–¿Qué quieres de nosotros? ¡Déjanos salir!
–Oliver, cállate. Ya intentaste eso.
–No me importa. No sé por qué desperté en una habitación vacía con otras ocho personas, pero me niego a quedarme aquí. ¡Ábreme, hijo de puta!
–Vas a despertar a los demás, Oliver.
–Muy tarde. Sus gritos serían suficientes como para despertar a un sordo.
–¿Tú cómo te llamas?
–Natalia. ¿Y ustedes?
–Yo me llamo Mario. el tonto de allá es Oliver.
–¿Oliver? ¿Qué eres? ¿Americano?
–Medio inglés, princesa. ahora, si no vas a ayudarme, no me hables.
–Discúlpalo, es algo agresivo cuando tiene hambre.
–Te escuché, gilipollas. no soy un niño pequeño.
–Pues te comportas como uno –dijo Natalia retadora.
La ignición de una pantalla en la parte superior de una de las paredes interrumpió la pelea. Cuatro juegos de números de siete segmentos se mostraron en forma de reloj digital. El reloj marcaba la una exactas.
–¿Será que es la una de la madrugada?
–No lo creo. no indica si es AM o PM.
–No lo indica porque no es un reloj, muñeca. Es un conteo regresivo de un minuto.
–¿Cómo lo sabes?
–Si nos hubieran secuestrado y puesto en un sitio aislado, ¿Crees que nos hubieran dado un reloj con la hora exacta en el exterior? Eso nos mantendría tranquilos de cierta forma.
–Y si es un conteo regresivo, ¿por qué no cambian los números?
–Tal vez sea que tengamos que hacer algo para iniciarlo.
cuando Oliver dijo aquello, un pitido se escuchó aquella habitación de techo, suelo y muros metálicos. el pitido iba acompañado de un cambio en los dígitos del marcador.
–Perfecto, ya empezó. ¿Cuál es la probabilidad de que sea algo bueno?
–Ninguna. Solo quédense de pie y no toquen el suelo.
–Mario, ¿de qué hablas?
–Oliver, me conoces desde hace años. Si confías en mí, hazme caso. No toquen el suelo ni las paredes.
–Disculpa, ¿te importaría decirme a mí qué quieres decir?
–El suelo es metálico, al igual que las paredes y el techo. hay una cuenta regresiva y hay siete personas tiradas en el suelo dormidas. Si alguien trae a diez personas a un lugar secreto para hacerles algo, ¿no sería conveniente que estuvieran despiertas cuando lo hicieras?
–Dame la respuesta rápida, por favor.
–El suelo y la pared se van a electrificar para despertar a los demás. Pongamos de pie a los que podamos y que sus suelas toquen el piso.
Cada uno de los tres despiertos sujetó a uno de los que aún estaban dormidos. El dormido de Mario se despertó a medio cargarlo, así que tuvo tiempo de levantar a uno más
–No se muevan, no toquen las paredes y quédense de pie, ¿Entendieron?
Ahora siete estaban de pie, aunque tres de ellos seguían inconscientes. El temporizador llegó a cero, y al hacerlo, un intenso traqueteo se escuchó en la habitación, provocando que los tres restantes en el suelo se levantaran como golpeados por un rayo.
–Les dije. era lógico.
–Sí bueno, ahora qué, señorito genio. todos estamos despiertos, pero no hay salida.
Debajo del contador electrónico se abrió una puerta corrediza instalada al ras de la pared.
–Sigue diciendo cosas como esas a lo mejor podremos salir de aquí más rápido.
–Ja, ja. Muy gracioso, Mario.
Pues a mí sí me pareció divertido.
–Cállate, que nadie te habló muñeca.
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