wonderwhy 𝖘𝖆𝖒 𝖜𝖔𝖑𝖋 writtenbysamsam Sam Hirsz ㅤ

Una lucha a muerte entre dos caballeros, cegados por malentendidos y desafortunados al haber despertado a una bestia por su desorden. Al dragón de dos cabezas no le importará acabar con ellos en un parpadeo. ¿Qué deberán hacer para sobrevivir ante ello? Fantasía/Acción. Reto “El Dragón de Dos Cabezas” para la Copa de Autores 2020. Historia en coautoría por: Samantha Hirszenberg y Samantha Wolf. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS A NUESTROS RESPECTIVOS NOMBRES, PROHIBIDA LA COPIA TOTAL O PARCIAL DE LA OBRA. 091120. © wonderwhy. © Samantha Hirszenberg.


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#medieval #acción #fantasía #dragones #theauthorscup #TheTwoHeadedDragon
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I. LA LUCHA DE JAAR


Al norte de la aldea, vislumbré lo que sería mi más grande amor, de ropas finas y pulcras, cabellera larga y oscura, ondeante al viento, pies descalzos en punta sobre la húmeda tierra, y las mejillas rojas que contrastaban con los infinitos iris de color mar. ¿Qué sería de mí sin mi doncella? Aquella por la cual herí, tanto a los demás como a mí mismo, sangre y lágrimas habían sido derramadas, por supuesto, y al final, todo había valido la pena.


He de decir que no ha sido sencillo, a pesar de hacerlo lucir como tal; ha sido un proceso que me ha costado el haber sido desterrado de mi propias tierras hace apenas un par de años. Daria ha costado mi hogar, mi honor, mi familia… y mis amigos.


Larius creció junto a mí al sur, apenas unos niños cuando nos enseñaron a pelear. Inseparables como sólo nosotros podemos, nos habíamos convertido en confidentes el uno del otro, creyendo que lucharíamos espalda con espalda el resto de nuestras vidas. Pero eso no fue así…


Resultó ser un traidor, y la traición no es aceptada en nuestra creencia de ninguna forma.


«El duelo a espadas era su manera de arreglar las cosas, siempre había sido y siempre lo sería, como caballeros honorables que debían y suponían ser. Larius y Jaar jadearon a través de sus cascos, en el arduo intento por concluir y reclamar el que sería su premio.»


Suspiré ante el amargo recuerdo de aquel fatídico día, pensando en todo lo que pudimos haber evitado, y también lo que pude haber hecho en su lugar.


Mi mejor amigo se había robado a mi doncella, y la había encerrado junto a él en el castillo, a escondidas del Rey, con los planes de casarse con ella a mis espaldas. Por supuesto que no lo permití y casi nos matamos el uno al otro al enfrentarlo. Mi amada y mi mejor amigo… mi único compañero en este mundo, y había decidido apuñalarme por la espalda, como si no fuese nada, ¿honor? Él no lo conocía.


Decidí acercarme a ella, tomándola por sorpresa, pidiéndole que me acompañase a un lugar, pues tenía una sorpresa para ella.


Aceptó con una sonrisa que saboree amarga y falsa, como aquellas que me dedicaba después de haberse visto con otro hombre. Larius.


Había decidido enterrar mi ira muy dentro de mi ser, con la intención de perdonarla y continuar con nuestro amor, pero algo seguía estando mal.


Llegamos a lo que eran las afueras de la aldea, donde los árboles se alzaban majestuosos y orgullosos cerca de un acantilado que te dejaba una vista impresionante del horizonte y sus montañas.


—¿Qué es lo que tienes para decirme? —la frialdad en su voz hizo estragos en mi interior, pero decidí ignorarlo por un momento, su osadía sería castigada en otro momento. Hoy era importante.


—Vamos a casarnos, mi doncella. —exclamé, decidido. Su rostro no me dijo nada, nada más que repudio y profunda tristeza.


¿Tristeza?


Mi expresión cambió también.


—Ya habíamos hablado de esto, Jaar… ya lo sabes. —No, me negaba.


Ella me había rechazado frente al Rey, exclamando y afirmando que no iba a contraer matrimonio con alguien a quien no amara, pero claro que su padre, el Rey, la tomaría por insolente y rebelde y la encerraría en el calabozo unos días hasta que organizara sus ideas, a sabiendas de que yo era la mejor y única opción para ella.


—No puedes hacerme esto, Daria, lo he dado todo por ti. —gruñí con el nudo en la garganta, ese nudo que moría por destruir, pues mi furia y mi ego eran más grandes que mis debilidades. Llorar no era para hombres, y sufrir por una mujer no representaba mi honor, ni mi dignidad. Ella no podía hacerme eso, sobre mi cadáver iba a permitírselo—, He matado y he sido herido por ti, ¿y piensas que puedes dejarme por un traidor? ¿piensas que voy a dejarte libre para poder traicionarme como él lo hizo? No puedes caer tan bajo.


Daria intentó zafarse de mi agarre en su brazo, pero sé que le sería imposible; ella no iría a ningún lado. No hasta resolver este problema.


—¡Nunca te pedí que pelearas por mí! ¡Ni a Larius ni a ti se los he pedido! —gritó, ofuscada y cubierta en llanto amargo. Eso no debía moverme el corazón, pero lo hizo—, mi padre ha sido el que los ha obligado a hacer tales barbaridades, con la tonta promesa de que cualquiera de ustedes podría tenerme contra mi voluntad, pero estoy harta de seguir ese infierno, ¡no te quiero!


Mi mano impactó de lleno en la suave piel de su mejilla, logrando que su rostro girará a la derecha y sus cabellos oscuros se enmarañasen, pegándose como sanguijuelas a la humedad de sus lágrimas en las mejillas.


—No vuelvas a repetirlo. —exclamé entre dientes, rabiando como nunca lo he hecho, sintiendo que todo se desmoronaba. Una mujer no iba a hacerme eso.


Ella me miró de soslayo, tocándose allá donde golpee, inundada en lágrimas, murmuró: —Estoy enamorada de Larius, no de ti.


Eso había sido lo último que le permitiría decir, la tomé del cabello y la arrastré por la tierra, hacia el acantilado, lejos de donde pudieran escuchar sus quejidos, no quería problemas.


Ella gritó, pataleó, intentó como pudo alejarme de ella y del fuerte halar de mis manos sobre su largo cabello, la dejé cerca de las rocas y sollozó, entonces me agaché a su altura y le sostuve la mirada.


—Mi padre no lo acepta… él no aceptará nunca que me case con un caballero que no tiene nada que ofrecerme, pero tú… yo no aceptaré casarme contigo a pesar de todo lo que tienes, porque no te amo.


—Tú no puedes decidir, mujer insolente. —respondí a ello con otra cachetada en la otra mejilla. Si supieran que me había respondido de aquella manera… pobre, estaba perdida.

La obligué a ponerse de pie.


—No quiero esto, Jaar… nunca quise esto. —fruncí el ceño, sin entender realmente a lo que se refería. Ella siguió llorando, pero lentamente fue alejándose de mí.


—Me has traicionado, justo como Larius lo ha hecho… no mereces ni siquiera el que haya derramado sangre. —escupí, mirándola alejarse, sin ganas de seguirla, sin ganas de hacerla quedarse.


—Nada de eso, Jaar… nada de eso. —susurró con dolor en sus ojos.


Creí que en un punto ella se detendría y correría lejos de mí, yo que sé, tal vez a llorarle al lerdo de Larius o a ocultarse en su habitación como cualquier doncella dramática que le encantaba hundirse en su miseria. Pero nada de eso sucedió, y mi corazón latió, como queriendo salir a través de mi pecho, atravesando violentamente mi armadura.


—¡Daria! —grité y corrí hacia ella, cuando se dejó caer de espaldas al acantilado.


Quedé estático en mi lugar, observando al vacío, donde ella había caído, pero no tuve tiempo de analizar lo sucedido, pues a mis espaldas escuché otro grito, grave y lleno de ira.


—¡¿Qué has hecho?! —Giré la cabeza para encontrarme a un Larius iracundo corriendo hacia a mí, desenfundando su espada en el proceso.


Reaccioné, poniéndome de pie tan rápido como pude en medio de mi consternación, desenfundando mi espada de igual forma, a tiempo para interponerla contra la suya, la cual planeaba rebanarme la cabeza sin pensarlo dos veces.


Iniciamos lo que no sabríamos cómo acabaría. Le empujé al tenerlo fuera de guardia, y apenas se tambaleó, pero volvió a colocarse recto, dispuesto a intentar matarme una vez más.


—¡Larius! ¡Detente! —exclamé en medio del chirrido de las espadas y el dolor que sentía por la perdida de mi amada. Y estaba seguro, de que Larius también lo había presenciado.


Eso no lo detuvo, por supuesto, y entre tanto, la punta de su espada rasgó una parte de mi brazo y me quejé, la sangre pronto corriendo a gotas que morían en la tierra. Contraataqué, molesto, y mi espada impactó contra su escudo, pero logré darle en la pantorrilla, haciéndolo doblegarse en el suelo.


El aire comenzó a espesarse, trayendo un calor extraño que olió a magma y carbón. La tierra debajo de nosotros tembló y supe que algo andaba mal, muy mal. Las piedrecillas saltaron en el suelo, y la ventisca violenta casi nos empuja lejos, provocando plantar nuestros pies en la tierra tan fuerte como pudimos, deteniendo nuestra batalla al escuchar el furioso aleteo de lo que sabíamos… era nuestra peor pesadilla.


Despertando del más oscuro de los sueños, la cabeza de un temible dragón negro asomó por el acantilado. El dragón de la mazmorra volcánica… lo reconocí apenas observé con terror la forma en la que sus ojos de un color dorado brillante nos observaban, así como la piel casi hecha de carbón, encendida al rojo vivo, áspera y rocosa.


Larius y yo nos alejamos lentamente, y entonces… una segunda cabeza salió a la par. Intentamos no hacer algún ruido, ni algún movimiento brusco que pudiera provocar a la bestia, pero fue inútil, nos había visto, había visto cómo lo miramos a él y fue demasiado tarde.


Se alzó sobre nosotros, abriendo las alas a todo lo que dan, las cabezas cada una apuntando hacia nosotros; una a Larius, una a mí. Nos colocamos en posición de batalla, teniendo nuestros escudos como lo único que podría protegernos apenas.


La cabeza que se dirigía a Larius se irguió y corrimos al darnos cuenta de lo que intentaba. Logramos lanzarnos a nosotros mismos detrás de una inmensa roca, donde el fuego rápidamente corría por los costados y la parte superior; cerramos los ojos con fuerza, soportando las llamaradas de calor que nos alcanzaron, pero sobreviviendo al primer ataque.


El fuego acabó y escuchamos el resoplar del dragón cerca de nosotros, la tierra todavía temblando. Miré a Larius y me miró de vuelta, logrando entender lo que quería trasmitirle: Luchábamos juntos o moríamos.


—La mataste. —soltó de repente, mientras escuchábamos el resonar de las pisadas de la bestia de fondo.


—Larius, yo n… —Intenté, pero otra oleada de fuego dio contra la roca, quejándonos por el insoportable calor que hacía arder el metal de nuestra armadura.


Al terminar, salimos, después de mirarnos una vez más. La bestia volvió al aire, y voló sobre nosotros, intentando devorarnos. Corrimos cada uno en direcciones contrarias, intentando confundir al dragón, las dos cabezas no sabiendo hacia donde dirigirse.


Mientras yo lo distraje por un momento, Larius logró enterrarle la espada en una de las patas que tocó el suelo, el dragón sólo bufó y con la cola alcanzó a lanzar a Larius por los aires hasta el otro lado del lugar. Le grité, a la espera de que me contestase, y fue un alivio cuando lo hizo.


Probablemente sería nuestra última pelea juntos, pero así como antes había derramado sangre por el amor de mi vida, podría derramarla para conservar mi vida de una forma u otra, así me costase algo más.


No tendría sentido morir ahora, no cuando necesitaba velar la muerte de mi doncella, no podría irme hasta que su padre se enterase de la pérdida de su hija. Después, podría morir en paz, sabiendo que me encontraría con ella.


La lucha no iba a terminar pronto, cuando me reuní con Larius de nuevo, y como en los viejos tiempos, nos enfrentamos al enemigo espalda con espalda, haciendo lo mejor que podíamos hacer para conservar nuestras vidas como los caballeros que éramos.


Nada mejoró con el tiempo, el dragón volvió a lanzar fuego contra nosotros, y este me alcanzó la pierna derecha, derribándome, mi pie hasta la rodilla estaba completamente quemado, podía ver mi piel derretirse y fundirse con la armadura, el dolor fue insoportable, entonces Larius intentó arrastrarme lejos antes de que nos alcanzara de nuevo.


Pudo llevarme detrás de aquella roca de nuevo, y lo único que pudimos hacer fue rogar porque no fuera tras nosotros esta vez. Larius ya no tenía su espada, ni el escudo, así como yo ya no tenía esperanzas de llegar lejos.


Estrechamos las manos, perdonando lo que nos habíamos hecho mutuamente en silencio y Larius asintió con la cabeza, al mismo tiempo que lo hice yo, olvidando todo lo demás. Tuve que decir algo, antes de que lo que sabría que pasaría, ocurriera. No podía quedarse sin saber.


—Yo no lo he hecho, ella te amaba a ti.


Fue lo último que alcancé a decir, y él supo a qué me refería exactamente, entonces observé sus ojos brillar, antes de que el fuego nos alcanzara completamente.



—wonder

091120.


12 Kasım 2020 20:01 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Sonraki bölümü okuyun II. LA LUCHA DE LARIUS

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