Cómo un pobre niño, que se dedica a limpiar los zapatos a los caballeros que cruzan la calle, logrará tener un tambor como este. Pasa los días sentado en unas escaleras, y la propina que le dan es muy poca. Le da el dinero a su madre, y de este puede comer.
Sentado delante del escaparate de la juguetería, moviendo los pies, marcando un ritmo hasta que alguien pide sus servicios, pero fantaseando con ese tambor. A veces cuando está trabajando marca una melodía, con sus silbidos. El pequeño tamborilero no tiene dinero, pero si talento.
Alguna vez, nuestro pequeño, se emocionó con sus ritmos y fantasías. Con el cepillo, un cubo, sus pies y manos, montó una pequeña orquesta. Había gente que le miraba mal, pero otras personas, le rodeaban y miraban con alegría el espectáculo que se acababa de formar. El tamborilero no se daba cuenta de lo que estaba haciendo, y hacía tanto ruido, que el dueño de la tienda lo escuchó, y se acercó a observar. Este vendedor se emocionó tanto que salió corriendo de vuelta a su tienda, agarró el tambor, y se lo regaló a nuestro pequeño tamborilero.
La historia de nuestro pueblo habla de este tamborilero, cuya historia influyó en ciudades y pueblos comarcales, acercándose la gente a escuchar. Hoy en día, aún se puede escuchar su música, tocada por tamborileros, y a veces resuena en el interior de una casa abandonada, donde él vivió.
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