___talos___ Ismael Fernández

El príncipe Kalemno adquirió desde su infancia la sabiduría de los más sabios en el ajedrez, y una vez que se proclamó como el mejor ajedrecista de toda la península pleviana, su deseo de seguir derrotando rivales le condujo hasta el desierto abrasador de Siom, donde se decía que habitaba en la ciudad perdida de aquel páramo un maestro ajedrecista que no conocía la derrota, y sin importarle las consecuencias de sus actos, Kalemno viajó hasta ese desierto para culminar la obsesión que le había arrebatado su vida...


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Kalemno

Garbadel era el nombre del octavo rey de Azgabet, el reino de más renombre en la península Pleviana. No se le recuerda tanto por su nombre, si no por todas las acciones benevolentes que cometió en su vida; la construcción de la cisterna para proveer de agua a los parajes más lejanos del reino, el levantamiento del teatro principal en la capital para el gozo y disfrute de tanto caballeros como pueblerinos, la inauguración del museo de historia al lado del palacio real de Azgabet y, entre otras muchas cosas, la instauración del torneo anual de ajedrez celebrado en la academia de las ciencias.

Garbadel educó a su hijo Kalemno para que fuese un ajedrecista de talento nato y competitivo, pues desde bien pequeño, a la edad de cuatro años, se enfrentaba a los maestros y talentosos de sabiduría en el juego para que así, tras derrotas y más derrotas contra la élite de Azgabet, él algún día alcanzase la maestría suficiente para retar a los mejores ajedrecistas de reinos más allá del suyo y así extender su nombre por todo el mundo como el mejor jugador de todos los tiempos. A la temprana edad de siete años consiguió vencer a su padre en una partida tensa y prolongada bajo la mirada de los eruditos del palacio, y cuando cumplió los doce años se midió en el campeonato de ajedrez contra el vigente campeón del reino, batiendo en duelo a este y proclamándose como el mejor jugador de Azgabet. Su lista de triunfos se extendía en largas páginas de contrincantes de renombre fulminados por su gran poder intelectual y estratégico, y su padre pensó que ese talento para la estrategia le serviría para hacer de su reino una gran potencia militar y así expandir los territorios plevianos, pero para su decepción, el heredero nunca supo guiar a los soldados hacia el triunfo bélico en ninguna batalla, pues mostraba sumo desinterés en las gestas territoriales de su padre y en aprender a gestionar el mando del ejército que algún día su progenitor le haría heredar… Él solo vivía enfocado en ser el mejor ajedrecista de todos.

A la mayoría de edad, cuando su barba de genética espesa empezó a crecer y sus responsabilidades con el pueblo incrementaron, el futuro rey de Azgabet retó en un torneo a todos los reinos que se extendían sobre la península Pleviana para comprobar qué reinado gozaba del mayor intelecto. El torneo se celebró en Azadedún, la capital de Azgabet, y se prepararon exhibiciones de gracia y prestigio alrededor de la academia de las ciencias, sede donde todos los competidores tratarían de alzarse con la victoria. El jugador local pudo vencer fácilmente a sus dos primeros contrincantes, pues estos demostraron tácticas de novatos, y en las semifinales se enfrentó contra el monarca Jacob de Turusán, oponente digno que le plantó cara al representante de Azgabet en un duelo en el que se impuso este último. La gran batalla final se dio entre el príncipe de Azgabet y Ahmed Alfará, maestro en matemáticas del imperio de Hassalem. La partida duró aproximadamente 5 horas, con descansos de 10 minutos cada hora, y estuvo cerca de ser declarada con tablas debido al cansancio de ambos competidores, que llegaron a prolongar su turno para mover ficha incluso veinte minutos, pero un desliz del jugador Hassalemno decantó la ventaja al jugador local, que aprovechó el descuido para hostigar mortalmente al contrario y cantar un jaque mate que resonó desde la sala en la que se encontraban hasta los recovecos más fronterizos de la península Pleviana.

Tras tal hazaña, se declaró el día del nacimiento de Kalemno como fecha de celebración en todo el reino y se celebraron torneos amistosos durante esa fecha por todo el dominio del rey Garbadel… Sin duda el príncipe había hecho historia.

No fue hasta los veinte años del campeón que, sin rival alguno en toda la península pleviana, consultó a una pitonisa para que le dijese dónde podía encontrar a un ser con la experiencia suficiente en el ajedrez como para plantarle cara para así ganarle y seguir demostrando que él era el mejor en esa disciplina deportiva. Luego de la petición, una vidente del mismo reino de Azgabet visitó en el palacio real al joven, el cual le pidió que visualizara en su bola de cristal aquella persona de semejante habilidad y con la capacidad de igualar su juego… Y después de mirar fijamente la esfera púrpura durante un rato, la mujer habló:
-Te espera un reto digno de admiración fuera de tu reino, atravesando las desoladas arenas del desierto de Siom donde pocos llegan; allí donde tiempos atrás se levantó la mayor metrópolis jamás recordada, pero necesitarás la sabiduría de muchos ancianos para lograr vencer. Si tu ambición es grande, entonces encontrarás la ciudad y podrás medirte contra el invicto maestro ajedrecista, pero te advierto que jugar contra ese genio tiene un coste, ya que si consigues ganar tendrás sus honores, pero si pierdes, todo lo que una vez conseguiste será borrado de la memoria de los tiempos-.

Entonces Kalemno, con cara de duda e intriga, preguntó:

-¿Qué quiere decir señora?-.

-Me refiero a que tu reino será borrado de la memoria de los que alguna vez oyeron hablar de él, nadie recordará lo que tu linaje un día levantó y tú seguirás vivo para contemplarlo-.

Sintiendo tal presión de no tener margen de error, entrenó durante meses para hacer su juego impenetrable contra los subcampeones plevianos, pues de todos los torneos él era el campeón, y adquiriendo los conocimientos de los filósofos más sabiondos del palacio real. Se fijó aquel invierno abandonar sus tierras para adentrarse en el misterioso desierto de Siom en busca del genio, y en las semanas previas a la llegada de la invernal estación, una tragedia azotó el corazón del heredero al trono: su padre había muerto.

Con tal carga emocional y política encima, mandó a la mano derecha de su padre, el erudito Felipo, a ocupar el cargo de Garbadel y reinar sobre la tierra que le pertenecía, pues él seguía entrenando cada día para no perder ante el inteligente adversario de Siom, despreocupándose del reino.

Solo faltaba un día para el viaje de Kalemno en busca de los horizontes inexplorados del desierto, el cual nadie había cruzado jamás y del que se contaban historias de asentamientos en diferentes oasis de este. Se pensaba que más allá del desierto solo se encontraba un mar de única corriente hacia las cataratas del vacío que llevaban al fin del mundo, otros creían que el desierto era infinito y, sobre la enterrada capital del lugar, se oía que era el centro donde solo los brujos y los magos podían ir para reinar desde ahí al resto del planeta, pero el joven azgabetano resoplaba incrédulo al oír esos rumores.

La noche anterior a su marcha, Felipo visitó sus aposentos para reflexionar una última vez a su lado, porque si los dioses le acompañaban sabía que volvería, pero si no era el caso, aquella sería la última vez que le vería. Felipo le advirtió la calma en la toma de decisiones que debía de tener al enfrentarse al maestro ajedrecista y le recomendó jugar al ajedrez con Orión bajo el manto de constelaciones de la noche para practicar. Finalmente abandonó el dormitorio deseándole el éxito y la fortuna, despidiéndose de él por última vez en mucho tiempo.

Al amanecer, Kalemno cogió un saco en el que portaba dinero y provisiones y marchó con paso firme hacia los reinos que le separaban de Siom.

24 апреля 2020 г. 18:35 0 Отчет Добавить Подписаться
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