Me encontraba ante esa colosa estructura pedregosa, tapizada de verdín, al filo del atardecer. La colina donde descansaban tantos arcanos, tantos anhelos olvidados. Tenía la boca pastosa y la respiración agitada, coronando la umbría forma había una lápida. Subí por unas sinuosas y musgosas escaleras a la cima. Me vi devorado y masticado por la sangre derramada del atardecer. Allí en una íntima conversación con mi finada amada...

Ataúd de cristal, En el que divaga, Una luctuosa figura, Enterrado bajo un erial, Escuchando como grita la nada, A noche cruda. Lamentos llaman a los momentos, Tormentos esparcidos por el desierto del tiempo, Contento de evadir el espejismo de lo incierto. Dormido bajo los soportales de un reino, Ignoto, Apátrida del amor, Desconociendo la razón, Olvidando los últimos atisbos que quedan de mi corazón.

El Sol ya se había puesto, alguien lo llamaba apresurandolo a salir, no se había dado cuenta que era día 31 de Octubre, víspera del Día de Muertos, se arregló como de costumbre, sus mejores galas para ese día, cogió flores para su amada, que le esperaba ya en la puerta del panteón, para visitar a los familiares. -Apresurate querido, nos están esperando- dijo ella -Tranquila mi amor- respondió él con calma. No tuve prisa en vida, no voy a apresurarme ahora. La Muerte siempre llega a tiempo.

Cayó luego de sentir el intenso aroma de lilas, que apelmasaba la gigantesca habitación de marfil.

"En lo alto de las llanuras de cielos nublados y serenos, nace, según antiguas idolatrías, el grandioso templo y palacio de las adversidades más horrendas. Seres que saltan con un solo pie descienden a paso galopante hacia las costas del sur, en un descenso reptante, donde se reunirán para bailar y saltar con pasos demoníacos. Mientras tanto, ella se aparta de las rutinas burlescas y se posa en la estatua de Urthar para llorar y añorar un mañana mejor."

"Al llegar al claro de la península ibérica, me senté y escuché los alaridos lejanos de las criaturas que habitaban en mi interior, donde las olas del mar delataban su presencia entre sombras oscuras y ululantes. Mientras el sol bajaba y la luna ascendía, el porvenir de sus llamadas se hacía oír más en mis oídos."

En el laberinto subterráneo, murallas sedimentadas por la creación de esbeltas y rudimentarias obras se alzaban, demostrando líneas de curvas imprecisas que formaban imágenes y figuras indescifrables para el ser humano. En el abismo de las proyectadas grutas, un sumergirse en la oscuridad perpetua daba origen a gritos desconocidos que, con un tambalear de pies, hacían titiritar nuestros corazones inmersos en penurias y penas de locura y soledad, en un miedo profundo de lo desconocido.

En el laberinto subterráneo, murallas sedimentadas por la creación de esbeltas y rudimentarias obras se alzaban, demostrando líneas de curvas imprecisas que formaban imágenes y figuras indescifrables para el ser humano. En el abismo de las proyectadas grutas, un sumergirse en la oscuridad perpetua daba origen a gritos desconocidos que, con un tambalear de pies, hacían titiritar nuestros corazones inmersos en penurias y penas de locura y soledad, en un miedo profundo de lo desconocido.

En el laberinto subterráneo, murallas sedimentadas por la creación de esbeltas y rudimentarias obras se alzaban, demostrando líneas de curvas imprecisas que formaban imágenes y figuras indescifrables para el ser humano. En el abismo de las proyectadas grutas, un sumergirse en la oscuridad perpetua daba origen a gritos desconocidos que, con un tambalear de pies, hacían titiritar nuestros corazones inmersos en penurias y penas de locura y soledad, en un miedo profundo de lo desconocido.

En el laberinto subterráneo, murallas sedimentadas por la creación de esbeltas y rudimentarias obras se alzaban, demostrando líneas de curvas imprecisas que formaban imágenes y figuras indescifrables para el ser humano. En el abismo de las proyectadas grutas, un sumergirse en la oscuridad perpetua daba origen a gritos desconocidos que, con un tambalear de pies, hacían titiritar nuestros corazones inmersos en penurias y penas de locura y soledad, en un miedo profundo de lo desconocido.

Cerca de los ríos rojos circundantes, descendían con tal bravura hacia el oeste de las casonas aisladas del acantilado Kirman. Allá en lo lejano de las tinieblas donde los dioses se amontonaban a divisar los edificios de roble chamuscado, la febril maleza y el pesar de los humos blancos mitigaban el suelo húmedo. En lo alto y bajo de los encandilados estaba en el centro un gran templo de varias dimensiones, donde la cavidad humana era tal como si fueran hombres de gran altura.

"En la década de los ochenta, las canoas del mar Hardicks se llenaban de festín por la pesca que en su momento llegaban. Sin embargo, las malas brisas sopladas desde lo profundo del océano enfermaron a todo aquel que se osaba adentrarse en él. Ahora me encuentro en Jaks, a orillas de una pequeña isla habitada por enfermedades que ningún ser humano pueda curar. Es hora de zarpar y hacerles saber al mundo que este eco de dolor ancestral existe y existió en algún momento.”

Permanezco aferrada al dolor, amargo, poderoso, qué la verdad ya no se lo que soy o no capaz de sentir. ¿Tendré el valor de dejarlo ir? ¿O estoy condenada a vivir en suplicios? Lenta es la desesperación entre el tiempo de tus besos en contacto con mi cuello... ¿puedo morderte acaso? Y rápido es el aliento que se pierde y escapa de tu pecho. Un elixir que envenena. Rejuvenece... Y maldice el corazón.

Soy reo de una sombra tejida de incomprensión, su negrura lleva tiempo opacando de mi horizonte. Me hace caminar bajo el titilar de las estrellas en las horas de noche cerrada. Me hace escaparme de las luces de la esperanza y saltar sobre las zarzas de la decadencia. Cada día esa sombra estira más sus bulbosos tentáculos para asfixiarme. Ahoga mi atardeceres, mis meditaciones, las caricias del amor. Mientras escribo, está apretando mi mano y quitarme las últimas fuerzas que me quedan...

Te horrorizas cuando me miras. Como Dorian Grey al ver su retrato Solo ves lo peor, defectos, arrugas, debilidad y decrepitud. Ya no soportas mirarme. Pero yo solo soy tú reflejo. Solo soy el espejo, en el que te miras cada mañana. Soy tú.

Esta es mi vida que se marcha... ¿acaso te reiras en mis restos? Expuesto ante el interior de todos... ¿seré capaz de romperme al llover? Caeré sin miramientos en los lamentos del final... ¿todo lo que pierdes, será suficiente para que las llamas te puedan quemar? Estoy perdido estando más vivo en aquella foto en tu pecho... que mi nombre cincelado en los muros.

"A través de las puertas del monumento sagrado, se congregó y presentó una esfinge de extraños caracteres faciales. Presentándose como un espectro sobresaliente, tumultuándose sectores cegadores, facciones espirituales y demoníacas. Nye, el califato principal, vio mover el ojo izquierdo de aquella criatura mítica. Al poco tiempo, las zarpas se levantaron con intenciones sarcásticas y voluptuosas, meciéndose en la pirámide de Keops y Kefrén. Rodeado de dos criaturas felinas que en su resplandor

"A través de las puertas del monumento sagrado, se congregó y presentó una esfinge de extraños caracteres faciales. Presentándose como un espectro sobresaliente, tumultuándose sectores cegadores, facciones espirituales y demoníacas. Nye, el califato principal, vio mover el ojo izquierdo de aquella criatura mítica. Al poco tiempo, las zarpas se levantaron con intenciones sarcásticas y voluptuosas, meciéndose en la pirámide de Keops y Kefrén. Rodeado de dos criaturas felinas que en su resplandor

"Nye, en sus sueños profundos, velaba con nocturna compasión, ansiando el regreso de aquellos dos pequeños monumentos que acompañarían a la solitaria esfinge para reposar nuevamente en las laderas de las pirámides. Bajo las auroras boreales del norte, se pueden divisar gatos danzantes persiguiéndose entre sí, buscando el camino de regreso hacia las pirámides de Egipto. La esfinge lo miraba sin cesar, y con su mirar, el ojo izquierdo no dejaba de cegar. Mientras los gatos bailaban bajo las

"Nye, en sus sueños profundos, velaba con nocturna compasión, ansiando el regreso de aquellos dos pequeños monumentos que acompañarían a la solitaria esfinge para reposar nuevamente en las laderas de las pirámides. Bajo las auroras boreales del norte, se pueden divisar gatos danzantes persiguiéndose entre sí, buscando el camino de regreso hacia las pirámides de Egipto. La esfinge lo miraba sin cesar, y con su mirar, el ojo izquierdo no dejaba de cegar. Mientras los gatos bailaban bajo las

"Nye, en sus sueños profundos, velaba con nocturna compasión, ansiando el regreso de aquellos dos pequeños monumentos que acompañarían a la solitaria esfinge para reposar nuevamente en las laderas de las pirámides. Bajo las auroras boreales del norte, se pueden divisar gatos danzantes persiguiéndose entre sí, buscando el camino de regreso hacia las pirámides de Egipto. La esfinge lo miraba sin cesar, y con su mirar, el ojo izquierdo no dejaba de cegar. Mientras los gatos bailaban bajo las

"Nye, en sus sueños profundos, velaba con nocturna compasión, ansiando el regreso de aquellos dos pequeños monumentos que acompañarían a la solitaria esfinge para reposar nuevamente en las laderas de las pirámides. Bajo las auroras boreales del norte, se pueden divisar gatos danzantes persiguiéndose entre sí, buscando el camino de regreso hacia las pirámides de Egipto. La esfinge lo miraba sin cesar, y con su mirar, el ojo izquierdo no dejaba de cegar. Mientras los gatos bailaban bajo las

- Miro, observo y me preguntó que he hecho... Mi amada en el suelo, con sangre en su velo. El cuchillo que lleno en mis manos, a hecho algo inhumano, miro a aquel que me ha robado todo, ya no queda nada.. Lo he perdido todo, ¡Mierda! Miradas por todos lados, mis más profundos pensamientos ya han sido encontrados. - Corro hacia el, mi mente solo buscaba esa venganza, adiós a mi esperanza. Destrozó cada parte de el, no hay clemencia aquí. Pídeme piedad, ya voy a acabar. Adiós todo, estoy solo.

Paseaban juntos cada atardecer, se les podía ver tan enamorados, que su sola presencia ya inspiraba los más bellos poemas de amor. Sin duda, todos estaban de acuerdo, en que eran los perfectos amantes, nada ni nadie, podría nunca separarlos. Juntos, cada atardecer, se les ve caminando por el sendero, el que llaman de los Despeñados, entrelazadas sus huesudas manos.

Había una música espeluznante en el aire, que reverberaba por toda la sala gótica con una melodía macabra, dotada también de una exquisita malignidad. Los sombríos músicos que la ejecutaban, ensimismados en sus diabólicos instrumentos de cuerda y de viento, eran rodeados por grotescas mujeres que danzaban al son de la melodía con nefandos movimientos...

La tercera bruja; de cabellos claros algo despeinados, se encontraba alejada, unos cuantos pasos de las demás. Utilizaba un vestido negro de aspecto desgastado, de mangas largas y cuello amplio. La parte baja de su vestido estaba deshilachado en tiras oscuras, y con sus botas puntiagudas de tacones finos, parecía tener dificultades para no pisarlas. Sin duda alguna, ella era mucho más joven que sus hermanas, y poseía una cierta belleza venenosa que el cazador no fue capaz de pasar por alto. 

— ¿Creéis qué es verdad el hecho de que todo esto sea un sueño? —Solo sé que toda verdad es en esencia una verdad a medias. Tal vez sea un sueño, pero quizás no de la forma limitada en la que nosotros concebimos el acto de ensoñar. Puede que signifique algo más amplio que nosotros mismos, un concepto que no podemos comprender del todo —dijo Kalev y se detuvo de repente. Entonces, aclaró su garganta y se mordió los labios, como si se hubiera dado cuenta de que había hablado más de lo debido.

  El brujo; como un predador hambriento, da rienda suelta a su instinto implacable y se deja guiar por él, sobrevolando el cielo nocturno de una antigua ciudad olvidada. Cuyas luces trémulas; contempladas desde las alturas, parpadean, asemejándose a una galaxia distante. Conformada de manera peculiar por titilantes farolas de hierro, empinados tejadillos derruidos, y elevadas catedrales y atrios culminados con filosos chapiteles...

Con la forma de su daemon sobrevuela, el hijo de Abarak. Como un búho terrible de ojos llameantes, desciende, utilizando las corrientes de aire gélido que lo atraviesan. Y, con majestuosa arrogancia y absoluta confianza de su poder, custodia su reino. Al fin detecta a su víctima entre los callejones. El frenesí lo invade, la sangre le hierve y sus sentidos se agudizan de forma sorprendente. Puede percibir al arcano, su débil esfera y su predecible sombra. Entonces, acecha a su presa...

La codicia de poder lo ciega y de manera jactanciosa se abalanza contra el condenado. Saboreando una victoria anticipada, el maligno brujo extiende su corrompida magia.   El nigromante es alertado por su sombra. Escucha los macabros susurros en el aire y huele el hedor a muerte que arrastra la brisa invernal. Apura el paso y las farolas se extinguen detrás de él, devoradas por abismos de inconmensurable oscuridad...

El tiempo se ralentiza. Lee sortilegios que lo guían hacia un entrecruce de callejuelas sombrías. Sortilegios que son dejados y le son señalados por su demoníaco guardián. Se detiene en el centro del entrecruce y busca dentro de su abrigo negro un puñal curvo, con el cual se efectúa un profundo corte en su mano izquierda.  De la herida brota abundante sangre, y con ella traza; apresuradamente sobre el suelo empedrado, los necrománticos símbolos...

Al mismo tiempo, pronuncia con sonidos guturales aquel terrorífico cántico que conjura la fuerza primordial del inframundo. Con manos temblorosas finaliza el poderoso hechizo, cubriendo también con su sangre las runas tatuadas en su espalda. El nigromante aguarda de espaldas el ataque del brujo. Inmóvil, expectante. Y un instante antes de que ocurra, se gira hacia él para enfrentarlo. Sonriéndole de forma maliciosa, hasta que su aspecto se desvanece entre las sombras.

El brujo cae en la trampa y es aprisionado por zarpas espectrales que desgarran su alma negra.  Y, al mismo tiempo, espíritus corrompidos drenan sus fuerzas y se apoderan de ella, arrastrándolo hacia las profundidades del reino de Hel.

En una habitación abuhardillada, un cuerpo lacerado yace sin vida entre círculos de fuego. Y, a unos pocos metros de él; sobre los restos de un altar desgarrado, un antiguo receptáculo de magia tenebrosa se deshace entre cenizas. Sobre una cripta fétida..., entre huesos corroídos. Se pone de pie el nigromante. Con aire triunfal sonríe diabólicamente, y se regodea ante la vastedad de su recién incrementado poder.

De pronto, fue rodeada por las sombras, y las páginas retorcidas de aquel libro prohibido, se transformaron en abismos de oscuridad disforme. Todo su ser y su conciencia se derramó sobre un pozo profundo, hasta desembocar de manera súbita sobre un mar infinito de galaxias y un millar de estrellas verdosas…

Una hechicera pálida comienza con desesperación el rito de protección. Dentro de tres círculos concéntricos de fuego, María Krum deposita cuatro cráneos orientados hacia Aldebarán, Antares, Regulus y Fomalhaut. Entre velas chorreantes y amuletos de plata, la mujer abre el libro negro y comienza a murmurar un cántico terrible.

Sus manos tiemblan sin control y el miedo le invade. Aunque sabe que la torre le brinda protección ante los sabuesos infernales que le persiguen, teme aún más a los acólitos de pesadilla que viajan junto a ellos…

“Cerca de las numerosas y meticulosas sombras proyectadas por las pirámides a lo largo del cenit redundante, se encuentra, bajo condiciones desfavorables, el apogeo del desierto, soplando con fuerza un viento febril y robusto. A lo lejos, se distingue la entrada principal, donde el guardián de las cosmovisiones nocturnas, vestido con túnica blanca y de aspecto famélico, permanece en pie. Él observa la majestuosa figura espectral que desciende bajo el horizonte tardío del atardecer.”

Eu via a cria profana do homem; um pecado cujo o perdão parecia ser inexistente para aquele cuja a face se mostrava congelada por um sádico sorriso de orgulho; por se considerar a própria encarnação de Prometheus. Eu vi a cria que pecava contra as leis do Deus Vivo só de respirar, andando até a janela de vidro quadricular, onde se refletia o brilho incandescente da prateada lua que envolta estava por suas crias flamejantes que habitam o cosmo infinito. E lá ficou observando a mesma.

Entre polvorientos libros con cubiertas de hierro, y botellas vacías de láudano desperdigadas por doquier. María Krum tomó un antiguo grimorio perteneciente a la olvidada “Hermandad de la Serpiente”. Mientras pasaba sus páginas amarillentas de forma azarosa, las llamas del candelabro chorreante parecieron debilitarse...

Dos iniciados, un hombre y una mujer pelirroja. Un viejo de túnica andrajosa sosteniendo una antorcha. Una puerta tradicional de mampostería. Un puente de piedra, sobre un mar negro. Una luna de sangre. Un cuervo astral. Un laberinto circular de once niveles, un mismo sendero recorrido treinta y tres veces. En el centro un abismo, donde la bestia devora almas. Una espada con el poder del rayo, una llave de plata, un libro de arena y un trapezoedro resplandeciente…

“En la noche oscura, lejos de los acantilados de Nigarek y en el fondo de los valles sumergidos por las adversidades más nefastas del mundo, se encuentra el claro principal. Allí, la luna reposa como un altar en el centro de las columnas, dando paso a una imagen celestial de mares infinitos y continentes sumergidos en las tinieblas, donde luces extrañas en el fondo se hacen visibles con su titilar constante. En la Antártida, resplandece en la negrura noches como estas.”

Soy ese navío que se adentra en las brumas, Bajo los cielos que son abrazos plúmbeos, Soy ese navío sin tripulación, Que busca en los murmullos que eructa la soledad la razón. Soy ese mar en calma que derrama sus lágrimas sobre si mismo, Soy ese mar en calma que no se altera ante un seísmo, Soy ese mar en calma que descansa sobre el abismo...

Me hallo ante tí, ¿Por qué has venido en la estación autumnal? Tu lobreguez en tu seráfico rostro me deja intuir, Vienes de los yermos de la oscuridad. Donde los cuervos gravitan sobre lo atormentado, Donde palpitan los lacerantes ecos del pasado, Donde eternamente sigues hollando lo ya pisado. Pero has de saber que tengo una aúrea lira para esta lid, Es mi arte para engañarte y de tus fauces poder escaparme, Tú caliginosa morada no retendrá a mis amantes, Serpica criatura, no me morderás.

𝔄 𝔪𝔦 𝔮𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔭𝔬𝔩𝔦𝔠𝔥𝔦𝔫𝔢𝔩𝔩𝔢,𝔳𝔦𝔢𝔧𝔬 𝔪𝔲𝔫̃𝔢𝔠𝔬 𝔡𝔢 𝔳𝔢𝔫𝔱𝔯𝔦́𝔩𝔬𝔠𝔲𝔬, 𝔰𝔢 𝔱𝔯𝔞𝔰𝔣𝔬𝔯𝔪𝔞 𝔢𝔫 𝔭𝔬𝔯𝔠𝔢𝔩𝔞𝔫𝔞, 𝔠𝔲𝔟𝔦𝔢𝔯𝔱𝔞 𝔡𝔢 𝔢𝔫𝔠𝔞𝔧𝔢 𝔰𝔲 𝔪𝔦𝔯𝔞𝔡𝔞. ℭ𝔬𝔫 𝔠𝔯𝔦𝔰𝔱𝔞𝔩𝔢𝔰 𝔰𝔲 𝔦𝔯𝔦𝔰 𝔰𝔢 𝔰𝔲𝔢𝔩𝔢 𝔟𝔞𝔫̃𝔞𝔯, 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔲𝔪𝔟𝔯𝔞𝔩 𝔰𝔲 𝔱𝔯𝔞𝔤𝔢𝔡𝔦𝔞 𝔢𝔰𝔱𝔞́, 𝔰𝔲𝔰 𝔡𝔢𝔩𝔤𝔞𝔡𝔞𝔰 𝔪𝔞𝔫𝔬𝔰 𝔰𝔢 𝔢𝔫𝔠𝔲𝔢𝔫𝔱𝔯𝔞 𝔭𝔯𝔢𝔰𝔞𝔰 𝔱𝔯𝔞𝔰 𝔢𝔩 𝔥𝔦𝔩𝔞𝔯.