johanna-salarayan1580492060 Johanna Salarayan

Algunas vidas son como el sol, que al llegar la tarde mueren sus rayos sumiendo todo en un paisaje oscuro y aterrador.


Короткий рассказ Всех возростов.

#cuento #naturaleza #hermanas #madrastra
Короткий рассказ
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CINCO CRUCES

Amanda salió a jugar al patio, seguida de su hermana dos años menor, Lucía, quien había cumplido los diez una semana antes. El patio trasero no tenía alambrados, ni divisiones, se unía en una misma esencia con el bosque de pinos, eucaliptos y otras especies altas, tan altas y verdes y tupidas que parecían tocar el cielo.

Como si tuvieran una suerte de línea divisoria mental, las niñas sabían el límite que no debían cruzar y jugaban tranquilas, contenidas como por una pared invisible.

El cielo grisáceo, con grandes nubarrones cargados de agua, parecía presagiar un desenlace inesperado al final de la tarde, cuando los últimos rayos de sol se escondieran.

En el extremo oeste de donde jugaban, se divisó una figura esbelta, ataviada con un vestido tan gris como el cielo. Caminó con paso majestuoso y mientras se sentaba debajo de la sombra de un ombú, tomó con delicadeza un enredo de sábanas y mantas que lloraba sin motivo aparente; y lo acomodó en un cochecito.

La mujer tan hermosa como pálida, clavó sus ojos negros llenos de desdén sobre Amanda y luego sobre Lucía. Y se volvió mirando con adoración a su bebé.

Amanda pateó la pelota demasiado fuerte y el primer tiro tuvo una trayectoria recta y limpia y fue a parar a una zona del parque algo despejada, donde solo un jacarandá de intenso violeta se levantaba al pie de una cruz de madera, con una descripción que decía: “Esposa y madre amada, descansa en paz”.

Lucía corrió hasta allí y suspirando, masculló una disculpa llena de verdadera pena, tomó la pelota y se acomodó en una nueva posición para patear. El segundo tiro también salió demasiado fuerte, pero rebotó a media distancia y terminó por dar de lleno en el cochecito del bebé, que aunque no fue golpeado por el balón, resultó en un llanto que astilló la fina capa cristalizada de calma aparente.

La dama se levantó hecha una furia y comenzó a recorrer la distancia que la separaba de Lucía; a campo abierto, un trueno se escuchó a lo lejos, iluminando con luz metálica el gris ahora más oscuro del cielo. Algunas gotas heladas mojaron la cara de las niñas. La mujer tomó la pelota y pateó con todas sus fuerzas y el balón se perdió entre las sombras de los altos árboles, acto seguido gritó como fuera de sí: -Amanda, vaya a buscar el balón-.

Amanda no podía divisarlo entre los árboles pero el temor que se apoderó de ella al ver la cara de su madrastra, fue mayor que el miedo de perderse en el bosque. Corrió, pisando los charcos que la lluvia ya había comenzado a formar.

Lucía quiso seguirla, aunque la lluvia ahora era tan fuerte que no podía ver nada, hizo al trote unos pasos pero resbaló y cayó de bruces a causa del barro que se había formado. Intentó darse vuelta y ponerse de espalda contra el suelo; el agua que caía sobre su cara era una cascada sin fin. Sintió que algo la cubría parcialmente de la lluvia, y percibió con pánico la suavidad de dos dedos pulgares que se acomodaban en su garganta...luego ocho dedos alrededor de su cuello apretando con fuerza. La tormenta le hizo cerrar los ojos, y con el último rayo de sol se le fue la vida.

En su loco frenesí la dama no se percató que el niño había quedado a la intemperie, siendo receptor del diluvio que se había desatado. Un grito desgarrador acompañó el estruendo del último rayo.

Cinco cruces ahora delimitan el bosque del patio.

Una cruz mediana para aquella que vio el fin perdida entre la arboleda. Otra, para quien le arrebataron la vida con los últimos rayos del sol. Una tercera cruz pequeña, tan pequeña que lo llenaba a uno de tristeza solo de verla. Y una quinta cruz, alejada del resto, descuidada y sin dedicatoria, al pie de un árbol estéril y seco, cuyas ramas habían servido para sujetar la soga que rodeó el cuello de la dama.

31 января 2020 г. 18:16 2 Отчет Добавить Подписаться
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Johanna Salarayan Por cada palabra que escribo, cien quedan en el olvido...

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