martfe Mafer Acosta

Qué pasaría si una entidad demoníaca comenzará a atormentarte y sin saber el porqué. Descúbrelo


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El Lagartoduende


Eran las tres y media de la mañana cuando me dirigía hacia mi casa, después de que esa cosa, finalmente se apareciera frente a mí luego de haberme acechado gran parte de la madrugada, dejándomelo a sabiendas, con sus anteriores apariciones de maneras muy oscuras y perturbadoras.

Todo comenzó, luego de haber decidido marcharme de la reunión en la que departía con unos cuantos amigos y compañeros de trabajo, en la que había estado gran parte de la noche.

Aunque estábamos reunidos entre pocas personas y la mayoría eran, supuestamente de fiar, no imaginaba que la primera vez que probaría sustancias psicoactivas, sería en una reunión, al parecer, muy íntima. Supongo que esa fue la principal razón para irme de aquel lugar.

Al cabo de un buen tiempo, me encontraba demasiado indispuesta, por lo que decidí marcharme, para algunos, muy temprano, aunque fueran la una y diez de la madrugada. Varios de mis compañeros de trabajo, se ofrecieron para acompañarme, toda clase de solicitudes fueron rechazadas tajantemente, con tal de evitar lo más posible los romanticismos inesperados, además mi casa estaba relativamente cerca, así que, ese fue el pretexto perfecto para no tener que dar más explicaciones.

- Solo tengo que agarrar una ruta recta hacia el subterráneo, no te preocupes.

Esa era la frase perfecta con la cual refutaba todo intento desesperado de cualquiera que intentaba brindarme sus servicios de compañía.

Resolví en irme, sin saber que mi madrugada del terror estaría a unos segundos de comenzar.

Bajando las escaleras, saliendo del área del segundo piso, sentí un leve mareo, aludí esto a la combinación de sustancias tóxicas que circulaban en mi sangre, en ese momento, mi mente dio tantas vueltas que pensé que alucinaba, cuando vi una extraña y deforme sombra con aspecto humanoide, que se proyectaba ante la luz de un poste en un muro demacrado al frente del edificio que estaba abandonando, tomé todo a la ligera y deduje que eran alucinaciones, efectos de las pastillas “felices” que había ingerido unas cuantas horas antes, por lo tanto, le di poca importancia a aquella desfigurada sombra y seguí descendiendo hasta la calle principal.

Cuando me encontraba en tierra firme, tomé la ruta principal, aunque esta se tornara más larga, ya que palidecía al pensar en tomar atajos a tan altas horas de la madrugada, me sentía más que indispuesta para poder realizar tal hazaña, ya que, si comúnmente se tiene una imagen débil sobre la mujer, no me imagino cuan presa fácil hubiese sido para toda especie de canallas estando ebria, drogada y sola.

Caminé durante unos veinte minutos hacia la estación del metro más cercana, debo admitir que sentía como una sensación de hormigueo invadía todo mi cuerpo con cada paso que daba, así fuese el más corto de ellos.

Trascurrido un tiempo, interrumpí mi viaje para entrar a un autoservicio que se encontraba de camino, al principio tuve la sensación de que aquel lugar era completamente nuevo, ya que nunca lo había visto por esos lados. Su aspecto era un poco demacrado, tenía lagunas paredes cubiertas de moho y había un ligero olor putrefacto en el aire, a pesar de mis observaciones, las ignoré casi de inmediato, ya que atribuía gran parte a la idea de seguir alucinando.

Ya dentro del lugar, observé de primeras, a un viejo de espaldas acomodando unos frascos de golosinas y galletas en la parte superior de una de las estanterías detrás de la caja, di un corto saludo entre muelas y seguí caminando hacia el interior de los fríos y casi iluminados pasillos de aquel lugar, aquel viejo ni volteó para verme.

No tenía idea de que cosas iba a comprar, ya que dos días anteriores a la fiesta, había ido al supermercado para comprar un gran mercado, que, según yo, me alcanzaría para abastecerme por unos veinte días, por lo que mi entrada a ese misterioso lugar, había sido por mera curiosidad por encima de cualquier intención dirigida a suplir mis necesidades.

Llegué al pasillo donde reposaba toda clase de pasabocas y comida procesada, desde pequeños paquetes de bizcochos, gaseosas, jugos artificiales, comidas de paquete, papas fritas, dulces de todas las variedades y sabores, para toda clase de gustos, y algunas más que escapan de mi memoria en estos momentos. Perdí la noción del tiempo en aquel lugar, al parecer estuve más de veinticinco minutos observando de pies a cabeza aquel pasillo, sin dejar ninguna estantería sin que clavara mi mirada por más de tres minutos; en un tiempo determinado, de inmediato, como si de un impulso se tratara, corrí hasta donde había divisado los tarros de chocolate negro, y sin pensarlo dos veces tomé dos grandes frascos, corrí hasta la caja para pagar aquel amargo manjar, pero algo me dejó atónita, sin palabras, resulta que, cuando levanté la mirada hacía el dependiente, aquel viejo, estaba observándome fijamente, con un semi sonrisa en su rostro, un poco suspicaz, mientras que yo, sentía como las pulsaciones aumentaban su ritmo a medida que me acercaba a aquel malhechor, al cabo de unos segundos después me encontraba frente a aquel misterioso e intimidante hombre. Sin mediar ni una palabra, posé los dos tarros azucarados sobre la mesa, y bajé unos segundos la mirada para buscar la paga, cogí algunos billetes y volví mi atención hacia arriba, tan pronto como devolví la ojeada, sentí como me quedaba sin pulso, pues detrás de aquel extraño sujeto, posaba la misma sombra desfigurada y horrorosa que había visto no hace más de hora y cuarto cuando estaba bajando las escaleras, sentía como mis extremidades se helaban en pocos segundos, como mi cuerpo se estaba cargando de adrenalina para salir corriendo, pero no lo hice, respiré profundo unas cuantas veces, el tipo me informó que estaba demasiado pálida, como si hubiese visto una escena de ultratumba, pero, sin dejar atrás aquella sonrisa burlona y su mirada maliciosa, también me preguntó si me encontraba bien, a lo que asentí con la cabeza, mientras que en mi cerebro, no dejaba de dar vueltas a la idea de que me encontraba en una especie de pesadilla de la que me era imposible despertar.

Al terminar de pagar, ya estaba en la puerta tan rápido como si hubiese usado magia o una técnica de escape, caminé lo más rápido posible sin intentar girar en lo más mínimo para divisar aquel auto paraje que parecía la casa del terror de cualquier parque temático de segunda.

Anduve en línea recta unos cuantos minutos más, para luego voltear en una esquina, intentando tomar la ruta para llegar a la estación lo más rápido posible, no puedo negar que cada vez sentía como la paranoia se apoderaba de mi mente y cuerpo, aun no podía asimilar lo que había ocurrido unos instantes atrás, ni el porqué de la aparición de esa sombra en mis malos momentos, tenía la sensación de que un par de ojos brillantes y malévolos iban a tras de mis espaldas, observando cada maldito paso que daba, acechando, como cuando la leona está cazando su presa, por lo que a mi mínimo error o descuido, iría a devorar mis frías carnes acalambradas.

Al fin, dije para mis adentros, mientras iba descendiendo las escaleras que conducían hacia mi ruta de escape, mi cuerpo temblaba tanto, que apenas podía dar pequeños pasos, no podía acelerar el paso, pensaba que resbalaría si lo hacía, que saldría rodando peldaño por peldaño hasta llegar al fondo del pasillo descendente, así que bajé lo más calmadamente posible.

Ya estando abajo, saqué mi tarjeta de viaje, la puse sobre el lector digital, pero no tenía saldo, algo que me sorprendió mucho, ya que recordaba haberla recargado en la mañana cuando me dirigiría al trabajo, no me molestaba que no tuviera dinero en la tarjeta, ya que poseía en mi cartera unos cuantos billetes más, pero lo que no había disponible, era el servicio de recarga, ya que, como de costumbre en las madrugadas, el lugar estaba desolado. Sin saber qué hacer, estuve unos instantes divisando el panorama, a lo que recordé, que recién se habían instalado unas enormes cajas de pantalla y botones para realizar auto recargas, me dirigí hasta el lugar donde había una de esas máquinas suspendidas en la pared, saqué mi tarjeta y un billete, coloqué la tarjeta e introduje el billete en el orificio de la máquina casi al mismo tiempo, espere paciente un par de segundos para que se completara el proceso, pero de imprevisto, la estúpida maquina rechazó el papel y escupió la tarjeta de una manera violenta, tomé la tarjeta y la jalé hacia atrás, pero vaya sorpresa la mía cuando sentí un calor en mis dedos, -no puedo creerlo, murmuré, la maldita máquina había quemado la tarjeta y arrugado mi billete, sentí una furia repentina e incontrolable, por lo que respondí de manera violenta, dándole unas cuantas patadas al inerte artefacto.

Estaba dispuesta a marcharme, cuando, de la nada un chico lánguido de piel morena, apareció bajando las escaleras apresuradamente, se sorprendió un poco al verme al percatarse de mi comportamiento frente a la caja metálica, esto le hizo un poco de gracia, por lo que no dudó preguntar a que se debía tal locura, no reparé en cortesías y en un tono muy molesto, le comenté lo ocurrido, él seguía sonriendo, al cabo de unos instantes me ofreció su ayuda, sin pensarlo dos veces, acepté, ya que no estaba dispuesta a caminar unos cuatro kilómetros camino a casa, no luego de las cosas espantosas que hasta ahora me habían ocurrido, sin restarle valor a lo cansada que me sentía.

El joven, pasó la tarjeta en el lector para que yo pasara primero, repitió la acción para con él mismo, ya del otro lado, saqué un billete de mi cartera y se lo entregué, sin aceptar cambios, le agradecí por su ayuda y corrí hacia el lugar en donde aparcaba el metro que me llevaría a casa, de ahí no supe más de aquel flacucho muchacho que me había prestado un pequeño servicio, del cual yo hacía pompones y fiestas a causa de que evitaría, según yo, que me arrollase un autobús si caminaba hasta la casa por mi mal estado.

Al cabo de dos minutos, llegó el vagón que me dejaría a un par de cuadras de mi tan ansiado hogar, esto me subió el ánimo, así que me apresuré para abordarle. Como era de esperar, imaginé que el vagón estaría solo, de no ser por la presencia de una anciana que parecía dormir sobre una silla que estaba casi al fondo del alargado lugar; en un principio, no reparé en observaciones del porqué una señora de avanzada edad estaría a tan altas horas de la madrugada en un vagón del subterráneo sin ninguna compañía, no le di mucha importancia así que me senté y puse los frascos de chocolate a un lado del asiento, pero si soltar mi bolso.

Estaba tan cansada, que entre cerré los ojos, como queriendo imitar la actitud de la viejecita, pero me percaté de que podría quedarme dormida allí hasta las diez de la mañana, así que programe una alarma en mi celular, que me despertaría tan pronto como faltasen unos pocos minutos para llegar a mi destino. Así lo hice, estuve descansando unos minutos, de no ser porque fui bruscamente interrumpida por una carcajada diabólica, que hizo estremecer mis entrañas, me exalté al instante, estaba demasiado asustada, por lo que dudé en abrir los ojos, pero, de una manera muy lenta; abrí muy despacio los párpados, como si quisiera que estuviesen sellados con pegamento y que, debido a eso, me era imposible levantar la mirada, encendí la pantalla de mi celular, pude notar que estaba a unos cuatro minutos más de marcha para arrimar a la siguiente estación, la cual era mi destino. La risa no cesaba y el perturbador sonido cada vez se hacía más fuerte, no quería saber quién o qué la emitía, pero la curiosidad me invadió, y me levanté de un respingo de la silla, intentado localizar el autor o la autora de tan horrible e infernal sonido. Fue más grande mi exaltación cuando fijé mi perturbada mirada a aquella señora que estaba aún sentada en el fondo del vagón, con la cabeza inclinada levemente hacia abajo, mis manos comenzaron a temblar, quería correr, pero no podía, además a dónde podría hacerlo, si me encontraba en un metro, esas afirmaciones encendieron más mi temor, intente gritar, pero tampoco pude hacerlo, me encontraba en una especie de bloqueo físico, mientras que aquella bruja, levantaba su decrépito cuerpo, abandonando la silla, para luego tratar de dirigirse hacia mí, por mi parte, no le perdía la vista en ningún momento, tal vez era lo único firme y funcional que había en mí en ese preciso instante, ella no dejaba de mofarse, mientras caminando lentamente, pero con paso muy firme, avanzaba hacia mí. Noté que detrás suyo se levantaba la sombra maldita que me había estado siguiendo toda la noche. En un punto determinado, su cuerpo se hacía más grande y se desdibujaba a cada paso que daba, su sombra ya casi cubría todo el fondo del vagón, mientras su piel se teñía de un verde oscuro.

Para mi momentánea salvación, la gigantesca máquina detuvo sus motores y abrió sus puertas, dejando al descubierto sus metálicas fauces, no dudé un segundo en huir de aquella escena sombría.

Corrí lo más que pude para salir de la estación, esperanzada en llegar a mi casa y equiparme para enfrentar a lo que fuese que me estuviese atormentando, creía con una confianza absurda, que aquella edificación sería mi refugio contra un mal del cual poco conocía, no sabía que deseaba de mí, ni porqué lo hacía, pero tampoco tenía el valor para invocar a ese aparente demonio y consultarle las respuestas.

Ya fuera, caminaba a pasos enormes, tratando de recortar lo más pronto posible las distancias hacia mi casa. Había recorrido cuadra y media, cuando una vez más la risa infernal acompasaba mis pasos, esta vez sentía que no tenía el corazón puesto en mi pecho, sentía el frio sudor resbalarse en mi frente y al mismo tiempo recorrer mi cuerpo a caudalosos chorros, estaba totalmente perdida según mis consideraciones, anhelando ya mi muerte y poner fin a mi trágico final, me quedé inerte, de pie, sin fuerza alguna para intentar hacer el más mínimo de los movimientos. Noté como mis mejillas se humedecieron, gracias a unas pocas lágrimas que brotaron de mis cansados ojos. De la nada, estaba frente a mí esa inmunda sombra, que había hecho de un día de fiesta, en la peor pesadilla que hubiese podido recordar en todos mis treinta años de vida.

La sombra fue tomando forma, hasta el punto de erguirse frente a mí el ser más horrible que jamás han visto mis ojos, su cuerpo era tan deforme como su sombra lo indicaba, al mismo tiempo que su cara evocaba mil maldiciones personificadas, su piel era de un tono y extraño verde oscuro, como el de un pantano lleno de caimanes ennegrecidos por la muerte. Pude detallar, que tenía unas largas uñas filosas, en lo que vendrían siendo nuestras manos y pies, poseía una cola de caimán muy larga y una especie de gorro forrado por su mismo cuero, hice una observación un tanto estúpida para el momento, ya que aquel gorro, me recordaba al que llevan puestos los duendes de jardín, sin olvidar sus puntiagudas orejas, también tenía grandes descamaciones por todas partes de su inmundo cuerpo, alunas eran tan grandes, que parecían unas incurables yagas, sus ojos parecían un par de pelotas de billar, en mi opinión, era lo que más resaltaba de sus más macabros atributos físicos, su postura era curvada, ya que era de gran estatura y se le dificultaba mantener su espinazo demasiada recto, sus dientes, parecían unos serruchos de carpintería. Divise todos estos detalles en un par de minutos, pensando que las cosas no podían empeorar, cuando, sin mediar palabra, hizo un gesto diabólico que se vio reflejado en su inmundo rostro, donde abrió su bocota, dejando entrever su larga y asquerosa lengua, semejante a la de una serpiente.

No soporté la idea de verme intimidada, menos por aquel mismo hijo del demonio, por lo que después de hacer mis acostumbradas reflexiones, me desmallé sin más. No estuve consciente del tiempo que estuve tendida en el suelo, solo recuerdo que me levanté como si mi cabeza hubiese sido reemplazada por una gigante pesa rusa.

Evocando lo ocurrido, verifiqué si mis pertenencias estaban completas, ya que me aferré a la efímera idea de haber sido víctima de un atraco y no más, efectivamente pude verificar que todo estaba en orden, excepto por los raros recuerdos que aún permanecían en mi memoria. Encendí la pantalla del celular, eran las tres y diez de la mañana, me puse de pie tan pronto como pude y salí disparada lo más rápido que pude rumbo a mi hogar, aún seguía conmocionada por todos estos extraños acontecimientos, pero no quería seguir memorando esos inmundos y perturbados recuerdos.

Eran las tres y media de la mañana cuando estaba a tan solo unas dos casas de llegar a mi residencia, sentía que la pesadilla había concluido, bueno, al menos era lo que esperaba, estaba casi segura, que ese monstruo, después de haberse presentado ante mí en su verdadera forma, me dejaría en paz, sea que fuese lo que hubiera logrado con ello, pero no, evidentemente no fue así.

Llegué a la puerta de la casa, saqué la llave, la introduje en la cerradura y le di un par de vueltas, entré apresurada y tiré la puerta, volví a girar la llave, pero del otro lado de la gran tabla metálica, pasé el pasador y casi que, corriendo, fui a mi recamara, abrí la puerta, entré y repetí el proceso que había realizado con la puerta principal.

Busqué el pijama, entré al baño y me duché. eran casi las cuatro de la mañana cuando me tiré sobre mi cama, quería descansar, pero todo esto fue interrumpido nuevamente, cuando escuché que alguien con una ronca y desgarrada voz, gritaba mi nombre de una manera desesperante. No quería acoplarme a la idea de que no tendría descanso alguno, por lo que hice caso omiso a aquella trastornada voz, revolqué uno de los cajones de la mesita que había al lado de mi cama para buscar los audífonos de mi celular que había depositado allí antes de dirigirme a la susodicha reunión, me coloqué los audífonos, los conecté al smartphone y coloqué una pista para relajarme y poder dormir, le subí el máximo de volumen a mi celular, y así caí abatida, quien sabe por cuantas horas.

Al despertar mi desconcierto fue aterrador, más que cuando había visto a aquella abominación que tanto sabia perturbar mi paz, calculé que eran alrededor de las cinco y media de la tarde, ya que el sol comenzaba a palidecer. Me encontraba reclinada en la camilla de un hospital con una bata blanca puesta encima, conectada a mil aparatos, aterrada, dirigí mi mirada alrededor de aquel paraje, para mi sorpresa, mi madre y una amiga estaban en un mueble viejo que había en aquel lugar, sentadas conversado a un volumen casi imperceptible.

Mi madre, que no veía hace más de año y medio, estaba allí, me sorprendí mucho, así que supuse que lo que fuese que me mantuviese allí, tendría que haber sido demasiado grave, puesto que para que ella viniese del otro lado del país solamente para verme, así, si razón aparente, era algo cuestionable, así que no dude, alcé mi voz, noté que salía casi apagada, entrecortada y titubeante, pero, seguí balbuceando, hasta que al final pude hablar.

Pregunté a mis acompañantes de una manera muy confusa, que apenas era entendible, donde me encontraba y que me había pasado para estar en ese lugar, y que lo único que recordaba era haberme dormido en la comodidad de mi cama con música encendida en su máximo volumen, a medida que iba pronunciando cada palabra, la maquina conectada a mi corazón, subía muy intensamente el pitido que emitía la señal de alerta, por un lado más positivo, mi madre reflejaba en su rostro una felicidad incontenible, se dirigió hasta a mí para calmarme, mientras le daba instrucciones a mi amiga para que llamase una enfermera, mi amiga no dudo en seguir sus órdenes, pero sin dejar de expresar la misma alegría que veía en el rostro apacible de mi mamá.

Seguía sin entender muy bien lo que pasaba, así que desesperadamente le pedí a mi querida madre, casi, que como si de una orden se tratase, que me explicara qué era lo que ocurría, sin omitir u olvidar un importante detalle, ella entre lágrimas se acercó a mí, me enredó entre sus brazos y me relató con tierna voz lo que había ocurrido, empezó de la siguiente manera:

-Hija, hace tres meses atrás, recibí una de las más trágicas noticias que he tenido en mi vida, me llamó un detective de la policía a eso de las tres de la mañana para informarme que mi única hija, estaba gravemente herida en un hospital, que había sobrevivido por obra de un milagro, que las casusas se estaban estableciendo y que la poca información que tenían , era que ella había rodado escaleras abajo, quedando inconsciente, luego de haberse golpeado de una manera casi mortal en el cráneo y quedar en un estado de coma inmediato, después de que intentaba marcharse del lugar en donde había estado compartiendo la noche con sus amigos y compañeros de trabajo…;mientras mi madre relataba los hechos, mi cuerpo se estremecía, al tiempo que una enfermera de una edad que traspasaba la barrera de los cincuenta años, abría la puerta con unas jeringuillas en mano, mi mirada se tornó inquieta y se posó sobre ella, me percaté que cuando estaba frente al suero aplicando los medicamentos, en la pared a un costado suyo, se alzaba la sombra de la maligna criatura que me había acechado toda una madrugada, en lo que creí que era mi realidad, esa realidad que había rechazado con tanto fervor hasta hace unos instantes, aferrándome a las cariñosas palabras de mi madre, intentando borrar aquellos recuerdos que seguían muy frescos en mi memoria. La supuesta enfermera, se percató de mi angustia, respondiendo con una mirada de reojo y haciendo un gesto de malicia, supe inmediatamente que nada de lo que había acontecido en aquella madrugada, había sido un sueño u alucinaciones inducidas por los fármacos, cosa que había empezado a creer, pero ahora estaba segura que todo era tan real, y que el ser con aspecto de duende, piel y rasgos de un lagarto putrefacto, anhelaba mi destrucción y que yo, por mi parte, seguía sin entenderlo del todo…

18 Ağustos 2020 20:16 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Son

Yazarla tanışın

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