Ya mi paciencia llegó a su dolorosa y lenta muerte,
mi cordura empieza a convertirse en locura,
mi tranquilidad decidió abandonarme,
creo que solo me quedan fuerzas para respirar.
Y es que el humano que decidió cuidar de este cuerpo,
lo único que logra es llenarlo de heridas,
heridas llenas de lágrimas rojas, alimentadas por la
soledad y agobio que inspira el ser.
Ser que se comprometió a cuidar, alimentar y luchar,
luchar para que de esos labios se compartan sonrisas y hermosas carcajadas.
Pero estos lo único que regalan son largos aullidos de desesperanza y arrepentimiento.
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