Paremos todos los relojes,
apaguemos todas las luces,
echemos el freno un segundo,
que nos encontramos ante un problema
no sólo del tercer mundo.
Observemos
las consecuencias de nuestros actos
de una guerra
que empezamos,
y que a tiempo
no paramos.
Asimilemos
la destrucción que hemos
provocado.
En una ciudad
antes bulliciosa, llena de historias
de las que podríamos contar
en veinte mil libros y no parar.
Ahora vacía,
ya no encuentras una esquina
de la que contar las vidas
de las personas que por ella pasaban
día tras día.
A ti niño, te digo,
evitar un conflicto,
incluso a través del sacrificio propio
es el mayor acto de valentía.
Y a vosotros os pido
que olvidéis el daño
que habéis recibido.
Difícil gesta es
la que os estoy pidiendo hacer.
Sé que de la noche a la mañana no sucederá,
pero por eso os ruego,
evitad que esta debacle de venganza y furia
continúe más allá de lo que ya ha llegado.
Acabar con ella de raíz
sería, para todos, un lujo,
evitando más represalias,
e invitando a la paz
a entrar por las puertas
abiertas de par en par.
Si nos quedamos en lo que nos han hecho,
no veremos lo que lograremos.
Nos quedaremos afectados
por las afrentas del pasado
y no miraremos
al futuro que conseguiremos
si trabajamos todos juntos
por el bien común.
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