oveja-gris Oveja Gris

Tres hombres tienen un poder especial y lo utilizan para darle una segunda oportunidad a las personas.


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#drama #amor #fantasía
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Chapter I


“Los escritores se pasan la vida escribiendo sueños que rara vez se concretan.”

Tomás, Andrés y Mateo.


Mateo apartó la vista de la pantalla de su computadora al oír que llamaban a la puerta. Lanzó un suspiro de cansancio, le había costado tanto concentrarse en su novela el día de hoy, y la gente que no paraba de interrumpirlo…

¿Quién es? preguntó en tono seco.

Soy yo, Andrés se escuchó del otro lado.

El mal humor desapareció de inmediato.

Ah, pasá nomás le dijo.

Ni bien entró el hombre, lo saludó cariñosamente y le preguntó:

¿Novedades?

Si, y muy buenas. Ya tengo a los tres candidatos. Espero que te gusten.

Seguro que sí. Tengo confianza ciega en tus criterios de selección. Haceme una breve sinopsis de cada uno.

Bueno, ahí va:

Nº1: Una adolescente de clase alta queda embarazada y sus poco comprensivos padres la obligan a abortar.

Nº2: Un padre homofóbico recibe la noticia de que su hijo es gay, y tras cortar toda relación con él, se entera quince años después, de su trágica muerte en un accidente.

Nº3: Una mujer de mediana edad vive su vida de cirugía en cirugía en un intento imposible de mantenerse por siempre joven y bella.

Mateo escuchó con atención, y después de meditar en silencio unos minutos dijo:

Si… me agradan. Entonces, ¿son infelices?

Demasiado, para mi gusto.

Ok, aceptados. Empecemos.

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Andrés abandonó la oficina de Mateo para encontrarse con Tomás, el tercero de su equipo, en un bar. Llegó con unos minutos de retraso, Tomás ya se encontraba sentado esperándolo y se había puesto a hojear el periódico para matar el tiempo.

Cuando notó que alguien se paraba a su lado levantó la vista. Al ver a su impuntual compañero, le dio unos golpecitos con el índice a su reloj pulsera, al tiempo que hacía un gesto negativo con la cabeza.

—¿Será posible que alguna vez llegues a horario?

—Mil perdones, Tom, no va a volver a pasar —se excusó.

—Quisiera creerte, pero los jóvenes de hoy no respetan nada.

—Yo soy muy respetuoso y eso lo sabés bien, después de todo, un tropezón no es caída.

—Un tropezón es potencialmente una caída, no son dos conceptos mutuamente excluyentes, ¿sabés?

—Bueno, sí, tenés razón, tus tiempos eran mejores que los míos. Ya lo dije, ¿era eso lo que querías escuchar? Eso es lo que quieren escuchar todos ustedes.

Tomás rio.

—Bueno, no te hago perder más tiempo. Mateo tuvo una idea muy buena para nuestro trabajo, escribió los puntos principales en su computadora y los grabó en este pendrive —dijo mostrándole el dispositivo—. Quiere que lo leas y nos des tu opinión por supuesto, a mí me pareció acertado. Me gusta hacia donde apunta.

Tomás agarró el pequeño artefacto y lo miró con desconfianza. Las ideas de Mateo eran bastante extrañas, pero no necesariamente malas. Tendría que leerlo esta noche.

—Bueno, te dejo en libertad para que regreses a tu trabajo, yo me voy a estudiar, mañana tengo examen. Nos vemos más tarde.

Andrés abandonó el bar y se dirigió a pie hasta su casa. Confiaba en que a Tomás le gustaría la idea de Mateo. “Esta vez no está mal”, pensó, “no está nada mal”.

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Mateo y Tomás caminaban juntos por la calle. Se dirigían hacia la casa de Andrés, donde comenzarían a analizar cada caso por separado. Durante el trayecto, Mateo le había transmitido las palabras de Andrés sobre los candidatos. Este había estado de acuerdo con la selección, aunque en realidad su opinión no importaba demasiado. Su misión en el equipo era mucho más importante que dar una simple opinión, tal vez podría decirse que él tenía el papel más importante de los tres. O el definitivo. En otras palabras se encargaba del toque final.

Estaba oscureciendo cuando llegaron a la casa de su compañero. Tocaron el timbre y esperaron. “¡Ya va!”, se oyó del otro lado. Pasaron varios segundos y mientras la aguja del reloj avanzaba inexorablemente en la misma dirección, Mateo lanzó una protesta.

¿Qué se cree este?, ¿qué tenemos todo el tiempo del mundo?

El tiempo es infinito replicó Tomás

Si, claro, pero no el nuestro terció el otro.

Tomás suspiró.

Mirá esas hojas que caen de aquel árbol, ¿acaso están muriendo?

Sí, eso creo dijo desviando la vista hacia allí.

Pero en primavera renacerán.

Por supuesto.

¿Y serán las mismas?

¿Qué querés decir?

El concepto renacer implica haber nacido antes, es decir, nacer una vez y volver a hacerlo.

¿Algo así como una reencarnación?... es decir, sin carne acotó con una sonrisa pícara.

Podría decirse. ¿Vos creés que son las mismas?

Sinceramente, no. Son otras. Las que mueren, desaparecen y otras ocupan su lugar. Como ocurre con los seres humanos.

¿Vos creés que nosotros nacemos y morimos y ahí se termina nuestra historia?

Bueno, podría decirse que continúa con nuestros hijos y nietos, pero en cuanto a nosotros, creo que la muerte es el fin.

Qué curioso…

¿Qué?, ¿vos no pensás lo mismo? inquirió.

No lo sé, no sé qué pensar. Creemos lo que conocemos y conocemos muy poco, pero pienso que muy pronto…

Del otro lado se oyó el sonido de una llave al girar en su cerradura. La puerta se abrió y tras ella apareció Andrés.

Disculpen que los haya hecho esperar, es que acababa de salir de la ducha y no estaba muy presentable que digamos. Pasen, por favor, tenemos mucho trabajo que hacer.

Los dos entraron y el dueño de casa cerró la puerta.

Fuera, otra débil hoja moribunda abandonaba el árbol de su vida para caer en el frío suelo que sería su eterna tumba. O tal vez no.

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Andrés estaba tan concentrado en su libro de literatura que no oyó cuando Tomás entró en su habitación.

—¿Buena lectura? —le preguntó, sobresaltándolo.

—Me asustaste, ni siquiera escuché cuando entraste. Te parecés a esos viejos de las películas de terror que andan por todos lados y nadie se da cuenta.

—Dale con lo de viejo, tenés la idea fija vos.

Andrés sonrió y agregó:

—¿Leíste lo de Mateo?

—Hablando de viejos chochos, ese sí que es un carcamal. Un nono. Si, lo leí y para ser sincero, no entendí un pomo. ¿Cuál es la idea principal de todo eso?

—Supongo que hay que ser positivo, que las cosas pueden mejorar, que todos cometemos errores y nunca es tarde para arrepentirse y tratar de repararlos. Es como una gran metáfora de la vida. Y tiene un gancho, que es esa parte fantástica.

—Si, justamente de eso te quería hablar. ¿Es necesario incluirlo?

—Bueno, la gente que tiene problemas usualmente no cree en soluciones mágicas, pero eso no significa que no puedan ocurrir milagros.

—Todavía tengo mis dudas… pero creo que en general es una buena idea. Por lo tanto, tienen todo mi apoyo.

Andrés se levantó de la silla de un salto y le dio un abrazo a Tomás.

—Gracias, Tom —le dijo—. No te vas a arrepentir.

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Andrés tomó la palabra:

Comencemos con el caso 1:

Virginia era una adolescente despreocupada como cualquiera. Asistía al colegio, salía con sus amigos, gracias a su buena posición económica gozaba de algunos privilegios, como vestir ropa de marca, vacacionar fuera del país, celular último modelo, casa quinta con pileta y un amplio parque, tres caniches como mascotas, servicio doméstico, etc. Sus padres, personas muy ocupadas que trataban de compensar su ausencia con todos estos bienes materiales. Gran error. Virginia era hija única y al no existir una buena comunicación entre ella y su madre, busca refugio en su grupo de pares: sus amigas. No son malas chicas, todas se encuentran en una situación similar. Desamparadas, en cierta forma. Y al no tener una guía adulta confiable, a veces, hacen cosas estúpidas. Como tomar alcohol o fumar, y de vez en cuando probar algo un poco más estimulante. Pero hasta ahora nada importante. Y luego, llega el amor. O al menos eso es lo que ella cree. Virginia es una chica joven y bella. Y Germán se da cuenta de eso. Es un chico atractivo y sabe como conquistar a una mujer. Por lo tanto, Virginia cae en sus redes. Sus amigas tratan de advertirle, pero Virginia no entra en razones. Y es que la razón nada tiene que ver con el amor. Entonces, sucede lo que todos temían, Virginia deja de hacer honor a su nombre. Ya está, ahora a otra cosa, piensa Germán, después de divertirse con Virginia durante un mes. La pobre queda desconsolada y sus amigas no quieren hacer leña del árbol caído, por lo tanto, se guardan sus “te lo dije” para otra ocasión menos dolorosa. Parece el fin de otra historia de “amor”, pero no lo es, porque algo de Germán queda dentro de Virginia. Cuando se enteran sus padres no lo pueden creer. Cómo les pudo hacer esto a ellos que la educaron tan bien y le dieron todo lo que tenían, e hicieron mil sacrificios por ella y siempre cuidaron de que no le faltara nada. Excepto amor y comprensión tal vez, y quizás un poco de atención. Pero esas cosas se consideran dispensables o sería más acertado decir reemplazables. Por celulares último modelo, ropa de marca, vacaciones en el caribe y otras tantas cosas que el dinero puede comprar.

En fin, la cuestión es que los abnegados padres toman la decisión en lugar de su hija, ya que ésta es muy joven para saber que le conviene. Lo más importante de todo es no dañar la reputación de la familia, por lo tanto, hay que sacrificar a ese pobre bastardo. Virginia no está de acuerdo y les ruega entre lágrimas que no le hagan eso. Pero no tiene éxito. Los trapos sucios se lavan en casa y qué sucios están realmente éstos. No entiendo cómo le pasa esto a una chica de tu nivel social, con una buena educación. En fin, ahora ya no se puede hacer nada. Excepto, deshacernos de eso cuanto antes. Y así es como un médico amigo se encarga de todo en el más absoluto secreto. Listo, problema resuelto. Al menos en apariencia. Pero la realidad es mucho más complicada de lo que aparenta. Los padres de Virginia sólo ven la punta de un iceberg que crece y crece sin detenerse en la mente de su hija. Y cuando se dan cuenta de la magnitud del problema ya es demasiado tarde. Hay un intento de suicidio, que enciende las luces de alarma en las cabezas de sus padres. Y después de curar el cuerpo, nos queda lo más difícil de todo, curar la mente. Pero… hay cosas que la terapia no puede curar. El suicidio es la muerte natural de la enfermedad mental incurable. Es como un cáncer invisible que el bisturí no puede cortar, que los rayos atraviesan sin tocar y las drogas no pueden encontrar. Pero las palabras… a veces hacen milagros… Eso sí, hay que saber usarlas. En este caso en particular no parecen estar dando buenos resultados. Es hora de probar una terapia alternativa.

4 февраля 2020 г. 16:29 1 Отчет Добавить Подписаться
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Cris Torrez Cris Torrez
interesante quiero saber como sigue
~

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