kevin-torres1585529950 Kevin Torres

Nibiru muestra la destrucción del mundo de manera metafórica, filosófica y romántica mediante tres faces celestiales.


Dram Tüm halka açık.

#cielo #infierno #drama #romance #sufrimiento #conocimiento #entenfimiento #salvación
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El cielo en el infierno

Vengo de un mundo donde el bien y el mal están equilibrados perfectamente y no hay rencores, por lo que por muchos es considerado el mundo ideal. Debido a eso los elegidos, por primera vez, fuimos enviados a otros lugares para brindarles nuestro conocimiento del equilibrio, sin embargo, la manera de hacerlo era complicada.

Por desgracia, a lo largo de la historia y de las generaciones el conocimiento ha sido mal informado por otros, tanto que ha confundido y distorsionado el equilibrio y el sentido del poder de la vida. Por eso esa razón he tenido que venir a este mundo en la forma material de los humanos con el fin de analizar este lugar, conocer y entender para después tomar la decisión de qué hacer con este mundo, ya sea perjudique o no.

Un ente invisible me acompañaba, lo sentía fácilmente, siempre estaba atrás de mí, pero no sentía que me vigilaba, sino más bien sentía que era una combinación del destino causal y la suerte. Cuando puse un pie en este mundo, allí estaba el ente justo en mis talones, me acompañaba mientras subía al vehículo que me dirigía al lugar exacto donde llevaría a cabo mi plan para conocer y entender el mundo. Me acompañó hasta sentarme en un asiento cualquiera mientras miraba a mi izquierda, a través de una ventana, el hermoso panorama de ese día, el elixir del cielo y de los árboles estaban en su esplendor, las nubes eran esponjosas y el cielo completamente azul, su combinación relajaban mi vista y mis emociones, además de que sentía una energía diferente.

Después de bajarme del vehículo, me dirigí hacia ese lugar planeado que es un lugar donde edificios pequeños y los árboles juegan a ser tranquilos mientras prestan y brindan espacio y comodidad a personas de casi todas las edades las cuales tienen que pagar para saber cosas que son gratis.

Al entrar al lugar un plano de pasto verde me acogió el camino para adentrarme con las personas que salían por todos lados, de todo tipo, tamaños, colores y emociones. Sin embargo, dentro de todo eso ahí estaba Manu dirigiéndose hacia a mí, el cual por alguna extraña razón lo conocía y él a mí.

—Hace tiempo que no sabía de ti —levantó su mano para saludarme.

—Digo lo mismo —entrecerré mis ojos y moví la cabeza levemente—. Creo que ya nos conocemos, pero me cuesta hacer memoria.

—Lo entiendo —agregó—. A todos nos cuesta adaptarnos cuando apenas iniciamos.

—Creo que ya te recordé un poco —asentí—. ¿Cómo vas con el octavo arte?

—Ayer tuve una batalla —respondió—, creo que voy mejorando.

—Eso me alegra, es bueno. Llegarás lejos.

—Si. Algún día seré el mejor del mundo —agregó.

—No digas eso —fijé—. Eso no existe, sólo sigue tus ideologías, eso es más satisfactorio que intentar hacer algo que no existe.

—¿Pero por qué? —puso cara de asombro combinado con angustia.

—Se que son palabras duras, pero confía en mi —agregué—. Cuando seas grande lo entenderás.

Manu miró fijamente a su derecha por cuatro segundos pensando en si decirme o no algo y luego suspiró.

—Cuando yo rapeo hablo de lo que siento —levantó y movió sus manos a la altura de sus hombros mientras me miraba—, no de lo que presiento, es por eso que aún no me asiento en estos cimientos…

—Y lo único que necesitas es un buen conocimiento —interrumpí.

—No era lo que iba a decir —bajó sus manos—, pero no estuvo mal.

—Tu tampoco lo haces mal —agregué—. Tenías sintonía y movías tus manos.

—Cuando me meto en el papel, suelo hacer eso.

—Algún día me gustaría hacer eso —moví las manos como lo hacía Manu.

—Si, bueno creo que la gente nos está mirando extraño —miró alrededor—. No es por abandonarte, pero tengo que ir a otro lugar.

—Si, está bien —levanté mi mano para despedirme de Manu.

—Espero que podamos hablar otro día —agregó.

—Si, claro mientras tanto no dejes de hacer lo que te gusta y la próxima vez intenta hacer algo como si fueras un artista de verdad porque sé que algún día lo serás.

—Lo intentaré.

Se despidieron sin saber cuándo se volverían a encontrar.

Seguí caminando y mi instinto me llevo adentro de un pequeño edificio donde las personas se juntan para hablar de teorías nacidas de la curiosidad y que nadie se atreve a comprobarlas. Me quedé sentado en un asiento mirando a través de la puerta que era transparente, así podía fijarme cómo era el tipo de personas de ese lugar. Era difícil, pero a la vez fácil entenderlos, porque mientras los analizaba, escuchaba lo que me decía el panorama. En poco tiempo me di cuenta de que eran esclavos de su libertad, ellos mismos lo decían muy dentro de sus subconscientes con otras palabras.

—Si me hubiera tardado más, lo hubiera hecho más rápido… —escuchaba—. Cuando me muera yo te aviso...

Podía sentir y ver el adoctrinamiento de dominio con todos esos objetos materiales. Conocer este mundo y a las personas no fue tan difícil después de todo. Creía que había sido todo, pensé que mi decisión ya estaba hecha y aun me quedaba mucho tiempo de sobra.

Quería conocer más el entorno, pero a la vez ya quería irme y abrí esa puerta de salida, el viento toco mi cara y de pronto podía ver y sentir a las personas de otra manera, miraba un panorama distinto al que observé cuando llegué por primera vez, mi instinto ahora me decía qué hacer y poco a poco perdía mi frágil sentido de observación.

Y allí estaba ella, con ese bolso color rojo con negro y de vestimenta oscura sentada mirando a sus iguales y pensando tal vez en el hubiera, era como si de algunas de mis vidas pasadas la hubiera conocido, sentía una energía que me atraía hacia ella, sentía que debía conocerla y mi instinto me hizo mover las piernas de humano e improvisar haciendo lo que sintiera sin importar que nunca fui bueno para la comunicación y siempre tuve miedo a la incertidumbre.

—¡Hola! —me dirigí hacia ella— ¿Puedo sentarme?

—Si —dijo sin mírame—. No tienes que preguntar.

—Está bien, es solo que aún no me acostumbro a cómo reaccionaría la gente. Sólo esperaré a un amigo.

—Si, está bien —siguió en lo suyo.

—En realidad no espero a alguien —interrumpí el silencio incomodo—. La verdad es que te observé un poco triste y tenía curiosidad.

—¿En saber por qué estoy triste? —me miró.

—No, en saber qué se siente conocer a alguien triste.

—¡Qué raro! —dijo fríamente—. parece que no eres de por aquí.

—Si, pues el mundo es raro.

—¿Y por qué supones que estoy triste?

—No hay peor ciego que el que no quiere ver y no hay peor sentimiento que el se finge sentir.

—Voy a hacer como que te entendí —puso cara pensante—. Y no, no estoy triste.

—¡Ah! dijiste una mentira —asentí.

—Ahora crees que miento —volteó su cara a otro lado—. Si sabes que estoy triste y que miento ¿por qué me hablaste? —me cuestionó mirándome—. ¿Qué sentido tiene saber de mi si ya lo sabes todo?

—No lo sé todo y no pretendo saber todo de ti.

—Entonces, ¿por qué estás aquí hablándome? —cuestionó un poco tensa.

—Tenía miedo de que fueras una engreída como la mayoría de las personas aquí, pero hay algo diferente en ti —la miré— Sé que suena como de película, es solo que es difícil de explicar.

Ella me miro extrañamente intentando comprender mis palabras y el sentido de estas, pero no encontraba respuestas ni salidas para escapar.

—No es lo que piensas —aclaré junto con mi expresión corporal—. No intento llegar a algo contigo.

—Si, eso dicen todos.

—Si, eso creo —miré a otro lado y me levanté—. Tal vez es mejor que me valla. No quería interrumpirte.

—¿Quieres caminar? —interrumpió mi primer paso de retirada.

Los árboles y la iluminación del sol nos acogían los pasos que dábamos entre lentos y rápidos mientras la comunicación fluía, era como si ya hubiera estado ahí desde hace mucho tiempo. Era extraño porque actuaba como uno de ellos, cuando me enseñaron a que no debía hacer cosas así con el fin de no distorsionar mi equilibrio interno. Sin embargo, ella no me desequilibraba, sino más bien me ayudaba a conocer el mundo que creía haber conocido en unos minutos. No era tan fácil como lo pensé, mientras más me hablaba más conocía que hay más buenas que malas personas, que el mundo está dividido por miedos y religiones, que ha habido tantas guerras y aun así no conocen el infierno y que hay una carrera desesperada por dominar y controlar.

Mientras le contaba cosas de mí, me ponía pensar y cuestionar la razón por la cual estaba aquí en este mundo y precisamente con ella. Esa duda quedo a la deriva y le dejé al destino que hiciera su trabajo, mientras yo tenía que seguir dejándome llevar por el instinto que me hizo caminar y platicar en ese momento.

—Y luego me dijeron que trajera esta mochila que parece bolso y que se cuelga de lado porque lo que debo guardar es muy importante…

—¡Valla! Qué interesante.

—Disculpa si hablo mucho, no suelo hablar —aclaré—. Creo que caminar me ayuda a tener más inspiración, y más con este hermoso cielo.

—Eres muy optimista —asintió.

—Creo que eso me han dicho —sonreí—. Pero ya hablé de mí, ¿Qué hay de ti?

—Nada de otro mundo —suspiró—. De la escuela a la casa y los fines de semana al trabajo.

—Entiendo. Debe ser difícil.

La conversación se relajaba y los pasos se hacían inconscientes pensando en qué más decir.

—Aún me queda tiempo antes de irme —aseguré—. ¿Quieres seguir caminando?

—Si —respondió cabizbaja.

—¿Qué piensas? —pregunté en tono relajante.

—Tampoco estoy acostumbrada a hablar mucho con las personas.

—Creí que tenías amigos.

—En estos tiempos nadie tiene amigos ni amigas —movió su cabeza— ¡Qué ingenuo! A esos que llaman amigos solo son personas que quieren algo que tienes, no lo que eres.

—Eso sí que no lo sabía.

—Desde que la tecnología nos dominó, así funciona el mundo.

—Eso tampoco lo sabía.

—Este mundo es un asco.

—Eso si lo sabía —aseguré—. Pero no creo que sea así para siempre.

—Olvidé que eras optimista.

—No lo soy —aseguré—. Solo soy realista.

—Aun te falta mucho por conocer el mundo.

—Tal vez —asentí—. Para eso estoy aquí —miré el panorama que nos rodeaba.

—O tal vez para estoy yo aquí.

Me quedé pensando por unos instantes lo que dijo, sentí como si ella estuviera dentro de mí, como si todo el tiempo desde que le hablé me conociera mejor que yo mismo o como si fuera un acompañante de mi instinto. No quise sumergirme en pensamientos o teorías que me confundieran, solo intenté disfrutar el momento porque era algo que cualquiera en mi lugar haría.

—Vamos a sentarnos ahí —señaló ese asiento frente al pasto bajo la sombra.

—Si —nos sentamos.

—Hace mucho que no hablaba y caminaba con alguien —miró el panorama—. Tal vez me hacía falta.

—Caminar y platicar es un pequeño capricho que me puedo dar —la miré—. Y me ayudaste a tener la oportunidad. Te has ganado mi confianza.

—La confianza no se gana tan rápido.

—Es que no planeo quedarme mucho tiempo.

—Está bien —dijo con tranquilidad pensante.

—¿Ya me dirás por qué estas triste?

—No —asintió.

—Está bien, te entiendo. El humano es muy extraño —aclaré—. Vivir no sabe y morir no quiere. Solo se trata de vivir, es parte del proceso.

—Es fácil decir eso cuando nunca has sufrido —dijo en tono serio.

—Lo dices como si me conocieras —la miré fijamente.

—No necesito conocerte para saberlo.

—Eres muy astuta —aclaré—. Parece que has sufrido mucho.

—Todos en este mundo hemos sufrido y sufriremos.

—Eso puede cambiar.

—En un mundo sin sufrimiento no habría paz —se quedó pensante.

—Aún me falta conocer más cosas para entender ciertas cosas.

—Entender el sufrimiento no es difícil —dijo con seriedad y un poco de angustia—. Sufres cuando te fallan, te traicionan, te golpean, te abandonan o cuando te quitan la libertad y esperanza.

El silencio interrumpió en ese instante mientras intentaba comprender por primera vez a alguien de este mundo. No sabía qué decir ni qué hacer, mi instinto no me ayudaba y la incertidumbre aun me atormentaba.

—Y la única solución es el suicidio —interrumpió el silencio.

—Es un tema difícil de entender —la miré—. Algunos mueren salvando a otros y otros mueren sin quererlo, pero lo más extraño es que algunos mueren sin haber vivido.

El silencio y el pensamiento se volvieron a hacer presentes mientras mirábamos nuestro panorama alrededor.

—Alguna de esas cosas me sucedió —interrumpió el silencio mirando al suelo.

—Lo supuse —suspiré—. ¿Y cuál fue?

—Fue…

—No, no me digas. Lo siento —interrumpí su respuesta—. Lo que haya sido, fue un sufrimiento muy grande para ti.

—Fue el peor de todos los que te dije —aclaró—. Desde eso, todo ha sido diferente y muy difícil. Intento superarlo, peor parece ser imposible.

—No hay mucho que yo pueda hacer —sentí angustia—. Pero es bueno que digas lo que sientes.

—Es raro —dijo—. Creí que tardaría muchos años en hablar sobre el sufrimiento —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Se siente bien decir cómo me he sentido.

La abracé para sentir sus sentimientos y emociones sabiendo que sería el último momento que estaría con ella. Mi instinto y el destino me habían abandonado en ese momento, por lo que estaba seguro de que ese momento actúe por voluntad propia y sentí comprensión por alguien.

—¿Ves ese lugar? —señalé con mi dedo índice el cielo, en medio de las nubes esponjosas que hacían combinación el cielo iluminado—. Justo ahí, muy muy lejos, como no te imaginas, existe un lugar donde las casas son del tamaño de una ciudad, las paredes están hechas de montañas, todos los techos comparten la misma luz y…

El ente que siempre estuvo conmigo decidió alejarse lentamente desvaneciendo ese momento para dar un giro de 360 grados, primero enfocando al cielo y su esplendor de medio día para luego; a la mitad, enfocar la combinación del pasto verde con el día y el panorama de los edificios lejanos de la otra ciudad; a un cuarto, el ente podía apreciar a esas dos personas caminando acercándose, pero justo al completar el giro, el encuadre estaba vacío, ella y yo nos habíamos desvanecido en la incógnita del destino.

Después de dos meses el eco de ese recuerdo al pasar por ese lugar me hacía intentar entender la razón de muchas cosas que aún no comprendía. Pero ahí estaba Isis ayudándome, caminando a mi lado para saber el camino que debía tomar, ya que mi decisión aún no estaba completada. Ya conocía mucho a los humanos, pero la razón por la que viven y crean cosas para intentar ser felices aún no entendía. Tal vez era la parte más difícil.

—Culpan al diablo de las guerras y las matanzas, pero Dios hizo al humano a su imagen y semejanza. —decía Isis en el camino.

Me detuve y miré a la izquierda, justo en ese lugar bajo la sombra junto al pasto donde hablé con ella por última vez mientras Isis dio dos pasos más.

—¿Todo bien? —volteó Isis.

—Si —aclaré—. Solo me acordé de algo —seguimos caminando.

—¿En qué estábamos? —dijo Isis.

—En tu frase. He escuchado eso —aclaré—¸pero nunca he pensado al respecto. Creo que es un buen momento.

—Solo lo dije porque…

—¡Es verdad! —interrumpí—. Ni si quiera sé cómo llegue aquí.

—Pues una vez estabas muy triste, llegué y te dije: ¡Hola! Soy Isis.

—No sobre eso. Lo que dices tiene sentido —agregué—. ¿Por qué Dios crearía algo peor que el demonio?

—Tal vez porque nunca supo lo que estaba creando —Toco mi hombro—. Es como con los hijos, algunos decepcionan y otros superan las expectativas.

—Pero…

—Algún día tendrán que luchar solos y solas contra el mundo, un mundo que ellos mismos crean y siguen creando —miró y señaló a las personas que estaban caminando a nuestro alrededor.

—Ahora que sé muchas cosas, todo se vuelve más complicado.

—¿Complicado o más fácil? —me cuestionó—. Todo depende de ti.

—A veces mientras más tienes y sabes, sientes que debes tener más responsabilidad.

—¿Lo dices por ti o por mí?

—En general —extendí mis manos.

—A veces es mejor no tener nada porque no hay nada que te puedan quitar.

Nos quedamos pensantes y seguíamos caminando lentamente sin saber por qué. El clima era agradable y cálido, el cielo ocultándose y dividiendo el cielo en tres colores. Las ideas me abandonaron, pero ahí estaba mi instinto para darme seguridad dejando que me llevara a donde me tuviera que llevar.

—Hace tiempo que no caminaba y platicaba con alguien—. Toqué su hombro.

—Caminar te ayuda a conocer y comprender —dijo—. Y más aún cuando caminas por el mundo. Solo pocos lo logran.

—¿Lo dices por mi o por ti?

—¿Eso importa? —me miró con una sonrisa.

—Es un decir. Es como si conocieras y entendieras muchas cosas. Como si estuvieras consciente de lo que aprendiste en tus vidas pasadas.

—Tal vez —puso cara de duda—, pero no creo en las vidas pasadas.

—Entiendo —aclaré—. Yo para conocer este mundo tuve que dejar que alguien se suicidara.

—¿Lo dices en serio? —dijo un poco exaltada y con sarcasmo.

—Así es, no pude hacer nada al respecto —miré al suelo—. Es la ley del libre albedrio.

—Creí que estábamos hablando de las guerras —aclaró—. ¿Cómo es que llegamos al suicidio? —carcajeó suavemente.

—Es verdad —asentí—. Tengo que enfocarme en lo que tengo que hacer.

—¿Y qué tienes qué hacer?

—Saber cuál es mi destino —la miré fijamente—. Y tú me ayudaras.

—Está bien —dijo dudando—. ¿Y qué tengo que hacer?

—Solo ser tu misma —la señalé con mi dedo índice—. ¿Qué tal si me hablas de ti?

—Pero ya sabes muchas cosas de mi —aclaró—. ¿Qué más quieres saber?

—No lo sé —exclamé ligeramente—. Solo quiero seguir caminando y platicando.

Seguimos caminando perdidos en la incógnita de lo desconocido mientras intentaba rescatar mis ideas. No sentía preocupación ni incomodidad, solo quería entender cómo es que había llegado ahí, justo en ese lugar y justo con alguien como ella. Cuando la conocí solo pretendía que se alejara de mí, pero al mismo tiempo necesitaba de alguien para entender más el mundo. Una falsa amistad a costa del entendimiento de las personas, creí que sería el camino correcto y creí que mi destino me había hecho ese llamado.

—Solo soy una simple alma que se aferra a algo que es mentira en la búsqueda desesperada de la felicidad —suspiró—. Como todos en este mundo.

—Continua —le dije mirándola mientras los pasos se hacían aún más lentos.

—Crecí creyendo que vivíamos en un mundo maravilloso, pero poco tiempo después ya entendía que la esclavitud se vistió de gala para que las mentiras no fueran tan dolorosas y ahora vivo en la mentira.

Nos detuvimos un poco a contemplar la parvada de pájaros que volaban mientras solo dejábamos que el ruido de la naturaleza nos absorbiera.

—¿Por qué no dices algo? —me miró—. Lo que te dije es algo que pienso desde hace mucho y a nadie se lo he dicho.

—Entiendo tu filosofía —aclaré—. Se parece a la mía. El problema es que no hay nada que puedas hacer. Además, no es tu culpa, es del sistema creado por personas sin amor propio.

—En eso tienes razón.

—Tu filosofía es muy interesante —fijé—. Este mundo no deja de sorprenderme. Esta muy loco.

—¿Me estás diciendo loca? —exclamó.

—No lo dije por ti —dije con timidez—. Creo…

—No te golpeo solo porque hay alguien detrás de ti.

De sorpresa ahí estaba Manu de nuevo, hace dos meses que no lo veía. Su perfil se notaba diferente, con sus notas de barba apenas crecientes, su cabello corto, su floja expresión y su vestimenta ligera que combinaban con sus audífonos de cable que tenía puestos. Realmente había cambiado.

—¿Recuerdas lo de los artistas? —me miró.

—Tal vez. —asentí.

Manu me sujetó de los hombros.

—Al fin lo entendí. —puso cara firme y tomo aire.

—¿Qué fue lo que entendiste?

—Para mí los artistas son gente que estimulan, que miran para arriba y se inspiran de la luna —se expresaba con el cuerpo—. Son gente que saben de cultura, que saben encontrar el destello en su locura —toco con su dedo su cabeza—, se apasionan con lo suyo y yo solamente fluyo, mis auriculares escucho. De a poco a poco fluyo porque las cosas ya las intuyo, me concentro en lo cultural y no me meto en asuntos tuyos.

Isis y yo contemplábamos sus palabras combinadas con su ritmo y gesticulación que era como un poema con melodía que luchaba por una ideología.

—Estoy metido y entrometido entre artistas que disparan cartuchos, pero verbales porque del corazón les sale, apagan las luces y prenden sus mentes reales que demuestran claves y encuentran las llaves que abren las puertas de un mundo de mil portales. Con la música se entiende el mundo abstracto que es difícil, pero aun así con mis dedos lo palpo y siento esa energía que quiero devuelta, la quiero todos los días, es toda mía y todavía hay más para investigar —bajó la voz—. Nútrete de la música, siéntela de verdad. —tocó mi pecho.

Mientras Isis aplaudía, yo me deleitaba con la comprensión de sus palabras. Manu había creado una ideología y la defendía no solo con palabras sino con acciones. No intenté pensar mucho, solo disfrutar ese arte que extrañamente me inspiraba. Si bien es un hecho que las cosas no tienen sentido con palabras, sino con hechos, Manu iba un paso más allá, ladrillo a ladrillo construyó su castillo desde mucho antes que yo llegará.

—Eso estuvo genial —dijo Isis sorprendida.

—Sabía que lo lograrías…

—Al fin entendí que solo se trata de fluir con el corazón.

—Lograste algo mejor de lo que pensé. Superaste mis expectativas.

—Soy el único que podría haberlo hecho así —sonrió.

—Además ese guiño estuvo muy bueno.

—Pues me sugeriste que hiciera algo sobre artistas.

—No —reí ligeramente—. Dije que hicieras algo como si fueras un artista —confirmé—. El arte es la única prueba que hace saber al ser humano que existe.

—Eso es interesante —interrumpió Isis.

—¿Ella es tu novia? —señaló Manu.

—No, es mi guía —Manu la miró—. Me ayuda a entender cuál es mi destino.

—Suena un poco loco, pero me gustaría tener a alguien así.

—No necesitas algo así —dije—. Tú tienes un gran corazón y tienes un enfoque.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Isis y Manu a la vez—. Hace tiempo que no nos vemos.

—Con lo que dijiste mientras fluías con el corazón fue suficiente —sonreí.

—Sabía que de algo bueno sería conocerte —Manu me dio un pequeño golpe en el pecho con signo de agradecimiento.

—Estamos caminando. ¿Quieres acompañarnos? —invitó Isis a Manu.

—Gracias, pero… —se quedó pensante—. No sé qué inventar para decirles que no soy bueno para estar con dos personas a la vez.

—Te entiendo, yo era así, pero ya casi me voy, ya estoy más a la mitad del camino.

—No entendí la referencia, pero me tengo que ir

—Libre albedrio —interrumpió Isis dirigiéndose a mi—. Recuerda.

—Y tú —se dirigió a Isis—. Guíalo bien, confío en ti, él es un buen tipo.

—Para eso estoy aquí —aclaró Isis.

—Bueno —suspiró Manu—. Me voy. Fue bueno verlos, espero volver a verlos pronto de nuevo —nos miró.

—Ahora no olvides luchar por tus ideologías —me despedí de él con mi puño.

—Nunca…

Lo miré marcharse y sentí como si Manu estuviera plasmando mi propia despedida hacia mí, se iba feliz sin mostrarlo, pero muy en fondo lo estaba, se sentía feliz porque sentía que al fin alguien lo apreciaba. Él y yo entendimos que el humano necesita de los propios humanos para sobrevivir y existir, no solo por lo material, sino por lo interno que es lo más importante para lograr la virtud de cada uno.

—¿Ese chico era tu amigo? Preguntó Isis.

—Alguien me enseñó que los amigos no existen —aclaré—. Mas bien es una parte de mí que me inspira cuando estoy desanimado.

—¿Y cómo lo conociste?

—Es una larga historia. Después te explico —nos movimos del lugar y continuamos los pasos que habíamos olvidado.

El atardecer se hacía presente, la iluminación cambiaba a un tono más fresco al igual que el clima.

—¿Y qué voy a hacer si no sé cuál es mi destino a tiempo? —interrumpí la comodidad con mi tensión.

—El primer paso es confiar en ti —respondió Isis.

—A veces me siento como un humano cuando me dices esas cosas.

—Si quieres entender por qué el mundo está así, debes entender a quienes lo convirtieron así —aclaró—. Y para entenderlos debes primero hacerlo desde adentro, tanto de ti como de ellos.

—Suena más difícil de lo que pensé —suspiré intentando encontrar ideas—. Desde que llegué aquí solo pienso en el por qué fui elegido por el destino para estar aquí. No tengo todas las respuestas.

—Una vez me dijiste que las cosas pasan por algo —relajó Isis mi tensión.

—Si, lo dije porque lo entendí conociendo a las personas.

—De igual manera eso nos llevaría al destino.

—Destino…—me quedé pensante.

—Estas aquí porque eres inteligente y tienes sabiduría para encontrarle sentido a las preguntas sin respuesta.

—Mi mundo funciona diferente a este —aclaré—. Pude haber logrado la iluminación, pero lo rechacé.

—Sigues siendo solo una creación más. Tienes una conciencia que aún no está lista para entender ciertas cosas.

—Tal vez tengas razón —suspiré—. Tal vez esto no sea importante para reforzar mi conciencia.

—Puede ser…

—Tal vez mi destino no es destruir este mundo de porquería ni salvarlo de ello.

Isis se detuvo y me miró fijamente.

—Ya sé cuál es mi destino con este mundo —levanté la mirada al cielo.

—Sabía que lo lograrías —puso su mano en mi hombro.

Seguimos caminando más tranquilamente porque la tensión metafórica se había terminado y la relajación gracias al sonido de los pájaros de los árboles aumentaba.

—¡Oye! ¿Crees que si tú y yo nos hubiéramos conocido antes?... —dije en medio de la relajación.

—Es una suposición estúpida —respondió Isis sin piedad.

La relajación había muerto muy rápido otra vez, y ahora no era la tensión, sino la incomodidad la que rodeaba nuestro entorno. Intenté reflexionar y entender su respuesta observando su expresión mientras el cielo del atardecer la iluminaba. El primer tono era rosa pastel que dividía el azul oscuro y el azul claro, a u vez, en medio, las líneas largas de azul cielo se combinaban con el rosa pastel y que extrañamente era lo que le daba color rosa a todo lo que se encontraba sobre el suelo y su alrededor.

El silencio entre los dos alimentaba la incomodidad debido a que ya no sabíamos qué decirnos el uno al otro.

—Perdón por lo de hace un momento —interrumpió Isis el silencio incomodo—. Tal vez tu destino no es entender, sino ignorar.

—No lo se —dije con tono agridulce mirando al suelo.

—Algún día ya no estarás más —dijo cabizbaja— A veces siento que todo esto es una fantasía.

—No sé qué decir —dije en tono serio.

—Si nos hubiéramos conocido antes te hubiera convencido de que mataras al villano sin piedad y que todo terminara con un final feliz.

—Aun teniendo todo el poder del mundo no lo haría.

—Desearía que ese villano existiera —dijo—. Así la justicia sería más fácil y la paz y el amor reinarían.

—Recuerda que la justicia es como el amor, es un tema complicado, por eso unos dicen que la vida es injusta y que el amor no existe.

—Tiene sentido —asintió—. Ni siquiera los diez mandamientos fueron suficientes para equilibrar el mundo.

Nuestras miradas concordaron en ese instante para darnos cuenta de que esa tarde había sido un viaje que había durado miles de años y que la despedida era inevitable.

—Estarás bien —dije después de la mirada— recuerda que confías en mí y yo en ti.

Isis me dio una bofetada inocente.

—Siempre estaremos conectados a través del tiempo por medio de nuestras reencarnaciones— dirigí mi índice derecho de izquierda a derecha hacia el cielo —. Solo hay que dejarlo fluir como dijo Manu.

El ente se volvía a hacer presente dándome la señal de retirada, una vez más el momento se desvanecía alejándose y dando vueltas lentamente desenfocando el tranquilo caminar de Isis y yo mientras se acerba y lentamente en un entorno de medio día. Una persona se esclarecía, era una persona más, un chico que tenía una cámara dirigida a dos chicas que estaban caminando justo enfrente de él hacia su misma dirección justo donde estaba el fumador de hiervas que se sentía feliz jugando a oponerse al sistema, y atrás de él, estaban esos amigos obesos observando a esa chica que comía sola y rápido mientras no despegaba la mirada de un aparato. Ella escuchaba a otra persona que intentaba convencer a otra de hacer sus deberes mediante excusas. A diez metros se encontraba esa pareja que discutía, y al parecer era tan fuere el problema que ella le dio una bofetada a su pareja, debido a eso, a ella se le calló su pequeño bolso que contenía dinero, por la ira y la impaciencia del momento, se fue del lugar dejando ahí en el suelo su pequeño bolso. Y por último ahí estaba yo observando todo eso desde ese banco sintiendo la brisa del medio día en el inicio del invierno solo pensando en cómo elegir a la persona indicada.

Me encontraba pensando en lo que había vivido los últimos meses, además de la ironía que movía el vivir de las personas. Pensar en el futuro estaba prohibido, entendí que fluir era esperar y actuar en el momento indicado.

Cerré los ojos y respiré el aire del entorno con demasiada tranquilidad. Había estado esperando por dos meses más desde aquella última vez que di un respiro tan tranquilo a lado de Isis y al fin sentía paz porque mi confusión había terminado y mi decisión ya estaba clara y decidía.

—¿Quién soy? —escuché a espaldas mientras unas manos cubrían mis ojos.

—Eres la salvación —respondí en tono pensante.

—Al fin nos vemos —quitó sus manos y pude ver su rostro.

Ahí estaba ella, una persona completamente normal, su tono de piel moreno combinaba con su prenda de tirantes color blanco y su pantalón de mezclilla, además de que su cabello rizo castaño hacía simetría con su sonrisa y sus hoyuelos en los cachetes.

—¡Hola! —dije un poco sorprendo —. Así que tu eres la famosa Jazmín.

—Al fin nos vemos —dijo ella con firmeza.

Estábamos frente a frente a un paso de distancia y la invité a sentarse conmigo.

—Después de casi treinta mil años… —tomó mi mano en tono de saludo —Es un honor —dijo en tono sarcástico.

Carcajeamos un poco pensando si formular una realidad o seguirle la corriente al sarcasmo que era más divertido. Ya no era duda, realmente a ella ya la conocía, su presencia ya la había sentido antes en alguna otra dimensión o en alguna otra de mis vidas pasadas o futuras, era como una combinación de estas que me hacía sentir una sensación equilibrada de mis emociones mientras que todo lo demás permanecía constante.

—¿Y ahora qué? —dijo Jazmín interrumpiendo mis pensamientos de inspiración.

—La vedad no lo sé —respondí—. Hace mucho que no te veo. ¿Qué tal si me hablas de ti?

—Estoy cansada de hablar de mi —aclaró—. Me aburrí de fingir, no tengo nada que convencer.

—No tienes que convencerme de nada, pero gracias por el cumplido —dije tímidamente—. ¿Quieres caminar? —sugerí.

—Si —asintió—. Me gusta este clima.

—A mí también. Creo que caminar es lo mejor que se hacer —empezamos a caminar.

—Sientes que te relaja ¿no?

—Si. Creí que era el único al que le relajaba.

—Hay más quienes sienten lo mismo —dijo moviendo las manos—. Es como si apagaras tu mente y sintieras la energía que te rodea.

—Eso se escuchó muy espiritual.

—Si —respondió—. A veces les hace falta a las personas conectarse con la espiritualidad.

—Tienes razón —dije en ton pensante—. Debería intentarlo.

—Podemos hacerlo ahora.

—¿Ahora? —puse cara de incognito—. ¿Y cómo funciona eso?

—Ya casi te vas —tomo mi mano—. Vamos a sentarnos.

Nos sentamos en un banco extendido del cual estaban algunos cuantos aboles a lado. Nos recostamos con los cuerpos extendidos de manera horizontal opuestamente tocando nuestras cabezas el uno al otro.

—Siente la naturaleza —respiró Jazmín con los ojos cerrados.

—Creí que el objetivo era sentir la energía —interrumpí.

—Es lo mismo —respondió—. Y cállate.

Al cerrar los ojos y respirar, dentro de mi podía sentir los sentimientos y emociones de ella, era como si tuviera una visión de su interior que se combinaban con la naturaleza y creaban una energía indescriptible.

—Gracias —dije en el silencio—. Hace mucho que no me sentía así.

—Todas las personas pueden sentirlo —resaltó—. Solo hay que encontrar el momento y el lugar.

Nos quedamos pensantes mientras respiramos y sentíamos la energía de nuestro alrededor con los ojos cerrados y aun recostados.

—Mañana iré a un lugar muy lejano —interrumpí el momento—. Sera igual o mejor que este.

—Felicidades. Te lo mereces.

—¿Te gustaría ir?

—¿Por qué? —cuestionó—. ¿Por qué de todas las personas yo?

—Contigo en ese lugar lograría el equilibrio.

—¿Y por qué mejor no te quedas tu aquí? —propuso.

—Porque…

—Es la misma respuesta que la mía —interrumpió—. Ahora lo entiendes.

—Peor no terminé.

—No importa —aclaró—. Yo no puedo ir y tú no puedes quedarte.

—Está bien —dije tranquilamente.

El tema del escape había terminado y ella seguía recostada. La primera opción de mi plan había fallado, por lo que me quedaba la última opción que no tenía error.

La energía de la naturaleza nos acompañaba, ella seguía muy relajada con los ojos cerrados cuando de pronto sintió algo en su nariz y abrió los ojos por reacción.

—¿Qué es eso? —se levantó y se sentó.

—Eres tú —sonreí—. Es una flor de Jazmín traída desde el jardín donde está el árbol de la vida.

—Pero si solo es un pedazo de planta que arrancaste de ahí —señalo tres metros a su derecha.

—Bueno, pero se parece —resalté mirando el pedazo de planta—. La intención es lo que cuenta.

—Gracias —tomó el pedazo de planta y se lo puso en la oreja como de adorno.

—¿Lo ves? Te dije que te verías bien.

—Pero no dijiste eso.

—Bueno, pero lo pensé.

—Es lo mejor que puedes hacer ¿verdad?

—Es hasta donde me alanza mi imaginación.

—Eres una buena persona —sonrió.

—Ojalá lo fuera —suspiré.

—Claro que lo eres porque confío en ti —resaltó—. Y fuiste muy lejos para traerme una flor de Jazmín.

—Yo también confío en ti, pero no siempre somos los que pretendemos ser. Todos son hipócritas.

—¿Entonces yo también? —exaltó tranquilamente.

—Todos menos tu —puse mi mano en su hombro—. Obviamente tú no eres hipócrita.

—Gracias por decirme hipócrita —dijo con sarcasmo.

—Sabes que te quiero —sonreí sobreactuado mientras ella entrecerraba sus ojos.

—Algo quieres de mi —dijo pensando—. Conozco a los hombres.

—Lo único que quería de ti era que fueras conmigo a donde iré, pero me rechazaste —aclaré—. Además, no soy un hombre como los de este mundo —dije con un tono poco exaltado—. Creo…

—Si, justamente eso dicen todos.

Entrecerré mis ojos.

—Y si realmente no fuera un humano?

—Claro que lo eres. Eres feo y malo —dijo en tono de broma.

—¿Y si viniera de otro mundo para destruir lo que alguna vez tus ancestros crearon?

—Si ese fuera el caso, no estarías aquí dándome un pedazo de planta y diciendo que me quieres. —dijo gesticulando.

—Está bien —asentí con la cabeza—. Tu ganas.

—Soy la mejor lo sé.

—Tienes un poder indescriptible —toque sus hombros y después sus brazos mientras reíamos ligeramente.

—¿Y ahora qué? —preguntó—. Ya no sé qué decir.

—Creo que esto fue todo —dije en tono serio—. En unos minutos me voy.

—¿Solo así?

—Pues si —tartamudeé un poco.

—Solo me hacer reír, después hacerme decir que te quiero —reclamó—. ¿Y te vas?

—Pero nunca has dicho que me quieres —resalté.

—Bueno, pues ahora te odio.

—Eso suena mejor —aclaré—. Me iría sin preocupaciones.

—Bueno, pues ahora te quiero —dijo—. Para que te vayas preocupado.

—Eso no me lo esperaba.

—Nadie espera algo de alguien y cuando pasa algo bueno nos asustamos —dijo en tono serio.

—Cuando me vaya no sé si voy a volver —interrumpí el tono serio de Jazmín—. Lo más probable es que no lo haga.

—Es parte de la vida —aclaró—. Las personas llegan, hacen cosas buenas y malas y luego se van.

—Antes de irme quiero darte algo.

Jazmín puso cara de impresión y a la vez de incógnita.

—Pero tienes que cerrar los ojos.

—Si es una de tus bromas, no te iras hasta pagármela.

—No los vayas a abrir…

Mi mano se dirigió lentamente a la costilla de Jazmín y de pronto una luz surgió iluminando y esclareciendo más que la luz del medio día.

El ente una vez más volvió a moverse alejándose de nuevo de ese lugar dirigiéndose hacia un árbol y enfocando su base para ir subiendo hasta llegar a las hojas abriendo el panorama del cielo despejado y tan claro como el agua donde su luz se mezclaba con los montes y las nubes. Se sentía como si la libertad fuera el hijo de la tranquilidad porque, a un tono veloz, el medio día se iba convirtiendo en atardecer y el ente se convertía en un ave que volaba de arriba abajo y viceversa. Mientras tanto, a lo lejos se podía ver esa luz azul vertical que caía de una nube que se expandía lentamente. La hora había llegado.

—¡Listo! —dije.

—Creí que me darías un…

—¡Aquí está! —toqué si oreja izquierda y saqué de mi mano una verdadera flor de Jazmín.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó sorprendida.

—No eres la única que tiene poderes —aclaré.

—¿Y por qué me hiciste cerrar los ojos? —preguntó en tono molesto.

—Déjame pensar qué excusa te puedo decir…

—Realmente es una flor de Jazmín —sonrió mientras olía el aroma de la flor.

—Quise que cerraras los ojos para pensar cómo hacer la magia.

—Bueno, te perdono.

—Ahora si ya me tengo que ir —me levanté—. Me divertí mucho.

—Antes que te vayas, recuerda que las personas son buenas por naturaleza, es la sociedad la que las corrompe —aclaró—. No sé quien lo dijo, pero yo se que tú eres bueno —sonrío mirándome.

—Gracias, pero no soy como las personas y creo que tampoco soy un humano —toqué su cabeza—, pero si lo fuera te diría que no soy Dios ni el diablo, solo soy lo peor que se ha creado, un simple ser humano. —me marché.

Me dirigí justo al vehículo que me había traído a este lugar para cumplir mi objetivo, me subí por atrás y me senté en el mismo asiento mientras disfrutaba por ultima vez ese atardecer dirigiéndome hacia la luz azul.

10 Ocak 2021 00:41 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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