Se ahogaba, otra vez, a decir verdad ya no le extrañaba, ese golpe en el pecho, esas ganas infinitas de aire limpio... Ya las conocía, eran viejos amigos, en su ciclo infinito acababa ahí siempre con desidia, pena y esperanza discutiendo en su cabeza a gritos como un mal programa de televisión. Lo que realmente le dolía era que el aire limpio si llenaba sus pulmones, caminaba por el viejo sendero al fin, protegido por sus pinos, incluso el cielo había decidido por una vez seguir su estado anímico y, llevando la contraria al hombre del tiempo, unas nubes se empezaban a arremolinar allí arriba.
"Las nubes van pasando
por el cielo lentamente
y siento que en mi mente
eso es lo que he pensado,
en el camino sólo nubes
lejanas que te equivocan
pues las ves y no intuyes
cuan lejos realmente están.
Parecen de suave algodón
y son del agua más fría
que tempestades traía
si las pensabas de más."
Los versos fluyeron de su boca y de golpe se detuvo para garabatearlos maldiestramente en aquella libreta vieja. Siempre la traía consigo, al fin y al cabo esos pobres versos iban a ser su único consuelo. Los releyó pensando que era una pena, quizá en otro tiempo podría haber vivido de escribir: "no quedan poetas, nadie entiende tan siquiera la esencia de un poema hoy en día. Solo hay que ver la sección de poesía de las librerías, alguien debería enseñarles que si no rima como mucho es prosa poética... Y a veces ni ahí llegan".
La afirmación pronunciada en voz alta para los árboles reactivo todo lo que había dejado en el poema, y sabía que no era buena idea seguir ese curso de pensamiento pero, a estas alturas, si con ello conseguía dolerse para escribir más prefería coger ese camino tan conocido.
Miró al cielo de nuevo, realmente deseaba que lloviera, al menos el agua se llevaría algo de su mal, siempre lo hacía. Aunque pensándolo brevemente puede que eso ya no sirviese, antes el mero hecho de estar en un camino lo hubiese calmado, ahora era solo un paliativo que acababa en horas dando vueltas para no volver. Porque si algo no quería por encima de todo era siempre eso, volver, daba igual realmente a donde le tocara volver, si estaba mejor o peor allí, simplemente odiaba dejar el camino a medias en vez de seguir y seguir hasta... Daba igual, mejor si no se llegaba mas que para seguir, mejor si no había un hasta.
Un trueno lo trajo de nuevo al mundo, como si hasta el cielo le dijese que era mejor no pensar imposibles.
"El trueno suena a lo lejos
las nubes se arremolinan
y llegan a do caminan
sólo los pensamientos.
En el canino hay truenos
que reverberan con vehemencia
y aun después de perdidos
quedaron en mi consciencia.
Martilleos incesantes
que por la noche despiertan
y no dejan que duerman
las realidades de más"
Otra vez los versos llegaron y otra vez tuvo que detenerse a escribir para dejar aquel segundo plasmado: aunque fuese para si mismo, aunque a nadie le importara, aunque no quedaran más poetas, aunque sólo fuera un acto de esa estúpida fe que siempre amenazaba con irse pero que aún quedaba, aunque fuera en contra de lo que creía... Era como un impulso divino, como una necesidad, los escombros que quedaban para que se agarrara y sobreviviera al mar, al mundo.
Lo sobresaltó una luz y al mirar un rayo se dibujo en el cielo.
"Centella, relámpago blanco,
el cielo haces brillar,
pero como es de esperar,
no brilla si das al blanco.
En el camino me caerán
a mi siempre los perdidos
y yo veré como callan
y entumecen mis sentidos.
Esos relámpagos fuertes,
esos golpes amigos
que dejan a los negros
colores luego atacar"
Se quedo en silencio todo un segundo, supo que el poema estaba acabado al fin. Pensó para si mismo, mientras escribía, el comentario que más odiaba: es... deprimente. Sintió que estaba completamente equivocado, era romántico, pero eso era mucho pedir que lo dijese alguien aparte de él.
Como si sus versos no fuesen bastante volvió a recitar, esta vez a alguien mejor que el. Quieto, habló a la tormenta del cielo.
"Llevame por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!"*
Se dio la vuelta y empezó a caminar de nuevo, esta vez rumbo a casa. Ya no le quedaba nada que decirle al viento, nada que escribir... Por desgracia debía volver. Sus pasos se hicieron pesados y sintió alguna gota distraída caer sobre él, como una caricia tardía o un pobre consuelo que le daba el cielo por sus versos. Sólo susurro un pensamiento antes de ponerse la mascara y entrar en el pueblo: "Es el mejor pago por unos versos que podría desear". Hoy, aunque fuese solo por lo que quedaba de día, no importaba la ansiedad.
_______
*Son los cuatro últimos versos de la rima LII de Bécquer
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