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EL PRIMER DÍA DIFERENTE

Allí estaba yo, otro día más en ese zulo sin techo. Vivía en una casa (si se le podía llamar así) en una ciudad la cual no era muy conocida. Como cada mañana mi madre me despertaba a la misma hora para ir al instituto, era puntual, no como mi hermano que se levantaba de la cama veinte minutos más tarde. Nada más despertarme mi padre ya no estaba, se marchaba a trabajar muy temprano por que estaba a una hora en coche, trabajaba en Barcelona. Me fui al baño a lavarme la cara peinarme y lavarme los dientes. Miré el reloj y eran las siete menos cuarto, cogí la mochila que pesaba mucho por todos los libros de lectura de lengua de cuarto de la ESO. Salí de casa y les mandé un mensaje a los amigos con los que me encontraba cada día para ir al instituto, eran dos gemelos, se llamaban Carlos e Iván, los mirases por donde los mirases eran completamente iguales: lo dos llevaban las mismas gafas, a veces se vestían igual, yo lo podía distinguir ya que los conocía desde la guardería, llegué temprano ya que vivían a una calle más arriba que yo. Los esperé en su portal y bajaron al cabo de dos minutos de que yo llegara. Iván tenía mala cara se le veía pálido y no con muchas ganas de salir de casa aunque básicamente estábamos todos así porque eran casi las ocho de la mañana y los tres teníamos cansancio. Todos los días hacíamos el mismo recorrido, primero seguíamos toda la calle para arriba desde su casa hasta llegar al parque y al final a la estación de trenes, delante de ella estaba el instituto, pero ese día no pasamos del parque, Iván se empezó a marear, se desplomó al suelo y Carlos y yo fuimos corriendo a ayudarlo, estaba boca al suelo de repente vomitó, pero el fluido no era un color normal, estaba potando sangre, más roja que el mismísimo diablo. Carlos no sabía qué hacer, yo tampoco, le dimos la vuelta para ver si podía hablar, pero lo único que pudimos interpretar de sus palabras fueron frases incoherentes, solo balbuceaba, era difícil pedir ayuda, no había nadie en esa zona a esa hora, así que por instinto cogí mi móvil para llamar a una ambulancia, pero, en ese momento me di cuenta de que me lo había dejado en casa. Le pedí a Carlos su móvil, él estaba nervioso casi paralizado, no sabía qué hacer, le dije que se calmase, en ese estado no podría hacer nada, respiró hondo y se calmó, me dio su móvil mientras él intentaba conseguir que su hermano pudiese hablar, pero en ese momento este se abalanzó encima de Carlos, Iván solo gritaba, unos gritos espeluznantes que te ponían los pelos de punta. Mientras yo intentaba quitárselo de encima, volvió a vomitar sangre, esta vez manchó la ropa de su hermano, conseguí apartarlo de él b volvió loco, empezó a moverse muy brusco y a temblar intensamente, ayudé a Carlos a levantarse y empezamos a correr, el pánico nos dominó, tiramos la mochilas al suelo ya que simplemente serían un lastre. Iván empezó a correr detrás de nosotros y como antes, mientras nos perseguía, solo gritaba y descubrimos que ese ya no era Iván. Cuando llegamos a la estación de trenes conseguimos perderle de vista. No había nadie en ninguna parte, solo un intenso silencio en toda la ciudad, pero, vimos una silueta en medio de la oscuridad mañanera, era otro amigo nuestro con el cual nos encontrábamos cada mañana justo al lado del instituto, pero esta vez estaba corriendo todo lo que podía, se llamaba Pablo, un chico delgado de estatura mediana, con los ojos más azules que el profundo mar, aunque en ese momento podías ver el miedo que sentía solo mirándolos. Al llegar a nuestro lado estaba exhausto, le costaba respirar, cuando recuperó el aliento le preguntamos qué le pasaba, dijo que le perseguían tres personas desde hacía un buen rato, y que una de ellas era su propia madre, junto a su hermano pequeño y su padre. Los tres individuos se acercaban a nosotros cada vez más, lo único que podíamos hacer era correr, correr una vez más hasta que se nos terminara el aliento, y así lo hicimos. Por fin conseguimos librarnos de esas personas, aunque, ya no se les podía llamar así. Sin darnos cuenta llegamos a una calle por en la que por suerte no había nadie. Pablo empezó a llorar, nos contó que su familia se empezó a agredir mutuamente exceptuando a él, ninguno de los tres sabíamos que estaba pasando, le contamos lo que había pasado con el hermano de Carlos, todos los efectos extraños que presentaba, nos dijo que también los tenía su familia. De repente sonó el móvil de Carlos, este lo cogió al instante, le llamaba su padre desde el trabajo, en Barcelona. Le preguntó que cómo estaba, que si le había pasado algo, al chico le costó muchísimo contarle a su propio padre que su hermano se había vuelto loco y que no sabía dónde estaba en esos instantes. Al padre le fue difícil asimilar la noticia. Después de un buen rato de conversación llegó el momento en el que Carlos debía saber si su padre estaría bien, él le dijo que no les dejaban salir de la oficina hasta que se calmase la cosa, era un privilegio, ya que desde su ventana, podía ver como Barcelona ardía en llamas. En cuanto Carlos colgó el teléfono me acordé de que mi padre también estaba allí. En ese momento tenía en mente llegar a casa, porque mi madre y mi hermano tenían que estar allí, así que hablamos los tres y nos decidimos para ir a mi casa y luego a la de Carlos. Cuando llegamos a mi calle solo deseaba, rezaba y deseaba que mi madre y hermano estuviesen sanos y salvos en casa. Subí las escaleras llegué a mi rellano y llamé a la puerta, pasaron unos segundos de inmensa tensión y nervios, hasta que la puerta se abrió. Era mi madre me abrazó con todas sus fuerzas como si no hubiese un mañana, y por detrás suyo estaba mi hermano, los tres entramos y mi madre nos dijo que todo lo que estaba pasando lo habían visto por las noticias. Le dije que teníamos que ir a casa de Carlos para ver si su madre estaba bien, al principio no quería porque acaba de recuperarse, no quería perderme de vista otra vez, pero tras un gran esfuerzo conseguí convencerla. Fuimos Pablo, Carlos y yo, subimos la calle y llegamos a su portal, él tenía llaves así que el chico abrió la puerta de abajo, subimos con el ascensor, y nos situamos los tres frente a su puerta, abrió la puerta y allí estaba su madre, dormida en el sofá. La despertamos y su hijo le contó lo que había ocurrido, dijo que se durmió antes de ir al trabajo. Y llegó la pregunta que nadie quería escuchar, preguntó dónde estaba su otro hijo, su madre rompió a llorar, estaba destrozada. Cuando se recompuso le dijimos que viniera a nuestra casa, que sería mejor estar todos juntos, ella aceptó. Al llegar a mi casa encendimos la televisión para ver qué ocurría. Solo salía un mensaje en grande en la pantalla y una persona recitándolo: “Ha habido muchas desgracias en todas partes de España, aún no sabemos qué ocurre, todos los científicos lo están investigando, es una enfermedad epidémica que se propaga por la sangre, las personas que se contagian se vuelven locas con unas inmensas ganas de poder devorar a otras personas, se caracteriza por las venas hinchadas y vomitan sangre. Esto es todo lo que sabemos por ahora, les iremos informando de todo lo que sepamos, hasta ese momento buena suerte a todos”. Las últimas palabras pertenecieron al alarmista que enviaba el mensaje, apagué el aparato, y, un inmenso silencio invadió la ciudad.

25 февраля 2020 г. 15:31 0 Отчет Добавить Подписаться
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