Tan solo un momento después
la mirada de aquel niño
se desprendió de la sonrisa
y abrió paso a la desesperanza.
Pronto la incertidumbre se convirtió
en la duda arraigada
a su situación injusta.
Y es que cuando todo ha sido destruido
¿qué queda?
Un vacío de desolación
que consigue tanto emocionar
a los corazones cercanos
como embargar de tristeza
a todo aquel que mire la fotografía.
Y es ahí cuando la fotografía
se vuelve más que su propia esencia
y crea algo extraordinario,
capaz de traspasar límites,
tan solo necesitando el silencio
para entender.
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