coffeandlove_07 Claudia Arroyo

Historia hecha para el concurso de Navidad en Inkspired. Kia odia la Navidad. No soporta las reuniones familiares, los árboles llenos de adornos, los regalos y todo lo que hace que estas fiestas sean tan mágicas para todos. Tanto las odia que incluso ha decidido quitarse la vida sobre estas fechas. Lo que no sabe es que gracias a una tormenta de nieve que le impedirá llegar a su destinación, conocerá a una persona muy especial que conseguirá hacer que recupere la ilusión de la vida.


Dram Tüm halka açık.

#inkspired #NavidadEnInkspired #CategoriaSuspirando
Kısa Hikaye
0
1.3k GÖRÜNTÜLEME
Tamamlandı
okuma zamanı
AA Paylaş

Estoy pensando en desaparecer

Faltan menos días para la Navidad. Tres para ser exactos.

Se aproxima de forma amenazante y silenciosa, o al menos esa es la impresión que me da a mi. Nunca me han gustado estas fiestas. No tengo nada en contra de ellas, pero siempre me ha gustado estar sola y cuando llega la Navidad es cuando la familia se reúne. Nunca me ha gustado comer demasiado, siempre estoy sacando la báscula del armario del baño para averiguar cuanto he engordado. Nunca me han gustado los regalos, pues pienso que es una pérdida de tiempo comprarlos sabiendo que pueden no causar la emoción que tu esperas cuando el destinatario los abra.

Recuerdo que cuando tenía seis años, pedí una muñeca de porcelana. Las había visto en varias tiendas y me parecían simplemente preciosas, con aquellos labios rosados y ese cuerpo tan delicado. En cambio, me regalaron un juego de mesa. La decepción que sentí aquel día no ha superado nunca las experiencias que han venido después. Le pregunté a mamá porque no me habían dado una muñeca de porcelana, que era lo que yo había pedido y ella respondió:

-Eres demasiado pequeña. Puede caerse y romperse, entonces te harías mucho daño.

Mi madre nunca llegó a comprender lo importante que era una muñeca de porcelana para mi.

Aquel día las Navidades perdieron sentido; después de esa experiencia empecé a verlas con cierto toque sombrío. Las fiestas se tornaron oscuras. Tan oscuras que aprendí a no sonreír mientras comíamos el rico pollo asado que preparaba la abuela. Tienes que comprender, que fue díficil, ya que en la mesa siempre contaban unos chistes extremadamente graciosos.

Tuve que aguantar las típicas preguntas que formulan la mayoría cuando ven que no sonríes. Conforme pasaban los días, me enfurecía más por ello. ¿Acaso uno está obligado a sonreír todo el tiempo? ¿O puede ser que los otros sonrían para intentar convencerse de que todo anda bien, cuando verdaderamente no es así? Le pregunté esto a mi padre una vez. ¿Y sabes qué me respondió?

-Te preocupas demasiado por cosas que no tienen importancia.

Le contesté lo siguiente:

-Me preocupo por las cosas pequeñas, ya que nadie les da el protagonismo que se merecen. A veces, son las más importantes.

Claramente, solo respondí en mi cabeza.

La verdad es que nunca le he contestado a mi padre. Me he limitado a asentir y a obedecer. Sigue siendo el mismo hombre serio que fue hace unos años. Nunca me ha dado la más mínima muestra de cariño, ni siquiera un beso en la mejilla. A él le gustaba pensar firmemente que las palabras quedaban grabadas en la mente de uno, mientras que los hechos desaparecían con el tiempo.

A mi me gusta pensar que es lo contrario. Las palabras son solo palabras, desaparecen. Cuando tu demuestras algo, lo haces mediante acciones. Si mi padre me hubiera dado un abrazo o un beso, sabría que verdaderamente siente un profundo afecto por mi. En cambio, sus palabras siempre escondían cierta falsedad fácil de descubrir.

Mi madre es todo lo contrario. Es pura luz y alegría, amor, energía, vitalidad y es capaz de sacar lo mejor de aquellas personas que se esconden en la oscuridad. Personas como yo. Personas que no quieren ver lo bonito que hay detrás de la fachada quizás un tanto sangrienta de la vida. Personas que piensan demasiado en las cosas pequeñas y esquivan los problemas grandes.

Me agrada pensar que solo tú puedes hacer que un problema sea grande o pequeño. Todo depende de como tus ojos lo perciban. Y si alguien nos complica la vida, somos nosotros mismos.

Humanos. La especie más inteligente pero a la vez, más tonta. Y destructiva. Creo que algún día el mundo terminará. Explotará en pedazos diminutos y todo volverá a empezar desde el principio. O quizás no.

Me reconforta pensar que no estaré ahí para verlo, porque... estas Navidades estoy pensando en desaparecer.

Mis padres son polos opuestos, pero al mismo tiempo, están destinados el uno para el otro. Nunca he visto un amor tan real y al mismo tiempo tan frágil. Se complementan de una forma simplemente impresionante. Siempre he querido lo mismo para mi, pero nada parecido ha ocurrido aún. No me he dado a conocer en ese mundo aún, en el mundo del amor. Supongo que si no me expongo, nunca podré experimentarlo de verdad.

Pero ya no me hace falta. Voy a desaparecer del mundo.

Ni siquiera yo misma entiendo el sentido de esas palabras. Me refiero a que, aún no las he asimilado.

Es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo. Morir. Escribir la palabra ha hecho que se me erice el vello de los brazos, mientras tecleo con fuerza las minúsculas letras del teclado de mi portátil.

No hay nada que explicar. Nada que añadir.

¿De que te sirve vivir si no disfrutas haciéndolo? ¿Por qué debo de obligarme a mi misma a seguir en este infierno si ya no le encuentro el sentido a nada?

Te estarás preguntando la razón por la cual he elegido estas fechas en concreto para... bueno, no hace falta que escriba la palabra de nuevo.

He elegido la Navidad principalemente porque las odio. No puedo soportarlas. Atravesar estas fechas de nuevo me será imposible. No me preguntes porqué las odio, ni siquiera yo termino de entenderlo.

Volaré hasta la ciudad de mis padres, pasaré el día de Navidad con ellos y a la mañana siguiente terminará todo para mi.

Y permítame que te diga, que la prespectiva incluso es capaz de emocionarme a veces.

No. No estoy mal de la cabeza.

Llegué a pensarlo como tú lo estás pensando ahora y incluso fui a un médico. Pero estoy bien, aunque preferiría no estarlo.

Si no estuviera bien, encontraría los motivos de mis extraños pensamientos. Todo tendría un sentido. Sabría porqué no quiero pasar tiempo con mi familia, sabría porqué no tengo a nadie a mi lado, sabría porqué nunca salgo de casa y sabría lo que más me frustra... La razón por la cual odio la Navidad.

Seguro que a mucha más gente no les gusta, pero lo mío es un odio profundo. Me tapo las orejas cuando suena un villancico, apreto los puños al ver las calles iluminadas con luces de todos los colores y se me nubla la vista al ver un árbol de Navidad.

Es por eso que paso la mayor parte del tiempo en casa, donde aún tengo puestas las decoraciones de Halloween que consiguen distraerme de la fecha en la que verdaderamente me encuentro.

Tuve una amiga el año pasado que desafortunadamente se mudó de ciudad. La conocí en el trabajo y si no recuerdo mal, su nombre era Aida. Me costó llegar a confiar en ella, pero cuando lo hice, se lo conté absolutamente todo. Y sí. Incluidas las dichosas Navidades.

Ella por supuesto no me comprendió.

-¿Como no te pueden gustar? Tienen algo especial, esas fiestas. Aunque estés desprimida, unas buenas Navidades son capaces de alegrar a cualquiera.

-O son capaces de hundirte más en el abismo que te encuentras. - le respondí.

-Anda, no digas eso, Kia. Es imposible odiar la Navidad. Incluso el nombre tiene algo mágico...

Decidí no proseguir con aquella conversación que no tenía ni pies ni cabeza. Aida y yo éramos muy distintas, pero tuve suerte de encontrarla. Sin ella, no podría haber sobrevivido aquellas fiestas. Pero esta vez no se encuentra cerca de mi y mucho me temo que el cometido que tengo en mente lo llevaré a cabo. Mejor dicho, mucho me alegro.

No echaré muchas cosas de menos. Mi madre, aunque tampoco es que tengamos una estupenda relación. No tengo a ninguna persona cerca de mi, cerca de mi corazón.

Todos se han ido con el tiempo. Se han marchado de mi lado poco a poco. Tan a poco a poco que ni siquiera me he dado cuenta.

Mañana cogeré la avión. Si quieres que sea sincera, me encantan las aviones. Aunque al principio me daban un poco de miedo, me parecen un vehículo fascinante. Los aeropuertos son mucho más especiales que la Navidad desde mi prespectiva.

Casi que todos están felices. ¿Cómo no estarlo? Vas directo hacia una nueva aventura, una reunión con la familia, un nuevo sitio donde mudarte, un viaje, la vuelta de un viaje cuando ya tienes ganas de volver a tu querida casa (donde se está mejor, en mi opinión).

Mi casa considero que está aquí, no al otro lado del mundo donde se encuentra mi familia. Uno no elige donde nace, pero si donde quiere vivir.

Me gustaría vivir en un sitio donde no hubieran límites, donde pudiera ser lo que yo quisiera y cuando quisiera.Que yo misma pudiera llevar el hilo de mi destino y decidir cuando, como y dónde.

En cambio, vivo en la realidad.

Una vez empecé a ver una película de Navidad. Había una tormenta de nieve y la chica tuvo que quedarse en un hotel que se encontraba en el equivocado destino donde se suponía que tenía que ir. Sabía que sus Navidades serían un horror sin estar con su familia y sumándole el hombre molesto que había conocido. Pero al final se enamoraron, lo que ocurre en todas las películas. No creo que haga falta decir que perdí demasiado tiempo de mi vida mirándola. Lo que nunca pensé fue que yo misma me encontraría en esa situación algún día.

Y esa día es hoy mismo...

Me encuentro en un aeropuerto que no es donde yo quería bajar y a mi lado tengo a un joven que me supera por dos años (o al menos eso es lo que parece). Está mirando continuamente mi libreta, para ver lo que escribo. ¡Si supiera que estoy escribiendo sobre él! Tuve que sentarme a su lado en el avión y no paró de intentar entablar conversación conmigo. ¿Acaso no entendía que no tenía ganas de hablar?

-¿Cómo te llamas? - me preguntó.

-No te lo pienso decir.

-Anda, ¿y por qué no? - inquirió, haciendo puchero.

-Pareces un perro con esa cara. No me gustan los perros. - respondí volviendo a abrir mi libreta para proseguir relatando mi triste vida.

-No me has respondido.

-No quiero decirte mi nombre porque eso significaría que estaría dando el primer paso para crear un lazo de amistad contigo, cosa que me interesa lo más mínimo.

-Me llamo Adam.

-No he requerido esa información sobre usted.

-¿Por qué hablas así?

-¿Por qué no eres capaz de dejarme en paz?

Levantó las manos en señal de rendición y emití un sonoro bufido. Continué escribiendo la fascinante historia de amor de mis padres que con tanto esmero me había propuesto relatar, ignorando todas las miradas que Adam me dirigía.

Las mismas miradas que me está dirigiendo ahora.

-¿Necesitas algo? - le pregunto, bastante molesta.

-¿Qué estás escribiendo?

-No te importa. Y no has respondido.

-Tu tampoco has respondido a la pregunta que te he hecho en el avión... - murmura con una sonrisa burlona.

-Me llamo Kia. ¿Contento?

-Kia... ¿Como la marca de coche?

-¡Si!

No se por qué me he molestado tanto. Supongo que a nadie le gusta que le comparen con un coche.

-Es un nombre bastante extraño...

-Eso se lo dices a mis padres. - le digo, intentando cortar rápidamente esa conversación.

-¿Dónde tenías pensado irte?

-A México. Es donde vive mi familia.

-¿Entonces tú nacistes allí?

-Si. Pero decidí irme a vivir a España.

-¿Y eso por qué?

-¡No lo sé! ¡Déjame tranquila!

He hablado demasiado con él. Mejor será que vaya a hablar con alguien que tenga un cargo importante aquí en el aeropuerto y me pueda decir si podré llegar a tiempo a México.


*


Creo que mencioné algo sobre la historia de amor de mi madre y padre. Se conocieron en un baile de instituto. Papá no iba al mismo colegio que mamá y se coló en la fiesta de final de año. Si no lo hubiera hecho, nunca se hubieran conocido.

-Pasamos una noche increíble, Kia. No bailé ninguna canción, me pasé la fiesta entera hablando con tu padre. Cada vez hablábamos de cosas más personales y cuando llegué a casa tuve la certeza de que acababa de conocer a la persona más fascinante del mundo.

Normalmente siempre me la contaba como cuento antes de irme a dormir. Siempre que mi madre hablaba de papá, sus ojos brillaban y no podía parar de sonreír. A eso... le llamo yo amor.

En mi primera fiesta de final de curso, tampoco bailé. Me quedé sentada todo el tiempo, esperando a que viniera algún chico para hablar conmigo. Pero ahora ya nadie quiere hablar. Todos quieren acciones. Y no estoy preparada.

Acabo de hablar con un guardia de seguridad del aeropuerto que me ha dicho que no sabía si la tormenta empezaría a remitir pronto. Entonces, creo que lo mejor que puedo hacer será buscarme un sitio donde poder dormir. Además, nos echarán pronto fuera a todos del aeropuerto para cerrarlo...

-¿Qué te ha dicho el guardia?

Es Adam.

-Nada. No sabe nada.

-Bueno, por suerte, mi tía vive aquí, así que tengo un sitio donde dormir. - me dice alegremente.

-Enorhabuena...

No hace falta que diga, que siento un poco de celos. Al menos, él tiene una plaza asegurada donde poder dormir. Yo en cambio, me las tendré que apañar como pueda.

Se me acaba de pasar una idea por la cabeza, pero lo mejor que puedo hacer es descartarla.

No se si Adam es una buena persona, por lo tanto, lo mejor que puedo hacer es no pedirle que me deje quedarme en casa de su tía.

-¿Qué piensas hacer? - me pregunta.

-¿A qué te refieres?

-¿Dónde vas a quedarte a dormir?

-En cualquier hotel.

Se encoge de hombros y no me dice nada más. Bien. Aprovecharé para ir a por un café ahora que sus labios no se mueven.


*


Ahora mismo me encuentro en la calle. Apenas me dio tiempo a beberme el café cuando nos dijeron que teníamos que marcharnos. La tormenta de nieve no es muy fuerte ahora, pero empeorará pronto y lo mejor que puedo hacer es encontrar un sitio donde poder dormir.

Algo positivo es que no tendré que soportar ese fastidioso humano del aeropuerto. No. No se ha cumplido el cliché.

He llegado a la conclusión de que pasar la noche en casa de su tía tan solo empeoraría la situación más de lo que ya estaba.

El frío me está cortando la respiración, es por eso que obligo a mis piernas a moverse. Ni siquiera se por donde ir para llegar a un hotel. Sin duda, no me están gustando para nada estas Navidades.

Uno tiene el poder de crear un día nubloso en uno soleado. Uno tiene un poder inimaginable, aunque probablemente no lo ha desenvolupado. Yo tengo el poder de convertir unas Navidades en las mejores de mi vida. ¿Pero que pasa cuando simplemente no te apetece hacerlo?

Nada no pasa nada. Y así trancurre mi vida, sin que ocurra nada que valga la pena contar.

Caminé sin rumbo fijo y finalmente vi a una mujer de unos cuarenta años aproximadamente que salía del supermercado. Supe que no debía de dejar pasar la oportunidad así que me acerqué a ella con una educada sonrisa.

-Buenos días. - le dije.

-Buenos días.

-¿Podría decirme si hay un hotel cerca de aquí donde pueda quedarme a dormir?

-Hay uno cerca de aquí y a un buen precio.

Tras darme unas precisas indicaciones, se despidió de mi y seguí sus instrucciones con detenimiento para no perderme.

Y en efecto, un bonito hotel se alzaba majestuosamente en la acera. Parecía bastante antiguo y cuando entré, me sorprendió el agradable perfume. Habían unas escaleras que conducían a las habitaciones y bastante cerca de la puerta se encontraba la recepción, a donde yo me dirigía.

-Perdone... - le murmuré al joven que estaba atendiendo el teléfono de la recepción.

Dio media vuelta y le pude ver el rostro. Mi corazón dio un vuelco, pero no de alegría, al ver quién era.

-Y nos volvemos a encontrar. - dijo Adam.

-¿Qué haces aquí? - pregunté.

Una parte de mi estaba interesada.

-Mi tía lleva este hotel. Yo siempre que vengo aquí la ayudo.

-Que casualidad que te hayan dejado en el aeropuerto de la ciudad de tu tía... - dije apretando los puños.

Normalmente no suelo ser celosa. Pero Adam provocaba en mi un desagrado bastante profundo. No me gusta juntarme con este tipo de personas...

-La verdad es que la suerte siempre ha sido mi más fiel compañera durante casi toda mi vida.

-¿Casi?

-Bueno, cosas malas les ocurren a todos.

Asentí sin decir nada, pues tenía toda la razón. ¡Por Dios Santo, si estaba pensando en quitarme la vida! ¡Claro que ocurren cosas malas!

-¿Quieres quedarte a dormir? - me preguntó.

-No, la verdad es que quería ver si puedo comprar una docena de huevos. - respondí con sarcasmo, intentando divertirme en aquella situación.

-Muy graciosa.... Supongo que te quedarás esta noche.

-Si.

Rellené todo lo necesario y me dio la llave de la habitación nueve. Inspeccioné el objeto para asegurarme de que estaba en buenas condiciones y murmuré un seco gracias.

Subí las escaleras escuchando como crujían bajo mis pies. El sonido me pareció un tanto gracioso y reconfortante a la misma vez.

Pasé por la habitación siete y ocho hasta llegar a la nueve y metí la llave en la cerradura. Le di unas cuantas vueltas y empujé suavemente.

No llegué a pasar ni dos minutos en la habitación al ver lo horrible y desordenada que estaba. Claramente, el limpiador se había olvidado de aquella habitación.

-Será.... - dije, sin terminar la frase.

Dando unas fuertes pisadas que probablemente retumbaron en todo el hotel, bajé de nuevo hasta recepción.

Dejé las llaves encima del escritorio, frunciendo el ceño y esperando una explicación que tuviera sentido. Adam, apenas podía parar de reír.

-Dame una habitación buena. - clamé con voz demandante.

-¿No te sirve la nueve?

-¡Claramente no! Te crees gracioso por hacer esto, pero apenas nos conocemos y no tienes ningún derecho de hacerme estas bromas. Eso no lo hacen las personas normales.

-¿Y que es una persona normal en tu opinión?

Me quedé callada sabiendo que nadie sabía con certeza lo que era una persona normal. Mientras que unos pensaban que tal cosas eran normales, otros preferían diferir. Cada uno tenía una prespectiva diferente de lo que era ser normal. A mi me gustaba pensar que la palabra "normal" había sido creada por alguien para moldearnos hasta hacernos encajar en la sociedad de hoy.

Cogí las nuevas llaves que me dio y me alejé de él sin responder, dejándolo de alguna forma, interesado.

Estaba cansada. Lo único que quería hacer era dormir.

Pero antes, me pregunté si quitarme la vida era lo que verdaderamente quería hacer.


*


La noche que mi padre conoció a mi madre le preguntó si creía en el amor verdadero. Ella que respondió que no.

-¿Y por qué no?

-No lo sé... supongo que no creo que dos personas puedan estar destinadas. Claro que hay quienes encajan mejores que otros, pero el destino... ¿acaso existe? Soy de esas personas que creen que tú mismo eliges por que camino andar y tu vida se va bordando a partir de las decisiones que tú escoges.

-¿Entonces puedes elegir la decisión buena o mala?

-No exactamente. No hay decisiones buenas o malas, tan solo hay decisiones. Lo que a ti te puede parecer la mejor opción, a otro puede parecerle la peor.

-Pero tiene que haber una que sea la correcta.

-¿Ves? Todos tenemos nuestras pequeñas disputas. Nadie encaja a la perfección con otra persona. Nadie es capaz de convivir con otro ser humano sin que se interpongan pequeños conflictos ante la paz.

Sin embargo, creo que mis padres si encajaron a la perfección.

Esta fue una de las conversaciones que tuvieron aquella noche que más me gustó. Normalmente, mamá nunca saca su lado reflexivo. Cosa que es verdaderamente una lástima, pues creo que tiene mucho que ofrecer.

La libreta que sostengo ahora en mis manos está llena de pequeñas reflexiones que voy metiendo poco a poco. Me gustaría estudiar a los seres humanos de vez en cuando. Creo que hay mucha información detrás de una cara. Al fin y al cabo, somos la especie con el celebro más desenvolupado. ¿Qué incluye esto? Muchas cosas, pero principalmente problemas.

Y estoy pensando que... si desaparezco del mapa, nunca podré estudiar a estos seres tan fascinantes.


*


Lo primero que hice al despertarme fue llamar al aeropuerto. Me dijeron que seguirían cerrados un día más y que pronto los abrirían. Se podía salir a la calle perfectamente, pero los aviones tenían bastanta más dificultad a la hora de volar por el tiempo, así que por precaución, todo estaría cerrado.

Claramente, no tenía pensado quedarme todo el día en una triste habitación de hotel.

Me puse de ropa lo primero que encontré y bajé a la planta baja sin ingerir ningún alimento. Adam estaba de nuevo en la recepción y rodé los ojos al verlo. Tenía la esperanza de que no continuara ayudando a su tía y se hubiera marchado. Pero no. Siempre ocurre lo que menos deseas.

-¡Kia, espera! - me gritó.

-¿Qué quieres ahora? - inquirí de mal humor.

-Quiero que me acompañes. Hoy hacen la feria de Navidad y se que te lo pasarás bien.

No pude evitar emitir una carcajada.

-Ni lo pienses.

-Anda, ¿por qué no?

-No me apetece. - le mentí.

La verdad es que si que me apetecía, pero no quería ir con él.

-Se que hemos empezado con un mal pie, pero dame una oportunidad. Y si no estás cómoda conmigo, tan solo pídeme que me vaya y te dejaré sola.

Solté un bufido y respondí:

-Está bien.

Nada más pronuncié esas dos palabras me arrepentí de inmediato. Pero lo hecho, hecho estaba.

Adam sonrió y cogió su abrigo.

-¿Nos vamos ya? - pregunté.

-Claro. O nos perderemos lo mejor.

De camino a la feria, que se encontraba bastante cerca, no hablamos demasiado. En cambio, me limité a observar todos los preciosos paisajes más bellos aún por estar cubiertos de nieve.

-Cuéntame algo sobre ti. - dijo.

-No hay mucho que contar.

-Pues empieza por el principio.

Al ver que se empeñaba en saberlo, empecé el aburrido relato de mi vida.

-Bueno, crecí en una familia bastante normal. A veces deseo haber compartido más momentos junto a mi padre ya que normalmente, era mi madre la encargada de cuidarme. Tengo un hermano llamado Stuart. Aunque todos le llamamos Stu.

-¿Cómo te llevas con él?

-Bastante bien. Hace mucho tiempo que no lo veo y quizás nos hayamos distanciado un poco con los años, pero recuerdo que de pequeños éramos inseparables.

-Lo quieres bastante. Seguro que lo echas de menos... Tu vida no está mal, señorita cámbiame de habitación.

Sonreí sin poder evitarlo.

Tenía razón, habían muchas buenas cosas en mi vida que no valoraba tanto como debería.

-¿Y tú?

-Tampoco hay mucho que contar. Mi madre murió cuando yo tenía dos años, así que mi figura maternal siempre ha sido mi tía. Cada día venía a visitarnos y ayudaba a mi padre con cualquier problema que tuviera.

-¿Tienes hermanos?

-No. Desearía haber tenido uno, a veces me sentía muy solo. Pero no se puede tener de todo en este mundo.

Asentí.

Llegamos a la feria enseguida y quedé sorprendida al ver aquel parque de atracciones lleno de luces y de árboles de Navidad. Esta vez no me molestaron...

Los niños correteaban de un lado a otro, algunos con comida en la mano, otros agarrando la mano de sus progenitores. Me fue imposible estar de mal humor ante un ambiente tan alegre.

Aquel día lo cambió todo para mi.

Habían tantas actividades que hacer que no supe por cual empezar. Recuerdo que primero nos pasamos diez minutos hablando con una pareja que Adam conocía. Me aburrí bastante si soy sincera al no enterarme de nada de lo que estaban hablando. Mientras ellos proseguían con sus conversaciones, yo me dediqué a simplemente a observar a los niños que se subían a las atracciones.

En mi opinión, los niños son los seres más reales que jamás podrás encontrar. Un regalo pequeño puede hacerles más ilusión que uno grande, no se preocupan por tonterías como lo hacemos la mayoría de los adultos y simplemente viven sin contar los dias que les quedan.

No esconden su personalidad, no se tapan con máscaras por miedo a lo que la sociedad diga, son auténticos.

Mientras los observaba, deseé volver a ser niña.

Siempre he tenido prisa por crecer, por tener pareja, beber mi primera copa de alcohol, salir de fiesta con los amigos y tener mi propio apartamento. Pero nunca he vivido en el presente. Nunca he disfrutado de lo que he estado haciendo en un momento concreto. Siempre he tenido mi mente ocupada, pensando en cosas que verdaderamente no importan.

-¿Kia? ¿Me oyes?

-Si... Estaba pensando en otras cosas. - le respondí a Adam, un poco desconcentrada.

-Bien. ¿Qué te parece si nos pedimos un café para entrar en calor?

-Me parece una idea estupenda.

Nos acercamos a la primera parada que vimos que vendían cafés, chocolates calientes y demasiadas cosas más.

Creo que olvidé mencionar que tengo una enorme adicción a la cafeína. Sin el café, tengo la sensación de que no me mantendré despierta todo el día, que no seré tan productiva, que no funcionaré bien. Se que es malo, que debo de parar de beber tantos al día, pero al fin y al cabo, todos tenemos nuestros pequeños vicios.

El café que me sirvieron aquel día, fue el mejor que he probado hasta ahora. Incluso me animó más de lo que lo hubiera hecho una copa de vino.

-Cuéntame algo interesante. - me dijo Adam.

-Mi vida no es interesante.

-Cuéntame como se conocieron tus padres, en aquel baile.

Justo cuando iba a contárselo, me quedé muda por completo. Entonces comprendí, que en ningún momento le había dicho que mis padres se conocieron en un baile.

¿Cómo lo sabía entonces?

-No lo entiendo... - murmuré.

-¿El que?

-¿Cómo lo sabes?

Sus cálidos ojos marrones me miraron por unos segundos. Luego suspiró y empezó con su honesta explicación.

-En el aeropuerto, cuando fuiste a hablar con el guardia de seguridad, te dejaste tu libreta. Uno de mis mayores defectos es que soy demasiado curioso, así que la leí.

La rabia que sentí nunca fue tan inmensa. Todas mis extremidades se tensaron y recordé, con el corazón latiéndome a mil, todo lo que había escrito aquí.

Me reconforta pensar que no estaré ahí para verlo, porque... estas Navidades estoy pensando en desaparecer. Es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo. Morir. Escribir la palabra ha hecho que se me erice el vello de los brazos, mientras tecleo con fuerza las minúsculas letras del teclado de mi portátil. Algo positivo es que no tendré que soportar ese fastidioso humano del aeropuerto. No. No se ha cumplido el cliché.

Por unos momentos ni siquiera supe lo que decir. Había escrito cosas horribles, sobre él, sobre la vida y sobre toda mi familia. Y sobre todo, conocía mis planes. Mis planes que nadie debería de haber conocido.

-Me voy.

Cogí mi bolso y me levanté de aquella incómoda silla donde nos estábamos tomando el delicioso café. Por un momento, pensé que Adam era buena persona pero claramente no fue así. ¡Ni siquiera me conocía y leyó algo personal! ¿Qué hombre de 23 años hace eso?

Por suerte, no me siguió. Necesitaba mi espacio.

Espacio que al final no me dio.


*


A la mañana siguiente, me enteré de que los aeropuertos ya estaban abiertos. Di las gracias a cualquier ser superior que de momento, estaba haciendo todo lo que yo deseaba.

De alguna forma, me hubiera gustado que las cosas hubieran terminado de otra manera. No iba a ver nunca más a Adam, pero ya había una persona de toda la tierra, que conocía mi secreto.

Sin perder más el tiempo, guardé todas mis cosas de nuevo en la maleta con lástima y rabia a la vez.

Lástima por irme. Rabia por... absolutamente todo.

Ordené la habitación como pude y bajé las ruidosas escaleras rezando para que Adam no estuviera en la recepción. Por suerte, había una mujer rondando los cincuenta.

Pronto, empezarían a salirle arrugas, aunque ya había algunas que estaban luchando por hacerse notar.

-Buenos días. - murmuré, sabiendo que aquella mujer era la tía de Adam.

-Buenos días. ¿Se va ya?

-Si. He pasado unas noches estupendas, muchas gracias por la hospitalidad.

-De nada, querida. Vuelve cuando quieras...

Sonreí y me obligué a mi misma a caminar directa hacia el frío del exterior. En efecto, el frío congeló mi cuerpo entero, pero me apresuré en andar rápido para llegar al aeropuerto cuanto antes.

Durante mi camino, estuve pensando en muchas cosas. En mi libreta, pero principalemente en mi vida.

¿Acaso se merece que la salve?

Sumida en mis propios pensamientos, no me di cuenta de que un niño de unos cinco años se abalanzaba directamente hacia mi. Cuando chocó contra mi cuerpo, cayó de espaldas y lágrimas brotaron de sus azules ojos.

-¿Te has hecho daño? - le pregunté, bastante alarmada.

Una silueta venía corriendo hacia él, supuse que sería su padre. Nadie podrá describir la sorpresa que sentí al ver que quien se acercaba corriendo era Adam.

-¿Estás bien? - le preguntó al niño.

-¿Qué haces aquí? - le pregunté yo.

Me miró directamente a los ojos, para decirme:

-Olvidé mencionar que tengo un hijo.

Mi mandíbula se abrió completamente. ¿Como podía tener un hijo a los 23 años?

-Claro... un hijo... Yo también me hubiera olvidado de mencionarlo. - respondí con sarcasmo para intentar recuperarme de la sorpresa.

-Anda, no te enfades. Te lo puedo explicar...

Mis ojos bajaron hasta aquel precioso niño y asentí suavemente.

-Bueno, todo ocurrió a los 18 años. Tenía pareja, estábamos muy unidos.

-¿Vuestros cuerpos también estaban unidos?

-No me interrumpas. - dijo bastante molesto-. Un día, simplemente ocurrió. Lisa no estaba convencida de tener al niño, pero finalmente se embarcó en la aventura de la maternidad al ver que yo la apoyaría en todo. Pero... fue demasiado para ella. Y finalmente...

-Desapareció. - murmuré terminando la frase por él.

Asintió con ojos llorosos y prosiguió.

-Cuando leí que estabas pensando en lo mismo, supe que tenía que hacer algo. Mi hijo se ha quedado sin madre solo porque Lisa no pidió ayuda cuando más la necesitaba. Ella cometió un error, no pienso hacer que tú cometas otro.

-Es mi decisión.

-¿Pero por qué, Kia? ¿Por qué lo vas a hacer?

-¿Como puede alguien vivir si ya está muerto? ¿Que sentido tiene vivir si tú ya no tienes vida?

-No estás muerta. - susurró, cogiendo mi mano y llevándomela al corazón.

Cerré los ojos y escuché aquellos latidos. El silencio reinó por unos segundos, tan solo se podía escuchar mi corazón bombardeando la sangre.

-No se por qué eres infeliz, pero la vida... es preciosa. Piensa en tu familia, en el dolor que causarás en ellos. Piensa en el sol, que ya no podrás verlo jamás. Piensa en una playa, un día caluroso de verano, la nieve, el helado de chocolate o cualquier otro sabor, la sincera risa de los niños, los libros viejos que desprenden cierta magia que nadie es capaz de explicar, las fotografías en blanco y negro, los abrazos, una buena película, el chocolate caliente, un parque de atracciones, la adrenalina, besos de los buenos, el arcoíris y... la Navidad. Se que en el fondo te gusta y eso te frustra. Se que te gusta reunirte con tu familia después de tanto tiempo por como hablas de ellos, se que te gustan los árboles de Navidad por su espléndido color verde, se que te gustan los regalos al ver la constante emoción en tus ojos mientra estuvimos en la feria. ¿Acaso no lo ves?

Lo vi. Por primera vez lo vi. Vi que había sido una estúpida, que ni siquiera sabía por qué quería terminar con mi vida.

Sobre todo... vi que la muerte no era una solución.

-Tienes razón. - respondí con lágrimas en los ojos.

-Dijiste que prestabas atención a las cosas pequeñas. Quédate en el mundo de los vivos por ellas.

Podríamos llamarlo un milagro de Navidad. Fue un milagro encontrar a Adam, pues él me quitó la venda oscura de mis ojos y pude ver más allá de mis problemas. Más allá de mi odio.

Escribo esto en el avión, camino a México. La verdad, es que tengo ganas de ver a mi familia. Tengo ganas, por primera vez, de vivir la Navidad.

No se si volveré a ver a Adam alguna vez más. La última vez que lo he visto ha sido esta mañana, cuando ha cogido la mano de su hijo y con la más sincera de las sonrisas se ha marchado a casa de su tía.

Puede que estas Navidades no sean las mejores de mi vida, pero todo depende de mi actitud. Porque solo yo, puedo hacer que las fiestas sean las mejores que jamás experimente.




08 Aralık 2020 16:06 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
2
Son

Yazarla tanışın

Claudia Arroyo ¡Hola! Me llamo Claudia y una de las cosas que más me gusta hacer en el mundo es escribir (y comer). Desde pequeña que he sentido especial interés por la escritura, cuando cree mi primer cuento, "El pez enfermo". Sueño con ser una autora famosa, pero por ahora, me conformo con escuchar a Girl in Red comiendo chocolate y leyendo alguna novela de Stephen King. ¡Bienvenido/a!

Yorum yap

İleti!
Henüz yorum yok. Bir şeyler söyleyen ilk kişi ol!
~