Las últimas luces del día abandonaban ya la lúgubre estancia y Elissa Muin, mercenaria experta, se ve obligada a encender una de las pequeñas velas repartidas estratégicamente por las mesas para proseguir con su labor.
—Menuda faena… —masculla entre dientes mientras intenta recomponer las afiladas puntas de sus maltrechas flechas con la paciencia propia de los artesanos.
En realidad, su presencia allí se debía a un egoísta acto de cobardía, pues ese mismo día, y aunque todavía le resultara increíble, cumplían ya tres años desde su alistamiento con el equipo. Quizás, pasar el poco tiempo libre del que disponía en la mercería del puerto, no era la celebración que debería estar haciendo, pero por desgracia, las fiestas y la gente no eran mucho de su agrado, aunque su carácter introvertido, tampoco ayudaba demasiado. Además, para quienes no lo supieran, ella tenía una gran reputación que mantener como mercenaria, pues, era nada más, ni nada menos, que la ladrona estrella de su escuadrón. En verdad, este era el segundo escuadrón en su carrera profesional, ya que no encajó demasiado bien con el primer equipo que le asignaron. O mejor dicho, Elissa no supo hacer lo que le pedían, lo que pedían en todos los equipos en realidad. Y es que después de mucho intentarlo, fue incapaz de tener relaciones íntimas con ellos, algo vital y necesario para su pequeño y particular gremio.
Todos aquellos ajenos a sus normas pensaban que la forma de actuar de la Academia de Instrucción era muy inusual porque desde un buen inicio, se les enseñaba a los novatos mercenarios la importancia de intimar con los demás, algo reservado tradicionalmente a las parejas sentimentales. Eso, por curioso que resultara, mejoraba enormemente la conexión con el resto de compañeros. Aquel simple acto hacía que sus vidas se convirtieran en una sola. Así era como los mercenarios se protegían, como conseguían sobrevivir a las arduas tareas impuestas, y también, como se convertían en amantes de por vida. Ese era su destino, pasar toda su existencia unos al lado de los otros.
Por descontado, el famosísimo y a la vez temido vínculo de sangre facilitaba muchas cosas, y es que todos los miembros que conformaban los escuadrones, sin excepción alguna, llevaban un tatuaje mágico allí dónde ellos eligieran que ligaba para siempre sus almas con las de los demás. Las esquivas brujas arcanas regalaron este potente e intrincado hechizo a la Academia de Mercenarios mucho tiempo atrás como agradecimiento, y este pacto perfecto, diseñado para que nadie se quedara atrás, se usaba sistemáticamente desde entonces para asegurar su bienestar. El hechizo era sumamente poderoso, intenso y muy pero que muy preciado. Aunque para algunos, estar ligados de esa forma con otros seres les podría resultar un precio demasiado alto a pagar, pero es que así era su trabajo. Existían numerosos peligros y riegos a diario, solos no podían llegar muy lejos y se necesitaban los unos a los otros, por eso el vínculo mágico se encargaba de asegurar su éxito. Así pues, cuando más cercanos y cuanto más contacto físico hubiera entre los compañeros, más fuerte se hacía el vínculo y más opciones había de sobrevivir.
Según la férrea filosofía de la Academia, se podía defender con uñas y dientes a un compañero, pero por un amante, si era necesario, se mataba. Así que impulsados por sus costumbres, ese tipo de relaciones personales eran de lo más habituales entre el gremio de mercenarios del puerto de Elittes, lugar del cual ella formaba parte. Pero para Elissa, era una tarea imposible cumplir esa orden primaria. Ella, simple y llanamente, no podía hacerlo.
Por eso su primera incursión fracasó miserablemente, sin embargo, los chicos del nuevo equipo la habían entendido a la primera y le había mostrado todo su apoyo. Tenía el vínculo de sangre con todos ellos y con eso les bastaba y les servía. Nunca le tocaban ni un solo pelo, ella hacía bien su trabajo, no juzgaba a nadie y respetaba siempre sus decisiones y ellos las de ella. Habían funcionado así durante años sin problemas y no tenían por qué cambiarlo ahora. No, señor… cumplir años juntos solo era algo natural, nada más.
Спасибо за чтение!
Me encanta la Historia rompe con todos los esquemas establecidos... es lo más atrayente y sin lugar a dudas son seres de otro mundo.
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