El humo se alzaba en grandes y grisáceas columnas más altas que cualquier torre que se hubiera construido hasta entonces. Del cielo caían grandes rocas envueltas en fuego incandescente llenando todos los lugares de destellos naranjas y amarillos bajo ellas.
A pesar de ser cerca del medio día el sol no podía penetrar la ancha capa de cenizas que flotaba en el aire devorando la luz.
La destrucción del reino era inminente, por todas partes se escuchaban gritos de sufrimiento, de solicitud de piedad y oraciones lanzadas al viento. En la calles la gente corría en diversas direcciones buscando un refugio de la muerte. En el centro de la ciudad aún se mostraba en pie el castillo principal con sus grandes torres y cúpulas color café claro. En las entrañas del castillo las familias mas nobles, así como el rey y su guardia real escuchaban llenos de temor el estruendo incesante proveniente del cielo. Una roca se estrello contra la cúpula del castillo, el impacto inundo los oídos de todos los presentes, pronto le siguió otro impacto y otro más. El techo cedió y pronto comenzaron a caer pedazos del edificio al interior del mismo. Los gritos de desesperación no se hicieron esperar y una marea de bullicio domino el recinto.
De entre la multitud un hombre de aspecto solemne emergió con paso firme, se desprendió de su espada y la colocó sobre una mesa de piedra después de esto comenzó a hablar con voz firme y decidida.
—Hermanos y hermanas no hemos podido evitar la catástrofe el día se ha tornado oscuro y la lluvia se ha vuelto de fuego, solo nos queda afrontar la última hora con valentía, pero no con la valentía de un hombre que se enfrenta a una batalla o la de una madre dando a luz a su hijo, si no con la valentía de un hombre que se embarca en un viaje sin retorno.
A pesar del disturbio la voz de aquel hombre se escuchaba por encima de todas las demás y por un momento el tumulto guardo silencio para poder escuchar.
—La muerte ya está aquí no le daremos la satisfacción de recibirla con temor en el corazón y lágrimas en los ojos, si no viéndola directo a los ojos y con una sonrisa burlona en el rostro.
En ese momento se escuchó un fuerte estruendo que partió el cielo en dos y silenció todas las voces. El Reino de Astradar se derrumbaba consumido por la oscuridad, oscuridad y calor, calor incesante y oscuridad.
En el sur del continente olas gigantescas habían emergido del mar hasta casi devorar la mitad del continente, arrastrando en sus fauces edificaciones, barcos, animales, personas y todo lo que se encontró a su paso. Agua, Agua y muerte. Muerte en el agua y muerte en el fuego.
Aquel día el reino de Astradar murió, al igual que tres cuartas partes de las almas que en ese momento habitan todas las tierras en el mundo. Nunca antes la humanidad había sido golpeada con tanta fuerza y nunca nada volvería a ser igual.
Спасибо за чтение!
Мы можем поддерживать Inkspired бесплатно, показывая рекламу нашим посетителям.. Пожалуйста, поддержите нас, добавив в белый список или отключив AdBlocker.
После этого перезагрузите веб-сайт, чтобы продолжить использовать Inkspired в обычном режиме.