba subiendo y ellos tenían que ser rápidas. Louis le explicó lo que había sucedido cuando bajó las escaleras, como nunca fue capaz de llegar al último piso y parecía que jamás lograba abandonar el cuarto piso; Hayley también pasó por lo mismo y eso los llevó a pensar en otra cosa. Las pisadas se volvieron apresuradas, corrían por el pasillo hasta alcanzar las escaleras y comenzar a bajar sin fijarse en nada. No podían ver el final del edificio, quizás no había uno o era todo obra de aquel sujeto que las perseguía. Louis empujó la puerta y arrastró a Hayley por el pasillo hasta alcanzar el elevador. Ambos se detuvieron, y observaron sus puertas. Estaba allí, esperándolos.
– ¿Podemos usarlo? – preguntó la chica
Louis miró hacia atrás, escuchando la puerta de las escaleras abrirse y luego corrió la puerta del elevador antes de meterse con Hayley detrás. Cerró y presionó el botón que indicaba el primer piso.
– Solo hay una forma de averiguarlo – murmuró escuchando el “ting” cuando pasaron por el piso de abajo –. Tengamos fe.
– Si… fe… – Hayley se abrazó a sí misma y se apoyó en la barandilla del espacio –. Louis.
El chico observó a Dorkath corriendo hacia ellos cuando pasaron por el segundo piso. Intentando meter las manos entre los espacios y gritando. El demonio relamió sus labios, comenzó a reírse y sujetó el brazo de Louis con fuerza, tirándolo hacia él. El elevador dio una sacudida y se detuvo. Los dos jovenes observaron con terror al ente adentrarse al elevador y reír con más fuerza, aquellas criaturas aparecieron en el pasillo y se movían con gran velocidad hacia donde estaban. Louis no podía moverse y Hayley debió resolverlo. Le quitó el arma al chico y la levantó, tambaleándose un poco antes de dejarla caer en el brazo de Dorkath. Su grito los obligó a cubrir sus oídos, era tan fuerte que el elevador comenzó a caer hasta llegar al último piso. El hacha regresó a las manos de Louis, quien no tuvo piedad en dejarla caer sobre el cuello del demonio. La espesa sangre comenzó a esparcirse debajo del cuerpo inerte de Dorkath, había manchas de sangre en sus ropas y rostros; Louis se limpió con la manga del hoodie y abrió la puerta del elevador.
– ¡AYUDA!
Los pocos huéspedes que estaban allí exhalaron con asombro al ver el estado de aquellos dos. Una mujer de mediana edad soltó un agudo grito, señalando el elevador.
– Ese hombre intentó asesinarnos y – Hayley no pudo seguir hablando porque el guardia de seguridad se acercó para sostenerla –. N-no sabíamos que hacer o cómo pedir ayuda.
– ¿Tú lo mataste? – el hombre se dirigió a Louis que parecía absorto de todo –. ¡Responde!
Louis comenzó a reírse, inclinando su cabeza hacia un lado y permitiéndole a todos ver aquella ancha sonrisa en su rostro. Hayley retrocedió al ver como los ojos de quien era su compañero de aventuras se volvían completamente negros; sus mejillas y sus manos se veían huesudas. El guardia sacó rápidamente su arma para dispararle, pero el hacha se estancó en su cabeza y cayó al suelo, causando caos en la recepción.
– Dorkath
– Ding, ding, ding – rio con voz grave –. Deberías voltear, dulce Hayley…
Hayley dudo un poco al principio, luego volteo. Sus ojos se abrieron al ver el cuerpo inerte en el elevador. Lo que creía había sido Dorkath, terminó convirtiéndose en el cuerpo de Louis. La cabeza con una enorme herida por el hacha, el antebrazo separado de su cuerpo y un hilo de sangre saliendo de su boca. Los ojos del chico estaban abiertos, observándola. Hayley trago pesado, aguantando las lágrimas y presionando su mandíbula. ¿En qué momento aquel viaje se volvió una pesadilla? Deseaba despertarse y encontrarse a Louis vivo y riéndose de algún mal chiste que vio en Instagram o simplemente sentirlo cerca. Escuchó la risa de Dorkath detrás suyo, sintiendo sus esqueléticas manos deslizarse por sus hombros y darles un leve apretón a estos.
– ¿Acaso creíste que podrías escapar de mí, Hayley? – el demonio habló divertido. Pasando su lengua por el oído de la castaña y deslizándose por su mejilla antes de volver a reír –. Jamás lo harás, nunca podrás salir de Spectrum Hotel.
– No – Hayley balbuceó con la mirada perdida –. Esto es solo un sueño.
– ¡¿UN SUEÑO?! – Dorkath se colocó delante de ella, tomándola del cuello –. Esto es real, Hayley, muy real y no puedes hacer nada. Acéptalo, no fuiste capaz de salvar a tu amigo.
– Me niego a-
– ¿A qué? – Dorkath hizo más presión en el cuello de la castaña hasta escuchar sus súplicas. Decidió soltarla y patearla hacia un extremo –. Tienes razón, esto es un sueño…
El demonio chasqueó sus dedos y el hacha ensangrentada apareció en manos de Hayley. El lugar también cambió, cualquiera persona que había estado allí ahora se encontraba en el suelo y sin vida. La chica soltó el arma cuando escuchó una voz gritándole a metros. La risa de Dorkath comenzó a volverse más lejana y la voz del policía se escuchaba cada vez más cercana.
– Queda arrestada por…
・・・
La voz del reportero se escuchaba desde la cocina al igual que los ladridos de Kion. Un joven pelirrojo miraba las noticias con una mezcla de tristeza y sorpresa, una masacre había sido llevada a cabo de un hotel y dos personas que él conocía estaban allí.
– ¿Viste esto? – preguntó Félix cuando su esposo entró en la sala.
Austin sacudió sus manos y se sentó sobre el apoyabrazos del sofá para observar la televisión. El rostro de una joven castaña aparecía, seguido del dibujo de un extraño hombre con cuernos.
– Le dije que Hayley estaba loca, pero Lou prefirió no escucharme – farfulló Austin y sacudió la cabeza–. Yo mismo le presenté a Gwen y él prefirió irse con esa chica. ¡Nunca me hizo caso! – se quejó antes de levantarse.
– Pobre sus familiares – habló Féliz –. ¿Crees que sea prudente llamar a Morgan?
Austin alzó sus hombros para luego perderse nuevamente en la cocina, siendo seguido por un pequeño gato de color canela. Félix, observó a Kion y luego el teléfono colgado en la pared. Dudoso por qué hacer, permaneció unos minutos más en silencio hasta decidirse llamar a la pobre mujer. Marco el número rápidamente y esperó hasta escuchar su dulce voz.
– Buenas noches.
– Buenas noches, Morgan, habla Félix – su mano derecha pasó por su cabello antes de seguir –. Si, estamos bien… Lamento su pérdida.
– ¿Pérdida? ¿Cuál pérdida?
Eso lo confundió.
– Su hijo Louis… acaba de perder la vida y-
– Félix, querido… Louis falleció hace tres años, ¿Lo olvidaste?
El teléfono cayó de sus manos al escucharla, preocupado por lo que estaba sucediendo y lo que vio en las noticias. Juraba haber visto la foto de su amigo junto al lazo negro. Observó la cocina, aún podía escuchar a Austin tarareando una vieja canción y luego su mirada se desvió hacia la puerta. Había una sombra allí parada, igual al dibujo que se había mostrado en el noticiero y los golpes comenzaron.
– Austin – no obtuvo respuesta –. ¿Austin? – nada, solo silencio –. ¡AUSTIN!
Los golpes seguían hasta que el moreno apareció y el silencio reinó en el lugar. Félix sujetaba el teléfono con fuerza, observando aterrado la puerta. Su esposo se acercó para abrir, a pesar de las súplicas del pelirrojo para que no lo hiciera, y se encontró con la calle vacía. Miró hacia ambos lados y luego al suelo donde encontró un pequeño sobre color café algo arrugado y con una extraña estampa a su derecha. La giró y el nombre de Félix estaba escrito en una perfecta letra cursiva.
– Mhm… Extraño horario para entrar una carta, pero no importa – le entregó el sobre y regresó a la cocina –. ¡En veinte minutos estará lista la cena!
Con las manos temblorosas, Félix rompió el sobre y observó la carta. Había una simple frase con una clara y perfecta caligrafía. Ni siquiera estaba firmada o indicaba quien era el remitente.
– ¿Qué dice la carta, amor?
– Na-nada, no dice nada. Olvídalo, quizás sea una broma.
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