Academia Avarlon Hikayeyi takip edin

Comenzo como una casualidad.

Mis ojos simplemente acababan posandose sobre su mesa, atiborrada de comida con dudosa procedencia que la cocinera de la cafetería volcaba en el almuerzo.

Uno diría que pasaban desapercibidos, después de todo, la Academia Avarlon era tan grande que aún no conocía todas sus esquinas a pesar de llevar un año aquí. Había gente con la que nunca me había cruzado, ni me cruzaría. Pero a pesar de todo, de una forma u otra, siempre terminaba de la misma forma.

Sentado echando curiosas miradas sobre el hombro de Ryan disimuladamente.

-Oye- llamó él, agitando su mano frente mis ojos.- ¿Podrías por un segundo fingir que te intereso?

Solte una pequeña risa y me centré. Ryan era un estadounidense con padres militares, echado de su casa a las patadas y obligado a permanecer en la Academia. Mi mejor compañía desde que llegué.

-De acuerdo, hagamos eso. - respondí sorbiendo una cajita de jugo. El revoloteo los ojos apretando los labios.

-Te estaba diciendo que si vas a vestir túnica para la iniciación.

-¿No es esa la tradición?- consulte parpadeando. Tenia entendido que era la única vestimenta permitida.

-Es que este año agregaron un traje nuevo, más común. Podemos usar ese o la túnica. - dijo sin demasiados detalles.- Pero voy a usar la túnica. Vi el traje y parece sacado de una serie de fantasía.

-Esas cosas te gustan.- acusé aplastando el recipiente de cartón. Volvi a mirar sobre el hombro de Ryan, pero ya no estaban ahí. Gire buscándolos alrededor, en vano.

-Lo que pasa es que la túnica es lo más usado, ¿y si solo yo voy con el traje? Seria un hazmerreír.- prosigio él agitando las manos con una mueca.

-Podrias preguntarle a alguien más que va a usar. Digo, no soy el único ser humano aquí.

-No me gustan los demás.- chasqueó la lengua echándose para atrás. Incluso haciendo la mueca más desagradable en su rostro se veía bien.- Y quiero vestir lo mismo que tú en el Sabbat.

Sabbat. La iniciación de la Academia Avarlon. Era aterrador solo imaginarlo.

Todos los estudiantes que no fuesen de primer año tenían totalmente prohibido darnos alguna información del tema. Los acontecimientos eran confidenciales, generando una ansiedad masiva en los estudiantes. Después de un año se llevaba a cabo en los jardines del lugar, y luego de eso, tenias acceso a las áreas restringidas, a pasear por el bosque, y salir al anochecer. Era como si subieses de rango. Después del Sabbat, no podías abandonar la Academia.

-Entonces, ¿tienes idea de algo...?-insinue inclinandome para adelante, me generaba una sensación de malestar tocar el tema en voz alta.

Ryan negó seguidamente haciendo un puchero, encogió los hombros con aire despreocupado.

-Seguro nos van a avisar en cualquier momento.

La inquietud del Sabbat entre los de primer año era notable, volaban susurros y miradas significativas. Casi podía palpar el nerviosismo con los dedos.

-Chicos.- una voz familiar nos hizo levantar la cabeza. - Aquí estaban. ¿Aún no se desmayaron? La enfermería está bastante llena.

Dee era el único de segundo año que nos hablaba, o más bien, no ignora nuestras existencias. Era como una regla no tácita evitar a los de primero.

-Bueno, me tengo fé.- confeso Ryan echándose flores con una expresión arrogante.

-Por supuesto que sí.- rio entre dientes apoyándose contra el respaldo de mi amigo, frente a mi, y clavó sus orbes en los míos. Dee podía tener una personalidad bastante tranquila y simpática, pero cuando te miraba a los ojos, sentías que te infundía presión, intensa y profunda. Así era su mirada, un poco incómoda. Como sí te desnudase.

-¿Y tú, Eider?

Me achique un poco intimidado. No sabía por qué, pero los mayores tenían ese algo que me generaba precaución.

-Espero que todo resulte bien.- pedí, fue casi un ruego. Sus ojos celestes se dilataron y yo retrocedí.

-¡Será así, no lo dudes! Esperenlo con ganas, este año preparamos muchas cosas. Probablemente nunca volvamos a tener un Sabbat como este.

Sus palabras estaban bañadas en doble sentido, como si fuésemos a entenderlas. Ryan y yo intercambiamos una expresión desconcertada, y Dee le palmeó el hombro.

-Sigan así. Les ira bien. Nos vemos pronto. - se despidió agitando la mano y desapareció por el pasillo hacia las escaleras de los de segundo.

Solte un suspiro teñido de angustia. Me palpitaba el corazón con malas sensaciones sobre esa noche.

-Quita esa cara amarga. Hay que emocionarnos, si fuese algo tan difícil Dee no se vería tan... Dee. Enserio, no hay de qué preocuparse.

No dije nada, se estaba consolando a sí mismo.

La iniciación se hablaba desde el primer día. Una vez apartados del mundo exterior, en aquel lugar perdido entre las montañas, el discurso de bienvenida incluía el Sabbat y la importancia de este. El orgullo de la escuela, el rito de iniciación. Y los rumores no hacían más que empeorar la imagen del evento. A veces susurraban cosas humillantes, o peligrosas. Para adolescentes de casi catorce años resultaba ensordecedor. Y es que uno ingresaba a la Academia solo pensando en prestigio y élite. Pero al final tu permanencia era decidida por el Sabbat.

...

-De acuerdo. -Ryan lucia como si estuviese a punto de desfallecer, toda la confianza reunida en el almuerzo se había esfumado. - No nos dieron nada de información en todo el día. No se que esperar.

-El rito será al anochecer. Pero eso era lo más probable.- dije terminando de abrocharme la túnica. Era negra y lisa, me llegaba hasta los tobillos. Debajo, vestía pantalones y camiseta negras. Eramos dos delgados y asustados niños preadolescentes esperando al borde de la ventana alguna señal sospechosa.

Ryan comenzó a caminar en círculos mordiéndose los nudillos, empeoro mi ansiedad e intenté golpearlo desde mi posición en la cama.

-¿No deberíamos ir afuera o buscar a Dee?

-Oye. Si tuviésemos que hacer algo en específico nos lo habrían dicho. -Determine. Pero a decir verdad el silencio de los mayores era pavoroso.

El reloj sobre mi mesita de luz se burlaba, a medida que las manecillas cumplían su rutina, comencé a pensar que tal vez no había tal Sabbat, y todo era una broma para reírse de nuestro miedo.

Le planteé la teoría de último momento a mi amigo, pero Ryan vomitaria si seguía hablando de la iniciación.

Cuando sonó la campana de las doce en el exterior, su eco bailo fantasmal y siniestro. Casi sentí que el mundo se detuvo un instante. Ambos dejamos de respirar y clavamos las miradas en la entrada de mi habitación, expectantes.

Pero poco a poco, decepcionados, fuimos atacados por el sueño, y Ryan, harto, se fue a su habitación maldiciendo en varios idiomas.

En la soledad del cuarto, me reí sin gracia de lo estupidos de debimos haber lucido con nuestros traseros temblando por algo que era una invención.

Me eché sobre la cama sin cambiarme y clavé la mirada en el techo. ¿De verdad era todo una mentira? El reloj marcó las doce y veinte, suspiré. Realmente Dee jugo bien sus cartas echandonos leña en la ilusión y terror que eramos esa mañana.

-Estupideces.- masculle en medio del silencio penumbroso. Me dormí con los pies fuera de la cama y el reflejo de la luz nocturna exterior.

De repente, un sacudón me arrancó el sueño. Cuatro, cinco, no, seis manos me atacaron en la oscuridad. Sacudí, rasguñe y golpeé como pez fuera del agua, aun asi lograron sostenerme y cubrirme la cabeza con una bolsa.

Me palpito el cuerpo entero con furiosidad y adrenalina, aterrado. Solte gritos rogando que me dejasen. Fui alzado y perdí la noción del espacio y direcciones. Agitado, intenté repasar los hechos. Estaba en mi habitación durmiendo, eso es lo último que recuerdo. ¿Era el Sabbat?¿Podía ser? Ahora solo me quedaba esperar y descubrirlo.