Короткий рассказ
0
3.8k ПРОСМОТРОВ
Завершено
reading time
AA Поделиться

KRIMBLI


Margot Stanford abandonó su trabajo de sirvienta en la casa de la familia Langford sin decírselo a nadie. Llevaba dos días tratando de comunicarse con, Sarah, la mujer que había contratado para que cuidara de su hijo Milton, pero ninguno de los dos contestaba el teléfono.

Preocupada, regresó a su casa ubicada a las afueras de la urbe. Sabía que no podía confiar en una enfermera tan joven.
Apenas abandonó el coche y entró a su casa, la anciana vio cómo los rayos de sol agonizaban en los largos pasillos, y observó cómo la noche sellaba los cristales de oscuridad.

Al cruzar la sala, ayudada de su bastón de madera, sintió que el silencio que inundaba sus gastados oídos era una buena señal.
— ¿Milton? —dijo la anciana, que sabía que su hijo se encontraba en casa porque la cocina estaba hecha un desastre— ¿Dónde estás, Milton? ¿Sarah?

Al no recibir respuesta de ninguno, se arrimó a la llave del fregadero que goteaba y la cerró; Milton siempre dejaba desordenada la cocina y nunca limpiaba lo que ocupaba. Sin embargo, ella se lo permitía dada la condición en que se encontraba su niño. De pronto la anciana se resbaló porque el piso estaba manchado de sangre y eso la asustó.

— ¿Milton, estás allí? —dijo la anciana, que avanzó por el pasillo, desesperada, dando bastonazos contra los muros hasta que llegó al cuarto de su hijo.

— ¿Mamá? —lo oyó decir a través de la pared. Tenía la esperanza que estuviera bien, aunque no era difícil que tuviera un accidente dado su condición.

Margot abrió de un portazo y encendió la luz. No pudo evitar soltar un soplido de tranquilidad al ver que su niño se encontraba sano y salvo sobre su silla de ruedas con las piernas cubiertas con una gruesa manta.

— ¿Dónde está Sarah?—dijo ella un tanto enfadada.

Milton movió la cabeza de un lado a otro y con ambas manos impulsó su silla hasta la ventana; siempre reaccionaba de esa forma cuando quería evitar algún tema de conversación con su madre.

—Qué mujer más irresponsable. Ni siquiera tuvo la decencia de contestar el teléfono para avisar que se marchaba—dijo Margot, y se acercó a su hijo y le acarició la cabeza ¿Y tú, Milton? ¿Por qué no contestaste el teléfono?— y se quedó mirando un montón de recortes de ojos, bocas y narices de revistas y trozos de papel esparcidos por el piso.

—No me regañes por el desorden, mamá. Fue Krimbli el de la idea—dijo Milton—Yo le dije que se fuera. Pero ya no me hace caso.

— ¿Krimbli? —le dijo su mamá, que no le prestó mucha atención— Voy a comer algo y luego me cuentas que has hecho estos días— y la anciana se alejó del cuarto hasta la cocina con su bastón; sabía que su hijo a pesar de llevar cuarenta años postrado en esa silla, se inventaba amigos para no sentirse tan solo.

Cuando entró a la cocina dejó su bastón a un costado de la entrada y abrió el refrigerador. Asombrada observó que dentro del congelador había un montón de pelos blancos en forma de madriguera y un olor repugnante que lo hizo cerrar de un portazo.

Se tapó la nariz por el apestoso olor y regresó por el pasillo hasta la habitación de su hijo. Empujó la puerta para entrar, pero se golpeó la boca; su hijo la había cerrado con llave.

—Milton ¿Por qué cerraste? ¿Qué es eso que hay en el congelador?—dijo la anciana mientras se miraba la punta de los dedos ensangrentados por el golpe—Voy a tener que llamar al hospital para quejarme de esa enfermera. No puede ser que además de abandonarte deje todo hecho un desastre.

—Te dije que cuando llegara mamá le diría lo que hiciste con Sarah y eso voy a hacer—oyó susurrar a su hijo.

— ¡Milton! ¿Con quién estás?—dijo ella y acercó su oreja a la pared porque escuchaba que hablaba con alguien.

—Estoy con Krimbli. Ya te lo dije, mamá—gritó Milton.

—Abre la puerta—le dijo ella.

—No puedo. Krimbli no me deja salir del cuarto—respondió Milton, asustado—¡Ayúdame, mamá!

—Abre la puerta y déjate de bromas. Me estás asustando.
Al no recibir más respuesta, que un silencio que le pareció eterno, Margot se dirigió hasta la sala de la casa y regresó con la llave maestra. Abrió la habitación y sus ojos no podían aceptar lo que veían junto a la silla de su hijo. Parecía un perro pero no lo era. Estaba lleno de pelos blancos y su rostro estaba formado por recortes de ojos, bocas y de revistas. Margot estaba paralizada porque la criatura la observaba mientras ella veía como esta le arrancaba a mordiscos lo que quedaba de las piernas de Milton.

— ¡Dios mío! ¿Qué diablos es eso?— dijo Margot, nerviosa, y se persignó cuando la vio meterse rauda bajo la cama de su hijo.

—Es Krimbli, mamá—y Milton se cubrió con la gruesa manta la carne que colgaba de los huesos de sus piernas— Nació de la carne que me dejaste para comer la noche que te fuiste. La olvide bajo la cama unas semanas y comenzó a mutar y a tener esos pelos blancos. Al principio era amigable y parecía un peluche— dijo Milton—Pero después se puso violento y lo encerré en el congelador. Pero fue allí donde todo empeoró.

— ¡Tenemos que llamar a un fumigador o algo! —dijo la anciana, que vio como la criatura de ojos de papel abandonó su escondite y se escabulló por la puerta que estaba abierta. Fue entonces que observó a Sarah salir arrastrándose de debajo de la cama sin rostro y sin piernas. Era obvio que no podía gritar porque esa cosa le había devorado las cuerdas vocales.

— ¡No dejes que salga de casa, mamá!—dijo Lucas, viendo a la anciana desmayarse al ver a Sarah en esas condiciones — ¡No dejes que salga de casa, mamá!

15 марта 2019 г. 15:19 0 Отчет Добавить Подписаться
2
Конец

Об авторе

Прокомментируйте

Отправить!
Нет комментариев. Будьте первым!
~