Ya han pasado años desde la partida de ese tren, pero aún recuerdo esta aventura con cariño. Si, con mucho cariño. Algunos más bien la llamarían desventura, pero yo no. Yo… no. Me era nostálgico explorar entre aquella vieja y polvorienta caja debajo de una tonelada de suéteres empaquetados, tenis, botas y zapatillas de todos los colores. Creí prudente recorrer entre mis memorias aquel sendero que me trajo hasta aquí, no pude evitar sonreír al sostener entre mis manos aquellas pertenencias ya casi olvidadas.
—*Fuuu* Ay… *Cof* diablos… *Cof**Cof*
Empujada por la emoción de bucear en el pasado tomé la mala decisión de quitar el polvo de la tapa de la caja de un soplido, y al querer recobrar el aliento me trague un buen puño de polvo.
—¡A… gua!
Y luego de haber rogado por un vaso de agua con una voz de jefe de la mafia tosí un tanto más intentando aclarar mi garganta.
—Ejem… Vamos a ver…
Levanté la tapa, y una gran sonrisa recorrió mi rostro. Un pequeño vistazo al ayer por medio de un portal tan simple como una caja, y dentro de ella, una envoltura de chocolate y una pulsera, así como una foto escolar, que me permitía evocar al otro protagonista de aquella aventura. Casi por instinto tomé la foto en mano, y claro que recordé a mis viejos amigos y amigas, pero mayormente quería ver su rostro de nuevo.
—Ja, ja, ja… ¿Como culparme? Si era guapo el tipo…
Admiré la foto un buen tiempo, lo sentí natural si soy sincera conmigo misma. Y al dejarla en la cama entró en mi visión mi viejo diario, sin quererlo sentí vergüenza por la decisión de mi yo del pasado al haber comprado uno de esos diarios con candado y llave.
—Ah… Cielos.
Con tan solo sostenerlo y pensar en lo que estaba a punto de leer, no tan solo mi mente sino también mi corazón viajó a aquel momento, me sentí un poco ridícula al darme cuenta que ya comenzaba a sollozar un poco.
—Ah por favor… Gobiernate mujer…
Es hilarante desenterrar viejos recuerdos colmados de emociones que habías creído superar y verte sucumbir a ellos nuevamente, o al menos eso creo yo. Mi mirada recorría cada rincón del diario, paseando mi pulgar sobre el candado casi como si dudara el abrirlo o no, que por mi bien no dejé tal asunto a discusión, y sin chistar le di vuelta a la cursi llavecita en forma de corazón, provocando que el candado cayera dentro de la caja y provocandome a mi un pequeño infarto.
—Buf… Ven a mí, inestabilidad emocional… Heh, heh…
Pasé mi mano por mi oreja intentando recogerme el cabello, enderece bien la espalda, y preparé el material anti-lagrimas de cocodrilo, o comúnmente conocidos como pañuelos, y me dispuse a leer… Sabiendo que en cierto punto llegaría a aquella frase, la que de chica me marcó para bien y ahora… me ha hecho quien soy.
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