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Como Lluvia

{05 de Agosto}

¿A veces no tienes la impresión de que algo va a arruinar tu vida por completo?

Eso sentí yo, cuando le vi entrar por la puerta aquel día.

En el momento en que vi su rostro, me di cuenta de que algo estaba mal. A decir verdad, yo sentía que estaba mal, aunque quisiera negarlo.

-Usted tiene un tumor -dijo el doctor con voz apacible.- Usted tiene cáncer.

-¿Voy a morir?

-No lo sé. Podemos operarlo, pero las probabilidades son muy bajas. Sin embargo, usted es joven. Estoy seguro de que podrá lograrlo.

-¿Qué debería hacer?

-Por el momento, hable con su familia. Tomen juntos una decisión.

Salí del hospital caminando lento y con la cabeza gacha. Tenía veinticinco años. Tenía toda una vida por delante.

Afuera estaba lloviendo, las gotas me empapaban mientras caminaba por las calles de Madrid sin rumbo fijo. Las palabras cáncer y tumor me golpeaban de a poco, como lo iba haciendo la lluvia.

Me sentía vacío, me sentía invisible. Tenía el cuerpo tan congelado como mis emociones.

Caminé por tanto tiempo que me fue imposible decir cuánto, solo lo noté cuando el cielo cambió de gris a negro.

Para mí, aquello solo pasaba en las películas. Nunca había pensado en la posibilidad de morir. Pero en aquel momento, me sentía roto. Pensé en mi familia, en lo mucho que iban a sufrir. Pensé en los gastos médicos, pensé en el velatorio. Pensé en cómo estaba siendo una molestia para todo el mundo; cómo iba a serlo incluso después de morir.

Entonces tomé la decisión más difícil pero sin dudas la más eficaz que pude pensar.

Sabía que podía hacerlo. Era solo saltar y todo acabaría. Solo saltar.

-Amo la lluvia, ¿usted no?

Miré hacia mi derecha y solo ahí me di cuenta de que la lluvia había parado de caer sobre mí. La chica me miraba con los ojos enormes y una sonrisa mientras sostenía sobre nuestras cabezas un paraguas violeta chillón. Me preguntaba hacía cuánto tiempo había estado caminando a mi lado sin decir una palabra.

-Diría que también le gusta, por lo empapado que está.

La miré sin decirle una palabra, y ella volvió a sonreír, esta vez mostrándome los dientes. Era hermosa.

-Mi nombre es Alicia. ¿Usted?

-Javier -apenas pude articular.

-Un placer -su voz era amable- Dígame, ¿qué hace usted a estas horas de la noche caminando en la lluvia?

No le respondí, simplemente la observé. No quise imaginar mi estado, no quise imaginar la mirada desesperada en mi rostro. Ella parecía amable y feliz. Ese día sólo pensé en su rostro y como no me hubiese gustado arruinarle la noche con mis problemas. Tenía miedo de que esa bella sonrisa se borrara de su rostro.

-¿Javier?

-La vida. Es difícil.

-Ya -ella asintió alegre- Pero créame cuando le digo que uno siempre puede encontrar un motivo para vivir.


{22 de Agosto}

Ahora pienso en ese día y sonrío al pensar en lo tonto que fui con Alicia.

A veces me digo a mi mismo que era porque estaba triste, porque no la había visto nunca. Porque tenía un tumor. Pero la verdad, es que ella me había puesto nervioso.

Había acelerado mi entumecido corazón.

Lo mismo sucedió cuando entré a la tienda en busca de una bebida. Era de tarde y el viento soplaba un poco, entonces decidí salir a caminar.

Ese día me habían llamado del hospital para confirmar la fecha de mi cirugía. El doctor había dicho que según los exámenes, el tumor no había crecido, lo que significaba que tenía un uno por ciento más de posibilidades de vivir. Pero yo no quería pensar en eso.

Tomé una coca cola y me dirigí al mostrador. Mi madre me había invitado a cenar y yo respondí su mensaje mientras esperaba en la fila.

-Son tres... ¡Hey!

Levante mi rostro y me encontré con esa sonrisa hermosa. Ella estaba al otro lado del mostrador, observando asombrada. Esta vez, le sonreí de vuelta.

-Alicia, ¿verdad?

Ella asintió ampliado más sus labios. En el momento me puse nervioso, las manos me temblaron mientras le entregaba los billetes.

-¿Trabajas aquí? -le pregunté.

-Sí, es un trabajo de medio tiempo para pagar la universidad -se encogió de hombros- No es la gran cosa, pero sirve.

Quise decirle algo más, pero no supe encontrar las palabras. Quise agradecerle, porque si ella no me hubiese hablado aquel día, no sabía que podría haber llegado a suceder.

Quise decirle que había tomado una de las decisiones más egoístas de mi vida al haberle pedido su número de teléfono.

Quise decirle tantas cosas pero no las dije, solo salí de allí con su número en mi teléfono y el corazón galopando en mi pecho.


{10 de Setiembre}

-Luces hermosa.

Alicia colocó un mechón de su cabello oscuro detrás de la oreja, ruborizada. Tomé su mano mientras mis dedos rozaban su vestido blanco y le sonreí.

La noche estaba oscura, no había estrellas en el cielo pero el clima era agradable. Fuimos a comer y hablamos de miles de cosas; hoy me gustaría poder recordarlas todas.

Desde que habíamos empezado a pasar más tiempo juntos, mi esperanza de ser curado había aumentado. Me esforzaba al máximo para estar feliz, para olvidarme del cáncer.

Ya no lloraba, simplemente pensaba en ella y me sentía feliz. Pero mentiría si dijese que no me sentía culpable a veces.

Me dolía el simple hecho de pensar que tal vez mañana no podría estar a su lado; sin embargo, me estaba enamorando de ella.

Pero me dolía más pensar que ella se estaba enamorando de mí.

-Alicia...

Nos habíamos refugiado de la lluvia bajo el techo de una cafetería. Su cabello estaba mojado y su maquillaje un poco corrido a la altura de los ojos, pero aun así se veía maravillosa.

Ella levantó el rostro y me observó mientras arreglaba mi chaqueta.

-Yo... tendré que viajar por algunos días -ladee la cabeza y le sonreí.

Ella me sonrió igual y en ese momento quise llorar. Si tan solo no hubiese sido tan cobarde y le hubiese dicho… tal vez todo habría sido diferente.

-No te preocupes; aquí estaré, esperando.

Ese día la besé. Sus labios eran suaves y cálidos, hacían que me sintiera reconfortado. Pensé en cómo me gustaría poder besarla toda mi vida. Una lágrima resbaló por mi mejilla y se pegó a la de ella.

Ese fue el último día que la vi.

Muchas veces he pensado en cómo la vida es injusta. He culpado a Dios, he culpado al mundo, me he culpado a mí mismo.

Alicia me había dicho que en este mundo siempre hay una razón para vivir. Y yo había pensado que eso era imposible para alguien como yo.

Nunca me di cuenta que mi razón para vivir era ella.

Muchas veces me pregunté por qué yo tenía que vivir, por qué se me había concedido una segunda oportunidad.

Por qué el mismo día que yo salí vivo de la operación, ella tuvo que morir en un accidente de tránsito.

Me he planteado miles de preguntas para las que nunca encontré una respuesta.

Hoy, al igual que aquel día, llueve. Pienso en Alicia cada vez que eso sucede.

Para mí, ella fue como la lluvia, llegó en un momento inesperado y me empapó por completo. La sentí suave en mi piel, la sentí cálida en mis labios. Ella se coló en mí al igual que las gotas en mi camisa y dejó un rastro ahí, para siempre.

Desde ese día, espero con ansias que vuelva a llover.

21 Mayıs 2021 19:33 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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