uncronopio Frank Verlaine

William Dunsany, un joven recientemente desahuciado por la muerte de su madre, es movido, por causa de sus delirios, a cometer terribles actos.


Korku Gotik korku Tüm halka açık.

#cuento #cuentodehorror #cuentodeterror #terror #sobrenatural #gótico #edgarallanpoe #horrorsobrenatural
Kısa Hikaye
0
314 GÖRÜNTÜLEME
Tamamlandı
okuma zamanı
AA Paylaş

El Suspiro Eterno.

(Lo siguiente es un extracto de la última carta enviada por William Dunsany, y cedida voluntariamente por el destinatario, Julius Ferdinand, al ayuntamiento de Scotland Yard en calidad de colaborador).


Si pudieras estar junto a mí en este momento, sabrías que no exagero. Julius, la naturaleza de ciertos eventos no se puede simular. Pero déjame que te cuente lo que pasó hace horas en Pompy. Lo tengo tan fresco que a veces creo que lo vivo de nuevo, ¡y con los ojos abiertos! Dios me libre, querido amigo. Por eso te escribo. Si lo arrojo sobre el papel, quizás desaparezca.

Sucedió anoche. La casa estaba en la penumbra más absoluta. Los demás se habían dormido temprano, incluso Catalina. ¡Mi hermana durmiendo antes de las diez! Pero que no te distraigan las exclamaciones. El lenguaje escrito puede ser muy confuso. Cómo bien digo, el mejor escenario posible para mi relato sería en tu magnífica presencia. Temo que la frialdad de las palabras pueda influir negativamente en tus opiniones. Te necesito de mi lado, Julius. Pero prosigo.

Ya me preparaba para irme a la cama. Los arabescos horribles de Las Mil y Una Noches se revolvían con vivo fervor bajo el blanco paisaje de las páginas, pero ya no me cautivaban. Bien sabes que desde la muerte de mamá ya nada me cautiva. No faltan las noches en las que siento que la casa, a pesar de sus demás ocupantes, es tan enorme cómo un país, y me pierdo sin remedio. Subo y bajo maquinalmente, y voy a dónde me llevan las piernas. Mi cerebro parece haberse contagiado del mismo mal que mi corazón, y las complejidades del duelo me ponen meditabundo.

Ya sé lo que estarás diciendo, Julius. Que un año es más que suficiente para cerrar una herida, y todos esos argumentos farmacéuticos que son tan típicos en tu arsenal. Pero te desafío, amigo mío. Te propongo que pongas a prueba tus salmos en un contexto cómo el mío, y probablemente veas cómo tus castillos se vienen a pique. Su lápida brilla todas las noches, y lo hace siempre bajo mi ventana. ¿Y cómo dejarla ir, si parece que cada noche me está llamando con su voz muerta?

Pero bien, continúo: me desvestí con pereza, apagué las lámparas y me dejé caer dentro de la cama. Todos los elementos estaban en orden, también la melancolía. La conmoción nunca llega a un punto álgido. No obstante, en algún momento puede suceder. No lo descarto. En cualquier caso, dejo en claro que mi semblante no ejerció ninguna influencia sobre la pesadilla que tuve casi al instante en que mis párpados se cerraron. ¡Ninguna, Julius!

Hablando de esta abominable experiencia: muchos de sus pasajes, porqué sucedió por etapas, fueron delirios de una naturaleza tan extraña y onírica que no podrían ser descritos con palabras; espantosos, acaso, es el sinónimo más apropiado. Y ni siquiera eso. Hay sucesos que no pueden ser simplemente descritos, y no seré el primero en hacerlo. Usa la imaginación, por favor.

En esta fantasía —¿qué otra cosa, si no?— me iba abriendo paso a través de numerosos corredores, desesperado. Aquello era una persecución, y el repiqueteo de mis pies desnudos evolucionaba cómo el eco de un relámpago por los cavernosos pasillos de madera. A dónde me dirigía, solo lo sabrá Dios, amigo mío.

Lo cierto es que, mientras corría sin dirección aparente, alguien me pidió que pare. Una voz femenina. Érase suave y bella, con todos los colores de la poesía. La voz más bella que había oído nunca jamás. Y lo más extraño, aunque no la conocía, me resultaba tan conocida cómo mi propia imagen sobre el espejo. Cuán peculiar, ¿no, amigo?

Entretanto, aunque había dejado de correr, no me había detenido. Mi derrotero me depositaba frente a una puerta custodiada por un horrible gólem. ¿Recuerdas el totémico que nos trajiste cuándo volviste de tus viajes en la lejana China? Ese mismo.

Abría la puerta de un tirón, y me dirigía al patio. Una extensión verdinegra infestada de todo tipo de sombras y muecas nocturnas. ¡Mi propio patio! La facultad más abominable de mi pesadilla era su facilidad para deformar objetos del mundo material. Todos estos elementos conocidos aparecían difuminados, transfigurados en copias grotescas. Todo cuánto era horrible se reunía en el oscuro torbellino del mal sueño. ¡Y cuánto era! Es ridículo cuantificar lo espantoso, y no lo haremos, amigo. Solo agregaré que nunca volví a ver algo tan profano cómo aquello.

Me bañaba el sudor y mis ojos no podían, o no querían; no podían abrirse. Mis ojos no veían la realidad tangible. No eran capaces. Querido Julius, ¡qué delirante!

Mis ojos se hallaban poseídos de la locura. Pero, extrañamente, de un momento a otro podía abrirlos. Estaba nuevamente libre. Sin embargo, era una libertad distinta a todas las conocidas.

Cuándo ya me creía libre, la voz entró nuevamente en escena. Hubieron sutilezas. La exaltación dejó de afectarme, diríase que había perdido su matiz perverso. La voz habló de nuevo.

Era cálida, una súplica acompañada del extraño y tribal sonido de un tambor. Una voz ritual y sopesada, tranquila, pura. Nunca había oído cosa semejante. La paz y la seguridad se reunieron sobre mi pecho, y por primera vez durante este horrible período dejé de llevarme por el miedo.

He aquí otra de sus particularidades: las inflexiones de esta voz me recordaban a un corazón. Era como el latido de un corazón, dilatada y fluctuante, como un eco reverberando en cúpulas interminables. Verdaderamente espeluznante. Llegado cierto punto, la voz comenzó a declamar una suplica, un ruego, un lo que sea que no comprendí en su momento.

Ah, Julius. ¡Ojalá no lo hubiese comprendido nunca! Pero no contaba con el dominio de mis facultades, no sabía lo que estaba haciendo. ¿Cómo hubiese podido? Empero, no me justifico. Solo digo que, bueno, de haber tenido oportunidad de saberlo, probablemente habría hecho todo lo contrario. No te dejes llevar de lo que digan. ¡Pese a todo, soy un tipo íntegro!

Pero prosigo.
De repente, y sin aviso, me encontraba cavando sin descanso, atravesando piedra y húmeda tierra. Poseído por un impulso más fuerte y más grande que la vida misma.

Pronto. Cada vez más cerca. Por fin tocaba madera. La voz persistía con su empeño y me arrastraba hacia el confín de un ataúd. Entonces, la tapa se deslizaba con un graznido estremecedor. Y el corazón me galopaba brutalmente, ya se salía de mi pecho.

Llegaba por fin al destino que esa voz misteriosamente familiar me tenía preparado. Después silencio. Solo silencio. La voz me abandonaba al mismo tiempo que recogía aquel cuerpo.

Querido Julius, te conozco mejor que nadie. Sé que no hay espantajo que te asuste, y que eres capaz de proezas que pondrían de rodillas a la mayoría. ¿Habrás soñado en algún momento con imágenes tan atroces? En cualquier caso, y en honor de tu buen gusto, me disculpo de antemano.

No quisiera influirte, aunque sé que no lo haré. Sin embargo, es propicio dejar en claro que no te escribo con motivo de provocarte impresiones horribles o mermar la templanza de tu espíritu; si lo hago, es para participar a otro de mis dificultades. Y es que lo que hice, no tiene perdón de Dios.

Efectivamente, sé lo que hice. Pero continúo, ¿está bien? Si te conozco como creo que lo hago, sé que rara vez estás de humor para disculpas. No obstante, me sentí obligado de hacerlo. Más por ti, que por mí. Si mis hórridos sueños, transcritos a través de esta carta, te provocan pavor, te aseguro que es por causa de un efecto indirecto. No te pongo a prueba, amigo mío. Necesito de tu apoyo.

Continuando el relato: ahora caminaba. Arrastraba el cadáver por la extensa superficie del patio, y nos dirigíamos al grandioso árbol de ciruelas, aquel ciruelo. ¿Recuerdas el ciruelo, Julius? Papá solía decir que esa hermosa planta tenía más valor que toda la finca. Esos eran buenos tiempos, tiempos en los que el mundo empezaba y terminaba dónde nuestros problemas infantiles.

Caminaba hacia el ciruelo. Y de repente, ¡la mañana!

Era de día y estaba despierto. Y el cuerpo me pesaba. Y los ojos me dolían y el aliento apenas acudía a mis pulmones para suspirar pesadamente. Mis manos se cerraban sobre la solidez de una pluma. Todo en lo que podía pensar se reducía a ti, querido Julius. El delito era irremediable, y el simple hecho de que tengas esta carta entre tus manos, es una prueba de ello.

Por qué se muy bien que no ha sido un sueño. No, Julius. Si escribí esta carta es para confesarte, mi amigo, que he cometido un crimen; mejor dicho, una blasfemia. Y no hace falta entrar en detalles, ¿no es cierto? Ambos sabemos, aunque las palabras no puedan expresarlo de forma directa, que he cometido el pecado más grande que podría cometer un hijo.

No busquen su cuerpo. Solo entiendan.




Fin.

16 Şubat 2021 05:24 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
1
Son

Yazarla tanışın

Frank Verlaine En este perfil amamos los gatos y el horror ❤🐱😈

Yorum yap

İleti!
Henüz yorum yok. Bir şeyler söyleyen ilk kişi ol!
~