El centro bacteriológico era un edificio de alta seguridad que constaba de tres plantas, docenas de laboratorios y miles de empleados. La luz roja de la alarma iluminaba a cada uno de ellos; todos se hallaban inmóviles. La cepa VLAD los había dejado sin una gota de sangre en cuestión de segundos.

Los habitantes del pueblo espiaban en silencio a través de las ventanas. Nadie podía creer que Jesse Wesley estuviera de pie en la calle principal. Era uno de los forajidos más famosos del oeste y en las tabernas se comentaba su gran destreza como pistolero. Todos conocían su historia; y cómo había muerto un año atrás.

Señores espectadores sean todos bienvenidos, para ser instruidos sobre horrores y temores ¿Están todos preparados? Por algo están atados... Ya se los huele, apestan a muerte. Van a ser asesinados.

Las hormigas marabuntas son los insectos más agresivos de la naturaleza. Su mordedura es muy dolorosa y las obreras son capaces de devorar el cadáver de un mamífero de buen tamaño en cuestión de horas. El ladrón atado en la bañera del mirmecólogo estaba a punto de descubrirlo.

No era común que en la sala de interrogatorios se les diera herramientas a los sospechosos, pero se trataba de un caso extraño. El hombre esposado repetía entre murmullos la palabra "monstruo", y a uno de los oficiales se le ocurrió entregarle un lápiz y una hoja para que dibujara a la criatura. Tal vez pudiera darles una pista sobre quién descuartizó a su esposa e hijos. El padre entregó la hoja con su retrato.

Federico pensó que tardaría menos de cinco minutos, pero se distrajo en las tiendas. Al descubrir que había pasado una hora, soltó las bolsas y corrió hasta el auto. Llegó empapado en sudor. Era el día más caluroso del año, y había dejado a su hijo pequeño con las ventanillas cerradas.

En la sala de recuperaciones del hospital, la joven mujer operada de cálculos en la vejiga abrió los ojos. Bajo los efectos de la anestesia, tardó unos minutos en comenzar a gritar. Le faltaba una pierna.

Los oficiales no dudaron en disparar al individuo que corría por la calle vestido con una sábana rosa y se autoproclama la reencarnación de Aristóteles. Habían recibido varias llamadas denunciando que un psicópata estaba asesinando personas a plena luz del día. Para su sorpresa, al inspeccionar el cadáver descubrieron que el arma era en realidad un walkman. Y un hombre de traje y corbata continuaba acribillando civiles a un par de cuadras de distancia.

Imitando a sus compañeros, Germán se llevó el vaso de plástico a la boca y lo vació de un trago. Siempre había querido sentirse parte de algo, aunque se tratara de una secta.

Después de publicar fotos en instagram, interactuar en facebook y escribir frases en twitter para una docena de identidades, Fred terminaba agotado. Por eso decidió dejarlo por un tiempo. Y porque no tenía más espacio en el patio para enterrar a los dueños de las cuentas.

Todos estaban presentes. Sus padres, las tías, sus primos, la abuela y hasta el tío que nunca veía. La niña sabía que la familia solo los visitaba para su cumpleaños. Aunque le extrañaba que se confundieran la fecha, decidió callar para recibir pastel. Ese día los alemanes tampoco les habían dado de comer.

Era el mejor médico del hospital psiquiátrico. Se llevaba bien con todos sus colegas y las enfermeras le adoraban. No había paciente que no se acercara a agradecer su ayuda. Esa era su vida, cuando le permitían salir de aquella habitación acolchonada.

Después del baile, la adolescente no dejaba de mirarse en el espejo. Estaba enamorada de sus trenzas y del vestido azulado que iba a juego con sus ojos. No entendía por qué los chicos la habían ignorado toda la noche.

El camarada Miroslav había bebido vodka toda la noche. Ahora las alarmas de emergencia le taladraban la cabeza y no recordaba cómo solucionar el problema.

Cuando la pequeña del turbante se alejó, comprendió el error. Nunca debió aceptar el oso de peluche.

Para coronar la luna de miel perfecta, ella y su esposo decidieron pagar por una experiencia apasionante. Nada mejor que bucear con tiburones.

Con los ojos humedecidos se dirigió a sus hermanos. Alzó la copa y brindó por la gloria de su padre. Todos bebieron, pero él no mojó sus labios.

En el edificio de Diario Hoy todo era un caos. Los teléfonos no paraban de sonar. El presentador pedía a gritos información mientras se pasaba la publicidad. Una nueva pareja de famosos, un político infiel y un accidente de tráfico. Por eso hasta que el hedor no fue molesto, nadie notó a la chica de audiovisual muerta en su escritorio.

El patólogo forense no se sorprendió al descubrir que su primer trabajo del día era el cuerpo de un niño. Las personas también morían en Navidad. Lo extraño vino después, cuando realizó la autopsia. No podía creer lo que le enseñaban sus ojos. Al cadáver le faltaba el corazón. Y en su lugar había un trozo de carbón.

¡Hazlo, tú puedes! Le gritaba su extraño psicólogo. Después de un año de sesiones semanales, le aseguró que ese día al fin podría enfrentar su miedo a las alturas. Los acelerados latidos de su corazón, y las náuseas que sentía, le hicieron darse cuenta de que todo aquello era una locura. Arrepentido, trató de retroceder, pero recibió un empujón por la espalda. Cayó desde la cornisa del piso cincuenta...

La peligrosa criatura se despertó satisfecha; la noche anterior había devorado a un pobre hombre. Bajo los rayos de sol de un nuevo día mudó de piel. A continuación, sus ojos se posaron sobre un indefenso ratón, el cual atrapó de un ágil movimiento. Se lo entregó a la gran pitón que tenía de mascota y se fue a trabajar...

Le vendió veintiún gramos al diablo.

Encuentro la máscara en el armario mientras limpio la habitación de mi hijo. Es el rostro sonriente de Mickey Mouses. Nada extraño, si no tengo en cuenta sus diecisiete años. Unos pequeños rasguños en la mejilla me recuerdan los acontencimientos de los últimos meses. Varias chicas han sido atacadas de noche en el parque; el violador siempre utiliza una máscara infantil...

El corazón le palpita con fuerza y respira agitada. La telaraña se le pega al rostro y le hace estremecer. Desea retroceder, pero el conducto de ventilación es demasiado estrecho. Algo camina por su brazo y debe dominarse para no gritar. Se le humedecen los ojos cuando la araña trepa hasta su cuello. Siente sus patas en la mejilla y ya no puede soportarlo. Se sacude y la aplasta entre lágrimas. Su fobia era lo único que le impedía escapar del sótano donde la torturaban...

Ella siempre escuchaba la voz de su madre en mitad de la noche. Su padre le decía que era su imaginación; mamá los había abandonado. Una noche, harta de ocultar en vano la cabeza debajo de la almohada, se levantó y persiguió la voz. A cada paso se volvía más clara; estaba llorando. Cuando abrió la puerta del sótano quedó helada. La mujer atada a aquella cama, pálida y esquelética, no se parecía en nada a su madre. Pero al oírla pedir ayuda no tuvo duda, papá le había mentido...

Al principio, cuando todo se derrumbó y quedaron atrapados entre los escombros, eran tres; él, su perro y un niño perdido. Estaba convencido de que tarde o temprano los rescatarían. Pero después de unos días el hambre era insoportable. Debía tomar una decisión, y lo hizo. Con ayuda de una roca machacó la cabeza de ese ser inocente y ambos se alimentaron. Fue algo atroz, pero deseaba sobrevivir. Y jamás podría matar a su querido perro...

Podía durar una semana, un mes o un año, pero tarde o temprano nos mudábamos. Cambiaba de escuela y amigos tanto como de calzoncillos. Había ocasiones en las que no recordaba ni mi nuevo nombre. Mamá decía que jugábamos a policías y ladrones. A los doce años eso me resultaba excitante y divertido. Hasta que un día la policía nos encontró y se la llevaron de verdad...

La cama estaba vacía, las sábanas desparramadas y la almohada manchada de sangre. En el suelo resplandecían docenas de monedas. Una linterna iluminaba la escena con un haz tembloroso. El niño se había acurrucado contra un rincón, dejando a su paso un reguero de sangre. Le faltaba un dedo de la mano, pero no parecía prestarle atención. No podía apartar la mirada de aquel ser de ojos negros, pardo pelaje y agudos chillidos. Y pensar que creyó divertido intentar atrapar al ratón Pérez...

¿Tu cachorro fue atropellado? ¿Llegaste a casa y encontraste a tu pareja engañándote? Con AEN ya no tendrás que dominar tus impulsos violentos. Ingiere una pastilla AEN antes de acostarte. ¡AEN te inducirá en un sueño sensorial donde podrás asesinar a quién quieras y de la manera que prefieras! Prohibido su uso bajo los efectos del alcohol; el usuario podría confundir la realidad con los sueños.

Íbamos de la mano en pleno centro comercial cuando no pude aguantarme más. La solté y me arrodillé a su lado. Sorprendida, se cubrió la boca. Las personas se detenían a mirarnos. Me llevé una mano a la cintura y ella negó con la cabeza. Escuché murmullos alrededor. No puedo, me dijo, y corrió hasta desaparecer entre la multitud. Entonces quedé solo, con mi insoportable dolor de espalda...

Al salir de mi escondite y cortarle el paso, sólo cierro los ojos y pienso en mi hija. Merece una segunda oportunidad para disfrutar de la vida. Por eso mis manos no dejan de oprimir su cuello hasta que muere. Abro los ojos, en la penumbra del callejón aprecio su joven rostro. Él no tiene la culpa, pero sé que engendrará a un monstruo que arruinará nuestras vidas. Ahora regresaré a mi tiempo y visitaré a mi pequeña en su cuarto. Mucho mejor que ir a verla al cementerio...

No puedo vislumbrar sus rostros, pero detrás de las máscaras me los imagino sonriendo. Disfrutan haciéndome daño, encadenado e indefenso en su laboratorio. Me cortan, desgarran y abren a placer. Me estremezco cada vez que me trasgreden con sus malditas sondas. Cada noche sueño con escapar de sus garras, son los seres más crueles que he conocido. Extraño Marte...

Eres alguien sin suerte, jamás has ganado un juego de azar en toda tu vida. Por eso las piernas no dejan de temblarte. Al llegar tu turno no puedes evitar derramar una lágrima. Sientes el frío del acero en la sien y rezas por un milagro. Oyes el clic, y la ruleta rusa tampoco resulta ser tu juego...

Todo había marchado según el plan. Fue rápido e indoloro. La casa quedó limpia, sin rastro o prueba que me señalara. Tenía a las autoridades bailando en la palma de mi mano. Estaba a punto de salirme con la mía. Hasta que a mi maldito perro le dio por desenterrar los huesos ocultos en el jadín trasero. Apareció meneando la cola y con el fémur entre los dientes cuando la policia me interrogaba en frente de mi casa...

Tom, nuestro gato, siempre maúlla y araña la puerta de la habitación de mi padre para que lo alimente. Normalmente si lo hiciera a la medianoche me levantaría para que deje de molestar. Pero ahora, acostado en mi cuarto, lo escucho en el pasillo y no me atrevo a mover un músculo. Tom parece serenarse ante el chirrido de las bisagras al abrirse. Yo me estremezco, hace dos semanas que mi padre ha muerto...

Con el tamaño de un puño y unos 340 gramos de peso, soporta presión de manera constante y no deja de trabajar ni un solo instante. Late 80 veces por minuto y bombea más de 7.000 litros de sangre al día. Tan increíble y poderoso, pero se detiene cada vez que te veo...

Si pudiera hablar te gritaría: ¡No bebas, tira la copa! No importa que eso haga que desaparezca. Pero perdida y difusa en el vino, no puedo hacerlo. Sólo me queda observar cómo te la llevas a los labios. Me cuesta aceptar que me crearon para un fin tan ruin. Pasé toda mi existencia en aquel frasco, oculta en un baúl bajo llave. Sentí alegría al ver la luz, pero ahora me ahogo en la tristeza. Cuando me deslice por tu garganta, moriré, y tú lo harás conmigo. Y mi amo obtendrá su venganza...

Estoy enamorada de mi vecino desde que íbamos juntos al jardín de infantes. Y lo sigo amando ahora que tenemos dieciocho años. Intenté todas las maneras posibles para que se fijase en mí, pero nada funcionó. Casi tiro la toalla, pero el otro día escuché algo que me dio esperanzas; en las afueras de la ciudad hay una anciana que hace magia negra. Fui a verla y dijo que haría que mi deseo se cumpla. Lo único que tengo que hacer es llevarle algo que sea suyo. Y por eso, tengo las uñas del vecino...

Voy a comprar cigarrillos, me llevo las llaves, dijo mi madre. En ese momento me pareció extraño; ella nunca carga con las llaves, prefiere pegarse al timbre hasta que le abro la puerta. Pero no le di importancia y continué a lo mío. El kiosco donde solemos comprar los cigarrillos queda a dos cuadras; un recorrido de apenas cinco minutos. En el caso de mi madre, la caminata se ha extendido por más de un mes. Seguimos buscándola, pero es como si se la hubiera tragado la tierra...

Durante la noche, mientras los guardias duermen, me escabullo a la cocina. Ya está todo preparado, mañana es el gran banquete. Aquí te dejo mis regalos. Una por haber traicionado a mi padre y desencadenar su muerte. Otra por mi madre, a quien obligaste a contraer matrimonio para coronarte. Y la última por mí, por arruinarme la vida. No sólo destruiste a mi familia, también piensas exiliarme a un rincón del reino. Bueno, me parece que ya son suficientes gotas de veneno...

Deseoso de abandonar el ataúd, cierras los ojos. Irrumpes en una habitación, alguien duerme. Te relames los labios mientras te deslizas a su lado y te excitas al sentir el calor de la vida emanando de sus venas. Maldecido con una sed insaciable, clavas los colmillos en la suave piel de su cuello. Pero en pleno placer, abres los ojos y retornas a la realidad. Odias la penumbra aún más que al día, condenado a fantasear hasta que la noche la devore y al fin seas libre de cumplir tus sueños...

Con una mezcla de deseo y remordimiento, me llevo el primer trozo a la boca. Lo mastico y trago, sabe mejor de lo que imaginé. Tengo un apetito voraz, no puedo evitarlo, ya van cinco semanas sin probar bocado. Mordisco a mordisco el banquete se desvanece ante mis ojos. Soy un idiota, debería haber guardado algo para más tarde. Y mi estómago sigue gruñendo ¿Qué hago? Necesito la otra pierna para escapar de aquí. Bueno, un dedo más no me hará daño...

Su amor se desvanece frente a tus ojos y te sientes un idiota. Creías que de esa manera te querría para siempre, pero estabas equivocado. Te tiemblan las manos, manchadas de sangre. Los latidos son cada vez más irregulares. Ya no puedes hacer nada, solo contemplar sus últimos suspiros de vida. Cuando al fin se detiene, una lágrima te recorre la mejilla. Te arrodillas junto a ella y le entregas su corazón, pero parece que ya no lo desea. Deberías comenzar a pensar qué harás con el cadáver...

Amanece y te desprendes del sangriento manto que te envuelve. De día te sientes libre, sin los grilletes del destino a los que tanto temes. Pero te estremeces al recordar que ella espera ahí fuera. Cae la noche y ella aparece, la maldición te llama y tú obedeces. Te arrastras fuera. Pasando de hombre a bestia, de presa a cazador, la metamorfosis se completa. Su mágico resplandor se refleja en tus ojos y te hechiza. Despojado una vez más de la libertad, le aúllas a tu ama...

Te abres paso a través de la fría penumbra de la selva. Las aves cantan en coro a tu alrededor y oyes el leve mumullo del oleaje. Apartas algunas hojas de palmera. Bajo el radiante sol, la playa se revela ante tus ojos. Sientes el calor de la arena entre los dedos y la brisa del océano en las mejillas. Te adentras en el agua. Tan cristalina y serena que aprecias los peces de colores a tus pies. Te relajas boca arriba, flotando a la deriva. Cierras los ojos, en completa armonía...

Te encoges contra el fuego, temeroso de lo que aguarda en las sombras. Las llamas se estremecen con la brisa y tu corazón las imita. Tienes al tiempo de enemigo, hace mella en su fulgor y debilita el halo que te resguarda. Lo que mora en la oscuridad afila sus garras y se alimenta de tus esperanzas. Para ti, el fuego es vida y verlo desaparecer es como contemplar la muerte. Cuando al fin se extingue, la noche te envuelve y sientes su aliento putrefacto en la nuca...

Acobijada por el manto de la noche, una joven ascendió por un escarpado sendero. Cada paso la acercaba a un viejo castillo. Golpeó el portón con sus pálidos nudillos. Su corazón se aceleró; allí estaba el Conde, escudriñándola con sus ojos bañados en sangre. Se estremeció de placer ante el fulgor de sus colmillos. Deseaba sentir esos labios en la piel de su cuello. Ese era el motivo de su viaje a Transilvania. Se arrojó a sus brazos para recibir inmortalidad y belleza eterna...

Durante la tormenta, te sientes libre, sin los grilletes del destino a los que tanto temes. Pero cae un rayo, y su fulgor, te recuerda que ella está ahí fuera, detrás del manto de negros nubarrones. El viento sopla, te estremeces. La tormenta amaina y ella aparece, te llama y obedeces. Te arrastras fuera como un recien nacido. La metamorfosis se cumple; pasas de hombre a bestia, de debíl a fuerte, de presa a cazador. Su mágico resplandor se refleja en tus ojos y colmillos. La gozas y le aúllas.

Encadenado y desnudo, caminas por un sendero de miradas fulgurantes de odio. Te insultan y te escupen, pero les ignoras, peores cosas te atormentan. Tu familia está muerta y el pueblo reducido a cenizas. Bajo una lluvia de frutas podridas, subes varios escalones. Se describe el delito y se proclama la condena. Te obligan a colocar la cabeza sobre el tocón y el verdugo eleva su enorme hacha. Tantas desgracias porque te rehusaste a ponerte de rodillas...

Cae la noche, y, guiado por el hambre, vuelo hacia la madriguera de mi presa predilecta. El humano duerme. Me acerco zumbando de la exitación. Su cuerpo está protegido por pieles que no son suyas y que no puedo penetrar. Las ignoro y vuelo a su cuello descubierto. Succiono el preciado néctar en su interior, dándome un festín hasta que mi abdomen se hincha rojizo de alegría. Una sombra se cierne sobre mí, pero echo a volar justo a tiempo. El tonto se golpea a sí mismo y me alejo satisfecho...

Han pasado siete horas desde que te alejaste del sendero, persiguiendo aquella mariposa. Ta has acabado el agua y las galletas que guardabas en la mochila. Tienes frío, el vestido no es suficiente abrigo. La lluvia se mezcla con tus lágrimas, extrañas a mamá. Te resguardas dentro de un árbol hueco con la mirada atenta al cielo. Si no recuerdas mal, puedes usar las estrellas como brújula. Deseas que la tormenta acabe pronto, hay un par de ojos que no dejan de acecharte...

Eres un autómata que se siente humano, por eso no te agrada tu apariencia artificial. Con paciencia y tiempo ilimitados, decides solucionarlo. Te anexas un estómago para tener hambre y un corazón para sufrir. Falto de armonía, inundas tus circuitos mecánicos con litros de sangre. Das el toque final, protegiendo tu nuevo interior, al revestir cada centímetro de aleación metálica con injertos de piel. Para cuando terminas la conversión, del hombre al que asesinaste sólo queda un amasijo de carne.

Son más de las dos de la madrugada, pero estoy despierto, acabo de escuchar algo. Me asomo al jardín y lo escucho de nuevo. Proviene de lo del vecino. Tendría que acostarme, pero la tentación de espiar es grande. Camino agazapado y me asomo por encima del paredón. El viejo tiene una pala en la mano, acaba de excavar un rectángulo en la tierra. Entra a la casa y regresa con una carretilla. Dios mío, es su mujer. De la sorpresa, caigo de espalda y corro a encerrarme en mi casa. Suena el timbre...

La ciudad duerme arropada a los pies de la montaña. En la cumbre el infierno estalla, liberando a sus demonios en forma de bolas de fuego, lluvia de cenizas y ríos de lava. Las familias despiertan por el escalofrío que recorre la tierra, pero ya es tarde, la muerte irrumpe en sus hogares. Antiguos lamentos que desbordan la mente de Sebastián, quien abre de nuevo los ojos delante de los cadáveres fosilizados de una mujer y su hija, abrazadas por toda la eternidad bajo un manto de magma endurecido

Montados en sus bestias de madera, atravesaron el mar y arribaron a nuestras tierras. Les dimos la mano en bienvenida y ellos la estrecharon con una sonrisa, pero los ojos les brillaron al contemplar nuestras piedras doradas. Les regalamos maíz y ellos sus enfermedades. Entonces, nos clavaron un puñal por la espalda. Con el poder de sus armas de fuego, saquearon tribus, asesinaron hijos y violaron a las mujeres. No conformes con eso, se proclamaron nuestros amos...

Cansada en aquella isla, se alegra al avistar un barco entre las olas. Se apresura, antes de que los marineros se libren de la corriente. Con la lira en sus manos, da inicio a un hermoso canto. La melodía se aleja ayudada por el viento. Se imagina a los hombres en inútiles intentos, tapándose los oídos y amarrándose a los mástiles. El barco cambia de rumbo. A los valientes que se lanzan al agua, les devoran los tiburones. Los demás guían el barco directo a las rocas. Conforme, deja de cantar...

Su oscura mente, plagada de demonios, no conoce la bondad. Es un macabro dictador, que se divierte moviendo los hilos de docenas de universos, cientos de planetas y miles de personas. La paz le aburre y el sufrimiento le complace. Para sus héroes posee pocas recompensas, pero le sobran los castigos. Y vaya si es un experto en eso de los castigos. Cada palabra es un azote y cada página una vida que se pierde. Vive para el caos y en sus sueños planea su próxima masacre...

El llanto de tu madre te retiene, pero sales, al ver el orgullo en los ojos de tu padre. La ciudad es una sinfonía de disparos. Siguiendo el plan, caminas por el medio de la calle. El suelo tiembla a tus pies y entonces aparecen. Al ser un niño, los soldados no te disparan y el vehículo blindado se detiene. Te hablan en ese idioma que no entiendes. Te quedas quieto y esperas. Funciona, se acercan confiados. Activas la bomba debajo de tu ropa. Y por Alá, todo vuela en mil pedazos...

No dudes y hazlo de una vez. Muerde el pedazo de soga, que no te escuche gritar. A la cuenta de 3. 1,2, y...3. Ya sé que duele, pero no te detengas. Vamos, hombre, no te desmayes por un poco de sangre. Gime todo lo que quieras, pero apresúrate. El último tirón... eso es, bien hecho. No intentes ponerte de pie, mejor arrástrate. Un par de escalones más. Ahora abre la puerta. Empuja con ganas. Debe tener candado. Tendrás que esperar otra oportunidad. Deja de llorar, soló te amputaste una pierna...

Te recuestas en el sillón y le subes el volumen al noticiero. Han hallado a otro hombre asesinado, el décimo en las últimas semanas. El reportero relata los hechos; hombre de 40 años fue atacado mientras dormía, había sobre su rostro un pañuelo verde y le faltaba el pene. Las autoridades no tienen dudas, fue obra de la cercenadora de miembros. Te ríes, encantada por el apodo. Al parecer no hay nuevas pistas. Satisfecha, bajas al sótano a contemplar tu colección...

Me declaro culpable, su señoría. Si me permite añadir algo, no me arrepiento. Y no investiguen razones, porque no las hallarán. Su error fue caminar por aquel callejón, y tener la desgracia de cruzarme. Si no era ella, otra sería. Disfruté verla sufrir y me alimenté de sus lágrimas. Doblegarla a la fuerza fue más orgásmico, que el propio acto sexual. La estrangulé por placer y no pude detenerme hasta ver la muerte en sus ojos. Una última cosa, el día que sea libre, lo haré de nuevo...

Es amor a primera vista. Deseoso de placer, él se acerca por detrás y la posee. Ella parece sumisa y complacida, pero en realidad, es la reina del engaño. Cuando él se descuida, le envuelve entre sus brazos. Sin tiempo a reaccionar, ella le lanza un beso mortal y le devora la cabeza. Esto a él no le detiene, y, títere del sexo, continúa penetrando. Ella le permite terminar, recibiendo su semilla, a parte de su vida. Así de brutal es el acto sexual, entre mantis religiosas...

El sudor escuece tus ojos, pero vislumbras la muerte en la hoja de su espada. Has perdido mucha sangre y los pies a penas te sostienen. Gritas, en un embate suicida. Los dioses te sonríen, logras rasgar la carne y dejarle de rodillas. Esperas la señal, los pulgares se elevan y le decapitas. Rodeado de cadáveres, el coliseo aclama, pero no por la victoria. Las puertas se abren y escuchas los rugidos, liberaron a las bestias. Como buen gladiador, te sacrificas para entretener al público romano...

Ideologías silenciadas, la fuerza que se impone. Padres de la miseria, la guerra una de sus principales distracciones. Los jóvenes que no se callan, luego desaparecen. Latigazos en la espalda y ratas que devoran intestinos, son maestros del castigo. Los hombres al mando, demonios disfrazados. La violencia su bandera, hicieron de los niños su moneda. El llanto de una madre, la alegria adquirida de otra, pero quedaron abuelas con memoria. Son crueles recuerdos de una dictadura...

Despiertas a medianoche por una pesadilla. En la oscuridad de la habitación, unos ojos que te acechan. Temeroso, esperas que las sábanas te protejan. Quieres llamar a mamá, pero la recuerdas trabajando. Tienes ganas de llorar, es el monstruo que se acerca. Sientes sus garras en tu piel y te paralizas. Te niegas a creer lo que tus ojos te revelan. La infancia se marchita al descubrir, que el monstruo es tu padrastro...

Las suplicas me llenan la boca con un sabor amargo. De rodillas en el césped, fuera del refugio, la observo marcharse. El corazón se me acelera y siento una punzada en el estómago, la amo. La lluvia me empapa el rostro y se mezcla con mis lágrimas. Cierro los puños hasta que empalidecen, y grito, quédate. Le ruego morir juntos, no me importa contagiarme. Ella no mira atrás y se aleja. Las horas pasan y regreso al bunker, sano, pero infectado de tristeza...

Te pesan los párpados y deliras por la fiebre. Has perdido noción de las horas y los días. Las heridas arden, pero para tu mente ya es costumbre. Te incomodan los brazos, atados a la silla. Lloras, de hambre y frustración. En cualquier momento él aparecerá. No le conoces, las vendas te mantienen ciega. La rutina es darte de beber y luego tortúrarte. La puerta rechina y te estremeces. Sufres, pero te niegas a morir. Habrás perdido varios dedos, pero no la esperanza...

Bebes sake para darte valor, lo necesitas. Bajo la mirada de la multitud, te despides escribiendo tu último poema. Dejas la tinta y te sitúas de rodillas para el fatídico momento. Te quitas el blanco kimono sepulcral y envuelves cuidadosamente la hoja de la daga con papel de arroz, para no mancharte las manos de sangre. Cierras los ojos y clavas la daga, deslizándola por tu abdomen. En intensa agonía, las entrañas te abandonan. Sufres, pero mueres con honor...

Con el corazón en la mano, sales de noche rogando no despertar a los vecinos. Conduces respetando los límites de velocidad para no levantar sospechas. Suspiras, al no encontrar a nadie en los márgenes del río. Abres el maletero y, entre jadeos, arrastras el equipaje. Te esfuerzas, pero logras lanzarlo al agua. Cubierta de sudor esperas que se hunda. Regresas a casa, límpias el desastre y te das una ducha. Al terminar te acuestas, con la esperanza de que no hallen el cadáver...

Sentado a la orilla del lago, juego con una bala entre mis dedos. La cargo, no la cargo, ese es mi dilema. Por culpa de una mortal enfermedad, hace quince años que no veo a otro ser humano. Abandoné la ciudad y vine al campo. No sé por qué sigo vivo, será la suerte o el destino. Acepto la ausencia de humanidad, pero no la soledad. Cargo el arma y la llevo a la boca. Me niego a vivir hablando conmigo mismo. Oprimo el gatillo por la tristeza. Hoy mi perro ha muerto de viejo...

Dejas atrás la celda, tu hogar durante la sentencia. Reclamas una última vez, clemencia, pero los guardias te ignoran. Dicen que abandones ya esa historia. Se te hiela la sangre al recorrer el pasillo de los condenados. Pero es la silla lo que te derrumba. Tus lágrimas se mezclan con el agua de la esponja. Con el interruptor a punto de activarse, luchas por liberarte, pero es inútil, la descarga te sacude. Mueres, sin mayor pecado que, hallarte en el lugar y momento equivocado...

Maldito doctor y su chispa de la vida. Trató de jugar a ser Dios y tú fuiste su juguete. Te profanó de la tierra y te ensambló a su gusto. Y aquella noche de otoño, llena de rayos y centellas, te trajo a este mundo. Enfermó de miedo al contemplarte de pie, con las bellas partes que él había elegido. Por mucho tiempo acechaste a los humanos, y comprendiste que vivían una existencia triste. Un día trataste de ayudar a una niña y recibiste un cuchillazo. La humanidad no merece tu agrado...

¿Qué eres? Un humano, obviamente. Ignora a los asustadizos hombres que te tildan de demonio. Deja de perseguir similitudes, cada cual es diferente, aunque poseas cuernos de carnero y alas de murciélago. Ellos mueren, sí, pero tú la presencias cada día. Aman, odian y desean. También tú, o acaso no escuchas el gruñido de tus entrañas, deseosas del placer de la carne. Que nadie ose negarlo, hazme caso, te lo aseguro, eres un humano. Después de todo, eres lo que comes...

Cientos de años atrás, Qin Shi Huang forjó una gran dinastía y emperador se consagró. Aunque sometió a quienes osaron enfrentarle, no se relajó. Quedaba un temido enemigo en pie que le resignaba a dormir, Muerte le llamaban. Para derrotarlo, de cada rincón de su vasto imperio a los alquimistas convocó y la inmortalidad les reclamó. Desesperado, el primer elíxir creado bebió. Elaborado con mercurio y plomo, su cuerpo no lo resistió. Y Muerte permanece invensible hasta el día de hoy...

Fiel compañera de viaje, me defendiste de mi padre cuando me harté de sus abusos y escapé del hogar. Disfruto del miedo en los ojos de los demas, cuando te ven manchada de sangre. Tu frío tacto me inunda de seguridad y teniéndote junto a la almohada duermo con tranquilidad. Recorrimos juntos miles de kilómetros, de una punta a otra del país, huyendo de esos cerdos con uniforme. Siento placer al recordar, como rebanaste la garganta de aquel patán. Juntos somos invensibles, te amo, bella navaja...

El barco ha naufragado y los tripulantes se han ahogado, tiesos en las gélidas aguas. Eres quien sobrevive, capitán que se niega a hundirse. Luchando para mantenerte de pie sobre el precario bote, la avistas a lo lejos. Su joroba albina emerge entre las olas, se dirige a por ti, vengativa. Aferras con fuerza el arpón y lo elevas sobre tu cabeza. Esperas, no debes fallar. De cerca, sus negros ojos brillan de ira. Clavas el arpón con éxito, pero sus fauces se abren. La ballena te engulle...

Amarrada de manos y piernas, maldices a los aldeanos en lengua prohibida. Emprendiste el camino a corta edad, con pócimas de amor y ataduras de lealtad. Pero como todas las de tu casta, perdiste la cordura en manos de la oscuridad. Pactos con el Diablo, belleza y poder conquistados de sacrificios paganos. Manos manchadas de sangre, virgen y no natos. En tus ojos se refleja el fulgor de las antorchas. La llama a tus pies se aviva, pero al final te resignas. Ese es el destino de las brujas...

Al entrar en el cementerio pisas terreno enemigo. Tu aliado natural se retira lentamente. Te apresuras, ante el caer de la noche. Con la biblia como escudo y la estaca como espada, profanas el mausoleo. El aroma a azufre se mezcla con tu sudor. Buscas su guarida en la tenue oscuridad. Le rezas al ajo que cuelga de tu cuello al descubrir el ataúd abierto, has llegado tarde. Retrocedes, pero el corazón se te detiene. Lo último que sientes es el frío beso de sus letales labios...

Ha llegado el día. Las ancianas te purifican en el agua del río, te acicalan con ahínco y peinan con cariño. Tiñen tu rostro como un tejido, lleno de dibujos. Te colocas la túnica y los guardias te escoltan al terreno sagrado. Escalas cientos de escalones y eres recibida por el chamán. Coloridas plumas te coronan, te recuestas sobre el altar y da paso al ritual. Para apaciguar a los dioses, una daga se eleva. Y cierras los ojos, dispuesta al sacrificio...

Los ruidos de la medianoche, dan paso a pensamientos aún más perturbadores. Aquellos ojos amenazantes en el armario, ahora te juzgan, desde otro ser humano. Descubres que los vampiros acechan de día y andan vestidos de traje. Y te das cuenta que lo paranormal de la niñez, empalidece ante la oscuridad de la adultez. No existe llanto que valga, sábanas que te escondan, y padres que te protejan...

Los hombres y mujeres se arrodillan, y, sollozando, piden por clemencia. Bajo las órdenes del general, a sangre fría, no dudo en cargar el fusil para acabar con la vida de los rebeldes. En posición de disparo, el arma tiembla en mis manos. Mi dedo se niega a apretar el gatillo. Conozco el rostro de uno de los desgraciados; es mi hermano. Cierro los ojos. El estruendo de los disparos del pelotón me estremece...

Las lágrimas se deslizaron por el rostro del cazador, paralizado. Los tentáculos le rodearon. Uno de los apéndices le robó el rifle con escandalosa facilidad. El arma cayó al suelo cubierta por asquerosa mucosidad. La criatura se convulsionó en un atroz zumbido y enroscó un tentáculo en su cuello. Una mancha oscura apareció en sus pantalones. Se escuchó un crujido y el cazador se desplomó con la cabeza en una posición antinatural. La criatura arrastró el cadáver hacia la nave...

Con el estómago en la garganta y la respiración agitada, corro escaleras abajo. La luz está cortada, por lo que escapo a ciegas. Tropiezo con el sillón y casi me alcanza. Se me escapa un grito, me ha dado una punzada en la espalda. La camisa se me empapa y la sangre se desliza por mi espalda. Me precipito a la cocina y rebusco en los cajones; necesito algo para defenderme. Tendría que haberle creído cuando me advirtió que me robaría el corazón...

Adler, sentado a la cabecera de la mesa y contemplando a su mujer e hijo, se recrimina no haber huido a Sudamérica. A la luz de las velas, y acompañados por temblores ocacionales, cenan. Entre bocados de comida enlatada, hablan y ríen, dichosos de estar en familia. Al terminar, Adler sujeta el arma en su regazo. Dispara a ambos a sangre fría y después se suicida. Fuera del bunker, los aliados invaden Berlín...

Él abre el sobre y tú te revuelves inquieta en la silla. La frente se te perla de sudor y sientes que se te estrujan las entrañas. Él sigue leyendo ¿Será si, o no? La respuesta puede voltear tu vida de cabeza. Frunce el ceño y el corazón te da un vuelco. Cuando el médico te habla, lees sus labios, pero no le escuchas. Esas dos palabras silencian el mundo; es cáncer...

Sientes un sabor cobrizo en los labios. Se te hiela la sangre y la piel se te entumece. La oscuridad te envuelve con su abrazo de amante. Y todo llega a su final...

Parado junto al pizarrón, Brian sintió una gran satisfacción. La maestra y sus compañeros le miraban hipnotizados, algunos hasta lloraban. Brian estaba a punto de darles una lección que jamás olvidarian; quien ríe al último, ríe mejor. Elevó la pistola y apuntó al azar. Todos eran culpables de hacer de su vida un infierno. El estruendo del primer disparo desató el pánico en el aula. Los gritos fueron música para sus oídos. La última bala la destinó a evitar las consecuencias...

Marcos era una carga, no podía caminar; la pierna se le había paralizado y de la mordedura emanaba un hedor putrefacto. Gonzalo entendió que, para sobrevivir, debía abandonarlo. Se negó entre lágrimas. Él fue el de la idea de explorar la cueva para su cumpleaños. Lo arrastró un par de metros por el estrecho pasadizo. Escuchó un gruñido y unos amarillentos ojos brillaron en la oscuridad. La criatura se abalanzó con las fauces abiertas. Gonzalo no dudó, aferró el pico y luchó por su amigo...

Abraham huía entre los árboles con la cabeza gacha. No podía creer, que después de esconderse con éxito en aquel molino abandonado, hubiera sido descubierto a causa de una niña perdida. Fue un estúpido al señalarle el camino de regreso. Tendría que haberla asesinado, la muy maldita le vendió. Los ladridos de los sabuesos le devolvieron a la realidad. Se le heló la sangre al escuchar un disparo; la bala silbó a centímetros de su cabeza. Los nazis le pisaban los talones...