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Giovanni Temoche


No apto para personas costumbristas, transgrede la moral y las buenas costumbres. Si te identificas como fácilmente ofendible, es mejor que leas cualquier otra cosa. Advertencia: ¡No lo leas!


Эротика 18+.

#transgrede #moral #buenas #costumbres #sexo #prohibido
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Orígenes prohibidos

Confinada contra una pared, Greta ha tomado a Diana por la cintura para así evitar una pelea mayor.

Habían estado peleando. No era por un chico, no era por un hombre. Peleaban por llevarse unos pares de zapatos.

Acorralada en la deplorable desventaja que había alcanzado, Diana no tuvo otra opción que acceder. Al decirle finalmente "Tú ganas"; pudo ver a Greta sacándole la lengua, sonriendo y volteando su exhuberante cuerpo hacia la puerta de salida.

Ahora los zapatos se los llevaba ella, colgados de sus manos.

Diana trató de tranquilizarse.

-No me ha pegado, no me ha pegado. Solo me ha sacado la lengua; y sacar la lengua no es agresión -repetía en su mente

La figura curva y bien formada de Greta empezó a abrir la puerta. Lucía unos jeans tan apretados que parecían moldear perfectamente el contorno de su cuerpo. La blusa blanca y delgada que vestía le daba una apariencia extravagante, además de elegante. Y por supuesto, llevaba el par de zapatos en sus pies.

Diana quedó observando muy discretamente su pasar por esa puerta. Cuando el último pie de Greta hubo cruzado el dintel de salida, Diana agitó la cabeza muy rápidamente. Había estado embobada. En un atisbo de conciencia, se tiró una buena bofetada en la cara y respiró profundamente.

Esa noche, cuando Greta regresó a casa, vio un par de luces prendidas en la cocina. Nada le pareció extraño.

Ella siguió el camino hacia su habitación. En el transcurso movía, inevitablemente, esas atractivas caderas que sus genes habían mandado a construir. Sus antebrazos hacían vibrar sagazmente aquellas perlitas que se había puesto como adorno y sus aretes se balanceaban a ritmo sincrónico.

Greta tomó un baño. Dejó las prendas que había acabado de usar a un lado y se enfrascó dentro de una tina de agua tibia. Sus eróticos jeans, ahora se encontraban a un lado de la bañera, sin que nadie los use. Con un par de revistas cerca a ella, Greta empezó a sonreír al ver que sus cuerpos de modelo no tenían nada que envidiar al suyo.

Diana se asomó muy tímidamente por un rincón de su propia puerta. Tenía la pijama puesta, y había escuchado a alguien llegar. Ella sentía que tenía que hablar con Greta por lo que había sucedido esa mañana; pero por el otro lado, cerraba los ojos para ignorar su pensamiento inconsciente.

Con la excusa de los zapatos, Diana se iba a dirigir hacia donde estaba Greta.

Greta terminó su baño. Se encontraba con la secadora en la mano, pasando la tibia estructura de metal sobre su negro cabello lacio. Con el rabillo del ojo, divisó que alguien se estaba acercando.

- ¿Qué haces aquí?

- Nada -respondió Diana. Tragó saliva- Solo quería saber si te sirvieron los zapatos

- Sí me sirvieron; ya te los puedes llevar -pronunció, mientras le señalaba con uno de sus dedos aquel lugar del suelo donde se encontraban

Diana se acercó. Antes de agacharse a recoger los zapatos, vio disimuladamente aquel cuerpo que tenía frente a ella.

Recogió los zapatos. Y en un momento de irracionalidad, se quedó parada frente a ella

- ¿Qué sucede?

Un punzante frío la hizo temblar. Había vuelto a la realidad otra vez.

- Pensé que te ibas a llevar los zapatos -volvió a insistir Greta

Y aquella frase agregada, fue lo que motivó a Diana a seguir la conversación. Ella sabía que algo la impedía irse

- ¿Tienes sueño, verdad? -insistió por tercera vez

- No es eso

- ¿Entonces?

La cara de Diana se pudo pálida. Era como si de pronto, hubiera visto un fantasma. Empezó a sentir que los elásticos de su pantalón de pijama, le daban esa sensación de abrazo que había sentido en la mañana.

- ¿Sabes? -replicó tímidamente

- ¿Qué pasó?

- No sé cómo decirlo

- Dime ¿En qué te puedo ayudar?

Diana se sentó encima de la cama. Greta le hizo un espacio mientras seguía sosteniendo el aparato con su otra mano

- Sonará raro...pero

Greta inclinó la cabeza, ahora sí, en señal de curiosidad

- ¿Qué?

- Me agradaron tus manos en mi cintura esta mañana

Se hizo un pequeño silencio. La cara de Greta mostró una expresión seria y sorprendida. La mano que mantenía el secador de pelo, fue bajada enseguida.

Ante esa situación, Diana no tuvo más remedio que reír, como si no hubiera anticipado la reacción que podía obtener. O quizás, como mostrando que todo era una broma. Greta le ganó la reacción. Empezó a reír

- ¡Me estás bromeando! -exclamó mientras unas risas empezaron a escapar de aquella boca enrevesada

Las risas le dieron más confianza a Diana. Sintió que no había llegado tan lejos para rendirse así de rápido.

- No, en serio. De verdad me gustaron -dijo con una sonrisa tímida

Greta abrió más sus ojos, en señal de asombro

- Pues, yo nunca he probado los labios de una mujer -dijo, esta vez, con una sonrisa fingida

- Yo tampoco -respondió Diana, con cierto nerviosismo- No es lo mío

Se volvió a hacer un silencio. Un pequeño silencio incómodo. Greta empezó a jugar con su cabello, como tratando de aliviar la situación. Un millón de pensamientos invadieron su cabeza. Pensamientos que iban contra lo moral, contra lo dictado por el mundo. Y también pensamientos correctos, pensamientos que le decían lo que no debía hacer.

- ¿Quieres probarlos? -dijo muy pícaramente

Diana sintió que le leyeron la mente. Mostró interés dentro de ella, pero por fuera tenía que hacerse un poco de rogar.

- No sé si sea lo correcto

Greta dejó su secadora de lado. Ya se había dado por enterada de la razón que las reunía esa noche. Esta vez, ella iba a tomar la iniciativa.

Envolvió uno de sus peines dentro de su toalla mientras Diana la seguía viendo con cierta vergüenza en el rostro.

Greta acercó sus manos al cuello de Diana. Ella sonrió, como si fuera una víctima ¿Su sueño se hacía realidad?

Pronto, un impulso automático las hizo acercar más. Las puntas de sus labios se empezaron a rozar, muy ligeramente. Ambas sacudieron la cabeza hacia los lados, como queriendo provocarse con el roce de los unos con los otros.

A partir de ese momento, ambas empezaron a tener aquellos encuentros íntimos casi todas las noches. Sin embargo, mientras más hacían el amor, más se daban cuenta de que no podían dejar de mirarse a los ojos sin alguna vez decir: "¿Qué estamos haciendo?"

La reacción era automática. El acto, casi un reflejo. Enseguida, ambas se tapaban la cara y cubrían su cuerpo con lo más cercano que tuvieran a su alcance.

- Disfrutar del sexo lésbico no debería ser algo malo -ambas pensaban dentro de sí, sin decirse palabra.

Pero ambas tampoco podían ignorar que el diablo siempre se escondía en los detalles. Ese pequeño detalle que provocaba que ambas miraran sus cuerpos con cierto recelo de vez en vez. ¿De qué se trataba?

Ellas eran hermanas.

Y no eran hermanas de forma metafórica; tampoco literales. Eran hermanas de verdad.

Para su suerte, ambas lograban vencer su orgullo pasados unos momentos. Unas cuantas risas y unas cosquillas eran suficientes para volver a traer la atracción. Después de todo, ambas disfrutaban de sus cuerpos. Ambas gemían con aquellas caricias prohibidas que solo esa situación les brindaba. Conocían límites. Al menos, hasta cierto noche.

Grande fue la sorprenda de Diana, cuando Greta asomó su monte de Venus, muy lentamente, por los confines de su piel. Recorría su vientre, como tratando de atraerla. Y al ver que no mostraba ningún signo de rechazo, siguió subiendo.

Su monte de Venus, ahora empezaba a frotarse contra uno de sus senos. Fue una sensación electrificante la que vivió al observar esa escena.

Diana subió el rostro para ver si todo estaba bien con Greta. Ella solo rió. Un contrato explícito le decía: "Sí, continúa. Haz lo que tienes pensado"

Sin dejar pasar muchos segundos, Diana tomó a Greta por la cintura y presionó su vulva contra su pezón. Esta vez, con más fuerza. Ante el gemido incesante de excitación que Greta despidió, Diana sabía que ya no podía (o debía) detenerse.

Con las manos aún en su cintura, empezó a mover el cuerpo de Greta lentamente, hacía delante y hacia atrás. La estructura de su pezón rozaba con aquella membrana de su clitoris que parecía llenarse cada vez con más líquido. Entre las dos, formaban una especie de lubricante caliente que llevaban sus gritos hasta otro nivel.

Los gemidos de ambas, esa noche, no se hicieron esperar. Estaban disfrutando mucho aquel insólito espectáculo, donde dos partes de la naturaleza que no estaban pensadas para unirse, ahora se encontraban frotándose de forma prohibida. Y solo por fines de placer.

Y estaban frotándose sin sentido, pues aquel acto ni siquiera tenía fines reproductivos. Una vulva húmeda y un pezón no tenían razón para estar juntos; menos para rozarse y mojarse entre los fluidos que despedían. Era algo que solo los humanos podían hacer.

Greta empezó a humedecerse cada vez más y más. Diana, dejando de lado la inocencia, apretó los dientes y mostró esa cara de extasiada ante los ojos de su hermana. La miraba con ojos de placer, con ojos de deseo. Tanto así, que parecían comunicarse más cosas sin mediar palabra.

El sabor prohibido se acercaba. Ambas se volvían a decir cosas sin hablar. En un idioma que no existía, ambas dejaban en claro que querían probar lo más insólito de sus vidas.

Greta acercó su monte de Venus muy cerca a la comisura de sus labios.

Diana abrió la boca, y cual fiera, introdujo su lengua en aquella membrana mojada que había resquebrajado sus inocencias desde hace semanas atrás. Rodeó la vulva de Greta con sus labios. Empezó a succionar y lamer en círculos, de manera extasiada.

Greta se movía cada vez con menos pudor sobre su improvisado masturbador. Una mezcla de flujos entre ambas partes formaban un ligero ácido que era excitante de disfrutar. A Diana no le importaba que Greta terminara varias veces en su boca. Sentir aquellos fluidos era como un néctar de los dioses.

Después de todo, sabía que las mujeres acababan varias veces y eso les permitía seguir listas para la acción.

Con la vergüenza ya perdida y algunas gotas de sudor brotando por sus pieles, juntaron sus vulvas muy raudamente. De forma rápida y sin prisas, empezaron a moverse sin control. Greta sentía como aquel genital delicado y humedecido parecía penetrar su propio ser. Ambos miembros habían comenzado a formar un menjunje exquisito de placer sin que para ellos tuvieran que intervenir las papilas gustativas.

Greta llevó a su hermana al orgasmo; una y otra vez. Ambas llevaban sus manos a todos los rincones que pudieran alcanzar en el cuerpo de la otra; y lo acariciaban de forma desesperada. En una jugada rápida, Diana quiso darle más placer al cuerpo de su hermana. Desplegó su lengua y lamió todo lo que pudiera alcanzar. Sus senos, su cuello, su vientre y hasta partes de su rostro quedaron glorificadas con aquel manjar de excitación que segregaba Diana con su lengua.

Ambas estaban en la gloria. Ambas estaban en el oasis, en el éxtasis.

De pronto, ambas quedaron nuevamente encima de la otra, viéndose. Volvieron a mirar en la profundidad de sus ojos.

Greta quedó paralizada por un momento. Diana no supo que hacer; solo le siguió el ritmo a su hermana. Ambas solo podían justificarse en admirar su belleza y el cabello despeinado que había ocasionado tan sinuosa faena.

- Greta

- Diana

Greta bajó su cabeza sobre el cuerpo desnudo de su hermana. Ambas no tenían nada que decirse. Diana acercó a Greta con sus brazos, tan solo para hacerle sentir el calor de su cuerpo. Pero su hermana ya no respondía de la misma forma.

Diana entendió. Pero aún seguía aquel imán electrizante que no les permitía separarse. Diana rompió en risas, como tratando de romper el hielo que se había vuelto a solidificar.

Greta también rió.

Ambas se abrazaron por la cintura y se dieron un último beso antes de dormir. Un beso intenso, salivoso. Sus lenguas volvieron a ser, muy brevemente, una sola. El acto ya no se iba a repetir.

- Buenas noches, Greta

Y Greta, apretando la mano de Diana, le respondió

- Buenas noches, Diana.

13 января 2020 г. 7:00 0 Отчет Добавить Подписаться
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