loodevis-john Loodevis John

Y así inició un día cualquiera, cuando ella cayó del cielo, cuando atravesó el ultimo paramo desértico; sin mirar atrás en este mundo sin reglas, juntos caminando hasta ver el comienzo al final de esta, la aventura de Circe, la que cayó en Tierra S.


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#Aventura #suicidio
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Capítulo 1 La chica que cayó del cielo

Fue un impacto de gran fuerza el que me dejó inconsciente por unos instantes en el suelo, ahí tirado recordando como justamente mientras llevaba mis compras del mercado, una sublime sombra descendió del cielo a gran velocidad y sin poder cubrirme o escapar todo quedó oscurecido por un momento. Aquel tenue pero repentino estruendo producto de la colisión, llamó la atención de los demás compradores que abandonaban el supermercado, quienes por un segundo centraron su mirada en mí aunque no tardó mucho para que prosiguieran con sus vidas. Realmente, no era una novedad, a veces caían del cielo, otras veces caían amarrados, otras veces eran una sombra que se inflaba y así seguía la lista de eventos inoportunos.

Poco a poco pude levantarme, aun aturdido pero seguro de que estaba en una pieza, recogí mis bolsas esperando que la pizza de horno que tanto había deseado comprar, no se hubiera convertido en puré. Y mientras aun me reincorporaba, un oficial rechoncho corrió hacia mi y sacando de su mochila un pequeño paquete se acercó preguntando.

— ¿Quién de los dos es el nuevo?

— El que está ahí — respondí señalando al cuerpo tendido a mi derecha.

— Y usted ¿Qué hace aquí? – preguntó el oficial observándome de pies a cabeza.

— Me cayó cuando salía — respondí

— ¿Enserio? No lo puedo creer — dijo el oficial, para dejar salir una risa burlona— un compañero le pasó lo mismo y nunca le creí, pensé que era algo improbable ya sabe.

— No es nada bonito ser ese uno en un millón, por poco me destroza todo lo que compré – agregué sosteniendo mis bolsas.

— Lo mismo digo, a un compañero le destruyeron su patrulla y qué dijo la comisaria, "Que mal, tendrán que moverse en bicicletas" por eso es que cada día tenemos menos elementos, pero quienes somos nosotros sino servidores públicos que sin valor...

Mientras el oficial dejaba salir su cháchara de servidor cansado, el cuerpo que había caído poco a poco comenzó a ponerse en pie, era una ella, una joven, una chica de cabello negro, ojos cafés, labios pequeños y una interesante cicatriz en forma de una línea horizontal que cubría su mejilla izquierda, vestía un pantalón negro, una camiseta café y un saco verde con grandes líneas azules...

— Bueno señor lo dejo en su día y disculpe los imprevistos — dijo el oficial, al observar a la chica desorientada mirando para todos lados.

— Sí no se preocupe — respondí, juntando mis bolsas y sacudiendo el polvo de mi camisa.

— A ver jovencita — dijo el oficial — bienvenida a la ciudad S34, estamos ubicados en el distrito sureste español.

— ¿Qué? ¿Qué esto? — balbuceó la joven mientras miraba a todos lados.

Cuando uno llega por primera vez, casi siempre se tienen reacciones de confusión e irrealidad como esa, algunos piensan que es por el impacto, por negación, por arrepentimiento, porque al final no se pensaba que fuera a funcionar; en mi caso pensé que lo que me esperaba era un infierno o algo así y cuando abrí los ojos, una oficial me extendió la mano para explicarme, pensé que solo había soñado y que no había hecho nada, pero todo lo contrario, aquella oficial me ayudó a aclarar todo y en menos de 10 minutos era momento de empezar de cero en este sitio.

— Esto es el hum — dijo el oficial rascándose la cabeza intentando encontrar una forma para explicarle a la joven donde estaba — ¡ay! nunca nos capacitan para eso — agregó el oficial mirándome apenado.

— es la tierra de los suicidas — respondí.

— eso mismo — agregó el oficial — te notifico que no sobreviviste a tu intento de suicidio, así que existencialmente estás muerta, y ¿bienvenida?. Este es tu paquete de inicio, un manual edición 49 para que sepas cómo funciona la tierra y la constitución del Distrito Sureste Español, así mismo ahí tienes una tarjeta con un bono de 170 mil pesos, dólares, euros, lo que sea que utilizaras mientras estabas viva, aquí eso no importa solo se sabedora que toda moneda vale igual y esto en especifico te servirá para comprarte un hospedaje, alimentos y así en lo que consigues un trabajo – el oficial sin esperar a que la joven entendiera bien lo que sucedía comenzó a entregarle el paquete y demás folletos que ella atónita recibía en sus manos - te recomiendo que lo primero que busques no sean drogas o alcohol, eso ya no tiene el efecto de antes y solo malgastaras tu dinero – curiosamente las drogas y el alcohol no funcionaban o más bien ni existían como tal, a veces pienso que lo que se vende como tales, solo son sustancias que les damos ese nombre meramente por el recuerdo de cuando estábamos en vida pero que no sirven para nada - puede que estemos muertos, pero no es fácil pasar entre en un montón de vagos sin hogar, también encontraras una guía de vacantes por si gustas empezar con un empleo lo más posible y una guía de apartamentos, eso sería todo ¿alguna duda?

— Sí — respondió la joven comenzando a exaltarse — ¿Qué mierdas es esto? ¿Cómo que estoy muerta?

— ¡ay! era una de esos — respondió el oficial incomodo.

— ¿me permite ayudarle? — intervine acercándome - yo le puedo explicar un poco más.

— Por favor — respondió el oficial — tengo que ir a ver un disturbio con un nuevo llegado y la verdad no da tiempo de tratar a estas personas, usted entiende - dijo mientras se alejaba, supongo que cómodo de que librarse de su responsabilidad.

— Sí no se preocupe, usted vaya – respondí despidiéndolo de lejos.

_ ¿Quién eres tú? – Preguntó la joven al verme frente a ella - ¿Qué es todo esto? ¿Dónde estamos? ¿enserio estoy muerta? ¿estoy en el infierno?

— La verdad — respondí — nadie sabe, pero sí, está muerta.

— Entonces funcionó — dijo la joven con una resignación total que dio paso a un par de lágrimas de sus ojos.

— Oye, no te sientas mal — agregué intentando calmar la situación — lo que sea que sentiste ya no está, así que mejor ven, dejare estas cosas en mi carrito de compras y caminamos hasta mi casa para que te explique como moverte en esta ciudad.

La joven asintió con la cabeza sin saber que más hacer, el shock de su nueva realidad, de lo que había pasado podía notarse en sus pupilas dilatadas y en su caminar lento. Todos pasamos por eso, pero cuando ya te has acostumbrado, el ver a alguien así, es incómodo.

— Y dime ¿Cómo te llamas? — pregunté mientras empezábamos a caminar.

— Circe — respondió con la mirada perdida en las llanuras de tierra seca que nos rodeaban.

— Yo bueno, puedes decirme Balor.

— ¿ese es tu nombre?

— No, pero no lo recuerdo.

— ¿Cómo no lo recuerdas?

— No sé, creo que se me olvido después de tanto, creo que era como Raúl, Mario, Miguel, algo así.

— ¿enserio no lo recuerdas? — preguntó extrañada Circe — pues ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

— Am no sabría decirte, pero es bueno empezar por ahí, el manual no lo menciona claramente pero aquí el tiempo transcurre de una forma diferente.

— ¿Cómo?

— Veras en mi caso, a veces se siente como si llevara 30 años aquí y otras veces se siente como si apenas hubiera llegado hace un mes.

— ¿Y no hay nada para medir el tiempo? ¿relojes? ¿celulares?

— Pues los equipos electrónicos, no funcionan para todos, los relojes analógicos tampoco, los de arena se quedan intactos, el único que funciona es un reloj solar ubicado en la plaza justo a unos metros de donde caíste, pero te digo, hay días en los que he llegado a ver la hora y son las 4 p.m. entro a la tienda y al salir son las 12 a.m.

— Eso no tiene lógica — respondió ella.

— Pues no, pero aquí varias cosas no tienen lógica.

— Esto no es un sueño ¿verdad?— dijo Circe más confundida — y a ¿Dónde vamos?

— Pues esta vía nos lleva a las zonas residenciales, quizá puedas empezar a buscar un apartamento por ahí.

— Pero, mis papas, mi hermano, mi amiga ¿Cómo puedo encontrarlos? — preguntó Circe, su pregunta me sorprendió porque nunca había escuchado de una familia que se suicidaran juntos, había escuchado de familias que se reunieron aquí por el síndrome del sobreviviente o alguna cosa así que les da a los que sobreviven a la muerte de un ser querido.

— ¿Ellos también se quitaron la vida? — pregunté.

— No, pero y ¿Cuándo mueran? ¿Cómo sabré que están aquí?

— Pues si se quitan la vida por mano propia, de seguro aparecerán en alguno de estos lugares, pero si no, no sé a dónde irán.

— O sea que aquí solo vienen los suicidas.

— Exacto.

Circe y yo seguimos caminando hasta que el complejo de habitaciones comenzó a asomarse, eran líneas y líneas de casas color beige, con franjas azules, algunas tenían canchas para jugar basquetbol y otras tenían pequeños jardines marchitos. A Circe aún le costaba procesar todo, pero mientras más observaba el entorno, no paraba de preguntar sobre la tierra S, era como una niña que conocía el mundo por primera vez y en perspectiva sí que lo era. Quizá fuera por lastima o empatía, pero durante todo el trayecto pude explicarle que aquí ya no había necesidad de comer, beber, respirar, hacer ejercicio, no obstante, lo hacíamos porque sentíamos que debíamos hacerlo, quizá todo era un recuerdo preconsciente de cuando estábamos vivos.

- En la tierra S, todo es muy raro - expliqué - y tratar de entenderlo es imposible, por ejemplo, hay personas que llamarían gordas pero que aquí no comen o no lo hacen mucho e igual se ven como todo un talla grande, bueno igual no es que en el mundo de los vivos no las haya, solo que aquí la única explicación que puedes darle es que son así porque así eran en vida o por el recuerdo de lo que eran.

Lo cierto es que hubo y hay científicos, investigadores, sociólogos, psicólogos y filósofos aquí (o bueno personas que lo fueron en su tiempo vivos), que en cuanto aceptaron su realidad intentaron explicar o usar a su favor esta tierra. Si lo piensas, aquí todo en lo que creían dejó de tener importancia y aunque intentaban encontrar una explicación para alguna de las rarezas de Tierra S, siempre terminaban dándose topes contra la pared.

Después de casi unos 30 min logramos llegar al complejo de apartamentos y aunque ella no tenía departamento, algo podríamos hallar para ella y si no, pues podría dormir en mi casa.

- Bueno será mejor que busquemos con el arrendador de cuartos algo para ti – mencioné a Circe.

- A cierto – dijo mientras en sus ojos se podía notar a través de breves espasmos el intento seguirme el hilo de la conversación.

Entiendo su frustración, ella acababa de enterarse de su muerte y como toda alma que llegaba aquí, pese a que en el momento de atentar contra su vida todo estaba oscuro y no tenía fuerzas para luchar, en el fondo sentía que había esperanza de que esa crisis pasaría, lamentablemente esta vez no pudo aferrarse a la vida y la idea de que si hubiera luchado un poco más, si hubiera tenido más fuerza, si hubiera reaccionado un segundo antes probablemente estuviera viva, esa idea era como una piedra enrome aplastando su pecho.

- Algún tipo de apartamento que te guste elegir – dije – todos son iguales pero algo podemos encontrar excelente y que te ayude a sobrellevar esto, por ejemplo, una señora llamada Marina, quería a sus gatos así que el arrendador logró encontrarle una habitación con pinturas de gatos, solo con eso se levantó de su negación y ahora es una investigadora internacional de gatos, según los artículos que han sacado de ella, ha encontrado evidencia de que existen gatos en Tierra S, que no los vemos por las mismas leyes que nos rigen, pero que hay formas de verlos, en lo personal espero logre encontrar la forma, deseo ver un gato, eran animales muy chulos y según supe, sufren tu perdida y si no fuera por su instinto se dejarían morir contigo, mismo instinto que no tienen los perros y por eso que muchos hacen duelo por sus amos y mueren de tristeza.

- Balor eso no me está ayudando – intervino Circe, haciendo un gesto de incomodidad.

- Perdón – dije soltando una leve risa – entiendo que se te sea difícil, pero aquí a la larga todo es así, melancólico y distímico.

- Tenía un perro, se llamaba Bruno.

- O como Bruno Díaz.

- ¿Quién?

- Bruno Díaz, la traducción o más bien el doblaje de Bruce Wayne, el Batman.

- No lo sabía – dijo Circe – aunque es curioso porque Bruno tiene una especie de antifaz en los ojos, es un dálmata y sus manchas siempre fueron disparejas.

- O esos perros son bien delgados y para nada parecidos a los de 101 dálmatas.

- Mi Bruno era hermoso – mencionó Circe mirando al cielo.

- Y ¿Qué le pasó? – pregunté.

- Pues se escapó hace un tiempo y aunque lo busqué no logré encontrarlo, era como mi único amigo real.

- Rayos, que mal, capaz y siga ahí pero ya no pudiste encontrarlo.

- No creo – dijo Circe con lágrimas – Igual por mi estupidez dejé que se escapará y pues al final la misma me quitó la vida.

- Na no creo – dije mientras dejaba mi carrito – hagamos algo, vamos a comer–dije mientras nos llevaba por otro camino - luego de que te muestre un lugar interesante volvemos para ver tu departamento.

- ¿Y tus cosas? – preguntó Circe mientras extendía su mano al carrito del súper.

- Si tengo suerte las encontraré ahí – dije mientras seguía caminando. Probablemente nadie robaría las compras pues para algunos mi comida era una basura, otros la verían como vivieres podridos, quizá alguno lo vea como un banquete, todo será cuestión de su pensamiento, así que en ese sentido mis cosas estaban casi protegidas.

Circe y yo caminamos, por casi unos 15 min para mí, ella sintió que llevaba 2 horas caminando y en un momento en el camino tiro la caja de su manual guardando solo el dinero, y el manual en el bolsillo de su saco, partiendo de eso aproveché para explicarle un poco más de todo lo que se vive en esta tierra.

Después de un rato llegamos al Bar Crazy, un sitio en medio de la nada árida, hecho de madera de bambú y barro, pequeño visto desde afuera, pero de una extensión de tres cuadras por dentro. Ahí te servían todo lo que tú quisieras y lo mejor, tenían el área vomitiva, una zona donde sacabas todo lo que habías ordenado, no porque fuera mala comida, es que pues no la necesitabas.

- Te digo es un lugar muy particular - mencioné frente a las puertas - Un amigo, una vez pidió una pastel de tres leches con tocino molido, habanero, miel y en forma de un cupcake gigante con dibujos de Spiderman con cátsup, siempre lo había deseado en vida pero todos le decían que era una locura, puesto que esos elementos no podía esperarse que supieran bien, pero en el Crazy pudo degustarlo y aunque al principio se sintió complacido, cuando terminó de comerlo su mirada cambió, dijo que no había sentido nada y en ese momento empezó a a vomitar, uno de los meseros tuvo que ponerle un cubo enfrente y sacarlo al área vomitiva.

Cuando entramos al Crazy, Circe se asombró por lo amplió que era por dentro, no entendía como sucedió eso, aunque claro misma respuesta, todo es raro y sin sentido. Nos acercamos a una de las mesas en el ala derecha, completamente cerca de una esquina, mientras pasamos Circe se sorprendió cuando vio a dos bailarines, una era una chica vestida de Neón por encima de la cintura y por abajo llevaba una falda que solo cubría los muslos dejando ver su vagina descubierta. A lado de ella y de forma similar estaba un dragking con una correa en el cuello, vestido de Neón y una falda que de igual forma solo cubría sus piernas. Nadie les prestaba atención, pero ellos bailaban al ritmo de Robot Rock de Daft Punk.

- ¿Hay algún motivo para que estén vestidos así? – preguntó Circe mientras nos acercábamos a la mesa.

- ¿Quiénes? – pregunté.

- Los tipos bailando – respondió Circe mientras se sentaba en el sillón que usaban como asiento en el bar.

- Amm no sabría decirte, quizá tiene que ver con algo que pasaron, un sueño, una expresión artística, no sé aquí todos tienen sus rarezas.

- ¿Rarezas? – preguntó Circe, mientras tomaba el menú para observar los platillos.

- Sí rarezas, cosas que predominaban en nuestras cabezas y que nunca las vimos posibles, las guardábamos y aquí se desbordan ante la incredulidad del todo- yo tampoco había entendido lo que dije, pero supongo que esa es mi rareza.

- Entiendo – respondió Circe mientras movía los ojos hacia arriba y trazaba un recorrido de derecha a izquierda intentando comprender mi frase.

- Tranquila, a veces digo cosas sin sentido – dije mientras miraba el menú.

- Oye ¿Qué es un permadiosabo? – dijo Circe mostrándome el menú.

- Ammm creo que es una combinación de un café, con manteca vegetal y un popote que solía ser un lapicero.

- ¿enserio? – respondió Circe totalmente incrédula.

- Sí, pero sabe mejor de lo que suena.

- Yo creo que mejor pasó, pediré solo una café, normal por si es que le quieren poner algo.

- En ese caso tendrás que definir normal, porque el chef siempre dice que lo normal aquí es como tu describas.

- Ay dios – respondió Circe frustrada.

- Bueno igual pasará un rato para que nos atiendan, siempre tardan.

- Esto, es una locura, enserio, mucho más loco que el mundo normal.

-Ve he lado bueno, aquí nadie hace que desees matarte, otra vez.

- Eres algo irritante – dijo Circe de forma sería – no lo tomes a mal, solo que hablas de la muerte como si fuera algo simple, si te soy sincera, siento que estoy en un sueño lucido o algo así.

- Es normal Circe – respondí recargándome en el respaldo – en vida tus palabras me hubieran ofendido mucho, siempre intentaba explicar todo, ayudar a todos y todo ese pack de chico bueno, pero al final me quité la vida y aquí todos somos así de melancólicos, apáticos, estáticos, insensibles, supongo que llegas a darte cuenta que solo hay que vivir sumergidos en una rutina pues ya no hay nada.

- Eso suena horrible – dijo Circe mientras recargaba sus manos en la cabeza – vivir sin un propósito, vivir sin más.

- Así es en la muerte, no hay nada más que nada, en vida se puede hacer mucho o eso dice el Doc.

- ¿el doc?

- Sí es un ebrio de por acá, siempre se sienta conmigo, es una especie de científico, crea cosas muy interesantes, el otro día me regaló un horno de viento.

- ¿un horno de viento?

- Sí, aquí es muy raro el fuego, pero el horno de viento me permite cocinar las cosas tomando mi soplido como combustible, es tardado, pero sirve, de hecho, iba a usarlo con la pizza de horno que se me destrozó cuando me caíste.

- O lo siento – respondió Circe.

- Y oye, sobre tu llegada ¿Cómo ocurrió?

- ¿Qué cosa? – pregunto Circe.

- Tu muerte – había deseado preguntar eso, pero por respeto a su pánico, lo había postergado.

- O eso – dijo Circe concentrando su mirada a los bailarines que seguían intentando realizar un performance – pues, me lance al lago cercano a mi casa y nada, a lo más profundo.

- Vaya eso no lo había escuchado ¿Qué sentiste?

- Pues, presión, miedo, muchas cosas que no se comparaban a un dolor insoportable que tenía en el pecho.

- Supongo que por eso me caíste, casi no hay lagos aquí cerca – los únicos bancos de agua se encontraban a las afueras del distrito y casi nadie los buscaba – pero dime ¿Qué te llevó a eso?

- Pues, supongo que lo típico, muchas cosas, abusos físicos, sexuales, traiciones, toda esa mierda que te lleva a un punto donde te sientes solo, sientes que has fracasado, que no tienes más fuerzas o razón por la que luchar, y que no tienes a nadie a quien contarle o que quizá sí, pero no puedes.

- Sí supongo que te entiendo – realmente ya no recordaba mucho lo que me trajo aquí.

- Y en tu caso ¿Cómo fue? – preguntó Circe centrando su mirada en mí.

- Pues si te soy sincero, no muy lo recuerdo, es lo que te digo, aquí todo se va perdiendo. Aunque lo que sí recuerdo es que tenía una mamá problemática, que era un fracaso, que me sentía solo como tú, aunque por un tiempo quise solucionar mi problema ayudando a otros, nunca traté de ayudarme a mi y eso me fue acabando, supongo que debí huir de casa y aunque fuera solo, empezar de nuevo.

- Y ¿Cómo te hiciste esto?

- Creo que me corte muy profundo y de un momento a otro estaba al lado de una carretera mirando el sol, hasta que una oficial apareció para darme la bienvenida.

Mientras, hablábamos un anciano sin un brazo vestido de blanco se acercó hacía nosotros, con una libreta.

- Buenas tardes o noches jóvenes ¿puedo tomar su orden? –dijo el Anciano.

- Claro – respondí – me da una malteada de ocio, pero en lugar de hígado que sea un pedazo de chocolate, por favor.

- Entendido – dijo el hombre quien soltó su libreta y esta quedó flotando en el aire mientras el escribía – y la señorita ¿gusta ordenar algo?

- Este – dijo Circe mientras miraba impresionada al mesero – yo quiero, este...

- Tráele lo mismo – intervine.

- Excelente, en un rato más traemos su pedido – dijo el anciano mientras se retiraba.

- ¿Cómo hace eso? – Dijo Circe sorprendida.

- No sé, te digo, no busque explicaciones porque no las hallaras.

- ¡Balor! Amigo – gritó un hombre vestido con un suéter amarillo, unos pantalones negros y unos lentes negros. Circe y yo llevamos la mirada hasta el jovial personaje que se aproximaba hacia a nosotros con un singular balanceo de hombros, era el Doc.

- Doc. – respondí – tiene rato que no te veo.

- Para nada – Dijo el doc. quien se sentó a mi lado y me dio un abrazo – o vaya ¿Quién es la hermosa damita que veo aquí? – dijo el Doc. extendido su mano.

- Soy Circe, mucho gusto – respondió ella tomando la mano del doc.

- El gusto es mío, hermosa Circe, princesa de las wickas – dijo el Doc. – me llamó Antonio José Dedivadia, doctor, psicólogo, inventor, docente, radiólogo, escritor, poeta y en mis tiempos libres instructor de Pole Dance.

- ¿Enserio? – preguntó Circe mientras me observaba de reojo.

- Así es mi querida niña.

- El doc. es tan loco como este mundo, así que puedes creerle todo lo que dice – intervine.

- Y díganme ya ordenaron algo o saco el brebaje que le puso los cabellos parados a Einstein – dijo el Doc. sacando de su chaqueta una botella.

- Sí ya ordenamos una malteada de ocio – dijo Circe – por cierto ¿Qué es eso?

- A la malteada de ocio lo único que toma este vago – respondió el Doc. – es un licuado de leche, azúcar, guineo, durazno fermentado, helado de chocolate, y vainilla, servida en una copa de cristal con un hígado recién cocido y una cuchara de plástico.

- Sí solo que no pedimos el hígado – agregué – preferí una barra de chocolate, nunca he sentido que el hígado le de sabor.

Mientras le explicaba al Doc., la cara de Circe se puso pálida del asco, y empezó a tener regurgitaciones.

- ¿Está bien? – dijo el doc. - ¿te acompañó al área vomitiva?

- Sí estoy bien – dijo Circe – solo nunca había escuchado de tal combinación.

- O te entiendo, es un infarto de azúcar – dijo el doc. – te he dicho Balor, por respeto a los que han sido afectados por la diabetes, ya no pidas eso, está bien que estés muerto, pero ten pudor, decencia.

- No creo que sea por eso – respondí – es que Circe es una recién llegada.

- A es eso, ¿Cuándo llegaste preciosa? – preguntó el doc.

- Hace como una hora – intervine.

- ¿Una hora? – dijo Circe – pero si han pasado ya cinco.

- ¿Así? Pues quien sabe, cosas del tiempo.

- O sí es un problema enorme eso – dijo el Doc – por eso mismo, mi próximo gran invento será un reloj que mida la hora correctamente.

- Eso lo dudo Doc., ni si quiera el señor Duan pudo - respondí.

- A no me compares con ese título comprado, yo si hago ciencia S, él solo es un neófito en mis artes.

- ¿Quién es el señor Duan? – preguntó Circe.

- Un inventor igual que el Doc. – respondí – solo que más famoso.

- Para nada un inventor – intervino el Doc. – el solo se dedica a publicar sus hipótesis de lo que puede pasar si hace esto o aquello, no ha probado nada.

- Eso sí – agregué – solo el Doc. es el único que hace algo útil, por ejemplo el horno que me dio, funciona bien, además el motor de energía de vomito que usa el bar fue invento del Doc.

- ¡A mi bebé! mi mayor orgullo – dijo el doc. – un regalo que da un poco de felicidad a estas almas.

- Vaya – intervino Circe – y ¿alguna vez supo de una forma de volver? – dijo Circe.

- ¿Volver? – pregunté.

- Ooooo ya veo, así que no te gusta acá – dijo el Doc.

- Dudo que a alguien le gusté este sitio – respondió Circe cruzando sus brazos – es solo que no quiero esto para mí.

Circe trataba de contener de nuevo sus ganas de llorar, pesé al sufrimiento que se tenga en vida, la muerte nunca ha sido una salida, todos en algún momento hemos querido volver, pero nunca he sabido de alguien que pudiera, aquí solo restaba existir.

- Olvídalo – dijo Circe limpiándose los ojos con su mano izquierda – es una tontería.

- No te preocupes Circe – intervine tomando su mano derecha – nosotros te ayudaremos a que puedas adaptarte, no importa el tiempo que lleve igual no tenemos algo mejor que hacer.

- Habla por ti muchacho yo soy un tipo ocupado – dijo el Doc. tomando un poco de su brebaje – Mira Circe, toma un poco de esto – el Doc. sacó de su saco dos mini copas y sirvió un poco del líquido de su botella y nos dio a probar a ambos – si esto no te ayuda habrá que tomar medidas.

Circe y yo tomamos el líquido y Circe rápidamente lo escupió, no la culpo, el sabor era horrible, como cuando tomabas un medicamento que no te gustaba y lo combinaras con jengibre, agua de un charco y plomo.

- ¿Qué es eso? – dijo Circe asqueada.

- Es mi invento más genial, una fusión de tequila, mariguana, ron, jengibre, limón, bicarbonato de sodio, ingredientes secretos y un toque de menta soluble.

- Sabe horrible – dijo Circe.

- O vamos – dijo el Doc. – creo que exageras ¿no es así Balor?

- No Doc. sí sabe horrible – respondí intentando no cerrar el ojo derecho que por impulso se me cerraba ante el sabor horrible. Pesé a lo horrible que sabía, este brebaje del Doc. era de las pocas cosas que aún podían sentirse al consumirlas.

- Bueno Circe cuéntame ¿cómo moriste? – dijo el Doc.

- Por ahogamiento – intervine – y ¿creerás que me cayó encima?

El Doc. soltó una fuerte carcajada al escuchar el accidente.

- ¿enserio el caíste? – preguntó el Doc. – Qué irónico, me sorprende que te pasé cada desgracia, estas más salado que los huevos de sal que venden acá.

- No es para reírse – dije.

- Circe – dijo el Doc. - ¿Qué harías si volvieras a la vida?

- Pues – Circe se quedó un segundo pensativo – no sé, solo que ya no volvería a este lugar.

- A eso es muy vago – respondió el Doc. - ¿Qué te aseguraría que no volverías acá?

- Pues simplemente no lo haría de nuevo.

- Nada, nada de eso, el suicidio es un evento que no se derrota con el simple decir no, se tiene que luchar mucho, cada suicida que concreta el acto, muchos de ellos ya lo habían intentado.

- Yo lo intenté como 16 veces antes – agregué.

- Entonces ¿Qué te aseguraría que no lo harías de nuevo?

- Pues, no lo sé – dijo Circe.

- Yo siento que después de ver todo lo loco de este mundo, yo diría, a la mierda el mundo, mejor vivir luchando cada día por ser feliz, aunque sea en algo mínimo.

- ¿Y la depresión, la ansiedad, esos problemas que te atacaban? – preguntó el doc.

- Pues iría con un psicólogo, ahora sí ya sin más, juntaría mi dinero y tomaría la decisión de ir, tomar los medicamentos, o lo que me digan y alejarme de aquello que me afecta, míranos aquí sin nada cuando allá podíamos tener algo.

- Muy fácil de decir ¿no Circe? – preguntó el Doc.

- Pues sí, no es tan fácil, pero quizá se puede, además quizá tener ese algo, tan simple como un perro, como un hermano, puede darnos fuerza.

- Ya veo – dijo el Doc. – al final no hay una respuesta de que es lo que nos asegura que no lo haríamos de nuevo, pero, si estás dispuesto a luchar, a no callar, a no minimizarlo y decir que no es nada, a aferrarte a los que valen que son amigos como Balor que quiere apoyarte, luchando por ti misma, alejándote de estas mierdas que al final en la muerte no ayudan en nada – dijo el Doc. lanzando su botella al suelo – quizá solo quizá la providencia nos dé la respuesta.

- Así es Doc. – respondí – pero pues, de la muerte nadie vuelve y no hay nada, más que ser como nada.

- Enserio que no quiero quedarme acá y me aflige – dijo Circe – fui una tonta – dijo mientras llevaba sus manos a la cara.

- Calma Circe, no fuiste una tonta, solo perdiste las fuerzas – respondí, mientras tomaba su mano de nuevo.

- Circe – dijo el Doc. – y si te digo que hay una forma de volver, dejarías de llorar.

- ¿la hay? – preguntamos ambos sorprendidos.

- Puede que sí, después de todos ya se los dije, están frente al inventor más grandioso de toda la tierra S.

- Por favor, dime cual es, ¿Qué hago para volver? – dijo Circe ansiosa.

- ¿por qué no la había comentado antes? – agregué – imagina cuánta gente la hubiera tomado.

- Por eso mismo – dijo el Doc. – no es algo seguro, lleva riesgo y es probable que no funcione, pero si tienes la convicción para volver puede que funcioné.

- ¿Qué hago? – dijo Circe.

- No obstante, deben entender que no me gustaría que mi invento los llevara, funcionara, y que un tiempo después volvieran a este sitio.

- Por eso le preguntabas a Circe ¿Qué haría? – intervine.

- Exactamente, la niña tonta podría ser mi primer éxito y a la vez mi mayor fracaso.

- Oye no le digas así – agregué.

- No, déjalo, tiene razón – dijo Circe – fui una tonta, pero si puedo tener una segunda oportunidad, no volveré a serlo, lo prometo, nunca me veras en este sitio.

- O no lo sé, de cualquier forma, les mostraré pues me gusta presumir de mis, grandiosos inventos — el Doc. tomó un trago más de su brebaje y lo guardo en su suéter- pero si quieren verla - dijo el Doc. mientras se levantaba de su asiento - vengan mañana a la misma hora y los llevaré.

— pero eso a qué hora es — dijo Circe mientras se levantaba con intenciones detener al Doc.

— eso descúbranlo — grito el Doc. — supongo que alguien que quien quiere volver a vivir debe ingeniárselas.

— ¡nos vemos Doc.! - grité mientras lo despedía con la mano.

— Hasta pronto Balor — dijo el Doc. — ¿hey Raúl nuevos pasos? — Dijo al dragking que intentaba realizar su lento performance, el cual solo respondió con un pulgar hacia arriba — bien, sigue así.

— gran tipo no crees — dije a Circe.

— Así fuera el mismo diablo si puede sacarme de aquí estaré más que agradecida.



28 Aralık 2020 22:18 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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