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J.M Morecor


En una pequeña aldea remota de Japón, una serie de asesinatos va a perturbar la calma y el orden hasta entonces presente en el lugar. Este microrrelato de 1400 palabras, tratará de explicar qué o quién fue el responsable de tan lamentable incidente a través de un panadero que vivía en la aldea cuándo todo sucedió.


Gizem/Gerilim Tüm halka açık.

#Mentero #japon #crimen #microrelato
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El Crimen del Mentero

Hoy en día, todos recuerdan los espantosos sucesos que tuvieron lugar en una aldea sin nombre en el centro del país insular de Japón hace ya bastantes años. Eran solo las cinco de la mañana cuando los primeros rayos de sol empezaron a colarse entre los picos de las montañas que rodeaban la aldea. Aquel era el típico lugar donde todos se conocían por su nombre, apellido y profesión. El panadero que se había levantado muy temprano en la madrugada para hacer el pan como llevaba haciendo desde hacía poco más de veinte años. Mientras caminaba por la calle central de la aldea depositando en frente de las puertas el pan recién hecho, fue fijándose en un objeto que yacía en medio de la calle, al principio no le dio importancia, —Será una roca— pensó el panadero, pero conforme se fue acercando notó que algo no iba bien, la nieve iba adquiriendo un color rojizo por cada paso que daba.

No fue hasta llegar a donde se encontraba el objeto cuando se dio cuenta de que era el herrero cuyo cadáver descansaba ahora boca arriba en medio de un espeso charco de sangre con signos de congelación. El cuerpo sin vida del herrero llevaba allí toda la noche.

Cómo el cadáver presentaba obvias señales de violencia, el panadero empezó a interrogar a los habitantes de la aldea donde la noticia había causado conmoción. Todos los que vivían allí lo hacían como mínimo desde hacía más de quince años y la idea de que uno de sus vecinos o incluso uno de sus mejores amigos fuera un asesino les parecía impensable. También se barajó la hipótesis de que hubiera sido una bestia nocturna pero lo descartaron por la brutalidad de las heridas.

Cuando fue a interrogar a la profesora de la escuela, cuya casa se encontraba en frente de donde había aparecido el cuerpo del pobre herrero, está les dijo que había escuchado ruidos a eso de la medianoche.

Aquella tarde, la taberna de la aldea ya era un hervidero de curiosos que se reunían allí para compartir los rumores con otras personas. —Para mí que ha sido el panadero— dijo el tabernero extrañado por lo rápido que había tomado el panadero todo el control de la investigación sin consultarlo con nadie —¡Si!— dijo un corrillo de voces.

Cuando el alcalde llegó a la taberna todos los ciudadanos se le echaron rápidamente encima para intentar extraer un poco de la verdad. —Si no encontramos al responsable pronto, no tendremos más opción que avisar a la policía— dijo el alcalde con cara preocupada. El motivo por el que la policía no hubiera tomado inmediatamente el control del caso, se debía a que la aldea se encontraba a más de cinco horas de la ciudad más cercana y solamente estaban conectados por un camino de tierra bastante empedrado, por si eso fuera poco no había línea telefónica en toda la aldea excepto en el ayuntamiento (si se le podía llamar así a la casucha de madera donde trabajaba el alcalde) y a causa de la lejanía los precios por minuto de llamada eran exorbitantes.

Por ello preferían mucho más que fuera alguien del lugar quien se encargará de resolver aquella lamentable tragedia en vez de quebrar la tranquilidad de los ciudadanos que se sentirían muy incómodos respondiendo a las preguntas de aquellos hombres uniformados.

Cuando anocheció, con el miedo y la conmoción todavía palpables en las caras de los residentes de aquella aldea desconectada del mundo en medio de Japón, todos los aldeanos se fueron a dormir.


Unas horas después...

Era medianoche, muchos no podían pegar ojo a causa del suceso que había acontecido hacía unas horas. ¡Pum! Un golpe seco despertó a aquellos pocos que sí habían conseguido dormir y a la vez alertó a aquellos a los que las circunstancias no le habían permitido pegar ojo. Fuera como fuera el caso, varios hombres salieron por las puertas de su casa para averiguar qué era lo que había producido aquel ruido. No había que ser un gran detective, ni les fue muy complicado. El cadáver del alcalde se hallaba en la calle principal mostrando las mismas señales de violencia que se apreciaban en el herrero.

Los vecinos habían acudido rápidamente alertados por el grito del alcalde pero no habían encontrado al agresor. A la mañana siguiente todo el mundo parecía extrañado por cómo se había escapado el atacante sin que lo vieran ninguno de los aldeanos que acudieron en ayuda del alcalde. Fue por ello que la mayoría llegó a la conclusión de que había sido uno de los que se acercaron a ayudar. Eso puso en el punto de mira: al panadero, al tabernero, al frutero y al carnicero.

Teniendo en cuenta todo lo que había ocurrido, decidieron encerrar en una habitación a los cuatro principales sospechosos para ver si se seguían cometiendo los ataques. A si mismo, otros ciudadanos se ofrecieron voluntarios para vigilar la calle central durante la noche.

Miedo, preocupación, nerviosismo. Así se sentían los habitantes de aquella aldea cuando las luces del día empezaron a fundirse en unos tonos naranjas y finalmente en oscuridad.

Minutos antes de la medianoche los valientes vigilantes divisaron una figura oscura moverse cerca suya. Se oyó un sonido de cristales rotos y de inmediato un grito tan agonizante que a toda la aldea se le pusieron los pelos de punta. Habían entrado en la casa de la profesora. No les había dado tiempo a reaccionar cuando la profesora fue disparada desde el interior de su vivienda por la ventana; la figura oscura salió.

Empezaron a salir aldeanos de sus casas para ver lo que estaba ocurriendo. Cuando los ojos se les adaptaron a la oscuridad de la fría noche, vieron una figura de dos metros con un pelaje oscuro que le cubría el cuerpo. De la boca le sobresalían dos grandes colmillos y una lengua bífida todavía manchada con la sangre de la profesora. La bestia, que parecía impresionada por el número de gente que se había congregado a su alrededor, soltó un rugido y se lanzó encima de la multitud que salió corriendo. La calma y el orden que normalmente reinaba en el lugar se habían disipado rápidamente en aquella remota aldea de Japón. La gente se pisaba mutuamente con tal de huir rápidamente de la calle principal y encerrarse en sus casas. El único que no se inmutó ante aquella bestia de dos metros era un anciano que nunca había visto otro lugar que no fuera su preciada aldea.

Aunque hacía varios años que no podía hablar si recordaba la primera vez que se lo había encontrado, cuando él sólo tenía veinte años. Recordaba haberse refugiado en el bosque junto a otros aldeanos cuando aquella bestia les tomó por sorpresa en la noche. Todos los que no se refugiaron con él murieron. Incluida su preciada amada.

Nadie sabía porque aquel anciano no se apartaba de la bestia que al verle no dudó en hincarle su puntiaguda mandíbula en el cuello arrebatándole así la vida. A pesar de lo que cualquiera pudiera pensar, aquel hombre era feliz, por fin iba a reunirse con la mujer de sus sueños.


5 horas después

Tres coches de la policía japonesa terminaron de atravesar aquel camino de tierra y no pudieron contener un grito de horror al ver la espantosa escena que se les presentaba delante de los ojos. Cientos de cadáveres se encontraban desperdigados por toda la calle principal. Se veían revolotear cientos de moscas que desperdigaban un terrible olor a putrefacción.

*

Ya han pasado veinte años desde la masacre del Mentero como fue bautizado el suceso por los medios de comunicación. Del caso se habló no solo en Japón sino en el mundo entero. Nadie sabía quién había alertado a la policía, ya que si algo estaba claro, era que la llamada que les había advertido del suceso se había hecho después de la masacre. Hoy en día, todavía hay curiosos que se acercan a ver el lugar donde se cometió “El Crimen del Mentero”. Por mi parte, cada vez que se cumple un año de la masacre visito el lugar para honrar a la que había sido mi segunda familia. Escribo este libro porque sí que sobrevivió una persona aquella fatídica noche. Escribo este libro para explicar porque huí de allí sin avisar a la policía. Escribo este libro para que veinte años después, el “Crimen del Mentero” quede resuelto.

FIN

Firmado: El panadero (1943 - 2018)

26 Temmuz 2020 15:01 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Son

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