El protector
If I should stay, I would only be in your way
So I'll go, but I know
I'll think of you every step of the way
And I will always love you
I will always love you
You, my darling you, hm
Bittersweet memories
That is all I'm taking with me
So, goodbye
Please, don't cry
We both know I'm not what you, you need
And I will always love you
I will always love you, you
I hope life treats you kind
And I hope you have all you've dreamed of
And I wish to you joy and happiness
But above all this, I wish you love
And I will always love you
I will always love you (x5)
You, darling, I love you
Ooh, I'll always, I'll always love you
(I will always love you - Whitney Houston)
—Ya apaga esa puta canción de una buena vez —grito.
Su predilección por lo romántico estaba a punto de enloquecerme. Era exasperante escuchar lo mismo repetitivamente. Tratando de contenerme, no dije nada más. Intento ser amable con ella, después de todo es mi hermanita menor y es normal que aun crea en hadas, príncipes, castillos, y dragones.
Mis padres habían muerto hace mucho, delegándome esa responsabilidad. Y lo duro que sigue siendo, por lo menos, sabe ir al baño sola, no podría haberle enseñado eso. Empero, aún tenía que revisar si debajo de la cama o en su closet no se haya colado ningún ser de otro mundo y apagar las luces a altas horas de la noche, cuando ella se halla profundamente dormida, incapacitada de protestar por la densa oscuridad.
—Está bien hermano ¿Llegarás tarde hoy? —indaga al ver mi maleta.
—No Amy. Regreso después de la última ronda para cambiarme. —suavizo la mirada. —La señora Molly se quedará contigo esta noche hasta mi regreso.
—¿Tendrás otra cita? —inquiere inocente.
No me atrevía a decirle que el amor es un cuento infantil. En mi caso, las mujeres solo sirven para follar, nada más. Está muy pequeña para saberlo. Pero, las personas con las que salgo, están al corriente de mis intenciones, conocen mis reglas. Solo satisfago con ellas las necesidades de mi polla. Todo se resume a un acuerdo mutuo, un intercambio placentero y un si te he visto no me acuerdo. Podríamos coincidir en una calle sin siquiera intercambiar mirada, como dos completos extraños. Era un acto altruista, ellas estaban necesitadas y yo podía resolver su urgencia. Sexo duro, sin compromisos. Una noche que recordarían por el resto de sus vidas. Pensaría tener el ego muy alto, pero una mierda, no miento cuando aseguro que nadie te rompe el coño como este servidor. Una cama completamente mojada por nuestros fluidos, era la evidencia del buen amante que soy. Parecían tener un palo en culo cuando caminaban, después de mí, cualquier tonto podía notarlo. Su boca hinchada. Sus pezones erguidos, sensibles al contacto. Esa es una mujer bien complacida.
—No te hagas ilusiones. ¿Sabes qué todo podría salir mal?... Como siempre. —¿Y como saldría de otra forma? En unas horas les daba lo que querían con el golpeteo rítmico de mis bolas y cuando terminaba, actuaba como un completo gilipollas. Era mi manera de decir: «ahí está la puerta ¿Conoces la salida?». Con esa actitud me aseguraba de que no se ilusionaran conmigo. No podía haber nada serio.
—Está bien. —se resigna con sus labios en un puchero. —Pero…
—Nada de peros. —le advierto. —Ahora termina de arreglarte. Tienes cinco minutos.
Escucho sus pasos correr por las escaleras. Su entusiasmo por los estudios no ha decaído en ningún momento. No estoy muy seguro que sea por buena influencia o por la disciplina que adquirí en la academia.
—Cuidado te caes. —le reprendo.
—Ya voy. Ya voy. —repite varias veces como si la repetición de ese mantra la hiciera terminar más rápido. Miro al reloj. Si demora un minuto más, ninguno llegara con puntualidad.
—¿Listos o no? —estoy cruzando el portal y en segundos la veo a mi lado.
—Estoy aquí. —aduce sin aliento.
—Sube al auto. —me limito en indicar.
Observo, ambos moños a cada lado de su cabeza bailando al compás de sus pasos inquietos.
La alcanzo al otro extremo del vehículo. Y vuelo a todo motor, no sin antes recordarle las medidas de seguridad, tengo que dar el ejemplo, después de todo, pertenezco al cuerpo policial. La dejo al pie de la escuela, a las siete menos cuarto horas. Se despide con un dulce beso.
Me quedo ahí por unos segundos embelesado por algo ajeno a mi voluntad y lógica. Un escalofrío me incordia, recorre mi columna vertebral. Me remuevo incomodo del asiento, siento lo mismo que, cuando murieron nuestros padres. El recuerdo de ese día me persigue, no puedo imaginar el trauma de Amy, ella estuvo presente. Necesito espabilarme un poco e ir al trabajo.
Una Adele preocupada me espera en la puerta de la comisaría. Su mirada eyectada de sangre, me perturba en cuanto subo los escalafones.
—Ya es muy tarde para nuestra ronda. ¿Qué excusa me traes hoy? —se cruza de brazos, enojada.
—La pequeña Amy no se daba prisa. —explico con simplicidad.
—Insisto que deberías buscar una niñera para ella o casarte pronto. —sugiere lo mismo de siempre.
—Sabes bien que el matrimonio no está hecho para mí. —le ofrezco mi sonrisa ladina. Era la única mujer que me ha rechazado una y otra vez. —Pero estoy más que dispuesto para otras cosas más interesantes. ¿Qué harás hoy en la noche?
—Paso. —recibo por enésima ocasión una negativa por su parte. —Ahora… apresúrate galán de cuarta. —masculla hilarante.
No termino la jornada y me cancelan la cita previa. Me dejaron plantado y calenturiento.
—Por lo visto no follaré. —murmuro para mí mismo.
Menos mal que no tuve que llevar a Adele a su casa, porque se fue extrañamente temprano.
Conduzco con cuidado, disipando de cuentagotas mi frustración transitoria.
Otra vez, el hormigueo me incordia. Un estremecimiento impreciso me recorre y piso el acelerador en consecuencia. Llego a una casa a oscuras en poco tiempo.
—¡Suéltela!, ¡Déjanos en paz! — los gritos de Amy se escuchan desde fuera.
Sin pensarlo dos veces, corro en su busca.
—¡Aprenderás la lección, perra! —brama una voz desconocida.
Desenfundo el arma para entrar desapercibido, sin lograrlo. Uno de los secuaces sale volando por la ventana. El ruido cacofónico de los cristales rotos me saca de mis ensoñaciones.
Ingreso de inmediato para encontrar la imagen más surrealista que había examinado nunca. Adele está sobre un tipo, inmovilizándolo con una llave.
—¿Quieres dejar tu cara de tonto y ayudarme? —me interroga mordaz.
Tomó unas horas que se llevarán a los perpetradores esposados en la patrulla directo al recinto policial. Amy no se despegaba de mí, asfixiándome en un abrazo cuando dejaba de verla.
—Después de todo, ¿Qué haces aquí? —indago.
—Molly no pudo venir y la reemplacé. —señala apacible. —Soy su hija.
Volteé a mirarla con detenimiento. No podía estar más sensual. Jamás la he reconocido de esta atípica manera. Hay algo en ella que me ha seducido y cautivado por completo, sin remedio. Y creo comprender el significado de esas estúpidas canciones de amor…
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