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"Estoy rota, en pequeños pedazos y nadie nunca será capaz de arreglarme" Aliuzka o "Alice" Walker ha pasado por múltiples etapas en su vida, a cada cual más desastrosa y con el tiempo ha entendido que la vida no ha sido exactamente una bendición para ella. Sumada en una terrible depresión, relaciones fallidas y un trabajo que ama, pero compañeros que no soporta, Alice tendrá que decidir si realmente desea vivir o solo convertirse en un porcentaje más de aquellos que toleraron el peso de la vida en sus hombros. Aunque, tal vez su vecino el escultor podría ayudarla a salir de tan terrible depresión, o tal vez solo podría hundirla aún más en el hoyo en que se encuentra.


Романтика 13+.

#drama #amor #depression
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Capítulo I


Alice


—Entonces, dices que las pesadillas han ido atenuando, pero unas son más fuertes que otras, ¿no es así? —el doctor Collins cuestiona mientras hace algunas anotaciones en su libreta.


Asiento sin mucha emoción y recuesto mi cabeza con pesadez contra el cómodo sofá en el que me encuentro acostada. Vaya manera de empezar mi fin de semana. Las pesadillas no son tan fuertes como antes, sin embargo, eso no evita que algunas terminen por dejarme completamente paralizada en mi cama y con ganas de volver a mis viejos hábitos.


—¿Estás tomando los medicamentos que te receté, Alice? —cuestiona y yo de manera descarada, decido mentirle. De ahí en adelante lo que sigue es el procedimiento de medir mi presión sanguínea y verificar que todos mis niveles de azúcar estén en orden.


—Sé lo que piensa —digo, cuando me lanza una de esas miradas que se asemejan más las de un padre protector, que a las de un simple médico que verifica no esté en proceso de morir, otra vez—. No caeré de de nuevo, estoy bien, solo...


—Solo necesitas recordar lo importante que es vivir —completa por mi con una sonrisa paternal. Da un golpecito en mi hombro y me indica que por hoy terminamos.


—Debes llamar a tu madre, ¿me oyes? —me sermonea y eso me hace rodar los ojos. Es por mamá que estoy aquí—. De lo contrario será a mi a quien terminará por hacer ir a terapia.


Eso me hace reír y luego de agradecerle y asegurarle que llamaré a mamá, me despido y paso a pagar la sesión con la secretaria.


Suspiro al salir de su pequeño consultorio, una cita menos. Camino varias calles hasta encontrar un taxi que pueda llevarme a casa, miro pasar las personas por la ventana y me pregunto si alguno se sentirá o sintió alguna vez de la forma en la que me siento yo ahora. Como un pajarito cuyas alas sirven, pero a las cuales no sabe dar buen uso.


Pasan alrededor de veinte minutos hasta que por fin el vehículo se detiene frente a mi edificio.


Pago la tarifa excesivamente alta del conductor, y me reprocho mentalmente que tengo vencer el miedo atroz que le tengo a mi auto. Un miedo estúpido a mi parecer, pero que aún no soy capaz de superar.


Antes de entrar recuerdo que ni Lucy ni yo hemos muy pendientes de las compras para el refrigerador, bueno tal vez solo yo. Ya que Lucy devora todo lo que compra al instante en el que lo guarda en el congelador, y cuando no lo hace prefiere comer fuera.


Quién diría que yo, una chica con depresión y el trastorno que me cargo, terminaría con una compañera de piso que, si pudiera terminaría por comerse hasta los muebles de la cocina.


Decido que por hoy dejaré de lado esos pensamientos que me hacen querer volver a lo malo y cruzo la calle en dirección al pequeño mercadillo frente al edificio. Es lo bueno de vivir en una urbanización a la que prácticamente le queda cerca todo.


*************


Compro de todo lo que se me ocurre, desde pollo hasta carne de cerdo. A mi ni siquiera me gusta el cerdo. También decido llevar leche, yogurt y otros lácteos que se me hicieron deliciosos a la vista, obviamente los vegetales ni sazonadores pudieron faltar. Por último decido tomar dos botellas de vino de uno de los estantes de la entrada.


Al pagar, la chica que registra mis compras parece analizarme de forma totalmente grosera mientras mastica un chicle ruidosamente. Frunzo el ceño y le doy mi tarjeta cuando me indica cuanto es lo que hay que pagar.


Termino de salir del lugar un poco hastiada por la actitud de la adolescente con acné, pero feliz por todas las compras que acabo de realizar. Tengo todo lo necesario para preparar una deliciosa cena solo para mí.


Cena ya que pasé la mayoría del día holgazaneando hasta que tuve levantarme para acudir a la cita con mi médico. Entre eso y las compras que acabo de hacer, se me fue la mañana y parte de la tarde, por lo que ahora prepararé lo que mencione anteriormente, aún no se qué exactamente, pero supongo que ya improvisaré algo.


Espero pacientemente a que el ascensor suba hasta mi piso y luego observo a mi nuevo vecino teniendo lo que luce como una pelea algo acalorada con una mujer en el pasillo. Esta lleva un vestido rojo y algo corto a mi parecer.


—¡Dijiste que irías Aiden! —grita la mujer.


Paso disimuladamente por su lado, intentando no llamar la atención ni entrometerme en cosas que no son asunto mío.


—Estas entremezclando las cosas, Brenda—, dice Aiden, con cara de aburrimiento. Me da una mirada, pero yo me concentro en intentar abrir la puerta de mi departamento sin prestarles atención—. Creo que lo mejor será que te vayas. Ni siquiera sé como conseguiste mi dirección.


Por fin, después de una lucha intensa entre mi equilibrio y las pesadas bolsas, consigo de alguna manera abrir la puerta e introducirme de forma rápida en mi hogar. Cierro la puerta tras de mi.


—¡Eres un imbécil!


Es lo último que escucho antes de desaparecer de la escena. Suspiro y saco todo el contenido de las bolsas, guardo cada alimento en su lugar y oculto otros tantos para que Lucy no se los coma. Escribo varias notas y las pego en los envases antes de meterlos al refrigerador, no quiero que mi compañera de piso acabe con mis provisiones para este mes.


Cualquiera diría que odio a Lucy, pero la verdad es que no es así. De hecho, ella fue uno de mis principales apoyos cuando estuve a punto de cruzar el otro mundo, sí, fue una etapa horrible que no deseo volver a pasar, pero desde eso ha pasado mucho, y a veces siento que ella no es la misma. Ninguna lo somos en realidad, sin embargo, su cambio es tan drástico que a veces realmente me sorprende.


El sonido del timbre me sobresalta y me hace salir de mis pensamientos. Un poco confundida me dirijo a la puerta y veo por la pequeña abertura en ella. Frunzo el ceño y abro con un poco de desconfianza.


—Hey... —dice en cuanto me ve.


Luce un poco avergonzado y al analizar su rostro observo formarse una marca en su mejilla derecha con dedos incluidos.


—¿Sucede algo?


Ríe un poco por mi respuesta, sus ojos me miran en silencio como analizando todo de mí. Cruzo los brazos manteniéndole la mirada, no me dejaré intimidar como la última vez. Aiden arquea una ceja y me da una sonrisa ladeada. No lo conozco de hace más de una semana, pero el me mira como si ya pareciera saberlo todo. Obviamente no lo hace, yo nunca dejaría que lo hiciera.


—Quería disculparme un poco por... —duda un poco antes de hablar—, por la escena que presenciaste, y de la cuál me siento muy avergonzado.

—No creo que sea a mí, a quién debas pedir disculpas. En realidad, creo que deberías ir a curarte la pequeña marca en tu mejilla.


Aiden toca con aire distraído su mejilla y hace una mueca que, supongo debe ser de dolor por la hinchazón que ya empieza a formarse.


—Oye, sé lo que piensas y...yo quería invitarte a...

—No importa realmente lo que yo piense yo, Aiden —retrocedo hasta tocar el grosor de la puerta con mi mano. Aiden sigue cada uno de mis movimientos con una sonrisa que ahora parece un poco incómoda y menos coqueta—. Si quieres disculparte, disculpáte con todo el edificio, no solo conmigo. Por otro lado, tampoco estoy interesada en tus invitaciones, gracias.


Después de eso cierro la puerta en sus narices sin darle oportunidad a decir nada más. Vuelvo a mis asuntos sin darle mayor importancia. Unos podrán decir que soy creída al rechazar los coqueteos de semejantes hombres, pero lo que no saben es que cuando una ha pasado tanto en la vida, simplemente deja de buscar simples juegos de una noche. No digo que no haya tenido momentos en los que solo buscaba diversión, pero de eso fue ya tanto tiempo, y además en una época en la que no estaba del todo quebrada. Estoy rota, pero ellos no tienen porque saberlo, y yo no tengo porque decírselos. No lo entenderían aunque lo hiciera.


***********


—¿Tuviste un buen fin de semana, Alice?


Mi jefe pregunta con una sonrisa coqueta mientras yo termino de enviar los diseños aprobados para la marca con la que acabamos de asociarnos. Asiento con educación en silencio, limitando mis palabras porque no tengo un humor especialmente dulce hoy. Este se acerca con un aire que pretende sea de seducción, pero que a mi solo me provoca arcadas. Hago un intento incontrolable de no rodar los ojos.


—¿No hablas hoy? ¿El gato te comió la lengua?


Imbécil. ¿Realmente cree que ese es un halago?


—Quiero enviar los diseños lo más pronto posible para irme a casa.


Cierto que hoy, a pesar de ser lunes podré salir más temprano del trabajo, debido a unas remodelaciones que deben hacerse en las oficinas y para las que necesitan que todos los empleados desalojen el lugar.


—¿Vas a irte? —cuestiona con fingida sorpresa—, pensé que tal vez querrías quedarte conmigo. Digo, aprovechando la ocasión de remodelación.


Voy a responder cuando siento mi teléfono vibrar en la mesa, Beckham frunce el ceño y se aleja, aunque no sale de mi oficina, como si quisiera escuchar mi conversación por teléfono. Ruedo los ojos y deslizo el dedo por la pantalla respondiendo a la llamada.


—Hola mam...

—Bueno, me sentiré afortunada de escuchar la voz de mi hija mayor aunque sea una vez más antes de morir—. Me corta antes de poder inventar alguna excusa.

—Mamá no exageres —sonrío un poco con incomodidad y veo a mi jefe gruñir antes de salir azotando mi puerta, vuelvo a rodar los ojos—, no vas a morir. Solo estás dramatizando.

—Ah, ¿entonces ahora yo soy la responsable de que no atiendas mis llamadas? —dice con rabia.

—No estoy diciendo eso, solo...estaba un poco ocupada. No tenía mucho tiempo para llamarte.

—Escúchame bien, Aliuzka Rose Walker Zarich —pronuncia mi nombre completo—, nada es más importante que tu familia, tu padre está muy preocupado por ti. No llamas en semanas y...


Aprieto el tabique de mi nariz con mis dedos y suspiro mientras escucho todo el sermón que mi madre tiene preparado para mí.


—Podrás ser todo lo independiente que quieras, pero cuando tu familia te necesita, tu debes estar ahí, ¿me oíste señorita?

—Sí, mamá —digo, y odio que mi tono de voz se asemeje más al de una adolescente regañada que al de una mujer adulta completamente capaz de llevar su vida en control.

—Bueno, entonces espero que la próxima vez que te llame, sepas contestar ese aparato que ustedes los jóvenes presumen de saber usar, pero a la hora de responder llamadas importantes se les olvida como manejarlo.


Río un poco con su comentario, pero le aseguro antes de colgar que responderé sus llamadas y que la llamaré más seguido, intenta preguntar acerca de como llevo mis citas con el doctor Collins, pero consigo evadir sus preguntas y, finalmente luego de minutos de más sermón y un te amo de su parte, consigo terminar la llamada.


Exhalo con cansancio recostando mi cabeza contra el respaldo de la silla. Siento una fuerte presión en mi pecho, la ansiedad es uno de los efectos secundarios que aún a pesar de los años, sigue persistiendo a momentos en mí. Puedo controlarla, ya no se siente tan agotadora como antes.


Sacudo la cabeza y continuo con lo que estaba haciendo antes de tener todas esas interrupciones. Mi teléfono vibra con una notificación. Un mensaje.


Lucy: ¿Escondiste las galletas de chocolate en algún estante que no sepa?

Pd: La carne de cerdo estuvo deliciosa, gracias.

Pd2: Ya no hay yogurt. Debes comprar más.


Frunzo el ceño y elimino el mensaje con indignación. Tengo que empezar a buscar un departamento para mi sola. Amo a Lucy, la amo de la forma en que una hermana mayor puede hacerlo, pero no estoy dispuesta a seguir aguantando esto.


*****************


Engullo con placer un pedazo enorme de la pizza con queso y pollo que compre antes de venir a casa. Adele se escucha por todo el cuarto de baño. Me recuesto con comodidad en la suave almohada del respaldo de la bañera llena de agua caliente y fragancia a coco que me tiene tan relajada. Exhalo con placer. Mi preciada bañera, una de las pocas razones por las que me rehúso a dejar este departamento.


Honestamente creo que a algunos podrá parecerles un poco antihigiénico comer en el lugar donde haces tus necesidades, pero la verdad es que no me interesa mucho lo que digan los demás.


Un golpe en la puerta me sobresalta y me saca de mi momento de relajación extrema. Cierro los ojos con frustración.


—¿Alice? —Lucy exclama, mientras golpea con fuerza la puerta del baño. Intenta abrirla, pero por intuición o seguridad la deje con el seguro puesto—, ¿Eso que huelo, es pizza? ¿Trajiste pizza y no me avisaste?


No se si quiero llorar o reír por el tono de indignación que usa en su voz. Me mantengo en silencio a la espera de que entienda la indirecta y se vaya.


—Sé que estas enojada porque me comí el cerdo que compraste —exclama, haciéndome rodar los ojos—, pero debes entender que ese cerdo prácticamente pedía ser devorado por mi.


¿Es en serio? ¿Esa es su excusa disfrazada de disculpa que pretende que crea?


—También debes entender que, sí bien encontré las galletas, no fue mi intención arruinar esos documentos que eran tan importantes para ti.


Me mantengo en silencio y con el ceño fruncido ante el recuerdo de lo que vi cuando llegue del trabajo. Mi habitación en completo desastre, como si alguien la hubiera saqueado en busca de algo importante, unas jodidas galletas de chocolate que pretendí esconder entre mi estantería y que no creí que Lucy se atreviera a tocar por el conocimiento de unos papeles tan delicados para mi. Que ilusa que fui, por supuesto que se atrevió, y por supuesto que no le importo destruir todo lo que vio a su paso con tal de lograr su objetivo.


—Estás siendo muy egoísta, Alice —dice ahora con indignación—, unos papeles no deberían ser tan importantes como lo soy yo.


Cierro los ojos y me hundo en lo profundo de la bañera, no quiero seguir escuchando más tonterías por hoy, no ahora que siento los síntomas restantes de la depresión apoderarse de mí. De eso, y de mi antiguo trastorno llamándome a volver a él.


**********


Me recuesto en la cama luego de un largo baño, sé que tengo que rehacer todo lo que Lucy destrozó, pero ahora me siento muy cansada. Tengo esa conocida sensación de sentir como el mundo se viene sobre mi, de no ser tan fuerte como el mundo pretenda que lo sea. Me duele todo. El corazón, el alma, o los pedazos que quedan de ella. Quisiera controlarlo, pero no puedo, me duele mucho, casi siento como si no pudiera respirar.


Cierro los ojos y lo ultimo que veo son las pesadillas viniendo a mi. Los recuerdos me atormentan como si fueran cosa de ayer y, me dejan completamente paralizada. Quiero morir, pero no soy capaz de terminar con esto, siento que todavía no es mi momento. Como quisiera que lo fuera.


**********

—Son veinte dólares con cincuenta centavos más el descuento —exclama el empleado de la tintorería y yo procedo a pagarle.


Recibo todas las prendas que me da antes de recibir mi cambio, me observo en el reflejo del vidrio y tiemblo ante la imagen que se proyecta de mí.


Mis ojeras están visiblemente marcadas y mi rostro tiene un tono de por sí más pálido de lo que ya es.


—Aiden Clark—anuncia una voz ya conocida junto a mi. El dueño de la voz se percata de mi presencia, pero yo decido hacer como si en realidad el no estuviera aquí.


Tomo como puedo mis pertenencias y me decido a marcharme.


—Alice.


Detengo mis pasos antes la mención de mi nombre, giro y veo a un incómodo Aiden rascar su nuca con timidez. Extraño.


—¿Sí?


Espero unos minutos con impaciencia, ya que el no parece decidirse a decir algo.


—¿Necesitas algo de mí, Aiden?


Sus ojos me analizan, no de forma descarada ni coqueta, sino con curiosidad. Como si yo fuera un raro rompecabezas que es incapaz de resolver.


—¿Te sientes bien? —es lo que cuestiona, y por un momento quiero creer que la preocupación en sus ojos es real. Lástima que yo ya no creo en nadie.

—¿Es eso lo que querías decirme? —lanzo una risa burlona y seca que espero suene muy real—. Si no te importa, tengo cosas más importantes que hacer.


Con eso me giro dispuesta a seguir mi camino, pero una mano me toma del brazo y me detiene. Sus ojos parecen un poco contrariados.


—Yo...yo, solo quería decirte que lamento mucho acabo nuestra última conversación—, traga saliva antes de continuar— y si podríamos, no sé, ¿empezar desde el principio?


Mis ojos van hacia su agarre que todavía me mantiene en mi brazo, Aiden hace lo mismo por lo que termina por dejarme ir. Parece incómodo y avergonzado.


—Soy Alice —me presento y estiro la mano—, Alice Walker.

—¿Qué? —cuestiona un tanto confundido.

—Dijiste que querías empezar de nuevo —me encojo de hombros mientras le tiendo la mano.


Parece darse cuenta de lo que digo e imita mi gesto con un poco de confusión en el rostro.


—Yo soy Aiden —sonríe—, Aiden Clark.


***************



14 июня 2019 г. 16:26 0 Отчет Добавить Подписаться
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