En las llanuras del vasto valle el silencio se hace presente. El rugido del viento acompaña al débil canto de los pájaros y al murmullo de un río cercano. Mientras que el sol se esconde entre las montañas, el perfecto equilibrio se rompe con el galope de unos caballos.
Aparece en escena un grupo de soldados protegidos por pesadas armaduras samurái. En las filas traseras, uno de los más jóvenes esconde el castañeo de sus dientes, una mirada nerviosa que mira en todas las direcciones y unas perlas de sudor que se deslizan lentamente por su frente hasta perderse en su armadura.
Por lo general, los samuráis no temen a la muerte. No les importa perder la vida si con ello consiguen preservar su honor y el de su señor en la batalla. Sin embargo, esta máxima no se aplica para este joven asustadizo que parece hacerse lentamente más pequeño dentro de su armadura.
Los latidos de su corazón le recuerdan a los tambores ceremoniales y el temblor de sus manos al movimiento de la tierra ante las pisadas de su caballo. Se recuerda a sí mismo que aún está en fase de entrenamiento, pero este dato no le ayuda a hacerse a la idea de que, es la primera vez que sale al campo de batalla a matar a unos hombres que considera enemigos.
No quiere matar a nadie, no es capaz ni de matar a una mísera mosca, pero debe hacerlo. Se ha convencido de que debe hacerlo, de que si no lo hace todo lo que ama quedará reducido a cenizas y eso es imperdonable.
No puede echarse atrás ahora y huir. Sería un desertor, un ronin por el resto de su mísera vida.
Todo el escuadrón se detiene ante la orden de su comandante. Los caballos rechinan nerviosos sintiendo el aura asesina que envuelve a sus jinetes.
Daito eleva la mirada al frente. Sus ojos se detienen en un punto fijo: en su superior. La potente voz del samurái hace que su corazón vuelva a hallar el equilibrio y que sus manos dejen de temblar. Tras la máscara descascarillada del samurái se imagina unos ojos que transmiten valentía, que derrochan valor y que son el espejo de su espíritu guerrero.
El samurái halaba todas las hazañas de su escuadrón, habla de las épicas batallas que les hicieron fuertes y de todos los peligros a los que tuvieron que enfrentarse para conseguir la ansiada victoria de su clan. Daito está anonadado por sus palabras a pesar de conocer todas las historias. Es la forma en que el samurái las cuenta lo que hace que, el poco valor que tenía en su pecho, crezca hasta convertirse en un dragón y quiera devorar el miedo que habitaba en su corazón.
Un grito despierta a Daito de su ensoñación y vitorea con el resto de sus camaradas. El comandante parece orgulloso por los ánimos y, con un pequeño movimiento de talón, hace que su caballo se gire hacia al frente al mismo tiempo que eleva su katana por encima de la cabeza.
Una katana de 60 cm, de filo largo y estrecho, es la causante de que a Daito se le suban los colores a las mejillas. Había escuchado, en numerosas ocasiones, la historia de esa katana pero no fue plenamente consciente de su existencia hasta ese mísero instante. Y es que aquella arma era y es la legendaria espada que liberó a su pueblo de un terrible yokai devorador de almas.
Su pueblo, hace más de un siglo atrás, había sido devastado por un ser capaz de alimentarse de las almas de los humanos. Por aquel entonces, el pueblo apenas era lo suficientemente grande e importante para contar con protección, por lo que los pocos hombres que fueron a combatirlo, sin apenas formación militar, padecieron en el intento.
La lucha duró meses. El demonio acudía al pueblo hambriento y desaparecía con el alba envuelto en una niebla de sangre y destrucción. Bastaron dos visitas suyas para que el pueblo quedase reducido a un puñado de campesinos tullidos, viudas y huérfanos que buscaban el amparo de un alma cándida que les brindará ayuda.
Descorazonados, esperaron su final anclados a las tierras que una vez les dio cobijo. Sin embargo, bastó que rompiese la primera tormenta de primavera para que la ayuda llegase. Un hombre de ropajes andrajosos se ocultaba tras un amplio sombrero de paja roído por las tempestades y las batallas. En su cadera tenía guardada una katana impoluta con una brillante inscripción que rezaba una sola palabra: venganza.
Aquel hombre pidió cobijo a cambio por matar al yokai. El aspecto tan descuidado del hombre hizo que los aldeanos dudaran de su palabra y de sus habilidades, pero aceptaron de todas formas. El hombre, que luego resultó ser un ronin condenado a la desesperación, mató al demonio aquella misma noche, asestándole un único corte en la carótida.
Los aldeanos celebraron el regreso del ser maligno al reino de los muertos, y le ofrecieron techo y comida al hombre. Habían sido liberados y ahora podían enterrar a sus fallecidos con la conciencia tranquila.
Sin embargo, aquello sólo era la punta del iceberg.
En mitad de la madrugada, justo cuando la luna fue eclipsada y el mundo quedó sumido en un breve letargo, el ronin se levantó somnámbulo, desenfundó su katana y con la mirada totalmente blanca, mató a los aldeanos, uno a uno, con el mismo corte que provocó la muerte del demonio.
Lo que quedó de aquel pueblo de campesinos fueron las cenizas de un incendio que lamió los cuerpos degollados de los aldeanos, y que consumió hasta el último apéndice al ronin.
En medio de la humareda apareció la katana que había sesgado tantas vidas.
A raíz de este incidente, se dice que quien forjó la katana deseaba tanto la paz como la destrucción por quien la empuñara. Por eso el ronin se volvió loco y mató a todos los aldeanos.
Son simples habladurías, pero hay peores cosas que el miedo a la muerte.
Daito escucha a lo lejos como se acercan los enemigos desde la otra entrada al valle.
El sol se oculta tras las montañas. El joven retira la máscara de su rostro, quiere que sus enemigos recuerden quién le ha matado, y desenfunda la katana de su familia con la mano derecha al mismo tiempo que tira de las riendas de su caballo.
Como una estela en medio del cielo nocturno, la legendaria katana brilla bajo con un color rojo intenso, brillante y espeluznante, al igual que los ojos de su portador.
Este es el mundo en donde se desarrolla, de momento, "La katana maldita". Se basa en las costumbres, tradiciones y mitología japonesas. Hay pequeñas discrepancias, pero siempre intento que sea fiel a los hechos. Узнайте больше о Japón.
Спасибо за чтение!
Acabo de culminar la lectura de tu primer capítulo! Primero me preguntaba que podía hacer un libro de Katana en la Comunidad LGBT, eso fue lo que me llamo la atención. Tanto que comencé a leer y madre hasta el final! Esta madrugada me he pasado leyendo todo este primer comienzo de tu libro y me parece una historia impresionante, limpia, concurrente, y con una ortografía impecable! ¡Felicitaciones!
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