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Margarita sangrienta


Amaba ver las gotas de sangre caer en el piso, formando un charco de color vino a su alrededor. Escuchar sus quejidos de dolor se sentía tan refrescante. Joder, se sentía como el maldito cielo.

—Déjame ir —súplica entre lamentos. —Sus ojos antes brillantes de alegría ahora parpadeaban con terror—. Prometo no decirle a nadie —solloza antes de continuar—. Pero déjame ir. Te lo suplico.

"Te lo suplico"

Sonrío con ironía ante sus palabras. ¿Cuántas veces le suplique yo a ella que me amara de la manera en que merecía? ¿Cuantas veces me humille para obtener aunque sea una mísera muestra de su cariño?

Frunzo el ceño momentáneamente antes de nuevamente sonreír de manera amplia mientras tomo otro de los instrumentos con los que me he estado divirtiendo desde que logré traerla hasta mi con engaños.

—No puedo dejarte ir —sonrío al tomar unas tijeras de jardín, lo que provoca que su cuerpo vuelva a temblar de espanto. Lágrimas caen por todo su rostro, súplica y llora por su vida, pero ya es tarde. Debió de amarme cuando le di la oportunidad de hacerlo—. No puedo dejarte ir, porque te amo. Por eso es que hago todo esto. Porque te amo.

Tomo las grandes tijeras de jardín y las acerco a las llamas ardientes del horno en aquella hermosa suite de hotel super costoso. Sí, como que no escatime en gastos cuando me propuse hacerla mía de una vez por todas.

—Jack —susurra con voz temblorosa—. Jack...no hagas esto, por favor. Por

favor, no hagas esto.

Hago caso omiso a sus palabras y reviso que la temperatura del instrumento sea de mi gusto. Sonrío cuando compruebo que así es. Es la temperatura necesaria para continuar con mi misión.

—No sabes como me irrita la manera en que dices mi nombre justo ahora, como si quisieras acariciar engañosamente sus letras con tu saliva venenosa.

Tomó el instrumento y lo posiciono con fuerza sobre una de sus desnudas piernas, sus gritos de dolor no tardan en oírse y una marca color rojo empieza a formar en ella. Suerte que pedí una habitación insonorizada.

Llora y se lamenta, seguramente por no escuchar a los que le dijeron que yo podría llegar a ser peligroso. Sus lágrimas parecen mezclarse con el delineador de ojos y eso solo me provoca una satisfacción aún más grande.

—Erich va a matarte —murmura entre lloriqueos mencionando a su aburrido prometido, parece que se acabó la hora de los ruegos—. Va a hacer que te lamentes por todo lo que estás haciendo justo ahora.

—Nada podría hacer que lamente este momento de la manera en que estoy disfrutándolo. —Digo y vuelvo a presionar, pero esta vez lo hago sobre su estómago, presiono con rabia y una abrumadora satisfacción retorcida.

Su cuerpo empieza a sacudirse en convulsiones que me hacen saber lo mucho que le duele. Grita de dolor, pero ya no súplica, lágrimas de dolor caen de manera automática por todo su rostro. Está sufriendo, pero ya no por ella, sino por lo que se encuentra dentro de ella. Maldita. Mil veces maldita.

Dejo de presionar y su cabeza cae hacia adelante, la sangre empieza a chorrear de manera fluida, sus manos atadas al respaldo de la silla dejan de moverse al igual que todo su cuerpo. La inconsciencia parece llevársela sin siquiera pedirme permiso. Joder. Me alejo dando unos pasos hacia atrás para observar mejor la escena y sonrío complacido porque se que estoy a instantes de conseguir lo que tanto busque.

Recojo mi improvisada arma de tortura y la lavo con paciencia, en espera de que la bella princesa despierte de su sueño para continuar con nuestro juego. Sí, como que todavía queda mucha diversión para nosotros dos.

Son veinte minutos los que creo que pasan antes de percibir movimiento en la silla. La sangre sigue deslizándose de su cuerpo, pero ahora parece hacerlo de forma menos regular. Su cabello cubre su rostro por lo que me tomo la molestia de formar una improvisa coleta con una liga que encontré por ahí. No quiero perderme ninguna de sus expresiones.

Ojos del color del mar profundo me miran con una mezcla entre rabia y tristeza, la incredulidad se fue hace ya mucho rato. No me perturba que me mire así.

—¿Por qué? —susurra ya sin muchas fuerzas—. ¿Por qué, Jack?

La miro con incredulidad pensando que es estúpida, o está intentando engañarme para hacerse la idiota o realmente no entiende mis motivos.

—Porque yo te am...

—¡No digas que me amas, porque no es verdad!

Su grito me sobresalta y logra desubicarme por un instante. La rabia que desborda su mirada y la fuerza que proyecta en ella misma a pesar de estar notablemente débil me frustran. Siempre es así, toda la maldita vida ha sido así. Ella, siempre tan fuerte, tan imponente y hermosa y yo un idiota sin fuerza que nunca consiguió que le diera su corazón.

Una carcajada resurge del fondo de mi alma y le hace volver a acercarme a ella. Excepto que ya no hay miedo en su expresión, solo resignación. Está esperando que la mate para que termine de una vez por todas con esto.

—¿Quieres saber, por qué? —río mientras tomo un cuchillo del mueble tras mío—. Porque está es y siempre será la única forma en la que podré hacerte completamente mía.

—No de ese imbécil que quieres hacer pasar por hombre, no, yo, solo yo—. Sus ojos siguen cada uno de mis movimientos y eso solo hace crecer el fuego en mi —y por fin después de tantos años cumpliré mi propósito. Serás mía. Te haré mía.

El mango del cuchillo se siente tan bien en mis manos que no prevengo el golpe que siento de pronto en mi cabeza. Suelto un grito de dolor y caigo de rodillas en el piso al mismo tiempo que dejo caer el cuchillo conmigo. Miro el lugar de donde provino el golpe y me doy cuenta de la imagen que se proyecta frente a mi. Sonrío con incredulidad. Es ella, tan hermosa e imponente como la describí.

Su vestido antes color blanco está roto a pedazos, marcas de sangre y un temblor casi disimulado se perciben en todo su cuerpo. Sus ojos son dos cuencas azules llenas de ardor, el maquillaje corrido y la expresión salvaje son los que me incitan a querer levantarme, excepto que no puedo. Ella tiene el control.

—¡No te atrevas a moverte! —grita mientras sostiene una parte de la silla

que no entiendo como logro tomar—. ¡Si no quieres que te rompa las

pelotas en este mismo instante!

Sonrío y me quedo quieto en mi lugar, expectante ante su próximo paso.

—Estoy ansioso de ver como lo lograrás, eso si no te mato antes.

Tiembla y eso me da el impulso de volver a tomar el cuchillo junto a mí. Tanteo en el lugar que creo debió caer y jadeo cuando al girar la mirada no soy capaz de encontrarlo.

—¿Esto querías? —Giro y frunzo el ceño al notar en sus delicadas manos lo

que yo buscaba. No sonríe, está seria, demasiado para mi gusto.

—No eres capaz de hacerme daño —sonrío—. Siempre tuviste un carácter

fuerte, pero no serías capaz de matar a alguien a quien quieres y quisiste

tanto.

No responde, solo me mira, está esperando algún movimiento mío.

—Bien, supongo que tendré que hacer yo la parte fácil.

Es lo que digo antes de correr hacia ella e intentar tumbarla en la cama, solo que al hacerlo siento algo atravesarme, bajo la mirada y veo el cuchillo que antes estuvo en sus manos ahora dentro mío. Grito y lanzo un puñetazo que la tira el piso. Gatea mientras escupe algunas gotas de sangre, aunque ahora el color de su sangre era la última de mis preocupaciones.

Intento quitar el cuchillo de mi cuerpo, pero no puedo, está demasiado profundo. La palidez se cuela por todo mi sistema y creo que puedo empezar a sentir los signos de la muerte viniendo hacia mí.

El sonido de la puerta siendo azotada me hacen saber que se ha ido. Mi flor, mi bella margarita ha vuelto a escapar de mis manos, como toda la vida lo ha hecho ahora se escurre entre mis manos. Mi margarita sangrienta.

Gateo hasta lograr recostarme en la cama, cama que debería haber compartido con ella. Sonrío mientras lágrimas de impotencia ahora se desbordaban por mi rostro. Creo que es la hora. Cierro los ojos y siento que la inconsciencia me lleva, tal vez cuando me lleve finalmente este muerto.






































3 июня 2019 г. 15:03 2 Отчет Добавить Подписаться
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Aussie Blue Escritora, 19 años, amante de las fresas. Me dijeron que nunca podría ser lo que deseaba, callé y esperé que el tiempo les demostrará lo contrario.

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