kryzizbonny Cristina Bayona

La reina Verity entró y caminó hacia el altar en un vestido negro y enorme mientras chillaba escandalosa tras un velo de encaje. La Princesa cerró los puños mientras todos se levantaban de sus asientos. Su madrastra besó al cuerpo inerte rey Hale en la frente y se acercó a ella. -Tu padre está en un mejor lugar -dijo en voz alta abrazándola frente a todos al tiempo que la princesa Elin intentaba con todas sus fuerzas no empujarla lejos. Ella sentía- no -ella sabía que la Reina estaba tras la muerte de su padre.


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Capítulo 1 - La Heredera al Trono

Era medio día y las tabernas del reino ya estaban llenas. Voces graves entonaban canciones sobre el Rey de Lundemere mientras alzaban copas en su honor.

Bebían cerveza en sus ropajes obscuros, intentando ahogar el dolor que los reunió ahí.

A las meseras se les pegaban los zapatos al piso por los tragos derramados, al punto que un aroma dulce de cebada y miel inundaba el lugar. Muchos de los presentes lloraban desconsolados, otros habían perdido el conocimiento hacía un rato.

—Una gran línea de reyes, ¿y ahora qué nos queda?

—Jamás la dejarán tomar el trono, ¡es ridículo!

—¿¡Y qué si lo hace!? ¿Quién la va a detener? —dijo uno de ellos, tan borracho que llevaba el sombrero al revés. No era un reto, parecía realmente desesperado—¿Quién se va a atrever? añadió con voz ahogada.

Hubo un largo silencio donde se miraron los unos a los otros incómodos, intentando cortar la tensión dando un gran trago a sus bebidas.

Un grupo escuchaba silencioso la conversación a sus espaldas, llevaban las fases de la luna sobre un fondo morado en el pecho, el escudo del reino.

Uno giró hacia a sus compañeros con una mirada sombría, ellos asintieron con discreción.

—¡Me mudo a Ghelken! ¡Eso es lo que haré!—volvió a decir el del sombrero.

El músico, ajeno a toda la escena, volvió a su guitarra tras rellenar su copa con una sonrisa tímida. La tonada volvió a opacar las conversaciones. Todos se levantaron, algunos parándose en las sillas a cantar.

—¡Por el rey Hale Suntale!

A unas calles de ahí, una multitud en vestidos negros exquisitos desfiló a través de la alfombra morada.

Arreglos de flores blancas con aroma intoxicante decoraban la entrada y el pasillo del templo, así como la espada sobre la que descansaban las manos del Rey.

Rodeada por murmullos, la princesa Elin Suntale yacía en una banca respirando hondo. No estaba acostumbrada a situaciones sociales y sentía cierta presión en el pecho. La gente señalaba discreta y murmuraba. La palabra "bruja" era repetida en voz baja por diferentes labios.

Advirtió la mirada de alguien, así que acomodó su guante izquierdo. Recordó entonces el libro que pasó leyendo toda la noche. "Liderazgo y Carisma de la Realeza" Capítulo 3, Página 74. "Saludar a los súbditos incrementa la moral y confianza en situaciones difíciles. Levante la mano a nivel de su rostro y gire noventa grados. Sonría."

Elin volteó hacia la persona y siguió aquellas instrucciones. Por alguna razón el hombre solo la miró horrorizado. No fue el efecto que buscaba, quizá no lo hizo bien.

Nota mental: más grados de giro de muñeca a la próxima.

El pensar en sus libros la distraía un poco de la realidad. Ese sería el último día que vería a su padre.

Volteó de nuevo a su cuerpo. Ya no más juegos de ajedrez en los que claramente la dejaba ganar (aunque no lo hubiese necesitado), no más chistes malos en los que ambos reían al final por lo ridículo.

¿Cuándo fue la última vez que lo vio sonreír y cuánto le duraría el fiel recuerdo en su mente? Sus labios parecieron resbalársele de la boca y una lágrima cayó sobre su falda.

No. No podía mostrarse débil frente a su pueblo, mucho menos en esos momentos.

Un sonido de galope se intensificó y los presentes torcieron sus cuellos en sentido de las puertas. El coche real llegó.

Los murmullos se transformaron en la más honesta y melodiosa compasión cuando la reina Verity entró y caminó hacia el altar en un vestido negro y enorme mientras chillaba escandalosa tras un velo de encaje.

La Princesa cerró los puños mientras todos se levantaban de sus asientos. Su madrastra besó al rey Hale en la frente y se acercó a ella.

—Tu padre está en un mejor lugar —dijo en voz alta abrazándola frente a todos al tiempo que Elin intentaba con todas sus fuerzas no empujarla lejos.

Ella sentía– no –ella sabía que la Reina estaba tras la muerte de su padre.

Entre las ojeras del color de su vestido, la hinchazón de tanto llorar por varios días dejándola seca y los desvelos, la Princesa apenas podía mantener los ojos abiertos.

Hacía unas semanas el Rey había mostrado sus primeros síntomas.

Elin pasó sus días y noches en el hospital, intentando descifrar qué tenía y cómo combatirlo. Las flores en las manos del Rey solo estaban ahí para cubrir un tono púrpura en la yema de sus dedos. Una señal discreta de un envenenamiento que progresó poco a poco.

En cuanto lo notó, comenzó a trabajar en antídotos; buscó en libros de química, medicina, venenos y hasta encantamientos tanto de Lundemere como Brigase, el reino de Verity.

Se investigó y probó todo en la cocina. Nada arrojó una toxicidad suficiente para matar a alguien, lo más cercano fueron un par de papas con brotes que nunca fueron consumidas.

Experimentó con todo tipo de pociones genéricas para contrarrestar o al menos frenar los efectos, investigó sobre diversos ingredientes mágicos como cristales, sangre, plantas, huesos... pero cada antídoto requería el veneno.

El rey había muerto hacía tres noches y hasta ese día seguía sin encontrar información que le diera una pista.

Un grupo de nobles separó a la Princesa de su madrastra a empujones, todos lucían desesperados por dar sus condolencias.

—¡Mi Reina! ¡Debo decir que los arreglos son sublimes! Flores blancas ¡De muy buen gusto! Las favoritas de su Alteza, me recuerdan a las lunas de nuestra bandera.

—Lady Ordette, gracias. Fueron un regalo del rey Azure. ¡Estaba devastado de no poder asistir al funeral! —contestó la Reina.

—Las velas son exquisitas.

—Regalo de los Reyes de Arethies —dijo la Reina pavoneándose—. Las trajo el príncipe Alvare en su última visita hace unos meses, es una lástima que tuvieran que usarse en un funeral y no en una celebración.

—Su majestad, decir adiós a nuestro amado Rey... ¡Qué desgracia!

—Sir Boarel, gracias por venir. Disculpen mis nobles señores, el funeral empezará pronto —dijo la Reina y volvió hacia la princesa Elin—. Siento la interrupción. Sé que este no es el lugar, hija querida.

—No soy tu hija. —dijo la princesa Elin en un tono hostil.

—Mañana tienes una junta con los Antiguos. —continuó la Reina con la misma voz melosa.

—Ya lo sé.

Era una reunión pre-coronación.

Se acordaría la fecha, se discutirían las obligaciones y se arreglaría un matrimonio, pues en Lundemere la dualidad de una pareja era importante.

¿Se casaría sin amor solo para obtener la corona?

Sí, ¡claro que sí!

Su padre amó demasiado y ahora estaba muerto.

Elin pensaba de una forma más práctica. Su reino tenía muchas reglas en cuanto a tomar el trono. Recordó haber leído la ley a sus doce años y el dolor de cabeza que le ocasionó, pero de algo estaba segura, el matrimonio era obligatorio antes de la coronación, así que casarse con cualquiera solo para ser la reina oficial de Lundemere lo más pronto posible le parecía un buen plan.

Asumía que ningún noble de su reino siquiera consideraría desposarla. Sí, ese matrimonio traía poder y la posibilidad de tener un heredero en el trono... pero al lado de ella, no tanto. La Princesa tenía "cierta" reputación y una aceptación solo del 20% entre los ciudadanos, según las últimas encuestas.

Era probable que sus pretendientes vinieran de los reinos amigables más cercanos. Su mente fue de inmediato al rey Azure Unteer de Ydrienad pero se reprendió. ¡Actuaba como una chiquilla!

Azure Unteer era el soltero más codiciado de los reinos del oeste y quizá del mundo. Tenía el cabello rubio y rizado como si estuviera agitado por el viento y a la vez, justo donde debía estar. Su piel ligeramente tostada por el fuerte sol de Ydrienad le resaltaba los ojos azules claros.

Su sonrisa permanente y cuerpo musculoso conquistaron los corazones de muchos en el torneo de las espadas, y los reconquistaron hacía unas semanas en una visita diplomática a Lundemere. La reina Verity se encargó de que Elin no coincidiera con el Rey, aunque la Princesa logró hablarle en su cena de bienvenida y encontrárselo casualmente (tras semanas de planeación por parte de Elin) en los establos antes de que se marchara.

Y es que después de enfrentarlo en el torneo de las espadas de los reinos del Oeste hacía unos meses, no pudo resistirlo.

Su historia era trágica en verdad, llegó al trono después de matar al pasado Rey usurpador de Ydrienad, vengando así el asesinato de sus padres. También reconstruyó la paz y reparó los lazos de amistad con el resto de los reinos... pero debía detenerse, de nada le servía fantasear en esos momentos. El rey Azure ya tenía un reino a su cargo y si quisiera casarse para unir a otro reino, no sería el diminuto, montañoso, austero, irrelevante y frío Lundemere.

Un pretendiente posible era el príncipe Lucien Detinue de Ghelken, el reino hermano. Había visto al Príncipe cuando ambos tenían cuatro años y en algunas ilustraciones.

Ghelken se ubicaba al sur de Lundemere. Eran tan cercanos en distancia y relación que se veían casi idénticos. Con todo eso y que el padre de Lucien, el rey Aurie fue el mejor amigo de su padre, le sorprendía que no los hubieran comprometido en el momento de su nacimiento.

Si no existía ese contrato con Lucien, tal vez la princesa Worhel Unteer de Muscraine, o alguna de sus hermanas podría ser su esposa. Worhel era prima lejana de Azure de Ydrienad pero Muscraine era un matriarcado total, solo las mujeres podían tener posiciones de poder y solo podían casarse entre ellas.

Para tener descendencia o si alguna de las reinas tenía otra orientación, se aceptaba el uso de concubinos o adopciones.

La princesa Elin no tenía una idea certera de su orientación personal, nunca había estado en una relación o siquiera besado a alguien pero podía decir que se sentía en el medio, puesto que por un lado le gustaba Azure de Ydrienad y por otro, era justo lo que sentía por el personaje ficticio femenino "Dalaria" de su saga favorita "La Paladín de Diró". Aunque nunca llegó a confirmar nada, fuera de ellos no había sentido otra atracción por nadie.

No sabía si el mismo concepto de matriarcado se podría aplicar en Lundemere. No recordaba la ley a detalle aunque sería muy útil, considerando la falta de fertilidad siendo un problema permanente en la familia Suntale y que los Unteers tenían hijos por montón.

De permitirse, esa unión podría acabar con el mayor problema que enfrentaba la monarquía en su reino.

Existían quizá más pretendientes pero como su vida social era casi nula, no tenía idea de otras posibilidades. En realidad, cualquier arreglo sería mejor que seguir viendo a la (no por mucho) Reina.

Con ella exiliada, tal vez la opinión general sobre Elin cambiaría y podría vivir una vida normal donde nadie la tratara como una peste. No más rumores, no más críticas, quizá hasta le querrían y respetarían como a su padre.

Cuando la luna se alzó esa misma noche, tomó una vela, una tetera con manzanilla y fue al cementerio en su camisón. El pasto fragante se sentía húmedo bajo sus pies desnudos.

Por fin estaban solos. Se arrodilló ceremonialmente mientras servía.

—Tu favorito —dijo con una sonrisa amarga—. El té de reyes y reinas.

Por alguna razón se sentía nerviosa, como si él estuviera ahí mirándola. Suspiró, no era fácil. Todos esos años se había mantenido callada pero era tiempo de terminar con eso.

—Necesitamos hablar, padre. Nunca pensé que Verity pudiera lastimarte. Debí confesar cada rumor, cada acción en contra mía, tal vez entonces estarías vivo... no lo sé. —sintió un escalofrío. ¿Sería eso una señal de su presencia?

La roca no le respondió. Ella contempló su taza, tres pedazos de pétalos blancos y polen flotaban alrededor.

Aunque fuera tradición antes de la coronación; una mini reunión con té y refrigerios en una plática entre el cambio de poder, el té de manzanilla no era de su gusto, así que se lo terminó de un trago rápido.

Le sorprendió que no era tan malo como recordaba, quizá era señal de madurez, y es que ahora más que nunca necesitaba serlo.

—No voy a matarla —continuó ella—. Sé que despreciabas la venganza sobre todas las cosas, así que solo la mandaré lejos, a algún lugar donde no tenga que ver su traicionera y asesina cara.

No sé qué planeaba con tu muerte, no sé si fue un movimiento estúpido de su parte o lo que me aterra más, que sea tan perversa que no puedo siquiera imaginar... ¡Pero te aseguro que nada malo me pasará! —dijo instintivamente, solo que él ya no estaba ahí para detenerla—. Querido padre. Te extrañaré todos los días. Abraza a mamá por mí. Te amo. —tomó la otra taza y se la acabó también aunque casi la escupe de regreso. Una fue suficiente, quizá no había madurado TANTO.

Se quedó mirando la piedra por un momento, necesitaba a su mejor amigo.

Al levantarse, fue hacia las cocinas a dejar el servicio de té. Terminando de limpiar, no pudo evitar mirar un periódico en la mesita donde la listaban en la portada, entre las peores vestidas del reino.

Bufó. ¡No es como si estuviera intentando impresionar! Tiró el diario a la basura mientas hacía una nota mental de ampliar su guardarropa, y caminó alrededor del castillo hasta que estuvo segura que nadie rondaba cerca.

Cruzó el jardín y fue hacia los establos. Algunos caballos dormían, otros se levantaron asustados relinchando por el ruido de pasos a la medianoche. Intentó calmarlos y luego abrió una puerta al final del pasillo, la única que necesitaba de una llave que siempre mantenía alrededor del cuello.

A simple vista, parecía un lugar vacío pero ahí, bajo la paja se escondía una pila de huesos grandes.

—Iggy. —susurró.

La pila se levantó frente a ella como si hilos invisibles la acomodaran. Ella tocó con cariño el cráneo de aquella criatura y lo besó.

Iggy era su único amigo en el mundo. Era un caballo, sí. Estaba muerto, sí, pero también estaba algo así como ¿vivo?

Él trotó en su lugar emocionado. Elin lo cubrió con una manta hecha a su medida y sacó a pasear por los jardines del castillo. Le encantaba ir a los manzanos a correr y a masticar las frutas caídas.

La Princesa seguía sin saber si era solo por diversión o si de forma extraña se alimentaba así, puesto que el caballo ya no tenía estómago.

Iggy no fue un caballo esqueleto toda su vida, había sido tocado por la necromancia, una magia que se relacionaba con los muertos.

La verdad es que la gente en Lundemere no inventaba todo de lo que chismorreaba.

Tras encontrar unos libros en la biblioteca, Elin dominó los hechizos, pociones y sospechó de su competencia, no solo teórica en la necromancia, cuando trajo de vuelta a su caballo.

Aún tenía la mano izquierda grisácea, la marca del necromante.

Al confesar sus acciones a su padre, acordaron mantenerlo en secreto del reino por la seguridad de Elin.

Justo unos años atrás, antes de que la Princesa naciera, algunos ciudadanos de Lundemere se aliaron con otros ciudadanos del reino de Pantalla e iniciaron una guerra en contra del reino de las brujas en el norte con el fin de desaparecer la magia.

Los tíos y el padre de Elin, junto con más lundemereanos, detuvieron a sus propios ciudadanos en favor de las brujas pero hubieron muchas muertes y por tanto la aversión hacia todo lo mágico solo se disparó con ese incidente.

Sus pociones eran disfrazadas de medicinas, su mano e Iggy debían ser cubiertos todo el tiempo y Elin tuvo que prometer que no volvería a meterse con los muertos.

El rey Hale sabía que Iggy era amigable y leal aún en su nueva forma pero temía las consecuencias que podría traer un experimento similar con un ser humano, pensando que Elin intentaría traer de vuelta a su madre.

El caballo amaba a su querida hija pero era un animal y no uno destacado por su inteligencia (se mató al saltar de un precipicio para intentar atrapar una zanahoria que rodaba colina abajo), así que la filosofía del bien y el mal; el descanso eterno y la vida después de la muerte no se debatirían en su ahora inexistente cerebro.

Todo se mantuvo en secreto hasta que alguien (o como la princesa Elin sabía, la reina Verity) le contó a todos y los rumores se extendieron por todo el reino.

—Vendió su alma.

—Su falta de pureza hace que los bebés lloren cuando está cerca.

—Tiene un caballo demonio.

—Sino te comes la sopa, la Princesa te maldecirá.

30 Nisan 2021 17:49 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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