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Los cien caminos

Esta historia es bastante común, repetida hasta el cansancio, una historia que casi todos pueden contar luego de alcanzar cierta comprensión de la naturaleza de la vida y trata sobre esto: un humano nace, vive y muere. Todos estamos conscientes de esto, todos moriremos eventualmente y aunque la idea aterre a algunos aun así la aceptan como un hecho; no hay más que hacer, lo importante es hacer que el tiempo entre nacer y morir cuente ¿verdad?

Hacer que cuente, es lo que piensa una mujer de procedencia arábiga, Sahira Khattab era su nombre, es su nombre, supongo, a los pocos años de su nacimiento su familia decidió viajar a Inglaterra y vivir allí, buscando un mejor futuro para su hija tratando de dejar atrás las costumbres arcaicas de su cultura.

A lo largo de su vida temprana tuvo contacto con la muerte, su primer contacto con ella fue antes de irse de su país de origen, su abuela falleció un par de semanas antes en un accidente muy desafortunado en su cocina, en sus años de niñez se le fue regalado un perro, al cual ella adoraba con toda sus fuerzas, mas este fue atropellado meses más tarde; años después, en su adolescencia, su madre fue diagnosticada con cáncer y murió al poco tiempo puesto que este fue diagnosticado en una etapa bastante tardía. Todos estos acontecimientos, como es obvio, la entristecieron de sobremanera, mas no apagaron la luz en su interior, tenía un alma bohemia y afín a las artes y utilizaría su dolor pasado para inspirar sus obras, su madre siempre la había apoyado en sus sueños y al partir esta, su padre tomo también ese rol, estudio en la escuela de artes, a la vez de estudiar diseño gráfico para plasmar su obra en medios modernos.

Es en estas carreras que conoció bastantes personas, muchas talentosas, otras no tanto y en este último grupo fue donde conoció a Richard Brigde, un artista mediocre, más interesado en su ideal de lo que es la vida de un artista existo que crear, era muy vanidoso con sus obras y claramente tenía un ego lo suficientemente inflado como para poder levantar por los aires a un camión, pero a pesar de esto se le podría considerar un buen amigo, cuando Sahira necesitaba un favor o alguien con quien hablar, él siempre estaba allí, cabe recalcar que es impresionante el hecho de que su amistad con ella no tenía propósitos carnales, como el acostumbraba tratar a las otras mujeres, sino que era sincera, hasta una persona tan perdida como él podía notar en Sahira algo especial.

Al punto, Sahira había desarrollado un pensamiento algo egoísta e irreal, estaba harta de la muerte, no podía pensar que eso era todo, así hubiera otro mundo después como lo dictan varias religiones ¿por qué no tenemos nosotros el poder de decidir cuanto es que queremos quedarnos aquí? ¿Por qué es que se nos da la vida para arrebatárnosla sin nuestro consentimiento? Estos pensamientos no la dejaban descansar, daban vueltas en su cabeza día y noche hasta que un día pensó haber encontrado una solución.

Richard estaba metido en muchas cosas y con muchas personas, drogas, alcohol, prostitutas, fiestas; su familia era de una posición acomodada, y presentaban un marcado desinterés por la vida de su hijo, así que él tenía los medios para darse esta vida, además de todo esto le gustaba coleccionar objetos sobre ocultismo, ni siquiera estudiaba sobre esto, solo le parecían buenas decoraciones para llenar su estudio. La gran mayoría de estos objetos no eran más que fanfarronadas, objetos creados para atraer y engañar a las personas para así llevarse su dinero plantando faltas expectativas en el poder que se les daría, más en uno de sus estantes yacía un libro el cual ni siquiera podía leer por una barrera de idioma, pero lo había comprado por una gran suma puesto que contenía hechizos y maldiciones, o al menos así es como se lo vendieron.

Un día en el que Sahira visitaba la casa de Richard y paseaba por su estudio, desordenado pero no por trabajar en él, sus ojos se posaron sobre este libro, puesto que por casualidad o destino, estaba escrito en su lengua madre, el árabe, el lomo de este decía en letras doradas, pero desgastadas por el tiempo, “Los cien caminos”, sobre un cuero marrón y agrietado, lo saco de la estantería en la que se almacenaba, limpio el polvo sobre él y lo ojeo por unos minutos, incluso siendo su lengua materna había palabras que no podía comprender, palabras antiguas cuyo significado se perdió en el vaivén de la historia y entonces lo encontró, un capítulo titulado “Prevalecer y existir, por siempre”.

Esto rápidamente llamo su atención, puesto que estaba cansada de toda la desdicha que conlleva el vivir de forma mortal, más ella era bastante escéptica, no tomo nada de esto en serio, pero pensó que serviría de inspiración para obras futuras, un libro tan obscuro y antiguo debería actuar como musa para los artistas modernos, pensando así se dirigió a Richard, le pidió prestado el libro por un par de semanas y el, habiendo olvidado siquiera que lo compro o de que se trataba acepto sin darle mayor importancia, centrado en buscar en su escritorio los garabatos que había estado haciendo los últimos días para mostrárselos a Sahira en busca de aprobación.

Es así como se llevó el libro a casa y esa misma noche empezó con la lectura, al inicio era algo recreativo, solo por curiosidad, pero por alguna razón mientras sus ojos se desplazaban de derecha a izquierda entre las paginas sentía una ominosa sensación, y a pesar de esto, era tranquilizadora por alguna razón que no podía explicar. Es así como la primera noche se fue a dormir, con estos nuevos pensamientos en su cabeza, tratando de darles forma y sentido. Los días transcurrieron mientras ella realizaba sus actividades cotidianas, retomaba la lectura todas las noches antes de acostarse, esta era tardada y difícil, por el lenguaje antiguo que se utilizaba y poco a poco, sin que ella diera cuenta de ello, su marcado escepticismo se convirtió en una fe estúpida para cuando termino de leerlo.

Si su objetivo era prevalecer, como lo indicaba el libro, entonces tenía que hacer el ritual necesario. En el libro se mencionaba un nombre de manera repetida, y aunque no se le daba el prefijo de dios, siempre se refería a él como el eterno K'sartugh. El ritual parecía bastante simple, hasta cliché, un símbolo indicado en el libro dibujado en el suelo, sentarse frente a él durante un par de horas por una semana y pensar, sentir que este transmitía su energía hacia ti, y al octavo día todo estaría preparado, más el último requisito era algo más complicado, necesitaba la sangre de alguien que el usuario amara, no indicaba que tenías que asesinar a esta persona, solo necesitabas un poco de su sangre. Es así que como maquino un plan simple pero efectivo para tomar algo de la sangre de su padre.

Ellos eran bastante unidos, realizaban las tareas del hogar por turnos y había días en el que su padre cocinaba, aprovecharía esto a su favor, su plan consistía en aprovechar que el estuviera cortando los vegetales para pasar por su lado y fingir resbalarse para empujarlo, él se haría un corte leve, lo atendería y usaría la sangre que derramo para el ritual, nadie saldría seriamente lastimado. Es así como, en la noche, al preparar la cena, el apacible hombre se encontraba picando zanahorias, Sahira paso de un lado al otro de la cocina rápidamente y fingió caer, empujando a su padre, pero la escena salió horriblemente mal, el hombre en un intento de no caer apoyo todo su peso en el brazo que sostenía el cuchillo, cercenándose casi por completo un dedo de la otra mano y cayendo de todas formas, en ese preciso momento, al Sahira ver la sangre de su padre, algo cambio por completo la forma en la que su mente funcionaba, embarro la sangre que quedaba en la mesa con sus manos, no vio a su padre ni por un instante mientras este gritaba, y lo dejo allí sin auxiliarlo mientras se dirigía a su habitación, el padre gritaba su nombre implorando a que llamara a una ambulancia, pero pareciera que ella ni siquiera podía escucharlo. Sahira se encerró en su cuarto y con la sangre de su padre en sus manos se sento frente al símbolo y recito las siguientes palabras:

“daeni 'akun wahdaan 'iilaa al'abad , daeni 'abqaa wa'antasir , faku airtibatatiun bihadhih alhayat alfasidat walqabilat liltalaf , daeni 'akun , daeni 'ajid.”

Que en traducción del árabe al español significa:

“Déjame ser uno por siempre, déjame quedar y prevalecer, desata mis lazos con esta vida pútrida y perecedera, déjame ser, déjame existir.”

Sus ojos se tornaron blancos y simplemente desfalleció. despertó miles de años luz lejos de este planeta, en un espacio con colores gaseosos y nada eterna, no tenia cuerpo, pues solo era una conciencia, rodeada de presencias afines, no tenía oídos así que no podía escuchar de una manera tradicional, pero podía percibir como las demás conciencias junto a ella lloraban, maldecían y se lamentaban, es entonces cuando escucho un intento de voz nauseabundo, algo que no podría venir de cuerdas vocales, sonaba a vacío y corrupción y esta decía: Ahora, existirás eternamente.

20 Haziran 2020 17:02 0 Rapor Yerleştirmek Hikayeyi takip edin
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Son

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