Aunque esto no es todo, ojalá quedase ahí, ojalá todo quedase en aguantar a esas estúpidas hembristas retrógradas.
Pablo y Fer siguen a lo suyo, pero más susceptibles, saben que no todas son iguales, pero les cuesta confiar, no se quedan tranquilos, normal…
Por otro lado, estaban María, Sofía y Raquel que como ciervos en el día de la berrea se recorrían la discoteca.
-Chicas, ya sabéis, hoy vamos a por todas- dice Sofia mientras sonríe. A lo que contesta Raquel con tono desafiante ¡Sii, vamos a cazar unos zorritos! (Quizás no sean ciervos, pero se creen cazadoras…) Y remata María con: “Si, si, si, a por una buena presa”.
A su lado se encontraba otro grupo de chicas, bueno, un grupo mixto, se les ve bastante unidos, son buenos amigos. Y al escuchar semejantes comentarios una de ellas se gira y les dice “Pero, ¿cómo podéis hablar de los chicos así?” A los que las tres amigas giran la cabeza, la miran despectivamente y sueltan: “¿Qué pasa? Si es una broma tía, si no nos apoyamos entre nosotras…”.
- ¿Entre nosotras? – pensó nuestra desconocida.
- Dudo mucho que tú y yo seamos iguales- dijo dirigiéndose a Raquel.
- Pues claro que somos iguales, somos chicas, o que pasa, ¿Que eres una feminista de esas de moda? - contestó Raquel.
- No se si de moda, no se si feminista, solo me da un poco de pena como sois, pero vamos, ya veo que hay cosas que no cambian…- añade.
Y Raquel remata diciendo: “Tú sigue así, sigue dando alas a los hombres y a ver a dónde llegamos, con lo bien que estaba el mundo hace 100 años. Los hombres al campo, que es para lo único que valen”.
Viviendo en los tiempos que vivimos, no es el comentario más acertado, sobre todo si se dice con sinceridad y creyendo que eso es realmente así.
El grupo de amigos deciden marcharse de esa sala. Como siempre el que menos culpa tiene es el que debe irse, por evitar problemas y, bueno, básicamente porque una conversación con primates no llega a ninguna parte. Así que se fueron a la sala de Dembow, pero de camino vieron a dos chicas del personal de seguridad y decidieron contarles los comentarios que estaban oyendo, ya que pensaron que ellas buscarían la mejor imagen posible de la discoteca.
Pero para su sorpresa no fue así, las dos seguratas les tomaron por borrachos y no les hicieron ni caso. Vaya, que sorpresa, ellas son las que mas consumen, el resto no importa.
Los amigos continuaron con su camino, pero para variar la segurata tenía que poner la coletilla, el comentario desafortunado, la guinda del pastel: “Estos tíos siempre igual, encima que les dicen piropos de molestan, jajaja”.
Lucía, nuestra desconocida de integrantes del grupo de amigos escuchó el comentario, y se reprimió con todas sus fuerzas las ganas de poner en su sitio a esa prepotente segurata, total, si les dice algo la echan.
Así que continuaron con un enfado monumental con su camino hasta la sala de Dembow.
Para llegar hasta ella había que ir esquivando gente como si de misión imposible se tratara.
En ese trayecto, Lucía chocó (o no) con otra chica. Pero se giró y le pidió disculpas (que menos si te chocas con alguien). Pero la otra, sudorosa y con una actitud agresiva no las aceptó.
Me temo que estamos frente a la típica hembrita de gimnasio que se cree que manda allá donde vaya.
Nuestra hembrita enganchó a Lucía de la manga del jersey y la giró poniéndola cara a cara. De repente Lucía pudo ver a cámara lenta como el puño de esta neandertal se aproximaba a su cara y le propinaba un brutal puñetazo mientras pronunciaban sus labios: “¡Uah! ¿Quién te crees tú para empujarme?”
Tras este golpe Lucía cae al suelo y todos sus amigos van gritando hacia donde se encuentran las dos. En este preciso momento llegan los seguratas y, adivinad, todos a empujones a la calle. Hayan echo algo o no, todos fuera, vaya.
Y es la historia de siempre, el que se siente débil, acosado, intimidado, es el que siente la necesidad de huir evitando más problemas. Y al final, es el que termina castigado, ya sea de forma física, psíquica o social. Apartando al “eslabón más débil” evitamos el problema. Una pena.
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