El cielo negro y sin luna crujío con relámpagos intermitentes. Las dos artesanas se cazaban a la distancia enviándose tempestades y maleficios. Ambas conjuraban con piedras, hojas y ramas a los ejércitos de ancestros y espíritus que surcaban el perímetro en busca de la enemiga. Tres días de intensa tormenta culminaron con un gigante de hojas que alcanzó a una artesana oscura de la tribu Bajra y la convirtió en un cedro marchito listo para morir y fertilizar el valle en nombre de Altera.

Era un pequeño pajarito de cabeza roja y pecho negro. Su canto matinal mantuvo mi atención todo el camino. Resonaba lejano entre las ramas de las altas copas y me llevo entre veredas perdidas a los ojos del resto. Lo seguí como un enamorado a su amada, me perdí en su canto y lo encontré en un valle. Era un pequeño pajarito, era un ancestro de viento y plumas. Tan mágico como el lugar y tan hermoso como la mañana. Un espíritu cantor del bosque y la montaña.

La artesana tomó tres ramas de su bolsa de hojas, las clavó en el suelo y luego se arrodilló. Hizo un círculo de piedras al rededor de ellas y entonces surgieron tres ancestros. Los tres eran gigantes de hojas. Su presencia batió los vientos y le dio movimiento a los árboles. Los grandes abetos de alrededor la miraron. Ella caminó sin miedo. A sus espaldas el bosque entero caminó siguió sus pasos y se transformó en un lugar completamente diferente. Así se ocultan las artesanas de Altera.

Dicen que parece un gato gigante, que sus patas no hacen ruido al tocar el suelo y que se esconde en el bosque por las noches. Dicen que es un ancestro hermoso, un espíritu de sombras que cuida a los viajeros perdidos y que si lo ves te traerá suerte. Es una criatura mágica que solo aparece ante quienes aún tienen fe. Está hecho del mismo material de los sueños y vaga por la sierra de los vientos desde el río hasta el pico de las maravillas. Es la prueba de que los ancestros nos aman.