─¡Hola!
Fueron las primeras palabras que le dije a ese miserable.
Descansé mi pequeña cabeza sobre un árbol de su jardín, mientras él me contaba la historia de su reloj mágico.
─Oooh ─suspiré al saber que podía existir un reloj en el mundo que podía parar el tiempo, y abrir un portal al mundo de las flores.
─¿En serio en el mundo de las flores hay rosas que huelen a cereza? ¡Amo la cereza! ¡Es mi sabor favorito en todo, todo el mundo! ─afirmé emocionada.
Eres una niña muy inteligente, a lo mejor puedas ayudarme a encontrar mi reloj ─balbució rascándose la barbilla─. ¡No! ¡Mejor no! ¡No creo que puedas hacerlo! Eres muy pequeña todavía.
─¡Sí! ¡Si puedo! ¡Voy a cumplir siete el mes que viene! ¡Soy muy grande!
─¿En serio? Bueno quizás……. -se pasó la mano por la nuca mientras miraba al cielo.
─Sí, vamos a hacer un esfuerzo.
─¿De verdad? ─me emocioné.
El hombre del reloj me tomó por una de mis manitos y me llevó hasta su cuarto.
─Mira ─aseguró─, creo que puede ser que esté por allá, arriba del escaparate.
─¿Si? ¡Pues busquémoslo! ¿Qué esperamos?
Asintió con la cabeza de inmediato.
─Es que es muy alto, yo no llego ¿Qué tal si te levanto y tú lo coges?
─Bueno ─giré mi rostro a un lado.
Me giré de espaldas y el señor sin nombre me levantó en el aire, pero sus manos pasaron por debajo de mi falda en el mismo momento que tomé el reloj.
Parece que de verdad era un reloj mágico porque me consumió mientras ese mezquino lastimaba cada trozo de mi alma, mientras él me hería el tictac me traía el olor a cereza de las rosas del mundo de las flores. Mi espíritu se adhería a las manecillas del reloj, mientras él intentaba llevarse un no sé qué de mi pequeño cuerpo.
El señor sin nombre no se dio cuenta cuando terminó de llevarme a ese mundo del que tantas cosas bellas me contó, que yo había dejado el reloj en su pecho. Lo apreté tan fuerte que él gritaba una y otra vez:
─¡Quítenmelo! ¡Quítenmelo!
Y halaba con sus uñas el borde del reloj rosado mientras agonizaba. Pero se hizo tarde, ya yo era un orbe negro extendiéndome por su cuerpo. Finalmente sus ojos se volvieron minuteros minúsculos, calculadores del tiempo de los oscuros.
Ahora vagamos juntos por eso que llaman vida, él sirve a mis propósitos. De vez en cuando le recuerdo que hay cosas peores que las pesadillas en el mundo de las flores. Siempre que estamos cerca puedes oler las cerezas.
─Yo le robé la esencia vital ─lo acepto─, pero fue menos de lo que él me robó a mí.
Le quité el nombre y el rostro, porque la oscuridad no le pertenece a nadie. Y aunque a veces me pregunto quién fui yo; solo regreso al reloj y contemplo el mismo momento en el que me convertí en quien soy.
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