Короткий рассказ
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Estás tan bonito que te quiero comer

Ha sido una semana complicada para todo mundo; mi tía Estela sigue mala de la panza luego de comer hamburguesas aguacatosas en sus vacaciones por Querétaro. Ayer tuve que cancelar la salida al cine con mi novio Roberto, el motivo, exceso de tarea. Originalmente le sonó a excusa y por eso le ofrecí que fuera con alguien más, ¡algo que el muy bastardo hizo! Fue con Daniel (amigo suyo, aunque dice ser de ambos). Compraron un combopareja y en las fotos se ven contentos. Yo solo digo que, aunque no hay nada comprometedor en las imágenes, sí me parece que subir más de 10 fotos en una ida al cine es exagerado.

En fin, creo que la peor parte de esta semana fatal no es la tía, total si se nos muere todavía quedan Elsa, Erika y Evelia (sus hermanas). Tampoco diría que la principal angustia de esta semana sea ver a mi novio saliendo con alguien más, total, ni tiempo tengo para eso de ir al cine cada martes por la noche con la finalidad de ver el estreno de la semana anterior, pero claro, a un precio más razonable.

La peor parte diría que son unos habitantes del otro lado del mundo, los chinos. Me explico, resulta que nuestros completamente ajenos parientes de Bruce Lee están en una guerra civil (cuyo motivo no queda todavía del todo claro) y por eso el precio de las importaciones que hacemos del país oriental se han disparado luego de un año de negociaciones entre los diversos sindicatos de artesanos y el gobierno de aquel país, al que no le bastó ser asesorado por la ONU, los gringos, el líder del movimiento negro en Pakistán y el siempre galante empresario puertoriqueño Jaime Saltaolas. Justo en este momento están anunciando en el noticiero que el presidente otra vez reprimió con violencia el movimiento y eso solo aviva el fuego dentro de la población. Lo que tiene sentido luego de que ayer a esta misma hora, dijo el guapo conductor de televisión, los transportistas en moto anunciaron su alianza con los casi cuatro millones de rojillos pares de ojos rasgados. Yo me imagino que eso también lo supo el presidente y por eso mandó golpear a todos por igual. Creo que es una reacción predecible y quizá hasta provocada por los mismos manifestantes, pero eso no importa, simple y sencillamente no se hace y ya. Aunque bueno, yo de China sé muy poco. Y de manifestaciones sociales, todavía menos.

Se preguntarán ¿pero eso en qué me afecta como para concluir momentáneamente que ha sido una mala semana? Pues en el evidente hecho de que si los chinitos no quieren trabajar ocasionan un desabasto de productos básicos y un excedente de materias primas que llegan a ese país, mismas que no se consiguen procesar a tiempo, llevando a pérdidas para las empresas manufactureras, las cuales se recuperan subiendo los costos de lo que ya está en anaqueles. A su vez, obviamente, eso nos orilla a buscar otras fuentes de ingreso con la finalidad de evitar pérdidas en la calidad de vida.

Todo lo anterior lo sé porque hoy no fui a clases, pero aproveché el tiempo haciendo mi ensayo para la materia de Introducción al Comercio y vi muchos vídeos sobre cosas como la inflación, la plusvalía y el libre mercado. Aunque la versión oficial que dio mi hermana a la institución fue, que me quedaría a cuidar a mi sobrino mientras ella iba con la enferma tía Estela.

Mi hermana me debía un favor porque la semana pasada que salimos a una fiesta fui yo quien llamó a la casa para decir que nos quedaríamos un rato más. Ella estaba bien contenta con su “amigo” y quería quedarse más tiempo. Pero empezaron las llamadas insistentes de nuestra madre. Normalmente mami no nos niega quedarnos otro rato, pero hay que pasar media hora escuchando las recomendaciones que repite siempre; vigilar en todo momento nuestras bebidas, subirnos solo a taxis de sitio y “cuidarnos” de algún contagio venéreo. Siempre agregando emojis de preservativos fosforescentes.

En esta casa tenemos reglas, por ejemplo, favor con favor se paga y anoche se me ocurrió decirle que se la cobraba con una llamada a la escuela e inventar lo importante que es mi presencia en casa para cuidar de Jorge. Al despertar, ella me dijo por mensaje que ya había hecho la misión desde las seis de la mañana, así que puse mi alarma y me dormí otro rato solo para bajar a las nueve y encontrármela en la sala con su bebé.

Quizá se han dado cuenta que el llanto de los bebés se parece mucho a cierto tipo de chillido que hacen los gatos antes de pelearse y mientras tienen sexo. Y viceversa. Así, que cuando mi sobrino Jorge (alias chonchito como se imaginarán por su sobrepeso), soltó un largo lamento a mitad de mi viaje mental con los chinos y sus motocicletas, me espanté y derramé el ponche de frutas sobre la única lámina que había terminado.

Inmediatamente volví al 30% de la totalidad de tarea realizada. Me faltaba el ensayo para la clase de Psicología, el reporte de lectura para Ciencias del agua, un protocolo de investigación para la clase de Métodos Patafísicos de Investigación y las tres láminas de Sistemas Dinámicos.

No me enfadé con el niño, total a sus 14 meses de nacido apenas y puede distinguir entre el pezón de su hermana y sus frágiles deditos. Además, siendo sinceros me gusta hacer láminas, pero nada más. Por ello el solo hecho de pensar en el resto de la tarea sí me hizo torcer la boca y preguntarle a mi sobrino cosas que sabía que no podía responder:

¿Haber qué quieres? – Lo cargué para continuar interrogándole. – Mira la tele, está bien guapo el conductor ¿verdad? ¿apoco no te gusta?, si se ve que eres bien loca – Seguía chillando, como una de esas señoras a la que no le hacen válido su descuento de tercera edad en el transporte. – ¡Ya cállate niño! ¡Ahorita viene tu mamá! – Misteriosamente gritarle funcionó por un instante, pero se mantuvo una tensión muy rara. Tal vez entendió lo que le dije y expresó su inconformidad reanudando el llanto, pero en sistema Dolby Audio.

Éramos un futuro ingeniero de 19 años y un chonchito chillón. Le hice el tilingo lingo, le hice el a–la–ruro–niño a–la–ruru–ya y nada. Siguió chille y chille. “Hasta pareces uno de esos chinos de la tele”, recuerdo haberle dicho cegado por la ira.

Cuando escuché que alguien llegó a casa lo dejé en su cunero rápidamente, como si estuviera haciendo algo malo con él. Me dio risa imaginar mi cara e inmediatamente pensé que debí poner el celular para grabar aquella escena y compartirla. Tal vez así lograría una cantidad decente de suscriptores en mi perfil de vídeos para ya no tener que trabajar nunca.

El tiempo había pasado volando y mi hermana estaba de vuelta luego de comprar vegetales para la sopa de su “gordo” (como ella le apoda supuestamente de cariño). Un apunte importante es que nunca le ha dado alimentos procesados a su bebé por aquello del cáncer infantil. Lo que me parece muy bien y en apariencia, funciona.

En efecto, era mi hermana y no un asesino serial como pasa en las películas. Apenas vio a Jorge a escasos dos metros de distancia y puso su voz en modo chillona o semi estúpida (como se le suele hablar a los bebés), extendió ambos brazos y se acercó para levantar a la bola de carne.

– Miniño, miniño, ya chiquito, haberhaber, ¿dónde está mi precioso gordito? – Lo tenía enfrente y todavía preguntaba – Miniño, miniño. Estás tan bonito que te quiero comer…

Mi mente se fue de largo y sin avisar imaginé el sabor, quizá como a pavo, quizá como a pierna adobada, que se prepara adecuadamente, a diferencia de cuando se omiten ingredientes que no se consiguen fuera de temporada navideña. ¿A qué sabrá un bebé? Es decir, de los cuerpos humanos sé que no me comería un anciano o un indigente, porque comen prácticamente basura, tampoco me apetece un adulto chaquetero como alguno de mis profesores, pero… ¿y un bebé? No está tan sucio, es bebé y todavía no lo amarga la vida. Pero especialmente a mi sobrino pareciera que todo mundo se lo quiere comer. Así que si no me gustara al primer bocado igual no se desperdicia.

– ¿Por qué lo miras de esa forma?

La pregunta vino de mi hermana que seguramente prestó más atención a mi cara de lo que yo a ella, todo por estar mirando fijamente a los 5 kilos de carne que alguna vez salió por su vagina. Continúo.

– Mejor apaga la tele, porque una vez escuché que los chinos se comen a los bebés y tú estás tan loco que cualquier día de estos haces una pendejada, como ya nos tienes acostumbrados. ¡Ándale, ándale!

Desde que mi mamá volvió a trabajar mi hermana se siente dueña de la casa.

No – Respondí indignado. – Yo estoy viendo la tele y le dejo donde quiera, además ya te vas a llevar al niño ¿no? ¡Adiós gordis, nos vemos pronto!

– Dile adiós a tío.

He comido los peores tamales del mundo, reto al que sea. Los tamales un tiempo se convirtieron en lo único que estaba dispuesto a comer. Lo llamé mi Periodo de harina. Sin importar el motivo del festejo la comida debida ser: tamales. Era como variar la frase Para todo mal, mezcalpero antes un tamal. O esa otra que dice: El que no come, no fuma y quien no fuma, no toma y quien no toma, chupa los dedos del bebé.

Ya ni hice la tarea, se me fue la tarde recostado en el sillón viendo noticias e imaginándome vivir en China, donde la gente tiene tantos bebés que se los comen y de todos modos padecen sobrepoblación.


6 марта 2020 г. 6:21 1 Отчет Добавить Подписаться
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Об авторе

ugoh Chávez Nació, creció y se reprodujo en estado de cautiverio en la ciudad de Querétaro. Ha publicado por invitación, por convocatoria y por amistad en compendios de cuentos y revistas de habla hispana. Duerme poco y suele destacar por extraño, en fin, un tipo raro.

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Xabel Mind Xabel Mind
Desde luego eso no me lo esperaba O-O Mente oscura la de los ingenieros con mucha tarea 😂
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