Muchas veces los cadáveres suelen realizar ciertos movimientos debido a los procesos químicos durante la descomposición, movimientos tal vez sutiles, no obstante, hoy sucedió algo sin precedentes. No solo se sentó sobre la mesa, sino que además se acercó a la orilla y me pidió el cigarrillo que fumaba. Ahora está ahí, confundido pero consciente. Estoy en silencio, no sé por donde comenzar a explicarle lo sucedido y, sobre todo, no sé cómo decirle que ya removí todos sus órganos internos.

Los jueves nunca fueron mis días favoritos; lejos de encontrarme dictando clases en la facultad me tocaba estar en una mesa de disección llenando reportes de defunción. Aquel día era una mujer, de unos 20, morena y con una calidez muy poco usual en los muertos. Me dispuse a hacer el primer corte pero su rostro me conmovía, estaba tan lleno de vida. Lo cubrí con una franela. Realicé la incisión. La sangre se disparó y supe la causa de muerte. Cómo explicarles que soy la asesina; aún estaba viva.

-No entiendo cómo has podido acostarte con ella. -Pues entré en la habitación y estaba desnuda, ¿qué querías que hiciera? -¡La autopsia! ¡LA AUTOPSIAAA! -Tú no me vas a decir qué hacer. -Eres el peor veterinario que he conocido nunca...